miércoles, 23 de abril de 2014

EVOCACIÓN de los hermanos BÉCQUER ( I )


Sus ancestros eran irlandeses, y de aquí el apellido Bécquer, Vécquer o Becker. Ya su pade, José Domínguez Insausti, era conocdo en Sevilla como José Bécquer, estaba casado con Joaquina Bastida y Vargas pero tales señores Domínguez Bastida eran denominados  como señores o familia Bécquer. Era pintor y firmaba sus cuadros como José Domínguez Bécquer. Sus hijos, tanto Gustavo Adolfo como Valeriano, adoptaron Bécquer como primer apellido. El matrimonio tuvo ocho hijos, el último póstumo pues José Bécquer, pintor que se desenvolvía bien económicamente, muere el 26 de febrero de 1841y la pobreza se cernió en la familia. Para mayor desolación fallece la madre el 27 de febrero de 1847. Ella había conseguido que su quinto hijo, Gustavo Adolfo, ingresara en 1846 en el Colegio de Náutica de San Telmo. Fue, éste, creado por el Estado, y, como consigna Rafael Montesinos, en "Bécquer y Sevilla", a través de era necesario para entrar en él ser huérfano pobre y de noble cuna; condiciones exigidas por el Estado, que costeaba la educación y los alimentos de los alumnos. Gustavo reunía tales circunstancias... Les brinda ser pilotos de altura, y hacia tal profesión se dirigía. Pero en julio del mismo año de la muerte de su madre el Gobierno truncó su carrera naútica al clausurar el colegio, cuyo edificio posteriormente fue adquirido por los duques de Montpensier y convertido en Palacio de San Telmo, residencia de ellos. Para mientes Montesinos en el talento de los Bécquer en contraste con su débil salud:
Los miembros de la familia Bécquer disfrutaron de abundantes cualidades artísticas y padecieron una corta esperanza de vida. Su padre, José Domínguez Bécquer y su tió Joaquín, fueron dos reconocidos pintores costumbrista. También fue pintor su hermano Valeriano, y, según Narciso Campillo, Gustavo en música y en pintura hubiera sido más grande que en poesía. No fueron los Bécque tan afortunados en lo referente a la salud. Ni su padre ni su hernano ni él, llegaron a los cuarenta años de edad y la madre, Joaquina Bastida los superó poco. Antes de morir Gustavo Adolfo ya habían fallecido tres hermanos suyos y los dos hijos que tuvo nuestro personaje con Casta Esteban (hubo un tercero pero, al parecer, fruto de una relación extramatrimonial de ella), también murieron jóvenes y sin descendencia.    
  
Gustavo Adolfo Claudio nació el 17 de febrero de 1836 y permaneció en Sevilla hasta 1854 que contra la voluntad de su madrina, Manuela Monnehay Moreno, oriunda francesa, a cuyo amparo vivía, y vivía bien, partió para Madrid. Estudiaba pintura en el taller de Antonio Cabral Bejarano, y luego en el de su tío Javier Domínguez Bécquer, el cual le pronosticó: Tú no serás nunca un buen pintor, sino un mal literato. Le hizo estudiar y le pagó clases de latín.   

Campillo considera a la señora Monnehay, casada y sin hijos, como "persona de claro talento, que poseía bastantes libros y, ¡cosa rara en una mujer!, que los había leído todos". Chateaubriand, Madame Staël, D´Arlincourt, Virgilio, Jorge Sand, fray Luís de León, Balzac, Herrera, Musset, Byron, Hugo, Rioja, Lamartine, Espronceda, Hoffmann, además de sus ya antiguos maestros Horacio y Zorrilla son los autores más leídos por Gustavo. En esta biblioteca particular de su madrina se incrementó su afición a la lectura. José Montero Alonso (1904-2000) publicó en la revista "Historia y Vida", en el número de septiembre 1970 su artículo tiulado "BÉCQUER: Una vida breve y apasionada". En él estampa, enmarca, esta idea clave: Demasiada imaginación para dedicarse al comercio, como sus padrinos. Su mundo no era el de los números, sino el del Arte y la Historia 
  
Siendo doña Manuela refractaria a que se trasladase a Madrid, lo realizó Gustavo por su cuenta y riesgo; sí, con todas sus consecuencias. Pedro Díaz, en su libro sobre Bécquer, lo refiere del modo siguiente: 
Bécquer tuvo que abandonar pronto la idea de partir con la aquiescencia de su madrina, que no se resignaba a dejarlo ir. Imposible tratar de convencerla; ella consideraba una locura el proyecto de Bécquer, e insistía tratando de perseverara en los estudios de pintura y en la ejecución de cuadros típicos con lo que seguramente podría ganarse la vida, como se la había ganado, en su familia, su padre y su tío. En Madrid, ¿quién compraba versos? Por otra parte, en Sevilla podía vivir cómodamente junto a ella, pero su propia situación no era tan holgada que le permitiese ofrecerle una pensión suficiente para sostenerlo en Madrid. 
Finalmente salieron tarifando y él precipitó su marcha; a su tío Joaquín pidió treinta duros para el viaje y primer mes de estancia, importándole doce lo primero. 

 En Madrid hallo entremezclados males y bienes. 

A su llegada se enfrentó con la penuria, en ello están de acuerdo todos los estudiosos del poeta, Rafael Montesinos lo describe así:
Los primeros años en la capital los pasó rodando de pensión en pensiós, buscando siempre una más barata que la anterior. Cayó gravemente enfermo, hizo pequeñas colaboraciones para periódicos y revistas e incluso tuve un breve trabajo como escribiente del que fue despedido. Vivió momentos de gran necesidad material de los que fue rescatado por amigos que le llevaron a vivir a sus casas, pero también fue durante esos años cuando comenzó a escribir sus Rimas, después de conocer a dos de sus musas, las hermanas Julia y Josefina Espín. De ambas parece que estuvo enamorado, pero fue Julia, la cantante de ópera, quien le envenenó el alma.

Una mujer me ha envenenado el alma
otra mujer me ha envenenado el cuerpo
ninguna de la dos vino a buscarme
yo de ninguna de las dos me quejo

Se desconoce quien fue la que le envenenó el cuerpo. Bécquer contrajo la sífilis. 
  
Si el amor es de difícil hallazgo para todos -incluidos los poetas líricos, que tanto le cantan-, no es fácil tampoco encontrar amistad, lo corriente es el falso amor, la falsa amistad, ambos están llamados a evaporarse, a arribar en el desengaño. Ya lo dice el citado Ortega: de los falsos amores sólo puede quedar en el alma la melancólica advertencia de su falsedad, la experiencia de su evaporización. Gustavo tuvo más de un amigo -y encontrar uno ya es buena suerte- que le sirvió de ancla de salvación como veremos. Mediante su amigo Rodríguez Correa entró como redactor en "El Contemporáneo", fundado por González Bravo apoyado por el financiero José de Salamanca, periódico que por las vicisitudes políticas desaparece en1865. Ya antes para aliviar su penuria le colocó un amigo en la Dirección de Bienes Nacionales, y este es su breve empleo como escribiente del que fue despedido al encontrarle el jefe dibujando.   

Con esta buena suerte de contar con buenos amigos y conctatos: González Bravo le nombró censor de novelas, cargo bien gratificado, nada menos que con veinticuatro mil reales de sueldo, que desempeñará de 1864 a 1868 en que es destituida Isabel II por la Revolución Gloriosa. Al ser saqueada la casa de este ministro, se pierde el llamado "Libro de los gorriones", que éste tenía en su poder, él iba a editar las Rimas y a escribir su prólogo. Bécquer las reescribió y añadió: "Poesías que recuerdo del libro perdido".  

Gustavo sabía corresponder a la amistad, dimitió en atención a su amigo, y, por otra parte, he aquí el rasgo que González Bravo tuvo con Nombela, que a la vez supone amiguismo, que tanto se da en la política: Mientras fue fiscal de novelas, como yo estaba en el gran periodo de mi producción de aquel género literario, seguro de que ni con inmoralidades ni con teorías subversivas había de comprometerle, me pidió que le llevase mi original, lo que nos proporcionaría ocasión de vernos, y que yo mismo sellase mis cuartillas con el sello de la fiscalía. (Nombela). He aquí otra muestra de favoritismo, que también es hecho corriente en la política. González Bravo tiene que modificar el decreto sobre el cargo fiscal de novelas, que ha de ser ejercido por un licenciado en jurisprudencia. Como ministro de la Gobernación añade: o persona de notoria idoneidad. 

Acompañó Gustavo a su amigo y protector  en su viaje de exilio: Julia Bécquer lo refiere así: Gustavo acompañó en su destierro a González Bravo. Al regresar de París le acosábamos a preguntas sobre cómo era la capital de Francia y si había cosas bonitas; él nos complacía amablemente y nos cantaba una de las canciones de moda en París en los corros de los niños... Gustavo poseía el frances a la perfección. A todos nos traía nuestros buenos regalos, donación tal vez del alto y caído amigo, que tan precioso había sido siempre para él. No en balde González Bravo era un político de lujo, como periodista, orador e intelectual. Fue el fundador del periódico El Guirigay.      

En 1868 -la Revolución Gloriosa fue para ellos desastrosa-  Valeriano también perdió la pensión estatal; ambos se retiran a Toledo, acompañados de su respectivos hijos. Porque fue también el año de descubrirse la infidelidad conyugal de Casta; como dice Shakespeare, cuando vienen las desgracias, nunca vienen solas, sino en batallones. Eduardo Gasset también se porta bien con los hermanos Bécquer, funda "La Ilustración de Madrid" y nombra director de la misma a Gustavo y su dibujante a Valeriano, ello viene a crearles nuevamente una vida desahogada pero, apenas tocados, la muerte les impidió el ejercicio de estos futuros y respectivos cargos. 

                
La primera musa de Gustavo Adolfo Bécquer.

Augusto Martínez Olmedilla (Madrid 1880-1965), a excepción de poesía, escribió de todo. En su biografía "El maestro Barbieri y su tiempo (el madrileño que dignificó la tonadilla)" hace  historia de la música, dedicando el capítulo IV a la "Gestación de la música española". En su relación de los músicos del siglo XIX incluye a Joaquín Espín y Guillén, natural de Velilla de Medinaceli (Soria). Contrariando a su padre, desiste hacerse abogado y 
se fuga a Burgos y después a Burdeos, donde aprende piano con el gran concertista Hoffman. Vuelve a España al morir su padre, y se instala en Madrid (octubre de 1832), donde pasó mil apuros para ir viviendo. Estudia con el maestro Inzenga, y acude al teatro de la Cruz para aprender cómo se monta una ópera. Escribe algunas canciocillas, entre ellas La aldeana, letra de Bretón de los Herreros, que obtiene excelente éxito cantada por la Perellli. Es amigo de Espronceda, Ventura de la Vega, Zorrilla y, en general, de cuanto bullen en el mundillo literario, donde se conoce y estima al "músico Espín".
Su carrera es de altibajos, su situación económica es buena, funda el semanario La Iberia Musical y Literaria a sus fines musicales, conseguir estrenos de "Padilla" y de "El asedio de Medina". Estaba casado con Josefa Pérez Colbrandt, sobrina de Isbel Cobrandt, primera esposa de Rossini, ello le favoreció siendo bien acogido en Bolonia por él cuando fue por asuntos familiares ofreciéndole el italiano abrirle un camino como autor, mas optó por regresar a Madrid al ofrecérsele la dirección de una compañía de ópera en el teatro de la Cruz, bajo la protección de Narváez. Desmonta La Iberia Musical para dedicarse de lleno a la ópera, pero tal suerte le vuelve la espalda, el general cae como jefe del gobierno. Efectivamente, como apunta Martínez Olmedilla:      
La figura de Espín, indudablemente desdibujada y gris, se agiganta al recordar que es el padre de Julia, la musa de Bécquer, inspiradora de las Rimas inmortales. Fue Julia Espín eximia cantatriz, que lució su arte en la Scala de Milán, Ópera de Moscov y otros teatros de gran categoría. Estando en Rusia perdió la voz prematuramente, truncándose su triunfal carrera. 
Su triunfal carrera artística pero no la de la trayectoria de su vida, ya por su posición, ya sobre todo por la gran boda económica, puesto que, a la edad de 35 años, contrajo matrimonio con el ingeniero montes y político Benigno Quiroga López Ballesteros, ministro de Hacienda y que desde últimos del año 1905 a primeros de 1907 fue ministro de la Gobernación. Julia murió en Madrid en 1906.    

Nacimiento de julia Espín Colbrandt como musa del poeta Bécquer.

En esta biografía donde dicho autor pinta el tercer cuarto de siglo XIX, lo describe así:
Placíale al gran Gustavo Adolfo deambular entre calles a la luz de la luna. Una noche, paseando con su amigo el novelista Julio Nombela por la cercanías de la calle de San Bernardo, oyen cantar maravillosamente. La voz excelsa proviene de un piso cuyo balcón abierto permite una audición perfecta. Bécquer se arrima a una tapia, y oculto en la sombra, escucha embelesado.
--Quisiera morirme oyendo esa voz -murmura-. No es una mujer : es un ángel quien canta.
Cesa la música, y él continúa allí, hasta que el alba deshace el embrujo. Nombela, que se marchó mucho antes, al volverle a ver, le dice alborozado: 
--Ya sé quién es la sirena de anoche. Es Julia Espín, cantante de categoría, hija de un músico fracasado. Si quieres, puedo hacer que te presenten a ella.
Pero Bécquer se indigna. ¡No, por Dios! Nada de eso. Prefiere adorarla desde lejos, en la sombra, sin que la prosaica realidad manche el horizonte nítido de la ilusión. 
--Te advierto que a lo mejor le gustas y quién sabe... [...]
Julia Espín se casó con otro. ¿Le hubiese correspondido caso de haberse dirigido a ella en son de amores? Probablemente, sí. ¡Ah! Pero entonces las maravillosas Rimas no se hubieran escrito. Para que un ruiseñor perfeccione sus trinos hay que saltarle los ojos. Cuando Dios quiere ungir a un hombre con el don sublime de la Poesía, comienza por hacerle desgraciado. 
En su "Anecdotario femenino" (1952) también sostiene que Nombela se ofrece a presentarles, pero Bécquer se opone. Es licencia que se permite, aunque en sus biografías se somete generalmente a la verdad. Nombela en sus "Memorias" escribe de aquel encuentro en el otoño de 1858 al pasar ambos por la calle Flor Baja y ver en un balcón del número 30:
... dos jóvenes de extraordinaria belleza, diferenciándose únicamente en que la que parecía mayor, escasamente diecisiete o dieciocho años, tenía la expresión de sus ojos y el conjunto de sus facciones algo de celestial. Gustavo Adolfo se detuvo admirado, al verla, y aunque proseguimos nuestra marcha por la calle de Flor Alta, no pudo menos de volver varias veces el rostro, extasiándose de contemplarla. 
Julia fue su musa y también su gran desengaño, ya que tras de ser presentado a ella y acudir a las reuniones que se celebraban en su casa paterna, siempre le trató con desdén y altivez. No obstante conservó hasta su muerte los dos álbumes con poemas y dibujos con que él la obsequiara, y que actualmente están en la Biblioteca Nacional.  He aquí un dibujo de estos álbumes:                                                          
Josefina y Julie en el Teatro Real 
Intervinieron sus amigos para desengañarle y concluyó el contacto en 1861, año en que surge a su vida 

                                                                         
Casta Esteban Navarro.
                                                                              

Disiento también de Martínez Olmedilla en la prosopografía que apunta de Casta; no en la de Julia. Julia Espín -escribe- era rubia, de ojos verdes y bellas facciones. Casta era fea. De Casta no se dice que lo fuera 
                                         
Julia Espín Colbrandt
Julia Espín Colbrandt era hermosa y enérgica, altiva y desdeñosa, de cutis moreno pero pálida, alta, delgada pero de hombros anchos, de cabellos oscuros, rizados y abundantes, de ojos pardos -o negros incluso- y demesuradamente abiertos y hasta un poquito saltones. ( "Las novias de Bécquer", M. Bernal Romero).  

                                          
Casta era guapa, aunque antipática; tenía en la cara algo de trágico y desagradable. (Julia Bécquer).                                                                            
Casta Esteban Navarro
El libro entre sus manos la realza; alguna afición había de tener a la lectura, y no incultura manifiesta, si se consideró tras su viudez capaz de escribir. De lo que era plena ignorante es que escribir sólo excepcionalmente para muy pocos es remtable. Pensaría que solo era trtándose de poesía; ella que, no era, precisamente, de las de contigo pan y cebolla, que, criticando a su marido, exponía a  una amiga: Mucha poesía y poco cocido.                                                                                                                  
Él, en la rima XXVI, no deja de entender su sentido práctico. He aquí la composición: 


Voy contra mi interés al confesártelo;
pero yo, amada mía,
pienso, cual tú, que una oda sólo es buena
de un billete de banco al dorso escrita.  
No faltará algún necio que al oírlo
se haga cruces y diga: 
"Mujer al fin del siglo XIX,
"material y prosaíca..." ¡Bobería! 
¡Voces que hacen correr cuatro poetas
que en invierno se embozan con la lira!
¡Ladridos de los perros a la luna!
Tú sabes y yo sé que en esta vida,
con genio, es muy contado quien la escribe,
y con oro, cualquiera hace poesía. 

También un día en la rima XXX exclamó: 

¡No me admiró tu olvido! Aunque de un día,
me admiró tu cariño mucho más; 
porque lo que hay en mí que vale algo 
eso... ni lo pudiste sospechar 

Era la bella Casta -más bella que Casta-,  hija del médico Francisco Esteban y de su esposa Antonia Navarro -él de Pozalmuro, ella de Noviercas-; en el pueblo de su esposa y en Yanguas, también de Soria, ejerció la medicina y, después, en Madrid unos quince años. Nació Casta en Torrubia del Campo (Soria) el 10 de septiembre de 1841. El padre era, en Madrid, afamado especialista en enfermedades venéreas, y a él había acudido Gustavo, le trataba de una enfermedad de esta clase. Con tal motivo, no muy bello, conoció a la hija única del matrimonio. Pasaba el padre de Casta  consulta en su domicilio madrileño de la calle del Baño, hoy Ventura de La Vega. Le presentó a su hija, bastante bella, una morenaza de ojos azules. El noviazgo fue muy corto. El nuevo matrimonio acostumbraba a pasar temporadas en Noviercas, si el trabajo se lo permitía a Gustavo, lugar que había de resultarle odioso como luego veremos. En él poseían bienes la familia y Bécquer tuvo una casita para descanso y recreo.   
                                           

Gustavo Adolfo fue muy desafortunado en amor, no tanto, ni mucho menos, en cuanto al orden crematístico, aquí fue por rachas. A quienes se interesan por su vida les recomendaría leer el prólogo de los hermanos Álvarez Quintero, semblanza de Gustavo Adolfo Bécquer, que se encuentra al frente de sus Obras Completas, publicadas por Aguilar, y del que no dejaré de recoger algo. Cuando, en su libro "Estudios sobre el amor", Ortega y Gasset habla de Stendhal nos dice que no consiguió ser verdaderamente amado por ninguna mujer. Y añade: No debe sorprender esto demasiado. La mayor parte de los hombres sufre igual destino. Hasta el punto de que para compensar la desventura se ha creado el hábito y la ilusión de aceptar como buen amor cierta vaga adhesión o tolerancia de la mujer, que se logra a fuerza de mil trabajos. 
  
Sí tal ocurre a la gran mayoría de los hombres, a Stendhal, incluido por teórico que fuera del amor, ahí está su famosa obra "L´amour", y sin salvarse de tal sino los más inteligentes y nobles, no dejó de suceder a nuestro poeta, quien, como ya queda dicho, fue rechazado por su musa, y su esposa llegó a serle infiel. En cuanto a este fracaso matrimonial leamos la aludida semblanza:
No es posible hablar de las mujeres cantadas por Bécquer y no mencionar a la que fue su esposa: Casta Esteban. 
Tú creces de mi vida en el desierto como crece en un páramo la flor.
Ella se le figuró a él que sería en su vida el hogar tranquilo, el reposo que ya anhelaba;  los hijos, que anhelaba aún más... Él le hablaría a ella en un lenguaje que por fuerza había de seducirla ... Ella creyó entenderlo..., y no se entendieron..., y no se entendieron ninguno de los dos.
Ni entendió nadie aquel matrimonio. Pero en cosa donde tantos hombres de juicio yerran y se equivocan, ¿había de acertar un visionario como nuestro querido poeta?
Contrajeron Matrimonio Gustavo Adolfo y Casta en Madrid, iglesia de San Sebastián, el 19 de mayo de 1861. 

De momento, fue su tercera musa por mucho que se haya atribuido a Julia ser la única, varias rimas están dedicadas a su esposa, ya de amor, ya de quejas.  Tuvieron dos hijos bien recibidos, y un tercero de la discordia. En 1862 nace Gregorio Gustavo Adolfo en Noviercas; en 1867 Jorge Bécquer, y en 1868 nace en Noviercas el dudoso hijo biológico de Bécquer al que ponen por nombre Emilio José. En el verano de este año se separan, pero no dejan de escribirse, y muerto Valeriano ella ipso facto fue a reunirse con el marido, mas ya, como se puede deducir de la cronología, poco tiempo estarían juntos con los dos hijos y el tercero supuesto fruto del adulterio de Casta en Noviercas con Hilarión Borobia, alias el Rubio. Dudoso hijo biológico pero legal porque Bécquer no dejó de reconocerle. Con ellos estaba tambien Fernando, hijo de Valeriano. 


¿Cómo cayó Casta en la infidelidad conyugal?

 El marido fue muy confiado. Las vacaciones de 1867 no las pasó Gustavo en Noviercas con Casta y los niños, sino acompañando a su hermano en sus correrías artísticas a traves de la geografía española. Este viaje -añade su biógrafo Carlos J. Barbachano- sanea el cuerpo y el alma del poeta. Sí, pero es causa de una herida a ésta. Casta, mientras tanto, aburrida en el pueblo -sigue refiriendo-, irritada por la creciente influencia de Valeriano sobre su esposo, parece que inicia unas relaciones, inofensivas y sin gran importancia al principio, pero peligrosas poco después, con un antiguo novio suyo del mismo Noviercas: "joven notario", según Gerardo Diego; aventurero apodado "el Rubio", en decir de Heliodoro Carpintero. El germen de la separación, y en este caso con nombre y apellidos, se había producido, llegó en 1868 el drama de la separación del matrimonio. En sus Memorias lo refiere así Julia Bécquer: 
Acompañando a Gustavo y a Casta, con sus dos hijos, fuimos a Noviercas, provincia de Soria, donde residían los padres de Casta, y allí ocurrió la tragedia entre Gustavo y su esposa. Rivalidades entre un antiguo novio (con el cual casó al morir Gustavo) hicieron salir a los dos desafiados a la plaza del pueblo. Al día siguiente, Gustavo se separaba de su mujer, llevándose a sus dos hijos de tres y cinco años, a un caseron sin casi otros muebles que las camas. Allí estuvimos refugiados hasta marchar a Soria con el tío Curro Bécquer, hermano de mi abuelo.
También conocemos a traves de la aludida publicación de la sobrina Julia que Casta se presentó un día decidida a llevarse sus hijos, aprovechando que Valeriaano ha salido.
Se presenta en actitud iracunda, sin previo aviso y entrando de repente. Iba por sus hijos, pero Gustavo, cogiendo a Jorgillo debajo de su brazo, con el otro levantó una silla, retándola a intentar apoderarse de ninguno de los niños. Después de algunos insultos por parte de ella se retiró por el mismo camino que había traído.
                                                                           
El 15 de diciembre nace en Noviercas el hijo del drama: Emilio Eusebio. "El pueblo condena dos nombres: Casta y el Rubio. 

Otras versiones sobre el punto de conocimiento de Bécquer a Casta.   

"En "La viuda de Bécquer, escritora", de José María Martínez Cachero, podemos leer: 


Gustavo adolfo conoció a Casta en la consulta de don Francisco Esteban, a la que hubo de acudir a fines de 1858 o primeros de 1859. Lo afirma Julia Bécquer, lo recogen más autores y lo corrobora  Carpintero aduciendo en su abono el testimonio de una entrañable amiga de la madre de Casta. Pero en este concreto punto comienzan la constataciones errónes, a saber: que si Bécquer encontró a la que sería su mejer en Veruela, residente el poetaen el abandonado monasterio,  reponiéndose de una no muy leve dolencia, sostenido allí gracias al sacrificio económico de su hermano Valeriano, y Casta fue desde en seguida su cariñosa enfermera y amiga o que si Bécquer dio con ella, aldeana en el mercado, en Olvega (Soria); o, según quiere Cejador, en algún otro lugar y ocasión estando la interesada como muchacha de servir. Ningún crédito merecen estas localizaciones y condiciones. 

Hemos de quedarnos con la primera versión, ya expuesta en principio, al presentar a Casta, sobradamenete documentada y descartar las otras caprichosas. En cuanto al poeta Bécquer encontramos en su bibliografía muchas contradicciones, unas veces, cual honestos biógrafos se buscó la verdad, y otras se dejó correr la fantasía. Asimismo cuenta, en lo tocante a Casta, la simpatía o antipatía que sientan hacia ella. Nula debía de ser la del citado Martínez Olmedilla al escribir que Bécquer se casa con Casta Esteban y Navarro, hija de un médico de pueblo, una pobre mujer agarbanzada y zafia, incapaz de comprenderle, y que, como es lógico, le hace desgraciado. Pudo ser incapaz de comprenderle sin ser agarbanzada y zafia. Bécquer no podía enamorarse de una mujer así. Aparte de alguna belleza en el exterior, había de tener o simular alguna también en el interior. Y entonces..., pues ya lo dice Shakespeare: ¡Oh!... qué hermosa apariencia tiene la falsedad. 

¿Simultaneó a Casta con Elisa Guillén, fueron tres, pues, las mujeres de su vida? Si tal señora, supuestamente, existió así fue; se dce que entre 1859 y 1860 estuvo ciegamente enamorado y a ella dirigió las famosas "Cartas literarias a una mujer". Muchas firmas dan por real este amor a una "dama de rumbo y manejo" de Valladolid. Otras niegan su realidad. Por ejemplo, lo afirma Carlos J Barbacharo, en su obra "Bécquer":
... es Elisa Guillén, mujer mucho más importante [que Julia] dentro de la vida, no sólo platónica, sino real, de Bécquer. Gerardo Diego, que indagó el pasado amoroso de Gustavo por mediación de la familia soriana de su muejer, nos informa: "Cuentan los parientes sorianos que Gustavo, antes de casarse, había sostenido relaciones amorosas con una dama de rumbo de Valladolid, a cuyos brazon volvió cuando sintió la herida de los primeros desvios de Casta. Uno de los objetos de Bécquer que se conservan en Noviercas es una tabaquera que le había regalado esa dama de Valladolid, que al decir de los natuturales de Noviercas y Olvega, los pueblos sorianos de los Esteban, era marquesa".  
Se niega la existencia real de Elisa Guillén.

Ariel Concieso, en su artículo "Las mujeres de Bécquer, escribe:
Estamos, dicen los maldicientes cuervos, ante uno de los mayores fiascos de la historia de la literatura. ¿O no? La Dulcinea de Bécquer que surgió de la chistera peculiar y juguetona de un prestidigitador de de lujo: Fernado Iglesias Figueroa.
Aquí debemos acudir a la discrepancia de Rafael Montesinos, el cual manifestó tajantemente que todo lo que editó de Bécquer Fernando Iglesias Figueroa hay que ponerlo en cuarentena.  

Tres son las mujeres -escribe Montero Alonso- que pasan por la vida del poeta, en estos años, Julia Espín, Elisa Guillén y Casta Esteban. Acabará casándose con la última. Pero la relación con las otras dos no puede establecerse de un modo terminante y claro. En,  efecto, es una nebulosa,  ¡hay tanta falta de claridad, difícil de comprensión, en la vida de Bécquer, así como en la de su esposa!... Algo al respecto dejo apuntado. Sí, la página menos conocida de su vida es la que afecta a la mujer.        


Muerte y sepultura de Valeriano y de Gustavo Adolfo.

Valeriano muere el 23 de septiembre de 1870. Gustavo Adolfo el 22 de diciembre de 1870. Se encontraban a la sazón ambos en Madrid trabajando en "La Ilustración" recién fundada por Eduardo Gasset, dirigiéndola Gustavo Adolfo y siendo su dibujante Valeriano, habiendose trasladado desde Toledo a tal fin. En definitiva es como si hubiera sido para morir. He aquí las respectivas noticias de su fallecimientos. 
                                                                           
Gustavo vivía en el barrio de Salamanca y murió  exponiéndole a Ferrán momentos antes: 
                                                                         
y fue dada así la noticia.
                                                                          

A su entierro asistieron Campillo, Rodríguez Correa, Nombela, Ferrán y el ministro Silvela. Y otro rotativo:
                                                                               

 Vicente Palmaroli González (1834-1896) pintor de historia hizo esta tabla.
                                                                               
Gustavo Adolfo Bécquer en su lecho de muerte  
Tanto Valeriano como Gustavo fueron enterrados en la Sacramental de San Lorenzo. Del  último sabemos que tuvo lugar el sepelio el 23 de diciembre, a la una de la tarde, en el nicho 470 del Patio del Cristo. 


El comportamiento de los amigos fue ejemplar; durante el entierro Casado del Alisal propone la edición de las obras del poeta y de los dibujos de su hermano Valeriano. Ello fueron los promotores de que su obra no se perdiera, pasara a la posteridad. Y así podemos leer que al día siguiente de su entierro se reunieron con tal finalidad. Ya en sus últimos momentos había expuesto a Augusto Ferrán que publicasen su obra ("Si es posible, publicad mis versos. Tengo el presentimiento de que muerto seré más y mejor conocido que vivo"), pidió también que cuidasen de sus hijos. Sus últimas palabras fueron: "Todo mortal". Pidió también a dicho amigo que quemase las cartas ("sería mi deshonra"). Otra versión es que le pidió dos días antes de su muerte que le acercase un paquete de papeles atados con una cinta azul, que él mismo quema.    

En abril de 1913 se exhumaron los restos de los hermanos Bécquer para ser trasladados a Sevilla, pasando a la antigua capilla de la Universidad. Le esperaba su primera novia: léamos a Rafael Momtesinos:
Al cumplir los dieciocho años tuvo su primera novia conocida, Julia Cabrera. Fue un noviazgo corto, porque, pocos meses después de iniciado, Gustavo se trasladó a Madrid en busca de la gloria literaria. Quizás fue este uno de los pocos amores correspondidos que tuvo en su vida. Julia Cabrera nunca le olvidó y siempre le esperó. Murió soltera con cerca de ochenta años, en 1913, el mismo año en el que los restos mortales de Gustavo Adolfo Bécquer volvieron a Sevilla, parece como si hubiera estado esperando para morirse la vuelta a Sevilla de su amor de juventud. En palabras de Rafael Montesinos Él había vuelto, por fin a Sevilla; a ella se le había cumplido, también por fin, el tiempo de la espera.   
                                                                                


Desde 1972 se encuentran en el Panteón de sevillanos ilustres.

                                                                          
La tumba de los Hrnos. Bécquer en el Panteón de sevillanos ilustres
Acaso en este panteón el sevillano que más atrae al visitante sea el poeta Bécquer, y es que, como dicen los hermanos Álvarez Quintero en el lugar ya citado, en Sevilla, la tierra natal de Gustavo  Adolfo, así como es Murillo el pintor por antonomasia, el poeta es Bécquer. 

No voy a tratar de la aparición de su obra en 1871, ni de ésta,  ya que opto por referirme a su vida. Por consiguiente a la de su familia. Pero sí tengo que constatar la rima LXXIII porque está inspirada y en la muerte y entierro de Consuelo, hija natural del general Narváez con su prima Concepción Fernández de Córdova Campos. En la biografía "Narváez y su época", de Jesús Pavón y Suárez de Urbina, podemos leer:
Cuando Narváez va a Loja tras su segundo Gobierno -a partir de abril de 1846-, él está casado. Su prima, Concepción, es una bellísima viuda de treinta y ocho años. Había sido tan fiel a al primer marido (su tío don José María de Campos) como lo será a su segundo (Carlos Marfori). [...] La carrera política de Carlos Marfori se atribuye a un amorio con Isabel II que -documentos en mano- puede demostrarse que no existió. La protección de Narváez a Marfori se explica por el matrimonio de éste: era indirecta respecto a la madre de su hija, alejada por siempre de él.                                                              

He aquí el panteón
Cuatro años -continúa informándono esta biografía- vivió Narváez -y dos veces gobernó- desde que Consuelo quedó depositada en el panteón de Loja, a la espera de la compañía de su padre.
Un joven poeta, protegido de Narváez y de los suyos, dejó unos versos -que todos conocemos de memoria- y que parecen registrar el estado de ánimo del duque de Valencia y el de cuantos conocen la vida y la muerte de Consuelo.
En la largas horas
del helado invierno,
cuando las maderas
crujir hace el viento
y azota los vídrios
un fuerte aguacero,
de la pobre niña
a solas me acuerdo.

Tenía Consuelo diecisiete años.    

La viuda del poeta, mujer desconcertante. 

Si no dio lustre al matrimonio, pese a ser hija de médico y de la burguesía soriana, su viudez sólo duró año y medio, ya que el 22 de mayo de 1872 volvió a casarse pero no con su antiguo novio sino con un tal Manuel Rodríguez Bernardo, asturiano, recaudador de contribuciones. Apenas duró algo más de un año al ser asesinado este segundo marido el 26 de febrero de 1873 de un balazo. El pueblo de Noviercas señaló a el Rubio como autor del crimen, así como lo hizo del nacimiento del tercer hijo del matrimonio Bécquer-Esteban respecto a la paternidad biológica. Y aquí hay algo que nos ha de extrañar sobremanera, y es que Julia Bécquer diga que las segundas nupcias las contrajo Casta con su antiguo novio. Algún otro autor lo repite. 


La situación precaria y angustiosa en que se encontró Casta tras sus dos viudedades no se explica a primera vista, y no ya por la falta de "viudedad" en cuanto a pensión laboral de cónyuge superviviente, sino por tratarse de disponer de equis bienes y de que el padre puede ayudarle, y de hecho lo hizo mientras vivió. Pero puede llegar a comprenderse ante la trayectoria surgida en su hogar paterno: El 19 de marzo de 1876 muere su padre, ciego en los últimos años, con lo que queda desamparada. No se lleva bien con su madre, relación que se empeora cuando ésta en 1881 contrajo segundo matrimonio teniendo 67 años -se casó con un viudo, Manuel Zoya-, teniendo que decidir entonces irse a Madrid. Se le irían cerrando todos los horizontes. 

Casta era, probablemente, una manirrota, no otra cosa puede deducirse leyendo sobre la propiedad literaria de la obras de Gustavo Adolfo Bécquer -el artículo de Felipe Menguez Rodríguez-, donde se refleja el constante lamentarse de su precaria situación. ¿Qué hay de cierto? No sabe uno a qué carta quedarse. Leemos en dicho escrito:
Nos encontramos en definitiva ante dos figuras antagónicas cuyos argumentos, no obstante, parecen igualmente razonables. Para unos, los legados de su padre y de su segundo esposo, más los beneficios que, cuando menos, le habría dejado la primera aparición de las obras de Bécquer, hacen inverosímil la afirmación de que Casta careciera de recursos económicos. Para otros, es un hecho constatado que pidió y obtuvo ayuda de la sociación de Escritores y Artistas, ayuda que por tanto debió considerarse justificad. Además, esta segunda corriente crítica estima sincera la declaración de intenciones consignadas al comienzo de su libro y, por si fuera poco, rumores ha habido incluso sobre la posibilidad de que hubiese acabado sus días ejerciendo la prostitución.
Ya antes se ha apuntado su ingenuidad, con referencia al libro que pretendía publicar, y publicó, de pensar que con el producto económico obtenido sanearía su situación. 
Con la literatura -añade el citado comentarista- resultaba muy difícil en aquellos tempo, máxime si se trataba de una sola obra, con una tirada que se limitaba a mil ejemplares y con un precio de venta al público de cinco pesetas. 
Pero, en fin, ella consideró que era el último y sorprendente esfuerzo para librarse de la miseria la publicación en 1884 del volumen "Mi primer ensayo". Ha sido injustamente mal acogido por la crítica contemporánia y posterior. Al año siguiente murió el 30 de marzo en el hospital de San Juan de Dios a consecuencia de las quemaduras sufridas en el incendió de su domicilio. Se dice también que de encefalitis, o acaso también venía padeciéndola. 

La vida de Casta Esteban es muy controvertida, reitero, coadyuvando a ello, junto a simpatías y antipatías, lo reservado que era Bécquer, por lo que, como dice uno de sus biografos, Carlos J.Barbachano, gran parte de su obra (la que refleja, directa o indirectamente, su vida), algunas pocas cartas y escasísimos documentos oficiales, nada más nos ha quedado del poeta. Y hay partes transcendentales de su vida que permanecen casi veladas en el misterio, en ese misterio que tanto adoraba. Tal su relación y matrimonio. ¡Ya lo creo que Casta encierra misterio, enigma! Cuanto más bibliografía se utilice, menos se sabe a qué atenerse, y ello sin ser tendencioso, anclado en la ecuanimidad. Ha de ser ininteligible al más pintado, al de más saber sobre Casta, e individuo experimentado, que ésta se hubiera relacionado con el susodicho sujeto de Noviercas. Heliodoro Carpintero publicó "Ladillo", un estudio en torno a Bécquer en el que dedica gran espacio a la desventurada vida de Casta Navarro, acaso muy envidiada en su entorno de Noviercas desde siempre. Del supuesto novio y, luego, individuo con el que le fue infiel al marido, escribe:
El Rubio había nacido para dominar. Pronto se convierte en el jefe de una pequeña cuadrilla, cuyas fechorías alarman y mantienen en vilo a todo el pueblo: robos, asaltos, amenazas... (...) Un día de 1861 llega Casta a Noviercas en la plenitud de su belleza y de su gracia femenina. Le acompaña su esposo Gustavo Adolfo. Están en plena luna de miel. ¿Qué ocurre en el corazón del Rubio? Sin duda, no ocurre nada. De otro modo, la tragedia se hubiera anticipado. En nuestro sentir, la tragedia se larvó y oscuramente, al correr de unos años. (...) ¿Ha nacido en la turbia conciencia del Rubio o se lo han propuesto sus aduladores amigos? El 15 de diciembre de 1865 nace en Noviercas Emilio Eusebio Bécquer y estalla la tragedia. ¿Realidad o calumnia? Todo el pueblo señala por lo bajo al culpable. El Rubio es capaz de todo. Sobre Casta Esteban cae la infamia. 
Esto y la reacción de Gustavo Adolfo ya lo hemos visto por su sobrina Julia. Resulta increíble que Casta, antes y después, se relaciónara con este individuo de baja estofa que era Hilarión Borobia, alias El Rubio, que temporalmente se echaba al monte, inconcebible que se lo permitiera su padre, aunque por ser paisano, y en un pueblo pequeño, no le negaran el saludo. En cierto modo, en el del bandolerismo, ha quedado recuerdo  de él. Unido al Tío Chispa se lanza la banda al "robo de Beratón", del que ha quedado memoria, y en el asalto muere, 8 de diciembre de 1874. 

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