miércoles, 30 de octubre de 2019

Tortura a todos la indespejable incógnita de la muerte.

DIOS NO SE BURLA DE NOSOTROS.
Sic transit gloria mundi, así acaba la gloria del mundo.

SI LA MUERTE NO FUERA EL PRELUDIO A OTRA VIDA, LA VIDA PRESENTE SERÍA UNA BURLA CRUEL.  (Gandhi) 

Por mucha elucubración que se vierta sobre el Más Allá, es misterio que permanece ‘ab aeterno’; por mucho que avance la técnica y la ciencia, jamás sabrá la humanidad a ciencia cierta si nos espera otra vida. La numerosa literatura con que cuenta el tema de la muerte –tanto en el campo de la poesía, propiamente dicha, como en el del ensayo, novelística y teatro- pone de relieve la intensa preocupación, por no decir obsesión, que constituye la muerte.

Jostein Gaarden en su obra titula ‘El mundo de Sofía’, y subtitulada ‘Novela sobre la Historia de la Filosofía’, parte de estas premisas: ‘La mejor manera de aproximarse a la Filosofía es plantear algunas preguntas filosóficas: ¿Cómo se creó el mundo? ¿Existe alguna voluntad o invención detrás de lo que sucede? ¿Hay otra vida después de la muerte? ¿Cómo podemos solucionar problemas de este tipo? Y, ante todo,¿cómo podéis vivir?‘ He aquí las preguntas que formula y que, por supuesto, no contesta, limitándose a afirmar que en ‘en todas las épocas, los seres humanos se ha hecho preguntas de este tipo. Lo corrobora sentando el axioma tantas veces repetido, y es que ‘no se conoce ninguna cultura que no se haya preocupado por saber quienes son los seres humanos y de dónde procede el mundo’. Lo que ahora nos interesa es si nuestra vida se acaba en la Tierra, si la muerte es el fin de la vida o solo la metamorfosis de la separación del alma del cuerpo, conforme nuestra fe cristiana.

‘No se puede consultar una enciclopedia –expone el autor de referencia-  para ver si  existe Dios o si hay otra vida después de la muerte…  No obste a la hora de formar nuestra propia opinión sobre la vida, puede resultar de gran ayuda leer lo que otros han pensado’. Manifiesta que a través de los tiempos, la ciencia ha solucionado muchos antiguos enigmas. Hace mucho –dice- era un gran misterio la otra cara de la luna. Cuestiones como esas eran difícilmente discutibles; la respuesta dependía de la imaginación de cada uno. Pero hoy en día sabemos con exactitud cómo es la otra cara de la luna’. Sí, ya dije, en otra ocasión, que la luna les ha sido arrebatada a los poetas, ya no tiene objeto, por ejemplo, que el loco Manrique de la leyenda becqueriana lleve su delirio hasta el puto de quedarse una noche entera mirando a la luna, y a las estrellas, para exclamar: <Si es verdad, como el prior de la Peña me ha dicho-  que es posible que esos puntos de luz sean mundos; si es verdad que en ese globo de nácar que rueda sobre las nubes habitan gentes, ¡qué mujeres tan hermosas serán las mujeres de esas regiones luminosas! Y yo no podré verlas, y yo no podré amarlas… ¿Cómo será su amor? … ‘. Lo que no se preguntó es si también allí se moría. Ello a pesar de que Bécquer como poeta, y como poeta de la vida,, ‘despertar es morir’ ¿A dónde nos lleva la muerte…? ¡No lo sé…!, es su respuesta, la muerte es el olido, la tumba. <Todo es mortal> exclamó al morir, mas nadie lo ignora.

Aún sigue siendo pedir la luna, gramaticalmente hablando, querer descubrir el insondable conocimiento de nuestra existencia, si es o no limitada, si la muerte le pone un total fin. Siguiendo el consejo del escritor noruego  Jostein Gaarder en cuanto a la gran ayudad de leer lo que otros han pensado, veamos el criterio de Francisco de Quevedo y Villegas que es, a decir de su biógrafo Ramón Gómez de la Serna ‘el escritor españolo que más y mejor se ha encarado con la muerte, pues Séneca, sereno y filosófico, aunque de admirable manera, soslaya su terribilidad’. Habla de ella en su obra satírico-moral ‘Los sueños’, concretamente en ‘El sueño de las calaveras’, ‘El sueño del Juicio Final’ y principalmente en ‘El sueño de la muerte o Visita de los chistes’. En ésta la muerte le lleva a hacer una visita a los difuntos, y en el camino se entabla entre ellos diálogo, la dije’ Yo no veo señas de la muerte, porque allá nos la pintan unos huesos descarnados con su guadaña’. Parose y respondió: ‘Eso no es la muerte, sino los muertos o lo que queda de los vivos. Esos huesos son el dibujo sobre el que se labra el cuerpo del hombre. La muerte no la conocéis, y sois vosotros mismos vuestra muerte; tiene la cara de cada uno de vosotros, y todos sois muerte. La calavera es el muerto, y la cara es la muerte; y lo que llamáis morir es acabar de morir, y lo que llamáis nacer es empezar a morir, y lo que llamáis vivir es morir viviendo.  Y los huesos es lo que de vosotros deja la muertey lo que le sobra a la sepultura.’. También en algunas de sus cartas trata de este indefectible destino nuestro, por muy racionales y ‘homo sapiens’ que seamos.

En una de ella escribe: <Todo mentira y representación. Hasta la vida propia (como dice Epicteto) es una comedia>. Conviene a saber que cada uno de nosotros hacer bien nuestro papel, sea el que fuere, pero a Dios toca dárnosle. No está en nuestro poder el escoger el de rey, o el de pobre, o el de ignorante, o el de discreto; que eso, y darle largo o corto, toca al autor de la farsa’. Solo nos ha de consolar ver que el ser rey, papa, pobre o humilde dura mientras hacemos las figuras en el tablado de la vida; que entrando en el vestuario de la sepultura todos somos igualmente representantes, y se conoce que la diferencia estuvo en los vestidos’. Para la Parca no hay acepción de personas, Quevedo lo consigna así: <Ella llega a los monarcas porque son hombres, y no se olvida de los pobres hombres porque no son monarcas’. Equivalencia, en fin, con el Auto sacramental de su coetáneo Calderón de la Barca titulado ‘El gran teatro del mundo’; tema de la vida humana como una comedia en la que nuestro asignado papel de actor, bien o mal representado, ha de calificar el Autor Soberano.

En concepto –y pasando a nuestros días- del gran pensador Julián Marías, existe actualmente bastante olvido de la muerte en contraste con Heidegger: <Heidegger en el tema de la muerte; después de Unamuno, nadie ha hecho en nuestro siglo un planteamiento tan vigoroso como el suyo; yo pienso que es urgente dar un golpe de timón, localizar la muerte en la v ida, intentar entenderla desde la vida –es lo que he hecho en diversos escritos, y sobre todo en la Antropología metafísica-; pero en modo alguno pasarla por alto, olvidarla, volverle la espalda, desentenderse de ella, decir: ‘Ahí queda eso’. Porque entonces lo que queda ahí, abandonado y sin raíces ni sentido, es la vida misma’. Apunta seguidamente como  causa de tal olvido el hecho de que ‘paralelamente a esta omisión de la muerte o, lo que es lo mismo, su mecanización y despersonalización, se ejecuta la operación consistente en poner en primer plano una serie de temas que solo pueden acceder a él cuando se ha producido el desplazamiento de la muerte y de la perspectiva personal que ésta impone’. Para mayor clarificación y, combatiendo el predominio de la politización y economía, añade: <… lo más inmediato e importante es la vida personal, la vida privada, la de cada uno de nosotros en su inmediatez. Para ello, para esta vida personal y única, la nuestra, es decir, la de cada uno de nosotros, y no la de un abstracto ‘todos’, nos esforzamos por conseguir recursos económicos, estructuras sociales, un orden político, artificios técnicos. Todas esas cosas interesan en función de la vida de cada cual, no al revés’.


El triángulo filosófico: ‘Dios, Mundo, Ser’ está íntimamente relacionado con la muerte.

Para Schopenhauer, punto radiante de la filosofía moderna, sin la muerte difícilmente se filosofa, por cuanto es Atropos la conductora de la Filosofía, su genio inspirador. Si la vida está en función de la muerte, también Dios, y así Unamuno en su nivola ‘San Manuel Bueno, mártir’ escribe: <Todas las religiones son verdaderas en cuanto hacen vivir espiritualmente a los pueblos que las profesan, en cuanto les consuelan de haber tenido que nacer para morir >. Su amigo el gran ensayista y prosista Victoriano García Martí –con favorables juicios críticos también de Benavente, Eugenio d’Ors, Maragall, González Bueno, etc.- escribió ‘La muerte (Meditación)’, que es uno de los libros más enjundiosos que sobre el tema se ha escrito. Lo escribe a la muerte de su madre y a ella se lo dedica. Coincide con Unamuno en que la idea esencial de la  muerte y el consuelo solo lo aporta la Religión. Transcribo sus líneas claves al respecto:

Toda  nuestra v ida está llena de eso que está detrás ¡Cuán to ha trabajado inútilmente la pobre Humanidad para descifrar el enigma de eso que está detrás… ¡ Filosofía, Religión… Lo primero no acierta a calmar nuestra ansiedad, porque todos los sistemas filosóficos son elaborados por la razón, y es la razón misma la que está en litigio. Solo la Religión brinca fuera de nosotros para explicarnos a nosotros mismos por un Ser superior. La explicación desborda francamente nuestras facultades; pero lo exacto es que hay en nosotros algo que desborda también nuestra vida y nuestra razón y se hace, si no presente, latente en nuestra existencia, y es justo ese algo de misterio que nos rodea y que nos imprime como una tendencia a evadirnos de nosotros mismos.

Seguidamente insiste en que ‘el hecho es que nuestra vida está llena de eso que está detrás de ella…’. Es incontrovertible, ¿quién no lo presiente? Todo, en definitiva se mueve en la hipótesis, todo elucubraciones, y se llega a interpretar la vida como un sueño (Gandhi también interpreta la vida como tal: ‘la muerte no es más que un sueño y un olvido’). Todos recordamos estos versos de Calderón en su drama titulado ‘La v ida es sueño’:

¿Qué es la vida? Un frenesí.
¿Qué es la vida? Una ilusión,
una sombra, una ficción,
y el mayor bien es pequeño;
que toda la vida es sueño,
y los sueños, sueños son.

Y para Shakespeare ‘estamos hechos de la misma materia que los sueños, y nuestra propia vida termina durmiendo’. En concepto  de un dramaturgo y poeta de generación reciente, Federico García Lorca, ‘el mundo y la eternidad son un sueño infinito’. Si la vida es un sueño, una ficción, ¿qué es la muerte? Vemos que para este autor continúa siendo un sueño. Hemos de preocuparnos de este sueño-muerte -ya hemos visto que lo contrario es condenable-; Arturo Pérez Reverte nos refiere sobre este particular: ‘Creo que la humanidad se divide básicamente en dos clases de personas: las que saben que van a morir, y los que prefieren no saberlo’. / Bien mirado, el mundo ha dejado de pensar en la muerte. Creer que no vamos a morir nos hace débiles y peores’.  Y se empieza, cabe añadir, aunque se presupone, por ser de ínfimo intelecto y/o estar deslumbrado por una vida de triunfos.

Nuestro cobijo ante la espeluznante muerte.

La Fe es el antiséptico del Alma.
-Walt Whitman, poeta estadounidense-

Ya he indicado que es la Religión, con su base en la Fe, nuestro amparo, pero, con todo, nuestra amargura es enorme habida cuenta de la consideración expuesta por Schopenhauer: '¡Cuán larga es la noche del tiempo sin límites si se la compara con el breve sueño de la vida!’. Y pues estamos repasando autores, lecturas, de gran interés son también estos dos asertos de Valle Inclán, ap. ‘Luces de Bohemia’: ‘La muerte muchas veces sería amable si no existiese el terror de lo incierto’. – ‘Nosotros divinizamos la muerte. No es más que un instante de la vida, la única verdad es la muerte… Y de las muertes, yo prefiero la muerte cristiana’. Veámosla.

El Génesis, como sabemos, nos da a conocer que Yhavé no quiso hacer un mundo con muerte, que ésta es una pobre conquista del hombre, soberbio, engreído, desde illo tempore. Desobedeció este mandamiento que Dios le impuso: <De cualquier árbol del jardín puedes comer, mas del Árbol de la Ciencia del Bien y del Mal no comerás, porque el día que comieras de él orirás sin remedio’. De ese árbol no nos indica la Escritura su especie; es llamado ‘del bien’, para hacerlo hacerle conocer el bien que había perdido, y ‘del mal’ a que por su desobediencia a Dios se había precipitado la pareja humana.

Había otro árbol y ello no dejó de contribuir a la pérdida del paraíso: ‘pues echémoslos de aquí –decide el Señor-, no sea que alargue su mano y tome también del fruto de del árbol de ‘conservar’ la vida, y como de él, y viva para siempre.

Ya no hay edén verdadero, aunque geográficamente sepamos donde se encontraba el Paraíso terrenal –esto sí lo dice la Biblia-, ya no hay ningún árbol de conservar la vida -la humanidad hubiera plantado grandes bosques de ellos, ya deliniamos las figuras del mal; en primer lugar con las enfermedades, la vejez y la muerte.

Nuestra oración el ‘CREDO0’, relación de dogmas de la Iglesia Católica, nos habla de la resurrección de la carne. ¡Y ahí es nada lo prometido! A decir de Rolando Pérez Sánchez, en ‘Más allá de la muerte hay vida –Un estudio detallado de lo que ocurre después de la muerte según las Escrituras Bíblicas’-, de las últimas lecturas que he realizado sobre el tema, <la Biblia sugiere que los espíritus de los  justos que han muerto están con Jesús y al momento de la resurrección de la Iglesia descenderán para unirse a sus respectivos cuerpos en la tierra>.

Como hemos estado enseñando en todo el libro, nuestra doctrina es que después de la muerte hay completa conciencia. Por lo tanto aquellos que en la vida estuvieron unidos en lazo matrimonial mientras vivían en la tierra volverán a ser unidos en familia, así como los hijos, y los hijos de sus hijos. El autor cree que en el cielo se vive en familia, y cada cual se reencontrará con sus seres queridos, pero el asunto de la unión, jamás debe entenderse como unión sexual. Consideremos lo que dijo Jesús a sus  discípulos una vez que le hicieran una pregunta similar. (Mt. 22:30; Lc. 20:34).

Pero la Biblia no la ha escrito Dios, sino los hombres, y tiene contradicciones. Y la Fe encierra la duda; ya dice Unamuno <Fe  soberbia, impía, / la que no duda, la que encadena a Dios a nuestra idea>. La incógnita de nuestra existencia es infinita. Solo podemos recoger la vida, cual piensa don Miguel:

‘Hay que recoger la vida,
la que se nos va
cual nos vino, escondida
del más allá al más acá.
Y se va por donde vino
Embozada en el misterio,
Va abriéndose su camino,
Mira siempre al cementerio.
Hay que recoger la vida
que otra vez ya no vendrá,
como se nos va escondida
del más aquí al más allá.

Creo que el terror que se siente por la muerte es la única regla general que carece de excepciones; mienten los que dicen no temerla, tal como el autor de 'El Evangelio según Jesucristo' -José  Saramago, premio Nobel de Literatura 1998-quien expone; 'No me preocupa la muerte, me disolveré en la nada'. Con deseo de desdramatizarla escribió Edgar A. Poe: 'A la muerte se le toma de frente con valor, y después se le invita a una copa'.

Muchas líneas dedicó el emperador filósofo Marco Aurelio y exhorta también a tener valor frene a ella, pero no dejó de escribir las siguientes: 

No quiero negar que temo la muerte como mortal, porque no
hay comparación de hablar de la muerte en la vida a gustar la
muerte en la muerte cuando ya se pierde la vida.

Entiende que <está tan aferrada, tan conglutinada y con tanto parentesco conjuntado el alma y la carne y el espíritu con la sangre, que apartarse lo uno de lo otro es lo más terrible y último terrible de todas las terrebilidades. Y por cierto ¿cabe con razón que el alma parta con lástima por dejar a la carne entre gusanos, y el cuerpo quede con envidia por ver al alma ir a gozar con los dio ses?> ¡Oh cuán descuidados estamos en la vida hasta que tropezamos y damos los ojos con la muerte!

viernes, 25 de octubre de 2019

Amor y nostalgia de amor.

Por qué me enseñaron a amar,
si es volcar sin sentido los sueños
al mar? 
          - Enrique Santos Discépalo -

Amor. 
 
Debo puntualizar algo generalmente confuso: las dos caras de la medalla del amor .Eros y Antero (el amor y el desamor). La estimación de un amor difícil o desamor tiene su anclaje en la pasión sexual -Venus-, pero el amor que no se olvida, que no muere, es de otra índole que el apetito genésico, fisiología, sino mucho más, va más allá de los sentidos corporales sin excluirlo 'per se'. 

Para delimitar estos dos campos en el concepto general del amo, clarifico que hay amores que pueden catalogarse en uno u otro extremo: el platónico, idea; el aristotélico, materia, pero los más frecuentes son aquellos que participan de ambos, con más o menos dosis de uno o de otro, según predomine en sus protagonistas el sentimiento o la sensación. 

Para Freud no existe más que la libido, término por él creado y al que asigna determinaciones y significados y significados cambiantes, aunque haciéndolos radicar en el apetito sexual, placer erótico e instinto de la vida frente al de la muerte. Es una amplia y compleja teoría en la que se exagera el dominio -cuando el predominio , ya constituye duda y ha sido negado- del apetito sexual en nuestra vía psíquica, y las extravagancias y neurosis que los deseos sexuales no conseguidos generan. 

Digamos de paso, pues no podemos parar en el creador del psicoanálisis, que hay que distinguir entre la mente y el y el espíritu. Sabemos, por ejemplo, que para las depresiones de la mente hay fármacos,, pero no para las del alma.(Tampoco sabemos dónde se aloja el alma. ¿En el cerebro? No hay neuropsiquiatra que nos lo diga).

La frase <te amo con toda mi alma> nos da la clave. Si se amara solo con el cuerpo, iría declinando el amor a medida que envejecemos, mas es notorio que, generalmente, envejecer no separa y que se lleva más resignadamente en el matrimonio. 'Para una pareja verdaderamente unida -André Maurois dice en 'Sentimientos y costumbres'- la pérdida de la juventud no es una desgracia. La dulzura de envejecer juntos hace olvidar la pena de envejecer'. 

Lo que produce el desamor, incluso en plena juventud, es que el amor-sentimiento de uno de los dos corresponda al amor-sensación del otro. Entonces puede contar el paso del tiempo viniendo a destruir el matrimonio (la pareja en general)lo más mínimo o se busca el pretexto y con la mayor irresponsabilidad, tanto más en nuestros días en que el matrimonio no infunde respeto alguno ni como contrato civil ni, y esto es lo más grave para los católicos -verdad que lo somos de pacotilla- como sacramento. 

Concepción Arenal achaca al aburrimiento de la mujer  las deslealtades y rupturas, pero la mujer que verdaderamente ama no siente tedio. Ni el hombre frente a su amada. No vacilo en sentar esta premisa: Nada hay más constante que el amor verdadero, solo es grande el amor que no puede decir adiós. Pero creo que 'el amor más fuerte y poderoso no es el que sube desde la impresión, sino el que desciende desde la admiración', como opina Severa Catalina en su libro 'La Mujer'. 

Nostalgia de amor.

Así como la muerte es, según Schopenhauer, el genio inspirador de la filosofía, así también el amor lo es del arte. 'Tú que crees que se exagera la parte que la mujer tiene en las artes, hay que reconocer que yéndose Dulcinea nos quedamos sin Don Quijote', dice Ganivet. La mujer, el hombre, el amor, ha creado gran número de manifestaciones artísticas cuando este elevado sentimiento no es diálogo sino monólogo, no es la alegría de la compañía sino la tristeza de la soledad. 

Como expone Unamuno, 'los grandes amores tienen por fin producir grandes obras poéticas; los amores vulgares terminan en hacer hijo, los amores heroicos en hacer poemas o cuadros o sinfonías'. Hagamos la salvedad de que él escribió poemas y algo más, tuvo nueve hijos y estaba muy unido a su esposa, Concepción Lizárraga, enamorados desde niños.
                                                                            
Ya es dejar buen recuerdo tributarle en Salamanca un homenaje. 


 



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a los ochenta años de su muerte. Había nacido en 1864y contrajo matrimonio en 1891. Envidiable fue el matrimonio de Unamuno..

Mejor, como él y otros creadores, escribir poemas o pintar cuadros o componer música, desde un amor dulce, porque al lado de la mujer también se puede crear y no solo hijos de la carne, también del espíritu: arte.

Sabemos, asimismo, que muchos autores escribieron amores desgraciados que no son, ni mucho menos, autobiográficos. La clave es que encontramos más inspiración y belleza en el dolor y en la melancolía. Por regla general los novelistas no hablan bien de la vida matrimonial; hemos de entender que es muy difícil escribir sobre los matrimonios felices mientras, por el contrario, los fracasos matrimoniales brindan facilidad para escribirlas, tienen interés novelesco, tanto para el autor como para el lector. 

Dirijo este artículo principalmente a  los dolientes separados -que haberlos, haylos-: divorciados, entre los que comúnmente hay de la pareja uno que sufre; a los que padecen la desgarradora viudez y, en fin, al amante no correspondido, a lo Petrarca, sin esperanza de que su amor halle correspondencia, a los condenados, en la situación que fuere, a "vivir" amor unilateral. Algunos, casi todos como Stendhal, conforme apunta Ortega y Gasset, no conocieron el dual, nunca fueron amados. ¡Y en tantos dejó el sueño de amor una sedimentación de amargura! Lo refleja la lamentación del dramaturgo y letrista de tangos argentinos que sirve de epígrafe a este artículo.

Finalmente recordemos el siguiente epitafio que el matemático y teólogo inglés Guillermo Whiston, que sucedió a Newton en la cátedra de matemáticas, puso en la sepultura de su mujer:: <Fue la única esposa de Guillermo Whiston>  Lección de amor y de matrimonio
                                

miércoles, 16 de octubre de 2019

Martín Muñoz de las Posadas y la visión que de este lugar y del Cardenal Espinosa tiene el conde de Cedillo.

El pueblo llamado Martín Muñoz de las Posadas y el Cardenal Espinosa. 

 

Martín Muñoz de las Posadas se origina con el burgalés Martín Muñoz que en tal zona se instaló en el siglo XI, aunque su auge no se alcanzó hasta el siglo XVI por un hijo ilustre de tal localidad: Diego Espinosa, nacido en 1502 y fallecido en Madrid en 1572; su vida fue, pues, de 70 años. Apenas disfrutó el palacio que mandó construir en 1569 al arquitecto del Monasterio del Escorial: Juan Bautista de Toledo y, al morir éste, le acabó Gaspar de la Vega en 1572, año, como vemos en, que fallece el  Cardenal. Tal palacio está declarado ‘Bien de interés Cultural’. E igualmente la iglesia, la cual lleva el nombre de Nuestra Señora de la Asunción y San Agustín,  siendo construida entre el siglo XIII al XIV, de estilo gótico, donde existía antes  un templo románico, siglo XIII. Se halla en ella el sepulcro del cardenal Espinosa, pues don Diego fue nombrado, a instancia del monarca, esta jerarquía de la Iglesia por el Papa Pío V en 1568. Unos cuatro años disfrutó el cardenalato del que ascendió desde su obispado en Sigüenza (1556). No fue meteórica, que digamos, su carrera eclesiástica, pues, como vemos, obispo fue a la edad de 64 años, cardenal a la de 66.

Este cebollero, que tal es el gentilicio de los naturales de este pueblo, tuvo un relevante papel en política –también ya mayor-, pues en 1565 Felipe II le nombró presidente del Consejo de Castilla. Había sido oidor en Valladolid y en Sevilla, así como primer regente del Consejo de Navarra.

La visión que de él el conde de Cedillo, y expone ‘DESDE LA CASONA’, es en cuanto a su personalidad:

… Prodújose D. Diego en todos estos cargos como hombre discreto, a la vez que enérgico y severo, amante de la justicia, incorruptible y ardientemente celoso en la defensa de la Fe y en contra de la pravedad herética.

Pero, como reza a paremia, ‘no es oro todo lo que reluce’. Y así continúa manifestándonos don Jerónimo López de Ayala:

Dícese de él que fue altivo e imperioso con los grandes, magnífico y fastuoso en el vestir, asiduo y rápido en el despacho de los asuntos, y que hasta al propio Felipe II se atrevió a hablar y escribir con arrogancia.

<Sagrario en que tu Rey
tiene depositados
sus altos pensamientos y cuidados.

Díjole su contemporáneo y amigo D. Diego Hurtado de Mendoza (el famoso historiador y poeta) en un Himno que le enderezó y en el que le elogiaba grandemente.

Pero su arrogancia dio al traste con la simpatía que le tenía el Rey y que produjo un giro de noventa grados. El autor nos sigue diciendo:
  
Parecer ser, no obstante, que el monarca, molesto por el exceso de independencia de Espinosa, le cortó los vuelos con una frase incisiva, de tan terrible efecto para el Cardenal, que cayó herido por un síncope que pronto acabó con él en 5 de Septiembre de 1572. Su nacimiento y su muerte están rodeados de circunstancias que parecen más novelescas que históricas.

Una contradicción real y realista es esta que relata y de la que hacen mención varios historiadores: 

Refiérese que pasando poco después Felipe II  por Martín Muñoz, mandó aplicar una misa por su alma, que oyó, y a la conclusión dijo a sus hijos: <aquí descansa el mejor ministro que he tenido en mis reinos>.

Si el controvertido monarca fue el causante de la muerte de don Diego de Espinosa, pudo haberlo sido el no menos polémico príncipe don Carlos, el cual estudiando en la universidad de Alcalá se cayó por una escalera persiguiendo a una sirvienta, lo que fue causa de su enfermedad mental. Según refiere un texto de Historia, de Ricardo de la Cierva:

Perdía a grandes ratos la memoria y la facultad de hablar; se abalanzó puñal en mano contra el principal consejero de entonces, Diego de Espinosa, presidente del Consejo de Castilla; y después contra el Duque de Alba, que se despedía para reprimir la rebelión en Flandes. Y es que los nobles de aquel reino que empezaban a alimentar en su corazón la rebeldía contra España, como el conde de Egmont y el barón de Montigny, más espía que embajador cerca de la Corte, habían advertido ya que el príncipe Carlos era el punto más débil del rey y desde el año 1563, cuando la rebelión se propagaba bajo tierra, halagaban al príncipe que tramó con ellos salir de la Corte y presentarse en Flandes como libertador.

Entra en escena Felipe II respecto al problema suscitado por su hijo Carlos, habido de su primera esposa la infanta María Manuela de Portugal, príncipe de Asturias desde 1560 hasta su muerte -llevado a la literatura por Federico Schiller, su drama ‘Don Carlos’, y, con igual título, a la música por Giuseppe Verdi, ópera en cinco actos-; está plenamente, relacionado con la Leyenda Negra, pero sigamos versando sobre Martín Muñoz y su preclaro hijo.

Éste dispuso de modo testamentario, ser enterrado en la iglesia en que fue bautizado. Su testamento se encuentra en el archivo parroquial de la iglesia.

Aclaración que del lugar se hace DESDE LA CASONA.          

Como parte integrante de la Comunidad y Tierra de Segovia perteneció al Sesmo de Posaderas. En lo eclesiástico está en la diócesis de Ávila y es cabeza de uno de sus Arciprestazgos.

Hace una llamada para detallar el correspondiente Arciprestazgo, cuyas parroquias son: Martín Muñoz, Sanchidrián, Adanero, Aldeanueva del Coronal, con su anejo Aldehuela, Codorniz, Pajares, Blascosancho, Gutierre-Muñoz, Orbita, Montuenga y Espinosa de los Caballeros.

Dedica López de Ayala una prolija, dilatada explicación de la iglesia. 
                            


Junto al muro del lado del Evangelio de la capilla mayor aparece, enriqueciendo por singular manera esta iglesia, el suntuoso mausoleo del personaje que más realce dio a la villa , es a saber, su hijo benemérito D. Diego de Espinosa, figura relevante de la Castilla del siglo XVI y Cardenal de la Iglesia Romana.

Presentado queda una vez más tan ilustre prelado, y veamos cómo describe este monumento funerario, obra de Pompeo Leoni. Padre e hijo trabajaron en las estatuas de la iglesia de del Monasterio de San Lorenzo de El Escorial.  
                                    


Es un espléndido monumento, labrado en ricos mármoles y jaspes, con arreglo al canon artístico greco-romano propio de las postrimerías de aquella centuria. Sobre un basamento se alza el cuerpo principal, compuesto por cuatro pilastras y un entablamento que encuadra una hornacina de medio punto, donde se contiene la magnífica estatua orante del Cardenal Espinosa. […] Remata superiormente el monumento con un ático, compuesto de un cuerpo cuadrangular; sobre él un frontón partido con escudo mobiliario bajo capelo cardenalicio y a los lados, sendas esfera. 
 En los frentes del basamento y del ático hay dos leyendas que por muy extensas, omito, 

Una advocación mariana realmente impactante.

Confiesa el conde de Cedillo que recorrió la iglesia buscando detalles interesantes, y, entre otros, nos señala este:

En el fondo izquierdo del crucero, en insignificante retablito gótico contemporáneo, se venera la pictórica imagen de Nuestra Señora del Desprecio: advocación extraña que llama la atención. Es una Virgen de los Dolores, pintada al óleo en un pequeño lienzo, obra de mediano mérito, al parecer del siglo XVIII, y por la cual los vecinos de este pueblo sienten una devoción muy especial, considerándola como su veneradísima patrona. 

                             
 
 'Cristo Crucificado', del Greco. 
                                                             


En opinión del conde de Cedillo, de Camón Aznar y otros, este cuadro procede de la iglesia de la pedanía de Navalperal del Campo, perteneciente al término municipal de Montuenga, que se despobló a principios del siglo XIX, pasando sus pertenencias a la de Martín Muñoz. Se trata de un regalo que el pintor hizo a Andrés Núñez de Madrid en agradecimiento por su mediación en el problema que tuvo para cobrar su lienzo de 'El entierro del Conde Orgaz'. Núñez se lo dejó en herencia a su hermano, abad del monasterio del citado Navalperal. 

Del palacio renacentista -archivo, Instituto..?- hablaré otro día. A proposición del rey se le mando construir, le parecía excesivo a don Diego, pero fue lo que se dice 'hacer ascos con ganas de comer'. No tuvo su inicio como casona, o casa señorial antigua, sino como mero, auténtico, palacio.
                                       

miércoles, 9 de octubre de 2019

LOS TOROS Y EL FUTBOL


La muerte del picador - Goya 1793

Los toros es la fiesta española por antonomasia; tiene como música de fondo el pasodoble el cual es también español por excelencia.  Valga de paradigma ‘El Gato Montés, pasodoble torero, de la ópera del mismo nombre, compuesta por  Manuel Penella Moreno.

La historia de nuestra Fiesta Nacional es multisecular y como toda historia -la de cualquier rama del saber humano, la de la Humanidad en suma- ha ido, con más o menos rapidez evolucionando. Las corridas de toros en época de Isabel la Católica, por ejemplo, no guardaban apenas parecido con las que conocemos hoy. Por cierto que Isabel de Trastámara detestaba de ellas. Tomen nota los que no conciben lo español sin tauromaquia, por así decirlo, cuanto más con taurofobia. No es mi intención marcar la evolución, la directriz histórica, de la tauromaquia, sino tratar de la afición a los toros y al fútbol.

La afición de los españoles a “su” fiesta no es unánime ni está tan generalizada como allende nuestras fronteras solía creerse. Además el incremento del turismo ha dado al traste con las falsas imágenes, deformaciones a que había dado pábulo la literatura que pintó una España de toros y pandereta. Frente a los taurófilos están sus detractores. Entre los primeros los hay incondicionales, cegados por la pasión; entre los segundos los hay furibundos. Unos y otros exageran; a veces profieren el disparate. Decíame un conocido, y para mayor sorpresa con ínfulas de intelectual –ya sabemos que los pseudo-intelectuales superabundan en aras de del triste resultado de la pedantería, la que suele dar un título a quien carece de inteligencia, sin atender a que ‘quod natura non dat, Salmantina non praaestat’, lo que la naturaleza no da, Salamanca no lo presta u otorga, que es decir inteligencia, memoria, capacidad de aprendizaje. No, ello no se adquiere en ningún Colegio –, me decía, expongo,  que no podía creer en la existencia de personas inteligentes no aficionadas a los toros. Muy amante era el pobre señor de dicho espectáculo, pero muy poco de Clío.

Los situados en el polo opuesto degradan al entusiasta taurino al entusiasta taurino al extremo de considerarle hombre incivil, dicho sea genéricamente. No canten victoria los amigos de la caza y enemigos de los toros, pues Amado Nervo, ap. ‘El arquero divino’, ha escrito este aserto: ‘Taurófilo y cazador, hombre inferior’. Y, como sabemos todos, Nervo es mejicano, que es tanto como decir español a los efectos del tema que estoy desarrollando. Si la afición de los españoles y de los hispanoamericanos no es unánime, ni mucho menos, tampoco lo es la hostilidad de los extranjeros entre los que ha habido u hay un elevado número de aficionados, cuando no taurómacos.

El fútbol –importación inglesa y por ello durante mucho tiempo se escribió ‘foot-ball’- es del siglo XX , para nosotros. Tuvo su auge tras la Guerra Europea (1914-1918). En 1902 se organizó el primer campeonato. Pese a su corta historia, tiene mayor área  geográfica que los toros.; mas esta circunstancia no significa superioridad cualitativa. Ciertamente la comparación no sería pertinente por tratarse de actividades específicamente distintas. Así, he preferido titular este artículo ‘Los toros y el fútbol’, con la conjunción copulativa, a cambiarla por la conjunción disyuntiva: ‘Los toros o el fútbol’. No, no cabe contraponer, separar. La afición a los toros no excluye la del fútbol, y viceversa. Y conste también que a la Plaza de Toros como al Estadio acude público de la más diversa cultura e inteligencia. Es una perogrullada pero hay que decirlo, porque durante algún tiempo tuvo el fútbol su leyenda negra; se le suponía propio de la masa amorfa, y aún día es olímpicamente despreciado –no quiero hacer citas al respecto- por varios que se permiten emitir juicios tan hostiles como erróneos. Pueden gustar los toros y el fútbol.

Como muestra de la conjunción de ambas aficiones cito A José María de Cossio, autor de ‘Los toros en la poesía española. Estudio y antología’, dos tomos, y de la más monumental obra ‘Los Toros’. ¿Qué taurófilo no la ha manejado, y ya de una manera imprescindible el taurómaco, es decir, el entendido en tauromaquia. Este erudito de la  tauromaquia fue un acérrimo aficionado del deporte imperante que en progresión geométrica ha conseguido sus adeptos. Los que se interesan por el fútbol o por la literatura saben que ocupó durante varios años ocupó la presidencia del Racing, de Santander. Viajaba con el mismo interés para encontrar un clásico, una fábula mitológica, un poeta, una poesía, que para presencia un partido de fútbol de sus equipos favoritos.  

Las corridas de toros tienen sus adeptos más entusiastas y sus detractores más acérrimos, y ello en grandes figuras de las Ciencias y de las Letras. Para Federico García Lorca ‘los toros son la fiesta más culta que hay en el mundo’. En contraste, Unamuno decía: ‘Siempre me han aburrido y repugnado las corridas de toros. Y Antonio Gala Expone: ‘Llamar fiesta a un rito tan sangriento como una corrida de toros es lo contrario de llamar sacrificio a un rito incruento de la misa…El golpe de gracia le da Santiago Ramón y Cajal: ‘Me enorgullezco de no haber figurado nunca entre la clientela especial de esa españolada, que son las corridas de toros’.      

Si se ha dicho que ‘la religión es el opio del pueblo’,le embelesa, ¿qué decir de la expresión ‘ <Pan y Toros > de Jovellanos o de o de León Arroyal? Ésta sí que persigue embelesar , cautivar, sujetar.  Como pone de relieve su párrafo final:

Halla pan y halla toros, y más que no halla otra cosa. Gobierno ilustrado, pan y toros pide el pueblo. Pan y toros es la comedia de España. Pan y toros deben proporcionarla para hacer en lo demás cuanto se te antoje in secula seculorum. Amen.

Se divulgó por la zarzuela de Francisco Asenjo Barbieri de igual título, la cual consta de tres actos y se estrenó el 22  de diciembre de 1864 en el Teatro de la Zarzuela. El libreto es José Picón. En Wikipedia podemos ver todos los detalles, incluidos sus interpretes, pero el argumento le voy a transcribir de la biografía ‘El maestro Barbieri y su tiempo’, de Augusto Martínez Olmedilla.

El asunto, a grandes rasgos, se reduce a la supuesta, pero verosímil, conspiración fraguada por algunos buenos españoles, ansiosos de que Carlos IV gobernase por sí mismo, y no sometido al favorito Godoy, y se preocupara de los asuntos nacionales en vez de pasarse la vida cazando, mientras Ricardos luchaba en el Rosellón y los españoles suspiraban or merecer la atención regia. No se iba, pues, contra el soberano, sino contra la camarilla que le aislaba de su pueblo. Esta camarilla está representada por el Corregidor de Madrid y Pepita Tudó, esposa morganática de Godoy. Los conspiradores son Goya, la Princesa de Luzán y el capitán Peñaranda.. […] El Corregidor emplea la fórmula de <pan y toros>, remedo del <panem et circenses>de de Roma y de las tres F. F. F. de Fernando de Nápoles: <forca, fiesta e Farina>.  

Anota Martínez Olmedilla este epígrafe: Prohibición de <Pan y Toros> en 1867.

No existe razón para ello, puesto que si se pretende que Peñaranda hable con el  Rey para evitarlo se contrata a un asesino,  una habilidad de gran efecto dramático hace que el capitán quede indemne, siendo el asesino , la victima de la maquinación’, por decirlo con palabras de Martínez Olmedilla, que nos relata la lucha de sus autores por salvar la obra que injustamente es prohibida por Isabel II; incluye incluso la carta en verso que José Picón le escribe al no cumplir la reina, en la visita que le hizo,  la palabra que le dio de levantar la prohibición, tan infundada, tan injusta, tan perjudicial. Era una obra muy taquillera, de buenas recaudaciones; en  fin, este biógrafo de ‘El maestro Barbieri y su tiempo’  explica  este evento minuciosamente.     

Pan y fútbol.

Ya a mediados del siglo XX surge esta paráfrasis con anclaje en el franquismo, y en verdad que también surte gran efecto analgésico; se lleva a la sociedad a dirigir principalmente su atención a este deporte. Y en esta estrategia política continuamos.

Se llega a emitir también las más contundentes  frases. Nada menos que Alberto Camus dice: ‘No hay lugar en el mundo en que un hombre pueda sentirse más contento que en un estadio de fútbol’. Y más contundente, si cabe: ‘¿En qué se parece el fútbol a Dios? En la devoción que le tienen muchos creyentes y en la desconfianza que le tienen muchos intelectuales’.  Esta idea corresponde al escritor uruguayo Eduardo Galeano. También nos dice que ‘hay algunos pueblos y caseríos del Brasil que no tienen iglesia, pero no existe ninguno sin cancha de fútbol’.

Vino eclipsando la fiesta taurina el deporte del fútbol, la veneración por el torero, por lo que éste tiene de extraordinario, la sentida hacia el futbolista. Para mí, el torero representa bastante más: el futbolista pone en juego su maestría y valía en su deporte; el torero, además de estas cualidades, un valor envidiable, ‘digno de ser deseado y apetecido’, (DAE). El torero pone en juego su vida, en visible peligro de muerte e innúmeras veces el sufrir una herida de poca gravedad, como tantas otras gravísimas. El torero juega con la muerte, no la respeta. No hace todavía un siglo que el cornúpeta mataba corrientemente los viejos caballos de lo picadores, y para evitarlo se ideó el peto. Ya que el equino no es carne de toro, se ha mejorad éste y  aminorado la exposición del varilarguero. 
                                                                   
Monumento a Manolete en la Plaza del conde de Priego, Córdoba.
 
                                                                         
Sevilla. Monumento a Joselito 'el Gallo`
                                                                                
Su sepultura en el cementerio de San Fernando (Sevilla)  
 Y en nuestros días y en el mismo cementerio Francisco Rivera 'Paquirri '.

                                                                                

Bien merecen el pedestal de una estatua y estos monumentos fúnebres estos héroes.