jueves, 30 de mayo de 2019

NUESTRA DEVOCIÓN MARIANA

Es nuestra nación el país que desde los más remotos tiempos rinde pleitesía a la madre de Dios, existe tan correlación entre su culto y nuestra geografía que me sería imposible en el límite de un artículo no ya hablar, sino siquiera relacionar exhaustivamente las distintas advocaciones con que las provincias y los pueblos de España la invocan. Dígalo Madrid con sus tres patronas: La Virgen de la Almudena, la Virgen de Atocha y la Virgen de la Paloma; Barcelona, con la Virgen de la Merced, y Cataluña con Nuestra Señora de Montserrat. Valencia y la Virgen de los Desamparados; Sevilla y su Macarena; Bilbao y la Virgen de Begoña; Vitoria y la Virgen Blanca. Navarra se postra ante la Virgen del Puig y del Camino; Murcia ante la Virgen de la Fuensanta. Asturias adora a Nuestra Señora de Covadonga en la grieta de Auserva, ‘altar mayor’ de España, donde empezó la Reconquista. Galicia venera la Virgen de la Soledad, magistralmente cantada por Rosalía de Castro. Extremadura late por la Virgen de Guadalupe, tan amada por el emperador Carlos, que a su lado fue a morir. Granada es decir la Virgen de las Angustias; León, Santa María; Segovia, la Virgen de la Fuencisla, y así sucesivamente.

(Luce el fajín donado por el general Varela que en la guerra civil tan próximo a Ella estuvo)

Por los pueblos se repiten a veces las advocaciones, valga como muestra Nuestra Señora de la Soterraña, patrona de Olmedo (Valladolid), de Santa María de Nieva (Segovia) y cuya imagen se venera también en la cripta del templo de San Vicente, en Ávila, como indicación de la devoción que se le tiene en la patria chica de Santa Teresa de Jesús. Esta simultaneidad de advocaciones marianas sucede también entre ciudades, valga como paradigma la Virgen de la Antigua, patrona de Guadalajara, la cual se repite, entre otros lugares, en Orduña (Bilbao). He dicho que se repiten en los pueblos.

La provincia de Guadalajara es una de la de mayor fervor mariano, según puso ampliamente de relieve –ha muchos años- José de Juan García, siendo director del periódico local ‘Nueva Alcarria’, en una conferencia pronunciada en la Casa de Guadalajara en Madrid. Del itinerario mariano que hizo, recordemos algunos nombres que están en la memoria de cuantos conocemos plus minusve, más o menos, la provincia. Virgen de la Salud (Barbatona), de La Leche (Sigüenza), Socorro (Sacedón), de los Olmos (Maranchón), Virgen de los Enebrales (Tamajón), La Granja (Yunquera), Virgen de La Peña (Brihuega), Nuestra Señora de la Hoz (Molina), Peñahora (Humanes), y un largo etcétera.

Bello, bellísimo, regalo el que nos hizo San Pedro de Mozonzo, obispo de Compostela (siglo X), autor de ‘La Salve’, porque en verdad que nuestra Madre del Cielo es <vida y dulzura, esperanza nuestra>. ¡Con que cariño nos acordamos de nuestra madre de la tierra, sobre todo cuando de ella partió, pensando que nos enseñó a rezar! La madre nos enseña las oraciones, lo mejor que en la vida hay, porque ‘la oración –San Agustín dixit- es la fuerza del hombre y la debilidad de Dios’. Hablando el gran orador Vázquez de Mella sobre ‘La Virgen ideal de belleza’ emitió las siguientes palabras que encierran el sublime consuelo de nuestra de nuestra religión:
¡La orfandad! ¿Qué religión y qué filosofía han pensado en aliviarla y en suprimirla sustituyendo la madre muerta por una que no muera nunca? Solo una religión divina podía hacerlo. Y la Iglesia  nos la muestra en la Virgen, no como un símbolo, sino como una realidad, como la realidad que invocaban en las horas de angustia nuestras madres y de la que todos guardamos testimonio, porque es ella la que, en momentos supremos, cuando el corazón es arrastrado por las aguas negras del dolor, parece que se inclina hacia nosotros y nos alarga su manto para que asidos a él nos salvemos del naufragio.

Literatura mariana.

Mucha y muy bella literatura existe sobre MARÍA; ya en el Cantar del Mío Cid es citada más de treinta veces, Rodrigo Díaz de Vivar la tiene en sus labios constantemente encomendándose a ella y haciéndole promesas, la Virgen preside la epopeya. Si de la acción pasamos a la vida contemplativa, y de estudio, de los monasterios, verdaderos refugios de cultura en la Edad Media, tenemos a Gonzalo de Berceo, en el de San Millán de la Cogolla, que escribe ‘Los milagros de Nuestra Señora’, ‘Los loores de Santa María’, y ‘El duelo de la Virgen al pie de la cruz’, suma y compendio de las doctrinas mariológicas de aquel tiempo. Alfonso X el Sabio contribuye por su parte con las ‘Cantigas a Santa María’. El más alto poeta lírico, Juan Ruiz, Arcipreste de Hita, acude a la madre de Dios como bello ideal de toda virtud.
Quiero seguirte a Ti, Flor de las flores;
siempre decir, cantar de tus loores
e non me partir de te servir
mejor que los mejores
Canta los gozos de María y tiene una paráfrasis del Ave María. María es la madre que llama siempre.
¡Oh, María, luz del día!
Tú me guías todavía;
dame gracia y bendición
de Jesús consolación
para cantar tu alegría
De la Edad Media no podemos olvidar a Juan de Mena y su ‘Coronación’ y a otros como Fernán  Pérez de Guzmán, que aparte de su obra de cronista tuvo tiempo para componer poesías; recordemos las ‘cien-triadas en loor de la Virgen María. Sucederán los Cancioneros, pero dejemos la Edad Media y la Edad de Oro, saltemos del Cancionero de Baena a Fray Luís de León y de éste a Lope de Vega, que es decir la dramática, con Cervantes y Calderón, los tres grandes caballeros marianos.

El Romanticismo se ocupó también de María, principalmente Zorrilla, que es el cantor de la raza y el cantor de la Santísima Virgen, su cantor popular por excelencia. Como la de advocaciones marianas, la relación de poetas españoles que escriben sobre la Virgen es inabordable en un artículo.

Ella es la musa celestial del alma hispana, mas he mencionado a Pérez de Guzmán, citaré a su pariente don Iñigo López de Mendoza, marqués de Santllana, sobre el que otras veces he escrito tratando su perfil político, y de hombre de letras y armas, el cual compuso doce Gozos de María, y no siete como anteriores trovadores, en los que comienza por la predestinación y termina con su Ascensión:
Por los cuales gozos doce,
Doncella del sol vestida,
e por tu gloria infinida
faz tu Señora que goce
de los gozos e placeres
otorgados a los bienaventurados
bendita entre las mujeres.
Y entre todas las mujeres es para él María -¿y para quién no?-  la más bella:
Inefable, más fermosa
que todas las hermosas,
thesoro de tantas cosas,
flor de blanco, lirio celosa.
En el Diccionario Católico de información bíblica y religiosa inserto en la Biblia, de Mons. Juan Straubinger –The Catholic Ress Chicago, Illinois -1970 – define la ‘advocación’ como ‘título que se da a una iglesia o imagen del Señor, de la Virgen o de un santo con arreglo al misterio que representa’. Y aclara sobre nuestra devoción mariana: ‘Tanto en España como en América y Filipinas, las advocaciones marianas son numerosas y han formado desde siglos el espíritu de devoción a la Virgen’. Da una lista de las advocaciones marianas en América latina. ¿Cuál la que hace de España? He aquí la referencia que hace:
Las advocaciones marianas son tan numerosas en España, que con razón puede afirmarse que la península fue el centro de irradiación de este bello sentimiento de devoción pasado en herencia a todo el mundo hispano. Algunas advocaciones tienen un renombre que transciende a los lugares geográficos: la Virgen de Monserrat, en el histórico santuario hacia el cual culmina el amor y la fe de Cataluña; la antigua Virgen del Pilar, en Aragón; Nuestra Señora de la Almudena, patrona de Madrid, cuya imagen fue llevada a España por el Apóstol Santiago; Nuestra Señora de Covadonga, la más grande advocación en Asturias; Nuestra Señora de la Rábida, en Palos, frente a la cual oró Cristóbal Colón; Nuestra Señora de Begoña, celebérrima imagen que se venera en Vizcaya; la Virgen de Lluch, en Mallorca. Etcétera.
Consagrado el mes de mayo a la Santísima Virgen, no podía dejar de evocarla. Y en la advocación de la patrona de mí pueblo, la bella megalópolis de Madrid.

Nuestra señora de la Almudena

sábado, 25 de mayo de 2019

Comentario sobre el parentesco e historia de la dinastía Trastámara. (Segunda Parte)

Enrique III 

Recuerdo  a este rey como aquel a quien un día para poder cenar tuvo que empeñar su gabán, porque los bienes del real patrimonio se habían esfumado a fuer de las mercedes otorgadas por sus tutores que le sumieron en la pobreza. Como contraste, aquella noche se celebraba en casa del arzobispo de Toledo un banquete entre los nobles que habían usurpado las rentas de la corona. Cuéntase que disfrazado de de criado presenció el festín. Al día siguiente citó a todos a su cámara, y preguntó al arzobispo cuántos reyes había conocido en Castilla. "Tres", contestó el prelado -Pues yo, con ser más mozo, he conocido más de veinte, y desde hoy no ha de haber más que yo. Haciendo salir a su guardia y al verdugo, amenazó a los nobles con quitarles la vida, si no le devolvían las rentas de la corona. 

Reinó solamente dieciséis años pero, pese a que su reinado no fue largo y, por otra parte, su constitución física, o complexión, era débil y enfermiza -de aquí la la denominación con que  ha pasado a la Historia: Enrique III el Doliente- era belicoso como evidencia el balance bélico de su reinado. Frenó a los portugueses, que muy envalentonados desde la Batalla de Aljubarrota, sin previo declaración de guerra, se apoderaron de Badajoz, cuya recuperación logró. 

Se dio esta batalla en la población homónima de la Extremadura portuguesa , veinticinco leguas al norte de Lisboa; en ella las tropas anglo portuguesas -a lo largo de la Historia, Inglaterra ha apoyado a Portugal- al mando del Maestre de Avis infligieron una aplastante a los castellanos de Juan I , con lo que quedó asegurara la independencia de Portugal. Ya la perdimos hasta que Felipe II se la anexionó por el problema dinástico surgido a la muerte del rey luso D. Sebastián. Mas no fue por vía diplomática, ya que para impedirlo se valieron de de poner como sucesor al cardenal don Enrique y de éste al prior de Ocrato . Se oponían tenazmente por lo que nuestro monarca envió al duque de Alba al frente de un ejército de tierra, mientras la escuadra al mando del Marqués de Santa Cruz se dirigió a Lisboa. El Prior fue derrotado en Alcántara, se logró la unión ibérica. 

Ésta, lamentablemente, se rompería en el reinado de su nieto Felipe IV, teniendo como inicio la rebelión de las fuerzas concentradas en Lisboa, que el Conde-duque de Olivares se disponía enviar contra la sublevación de Cataluña, y proclamar al duque de Braganza rey de Portugal con el nombre de Juan IV. Éste vacila en convertirse en un traidor, pero su esposa, hija del duque de Medina Sidonia, le disuade con esta frase célebre entre las históricas: 'Mejor quiero ser reina una hora que duquesa toda la vida'. Dejo,  en fin, la problemática de Portugal más allá del ciclo trazado, y vuelvo al entorno de Enrique III de Trastámara. 

Nuestro  esforzado rey organizó una expedición a África apoderándose de Tetuán, que era refugio de piratas que invadían nuestros mares, ciudad que arrasó. Conventrizó, puede decirse, recordando Conventry, ciudad inglesa que en la Segunda Guerra Mundial arrasaron los alemanes y generó el vocablo. 

Tanto al rey como a la reina les disgustaba el Cisma de Occidente, y decidieron apartarse de la obediencia al anti-papa Luna, Benedicto XIII, que de 1411 a 1423 tuvo su sede pontificia Peñíscola procedente de Aviñón donde fue designado papa a la muerte de Clemente VII -1394- y a quien en la Roca Levantina sucedió Clemente VIII -1423- , que abdicaría seis años después a favor de Marti V, papa nombrado en el concilio de Constanza., con lo que se puso fin a medio siglo de cisma en la Iglesia Católica. Obviamente Enrique III pretendió contribuir a la terminación del gran cisma, lo que todavía tan lejos estaba que ni la reina llegó a verlo. Él murió el día de Navidad  de 1406 a la juvenil edad de 27 años. Su esposa, Catalina de Lancaster, que era seis años mayor, falleció en 1418. Tenía proyectada la conquista de Granada, que culminaría su nieta 

Es hijo de Juan I, el cual tras la pérdida de Portugal se vio atacado por el duque de Lancaster quien, ayudado por el monarca de dicha nación, se apoderó de gran parte de Galicia. Era un rebrote del odio interminable, lucha de los descendientes de don Pedro I de Castilla contra los Trastámara. El rey para evitar una nueva guerra y extinguir este odio firmó un tratado de paz -1387- que dio al traste con la rivalidad de los descendientes de Alfonso XI. Éste compartió con su esposa, doña María de Portugal, su amante, la bellísima dama sevillana Leonor de Guzmán. El pacto implicaba el matrimonio de doña Catalina, hija del duque de Lancaster y nieta del rey don Pedro, con el infante don Enrique hijo de Juan I, connubio con el que se unían los derechos de la casa Lancaster y los de la familia bastarda. Los prometidos esposos tomaron el título de 'Príncipes de Asturias', que desde entonces han llevados los herederos de la corona de España.

En las capitulaciones recibió doña Catalina de su suegro la ciudad de Soria con las villas de Atienza, Almazán, Deza y Molina. A su madre, doña Constanza, se le adjudicaron Guadalajara, Medina y Olmedo mientras viviese; ello a cambio de que los duques renunciasen al título y derechos que sostenían respecto a los reinos y señoríos de Castilla a favor en favor del rey don Juan y de su primogénito don Enrique. A continuación de los tratados fue recibida en Fuenterrabia la princesa Catalina y acompañada hasta Palencia donde el rey le esperaba con su Corte, celebrándose la boda de los príncipes en la catedral La duquesa vino poco después a Medina del Campo donde se encontraba el rey y éste la recibió tiernamente, regalándole joyas y dándole por toda su vida la villa de Huete. Le envió entonces el duque de Lancaster la corona de oro que tenía preparada para coronarse rey de Castilla. Nuevos obsequios se cruzaron, la nueva relación familiar, la concordia, la paz, había nacido. 

Prematuramente murió Juan I a causa de una caída de caballo en Alcalá de Henares el 9 de octubre de 1390, a los once años de ser proclamado rey en el Monasterio de Las Huelgas de Burgos, y seguidamente el funeral fue erigido en Madrid como rey de Castilla Enrique III. Contaba la edad de catorce años  y su esposa veinte. Fácticamente celebra las bodas con la reina doña Catalina, su mujer, ya tienen el cetro y viven juntos. Vendrán ahora los hijos: dio la reina a luz en Segovia (1401) a la princesa María a la que su padre en el testamento dejó desposada con su sobrino don Alfonso, hijo de su hermano el infante don Fernando, es decir, andando el tiempo Alfonso V de Aragón. En corto intervalo nació otra niña que recibió el nombre de su madre; esta hija casó con don Enrique, hermano de don Alfonso. El 6 de marzo de 1405, nació, en Toro, un hijo al que pusieron el nombre de Juan en memoria de los abuelos -el paterno y el materno, pues este se llamaba Juan de Gante- En Valladolid fue jurado, por los distintos reinos, sucesor del rey de Castilla. No llegó a conocer a su padre de visu, pues no había cumplido dos años cuando le ciñó la orfandad paterna. 

Quedó doña Catalina viuda con poco más de treinta años, viudedad que mantuvo de por vida -como la segunda esposa de su suegro, Beatriz de Portugal- y con tres hijos pequeños. (Se dice que fue pareja lesbiana con Isabel Torres). Hubo de compartir la tutoría con su cuñado el susodicho infante don Fernando, deslizándose la misma en armonía y, consecuentemente, sufriendo contrariedad, como asimismo Castilla,  cuando, por el fallecimiento de D. Martín el Humano, fue elegido en Compromiso de Caspe para ocupar el trono de Aragón. Surgieron entonces turbaciones e intrigas palaciegas, que ambos tutores superaron. Fue para Catalina la etapa más desagradable los dos dos años que sobrevivió a don Fernando, ya que al morir éste quedó como única tutora creándola problemas, por la custodia y crianza del mayor, don Juan de Velasco y y don Diego López de Zuñiga a quienes por el testamento correspondía tener y educar al príncipe. Habían  recibido estos señores doce mil florines de oro para que desistieran de ello, lo que aceptaron por intercesión de Fernando I de Aragón, pero al hallarse sola la reina vuelven a la carga apoyándoles en esta ocasión el arzobispo de Toledo, don Sancho de Rojas, y la reina accede por no ir contra la voluntad de testamentaria de su amado esposo. Satisfechos de que no se negara, desisten de su pretensión pero el haberse llegado a esta resolución sin contar la reina con don Alfonso Enriquez, almirante; don Ruiz López Dávalos, condestable, y don Pedro Manrique, adelantado de León, que eran del Consejo, motivó descontentos.

Murió D. Fernando el 2 de abril de 1416, reinó cuatro años escasos, había sido proclamado rey el 28 de junio de 1412 , y Doña Catalina le hizo suntuosos funerales en Valladolid a los que asistió personalmente, a pesar de estar bastante delicada de salud. Muchos e intrincados problemas habían resuelto de mancomún, y su agradecimiento y afecto eran grandes por la acrisolada lealtad al príncipe, su sobrino, rechazando la corona al serle ofrecida por muchos nobles, mientras, por otro lado, no entró en las maquinaciones de la reina madre, Doña Leonor de Aragón, dominada por su favorita, Leonor de López, que hubieran suscitado luchas civiles. Funestas para nuestra Historia han sido las tutorías ; no obstante, en la de Juan II de Castilla se dio la excepción de que hubo paz interior y engrandecimiento exterior. 

Juan II 

A este Trastámara, padre de Enrique IV, Isabel I y Alfonso el rey Inocente, he dedicado bastantes páginas. Como rey era una calamidad, gracias a que contó con un valido de empuje y de fidelidad: Don Álvaro de Luna.  aunque no se olvidase del 'pro domo sua', es decir, su modo egoísta. Esto es una constante en la Historia, así podemos leer en 'Historia de Guadalajara y sus Mendozas', de Francisco Layna Serrano': 
Se me podrá argüir que la política de los Mendozas fue egoísta ya que siempre trataron de acrecentar bienes, títulos y honores hasta un grado inconcebible, tasando muy alto sus servicios y asegurando de antemano el pago de ayudas y colaboraciones mediante compromisos escritos o valiosas prendas como por ejemplo el depósito de Juana la Beltraneja y la cesión de muchas villas y lugares antes de juntar sus numerosas huestes a las de don Enrique, vencedoras en Olmedo.[...] ¿Pretendo con esto asegurar que los Mendoza siempre jugaron limpio? En modo alguno. 
En tal sentido expone que 'favorecieron b ajo cuerda el matrimonio de Isabel con Fernando  a cambio de conseguir el obispo de Calahorra que fue el negociador, el capelo  cardenalicio como premio de una neutralidad benévola y hasta sospechosa de secreta traición. A Enrique IV todos le traicionaron. Pero trata de disculpar a los Mendoza:
... no eran seres perfectos desde el punto y hora en que fueron seres humanos, de suerte que nada tiene de extrañar encontrar algunas faltas entre sus muchas virtudes; y metidos en aquel lodazal inmundo donde toda inmoralidad tenía tenía asiento, junto a la permanentemente sucia actuación de casi todos los grandes, bien puede considerarse limpia la tenida por ellos. 
Mil perdones por la digresión y continúo con esta dinastía cuyos reyes en Castilla, cual vengo indicando, son:

Enrique II  -de 1369 al 29 de mayo de 1379.
Juan I - de 1379 al 9 de octubre de 1390.
Enrique III  -de 1390 al 25 de diciembre de 1406.
Juan II -de 1406 al 21 de julio de 1454.
Enrique IV 1454 al 11 de diciembre de 1474. 
(Alfonso) 1465 - 1468. 
Isabel I -de 1474 al 26 de noviembre de 1504. 

El reinado de Juan II fue de estancamiento en la Reconquista; como dice el citado cronista, 'fue 'estéril la vida de Castilla durante medio siglo, pues solo en muy contadas ocasiones pudo continuar su misión histórica de combatir a los musulmanes. Asimismo señala que por falta de cohesión resultó baldí, que la nobleza castellana no estaba atenta al interés nacional, sino a envidias y luchas internas. Pinta así la situación:  
Desde 1420 a 1445 abarca el periodo histórico denominado de las guerras de los infantes de Aragón (proseguidas luego por los magnates hasta conseguir la indigna decapitación del condestable), durante la cual, aquéllos tratan de derrocar a don Álvaro mientras éste se defiende aumentando día tras día su poder llevado  más que de su ambición del afán de conseguir para la corona autoridad y prestigio.
Su primera esposa dejó mucho que desear como tal, pues se inclinaba a sus hermanos, y la segunda, Isabel de Portugal le enamoró a tal extremó que consiguió enemistarlo con el condestable. De ello he hablado largo y tendido en artículos anteriores, y dado que igualmente lo he efectuado de los medios hermanos Enrique IV, Isabel I y Alfonso, pienso, considero, que en este articulo de hoy ya son suficientes los juicios y consideraciones expuestos. No más, pues, en este artículo de la Casa que va de los campos de Montiel a la  Cautiva de Tordesillas inclusive. Porque, como expone Antonio Gala, apud  'El pedestal de las estatuas', los Trastámara ni entraron ni salieron con buen pie. Era una familia desequilibrada cuando llegó, o quizá antes: brutal, violenta y voluptuosa, con alguna excepción, quizás una sola: Fernando el de Antequera'. Fernando fue protector de su sobrino, pero los hijos de éste ... ¡que familia!       
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lunes, 20 de mayo de 2019

Comentario sobre el parentesco e historia de la dinastía Tratamara (Primera parte)

Se inició con un crimen y se acabó con un matrimonio que fusionó la sangre del criminal con la de su víctima. Ambos eran hermanastros. 

Alfonso XI de Castilla se casó con su prima María de Portugal y tardaron en tener hijos, mientras con su amante Leonor de Guzmán tuvo: Enrique, Fadrique, Tello y Sancho. Con su esposa tuvo dos hijos, Fernando, nacido en Valladolid en 1332, y Pedro, en Burgos el 30 de agosto de 1334. 

Alfonso XI vivió siempre alejado de su esposa y al lado de doña Leonor de Guzmán que fue su favorita a lo largo de unos veinte años. Era unos meses mayor que Alfonso, viuda de Juan de Velasco a la edad de 18 años, mujer de gran belleza. Según el cronista, era dueña muy rica y muy fijadalgo y era en fermosura la mas apuesta muger que avía en el Reyno. 
                                                                                    

En la página correspondiente a la foto puede leerse la genealogía: "Leonor Núñez de Guzmán y Ponce de León, hija de  Pedro Núñez de Guzmán y Girón y de Juana Ponce de León. Nacida en 1310..., por parte de madre, es biznieta del rey de León Alfonso IX, de su unión ilegítima con Aldonza Martínez de Silva, cuya hija, la infanta Aldonza Alfonso, reconocida, casó con Pedro Ponce de Cabrera. Su hijo Fernán Pérez cambió Cabrera por León: Fernán Pérez Ponce de León y casó con Urraca Gutiérrez de Meneses, de quien tuvo a Juana Ponce de León, la madre de Leonor... Sus hijos con Alfonso XI: Enrique, Fernando, Juan, Pedro, Fadrique, Tello, Alfonso, Sancho, Juana...". 
                                                                               

                                                                                  
Pedro I de Castilla, el Cruel o Justiciero. (1334-1369).

Fallecido el rey en el sitio de Gibraltar, a causa de la peste, ocupa el trono su hijo legítimo, teniendo la edad de diez y seis años. Viajando Leonor en el cortejo fúnebre fue detenida y encerrada en el Palacio Real sevillano, permitiéndosele recibir visitas, en especial la de su hijo Enrique. Éste por intercesión de su madre consigue matrimoniar con Juana Manuel, que la reina viuda deseaba para su hijo, circunstancia que trajo, como inmediata consecuencia, el agravamiento de la situación de la favorita, siendo trasladada a Carmona y luego a Talavera de la Reina en cuyo alcázar fue ejecutada por orden de la reina viuda. 

A raíz del fallecimiento de su padre permaneció, Pedro, un año en Sevilla donde enfermó gravemente y temiéndose su muerte surgieron bandos para elección de un rey inclinándose por don Juan Núñez de Lara, descendiente de los Cerdas. Al recuperar su salud ya miró  a éstos hostilmente. Muy partidario de ellos Garcilaso de la Vega, promovió en Burgos lucha contra el rey, pero le dieron muerte los ballesteros de éste, con lo que los partidarios del Señor de Vizcaya y la nobleza se percataron de que la corona estaba en fuertes manos. Ansioso de justicia, reunió Cortes en Valladolid, se hizo un Ordenamiento  de menestrales, combatiendo los errores de la época en cuanto a reglamento laboral. Quería gobernar con acierto, justicia. En aquella ocasión emitió esta frase que le revela precisamente como justiciero:  Los reyes y los príncipes viven y reinan por la justicia, en la cual son tenidos de mantener y gobernar sus pueblos. 

Pero su hermanastro Enrique le dificulta el gobierno, su reinado está marcado por la lucha entre la monarquía legítima y la nobleza que apoya a aquél. Mientras el rey se aplica en beneficiar al pueblo, don Enrique se subleva en Asturias. Simultáneamente se había sublevado en Aguilar don Fernando Coronel, pero Albuquerque rinde la plaza y condenado a muerte el rebelde, le recrimina el vencedor su conducta, y entonces surge la frase que ha quedado como célebre: Esta es Castilla, que hace los hombres y los gasta. Sofocada por el rey la sublevación, Enrique se entrega a su clemencia. Se la concede no sin hacerle firmar un acta reconociendo los favores y mercedes que debe al soberano y dando palabra de fidelidad en lo sucesivo. No obstante, con motivo del repudio de Pedro a Blanca, sobrina del rey de Francia, se formó una Liga facciosa y -¿cómo no?- al frente estaban los hermanos bastardos del rey. También Alburquerque, que veía en baja su privanza por la distinción de que gozaban los Padilla. Este era el pretexto de defender a Blanca.  

En medio de estas discordias civiles surge una guerra con Aragón a causa de haberse apoderado la escuadra aragonesa en las aguas de Sanlúcar de Barrameda de una naves de Génova que se hallaba en guerra con Aragón. Cesó la contienda de Castilla y Aragón por intercesión del papa. Don Enrique había obtenido la promesa por escrito de Pedro IV el Ceremonioso, por la ayuda que le había prestado, de ayudarle a sentarse en el trono de Castilla. La madre del rey inconscientemente se puso de parte de los intrigantes, aferrados a que se uniera a su esposa, deseando también ella que tomara tal conducta. Citó a su hijo a Toro, que era el cuartel general de la Liga, y fue hecho preso. Don Pedro, con la ayuda de su tía Leonor y sus primos los infantes de Aragón, logró fugarse, y con tropas leales tomó Toledo, Toro y otras poblaciones de la Liga. D. Fabrique fue preso y muerto en el alcázar de Sevilla; don Enrique se fugó a Francia. Dio también muerte a otros tres de sus hermanos y a su esposa doña Blanca. La Liga, pues, quedó disuelta. La reina doña María se retiró a Portugal, muriendo poco después, supuestamente envenenada por su padre dado, por supuesto también, que seguía vida licenciosa. Uno de los que lo pone en duda es el P. Enrique Florez.              

A Pedro defiende Inglaterra, a Enrique, Francia. Don Enrique había obtenido la promesa por escrito de Pedro IV, por la ayuda que le había prestado, de ayudarle a sentarse en el trono de Castilla el Ceremonioso Éste con ayuda de las Compañías Blancas -ejército mercenario- toma Calahorra y se proclama rey de Castilla y León. Avanzó hacia Sevilla de donde don Pedro tuvo que huir. Se presentó al Príncipe Negro, hijo del rey inglés; con este ejército penetra en  España y en Nájera se da la batalla en que fue derrotado don Enrique y hecho prisionero Beltrán Duglesclin y Pedro López de Ayala, a los que se dio libertad. (En mala hora al primero) Recuperó el trono fácilmente, y en él hubiera quedado asegurado, pero abandonado del Príncipe de Gales, Eduardo de Lancaster, por incumplimiento de las condiciones pactadas, se envalentonó el de Trastámara y nuevamente con Duguesclín trata de invadir el reino. No todas las poblaciones le quisieron abrir las puertas y mucho le costó rendirlas. Se destacó Toledo en la resistencia.

Marchó don Pedro desde Sevilla a socorrerla, se encontró con el enemigo en los campos de Montiel, y fue vencido, viéndose obligado a encerrarse en el castillo de esta localidad. A través servidor Men Rodríguez de Sanabria entran en tratos con Duguesclín para fugarse, mas la intención del general francés no fue posibilitar su escapada, sino hacerle caer en poder de Enrique. Al encontrarse se entabla la pelea; cae encima, le domina, don Pedro, que era más corpulento y fuerte, y entonces Duguesclín les dio la vuelta a la vez que dice: Ni quito ni pongo rey, pero ayudo a mi señor. El Trastámara hunde su puñal en el corazón de su hermanastro. Según un cronista, mandó Enrique II que clavada la cabeza en una lanza se exhibiera por las ciudades y castillos que le defendían. Jerónimo Zurita, en sus Anales de Aragón, refiere que tras cortar la cabeza "echárosla a la calle, y el cuerpo pusiéronlo entre dos tablas sobre las almenas del castillo de Montiel". En esta fortaleza permanecieron sus restos hasta que fueron trasladados a la iglesia de Puebla de Alcorce; en 1446 Juan II los pasó  al convento de Santo Domingo el Real de Madrid y al ser demolido, en 1869, son trasladados al Museo Arqueológico Nacional, ocho años después fueron depositados en la cripta de la Capilla Real de la Catedral de Sevilla. Este era su sitio propio, que si el poeta hispalense por antonomasia es Bécquer, y su pintor Murillo, es Pedro I su rey. 
Palacio de Pedro I en el Alcázar de Sevilla

Hay en la portada y en los  azulejos azules un texto en árabe rodeado de otro en español que dice: El rey muy alto y muy noble y muy poderoso y muy queridor don Pedro por la gracia de Dios rey de Castilla y de León, mandó hacer estos alcázares y estos palacios y estas portadas que fue hecho en la era de mil y cuatrocientos y dos años.  

De su matrimonio con María de Padilla dejó tres hijas: doña Beatriz, monja clarisa en Tordesillas; Constanza, casada con el duque de Lancaster, e Isabel, casada con el duque de York. Tuvo un hijo, Alfonso, pero este murió en la infancia. He aquí lo que de ellas escribe el P. Enrique Florez, apud "Memorias de las reinas católicas de España".
Doña Beatriz era la mayor, como nacida en Córdoba en el año 1353 [...]. A esta declaró como primera sucesora en todos sus reinos, mandando que casase con don Fernando, hijo legítimo del rey don Pedro de Portugal y su heredero; pero con la muerte del rey no tuvo efecto. El haber sucedido en la corona el conde don Enrique transformó tan generalmente el teatro del reino, que muy lejos de casar Beatriz con el príncipe de Portugal ni reinar en la Tierra [...] fundó un un monasterio en la villa de Tordesillas bajo el instituto y advocación de Santa Clara, y cerrándose allí a servir al Rey de Reyes, falleció y yace en aquella real casa.
Veamos como las dos últimas realizan matrimonio con los hijos del rey Eduardo III Plantagenet. 
La segunda hija de doña María de Padilla se llamó doña Constanza, a quien el rey y el reino señalaron por sucesora después de doña Beatriz. Nació en Castrogeriz en el año 1354 y casó c on don Juan de Gante, duque de Alencastre, los cuales fueron padres de doña Catalina, mujer del rey Enrique III de Castilla, de quienes nació don Juan II. [...] La tercera fue doña Isabel, declarada infanta y heredera en falta de las precedentes. Nació en Tordesillas en el año 1355 y casó con Edmundo, duque de York, hermano del ya nombrado duque de Alencastre, hijos del rey de Inglaterra. 
Enrique II de Trastámara, el Fraticida, el de las Mercedes, el Bastardo.

Se casó, ya quedó dicho, con Juana Manuel de Villena. Es hija del infante Juan Manuel -célebre escritor, Señor de Peñafiel, nieto de Fernando III el Santo, sobrino de Alfonso X  el Sabio- y de su tercera mujer Blanca Núñez de Lara.

Desde este primer Trastámara la dinastía está en peligro, la pone en este trance el ya citado matrimonio de Constanza con el duque de Láncaster. Es apoyado por los partidarios de don Pedro y se alían con Portugal, pero Enrique II se adelanta y la invade. Con Navarra estabilizó la paz mediante matrimonios entre ambas familias reales -su hija Leonor con Carlos III el Noble -. Y el problema con Aragón quedó resuelto con la boda de Leonor, hija de Pedro IV y de su tercera mujer doña Leonor de Sicilia y el hijo de Enrique II y heredero Juan. 

Muere este primer monarca de la Casa Trastámara el 29 de mayo de 1379 y la sucesión de la dinastía será: Juan I (1379-1390), Enrique III (1390-1406), Juan II (1406-1454), Enrique IV (1454-1474), Isabel I (1474-1504) y Juana I (1505-1555).  

jueves, 2 de mayo de 2019

Evocación de los guerrilleros de la Guerra de la Independencia

<El  valor  de  los  guerrilleros  y el dinero de los 
ingleses nos hacen perder la guerra de España >
             - José Bonaparte a su esposa-

Napoleón Bonaparte también estaba cerciorado de que los guerrilleros le habían derrotado en España, y de ello, también persuadido, nos dice Ricardo de la Cierva: Napoleón sabía muy bien que no fue lord Wellington, merecidísimo duque de Ciudad Rodrigo, quien le barrió de España y de la historia activa, sino la guerra total orquestada por el pueblo español. Y nos explica el cómo:
A través de sus tremendas partidas guerrilleras, teóricamente integradas en la legalidad militar por la Junta Central el 13 de octubre de 1808 con el nombre de <milicias nacionales>. Desgastado y enloquecido el enemigo por la venganza de las partidas  (no había en toda la Península, sobre todo en la Mancha, un solo pozo sin su francés). Wellington y los generales españoles lograron, desde 1812, cuajar su bien concertada ofensiva de reconquista por el valle del Duero en los Arapiles Vitoria y San Marcial, hasta penetrar en territorio enemigo y terminar así la guerra de la Independencia el 1814.          
Cuando España estuvo militarmente en poder de Napoleón, a excepción del amurallado Cádiz  surgen los guerrilleros. En opinión de Moreno, en su Historia de España,, son dignos hijos de Viriato, que, molestado constantemente al enemigo, apoderándose de sus convoyes y atacando sus pequeños destacamentos, les causaban grandes y continuas pérdidas. Indicaré la trayectoria vital y bélica de algunos de los más relevantes. 

Francisco Espoz y Mina, hijo de una familia pobre, que por sus hazañas alcanzó el grado de general, nacido en 1784 Idocín (Navarra). Pertenecía al ejército francés, pero en 1809 se pasó al ejército español. Realizó sus ataques por Navarra, Aragón, Castilla y Guipúzcoa, sin posibilidad para el ejército francés de hacerle frente. El general Honoré Reille, intentó paralizarlo, pero no lo consiguió ni con un ejército diez veces superior. Sus éxitos guerrilleros no tenían fin: Sangüesa, Arlaban, Tafalla, Sos del Rey Católico, Rocafort, Motrico, Fuenterrabia y Zaragoza. Aparte de obtener  múltiples condecoraciones, fue ascendido sucesivamente a coronel, general, mariscal de campo y jefe de su brigada. Se negó a la disolución de la guerrilla y trató de dar un golpe militar ante cuyo fracaso se refugió en Francia. Regresa a Navarra en 1820 y proclama la Constitución en Santesteban  Combate a los realista en Cataluña, pero ante la llegada de Los Cien Mil Hijos de San Luís, a los que al principio hizo frente, se refugió en Inglaterra, instalándose después en París En noviembre de 1830 penetró en el País Vasco por Bayona para luchar contra el régimen de Fernando VII, pero  no hallando al país suficientemente interesado en ello volvió a Francia. 

En 1833 la amnistía que decretó María Cristina de Borbón, reina regente, le facilitó su regreso a España  y el serle reconocida su graduación militar. Se le nombró virrey de Navarra y se le concedió el mando de la lucha en el Norte. Derrotado por los carlistas en Lairrinzar, Echarri, Ardanaz y Olazagoitia. En abril de 18 dimitió. En octubre del mismo año Mendizabal le nombró capitán general de Cataluña, teniendo algunos éxitos contra los carlistas. Cometió la crueldad de mandar matar a la madre de Ramón Cabrera. Presentó su dimisión en abril de 1836 y este mismo año, estando preparando su voluntaria salida a Francia, murió en Barcelona el día de Nochebuena. Se hallaba en posesión de la Laureada de San Fernando por haber arrasado, durante el Trieño, la población de Castelifulli de Ruibregós y conquistar la población de Seo de Urgel  


 Su viuda, Juana María de la Vega, condesa de Espoz y Mina, que le sobrevivió treinta y seis años mantuvo su memoria. Y escribió la obra Memorias del General Don Francisco Espoz y Mina. Vivió en su ciudad (La Coruña) y fue amiga de Concepción Arenal. Es considerada como 'una de las mujeres más ilustres de cuantas han enaltecido el nombre de España' Y consecuentemente se la equipara con Gertrudis Gómez de Avellaneda, Cecilia Bohl de Faber, Carlina Coronado, Concepción Arenal y Rosalía de Castro. Yo diría que menos escritora y más política que ellas, como es notorio.                                                                                 
      
Juan Martín Díaz,'El Empecinado', nacido en Castrillo de Duero (Valladolid) en 1775, hijo de labrador, él también lo fue, pasando a ser guerrillero y militar. Es llamado 'el Empecinado', debido a que los de su pueblo recibían tal mote por el arroyo de su localidad llamado Botijas, lleno de pecina. 

Tras asistir como soldado a la Guerra de la Convención, durante dos años, se casó en 1796 con Catalina de la Fuente y en  el pueblo de su mujer, Fuentecén (Burgos) trabajaba de labrador en las tierras de ella, así como continúa atendiendo su labranza, ambos pueblos están cerca entre sí. Al ser ocupada España por la tropa de napoleónica, se decidió a combatirla. Como guerrillero obtuvo éxito en Aranda de Duero, Sepúlveda, Pedraza y la cuenca del río Duero. En 1809 es nombrado capitán de caballería. Combate por la sierra de  Credos, Ávila y Salamanca; después, por Cuenca y Guadalajara. Dada el daño que causaba al ejército francés, es nombrado el general Hugo -padre de Víctor Hugo con su esposa Adela Foucher- para perseguirle, y éste, al fallar en su captura, decide detener a la madre del guerrillero y otros familiares, reaccionando entonces Juan Martín con mayores acciones bélicas y a amenazarlo con fusilar a cien soldados prisioneros, con lo que el francés decide ponerles en libertad. 

Cuando el pronunciamiento de Riego, que implicó ser puesta en vigor la Constitución, ocupó el cargo de gobernador militar de Zamora y el de segundo jefe de la Capitanía General de Castilla la Vieja. Declarado partidario del liberalismo, se enfrentó a Fernando VII instándole a aceptar la Constitución, reaccionando 'el Felón' confinándolo en Valladolid. Luchó contra la nueva invasión francesa; ante la derrota se refugió en Portugal, y  regresó en el mismo año mediante permiso. Pero lo fatal fue en encontronazo en Roa, dirigiéndose a su pueblo, con con el corregidor Domingo Fuentenebro, enemigo personal de él. Es  detenido y encarcelado en el castillo de Roa, recibiendo malos tratos, tal como ser exhibido en una jaula los días de mercado.  Tras una farsa de juicio fue condenado a muerte, y pese a que la madre, la esposa y múltiples personalidades solicitaron su indulto al rey, éste emitió su expreso deseo de que fuera ejecutado. Le odiaba y temía como defensor de la Constitución,  ya le había reprochado el hecho de que después de jurarla, se rebelara, mientras el cumplía sus juramento Ya  en la sentencia para degradarte s  le condena a ser ahorcado. Al leerla el Empecinado exclamó: 

¿Y su Majestad el Rey ha aprobado esta sentencia?... ¿Ahorcarme a mí, a mí? Que me maten, ... ¡bueno! ... ¡Pero no de esa manera!... Pues qué ¿no había balas en España `para fusilar a un general? ... ¡Poco ha tenido Su Majestad presente mis sacrificios en la guerra contra Napoleón y los muchos enemigos franceses que han muerto a mis manos!...>.
    
 Fue ahorcado en la Plaza de la Colegiata de dicha localidad burgalesa; Pérez Galdós refiere que 'el Empecinado  murió   a  bayonetazos, cuando camino del patíbulo, se desencadenó con su arranque de desesperación y fuerza y consiguió quitar la espada del oficial que le acompañaba'. No obstante le llevaron al cadalso y fue ahorcado. Esta monstruosidad ocurría el 19 de agosto de 1825. Aún se incrementó la vileza, pues la coronaron, en el sentido de completar la obra de sevicia, con el enterramiento. Fue inhumado sin féretro en una fosa del cementerio a gran profundidad echando veintitantos carros de tierra y piedra. En 1843 -hacía  unos diez años que había muerto el siniestro, detestable, abominable, execrable, aborrecible, y cuantos sinónimos existan al efecto, Fernando  VII- sus restos fueron exhumados para sepultarle dignamente. En 1848 pasaron a este monumento en Burgos.


Juan Palarea y Blanes, natural de Murcia (1780), médico con ejercicio en Villaluenga de la Sagra (Toledo) que se inicia como guerrillero con catorce lanzas a su mando y llega a disponer de doscientas setenta, ascendiendo a teniente coronel. Obtuvo  la Cruz Laureada de San Fernando en la batalla de la ermita de Yuncler; atacó a un destacamento francés que vio obligado a refugiarse en tal edificio religioso, y entonces para obligarlos a salir y dado el fuerte viento que que hacía en dirección al refugio, pidió que le trajeran azufre, pimienta y pimentón -se encargó de ello una vecina del pueblo llamada Juliana Carrillo-, con ello encendieron encendieron una hoguera. Se hizo irrespirable el aire, los franceses tienen que salir de la ermita y son apresados. En 1811 cuenta con con seiscientos sesenta jinetes e interviene en la batalla de los Arapiles entorpeciendo las comunicaciones de Marmont, por lo que el duque de Wellington le obsequió con su sable. 

Es nombrado gobernador de Toledo; proclamó la vigencia de la Constitución; fue integrado en la División de Navarra. En 1813 tomó parte en la  batalla de los altos de Sorauren. Ocupó un destino en Villa Franca de los Barros (Badajoz), pero en 1820 regresa a un regimiento en Madrid. Es diputado en las Cortes durante el trienio liberal, y siendo un liberal exaltado, ante la invasión de 'Los Cien Mil hijos de San Luís' se enfrenta al general D'Albignal, siendo derrotado por éste entre León y Oviedo  Sufre otra derrota en Gallegos del Campo junto al general Roselló, y yendo hacia Zamora son vencidos y capturados por el general Bourque. Pero tiene bastante mejor suerte que sus colegas: es enviado a Francia, de donde se evade e instala en Inglaterra. En 1833 regresa a España, participa en la Primera Guerra Carlista al nombrarle en 1835 la Reina Gobernadora mariscal de Campo y jefe de las fuerzas de Aragón. Venció por dos veces a "El Tigre del Maestrazgo". Un año después fue nombrado capitán general de Valencia y Murcia, después lo es de Jaén y Granada. En el levantamiento del 7 de octubre de 1841 se le acusó de intervenir, por lo que fue recluido en el castillo de San Julián (Cartagena) donde murió el 7 de marzo de 1842 sin que quedase claro el motivo. ¿Envenenamiento? Fue enterrado en el cementerio de Cartagena y, posteriormente, trasladado al de San Andrés, Murcia.
                                                                                 
Julián Sánchez García, el Charro.                                                                          
 
Pintado por Goya

Esperemos que le complaciera más que  a Wellington, que muy decepcionado quedó al ser retratado por el pintor de Fuendetodos (Zaragoza) y pudo tener grave consecuencia si no media el general Ávila y el hijo del pintor.

Nació en la aldea de Muñoz de Huebra lindante con Ciudad Rodrigo, hijo de labrador, y él lo fue hasta lo diecinueve años que se incorporó al ejercito y estuvo en la guerra del Rosellón. Tras la vicisitudes que hubo de sufrir en esta primera etapa de su vida castrense -en Tolón fue prisionero, y herido  en la defensa de Cádiz contra Nelson, tomar parte en la guerra de las Naranjas- se licenció, regresando a Salamanca. Contrae matrimonio con Cecilia Muriel García y se dedica al agro. 

A la Guerra de la Independencia española debe su gloria  Al estallar ésta vuelve a incorporarse al ejército y esta segunda vez hará carrera militar, aunque opta por actuar a su manera, a lo charro en cuanto a traje y silla de montar, asimismo emplea como lanza la garrucha de campo e igual sus lanceros. A los cinco días de alistarse es ascendido a cabo primero y al mes a sargento. En 1809 es nombrado alférez de caballería. Actúa con doce lanc eros contra los franceses, constituyendo el terror de éstos en los campos salmantinos. Poco después dispone de una partida: 'Los doscientos de don Julián', quedando adscrito a al general inglés Wilson pero pudiendo seguir sus propios métodos, con autonomía y ascendido a coronel. A partir de 1810 es el número de guerrilleros bajo su mando tan grande que pasa a llamarse 'Regimiento Ligero de de Lanceros de Castilla'. El 15 de octubre de 1811 apresó al gen eral francés Reynaud, gobernador de Ciudad Rodrigo, mientras paseaba muy ufano fuera de las murallas de la población. El Charro iba con sus lanceros de inspección y se le encontraron, le rodearon y se le llevaron detenido al acuartelamiento inglés. Finalmente su fuerza  recibirá el nombre de 'Brigada de don Julián'. Wellington en 1813 adhiere la partida a su Cuerpo de ejército que manda y se produce el cambio de uniforme. El 22 de julio de 1812 se dio la Batalla de los Arapiles.
 
Monumento a la Batalla

En ella intervinieron las temidas tropas de caballería. En La batalla de los Arapiles, décimo de los Episodios nacionales, de Pérez Galdós, leemos esta exposición de Julián Sánchez, 'el Charro':
<--No es el señor lord muy amigo de la Constitución de Cádiz; pero a nosotros, ¿qué nos va ni qué nos viene en esto? Derrotemos a Marmont, y vivan todos los milores.> 
Consideró don Benito decisiva esta Batalla.
¡El Arapil Grande! Era la mayor de aquellas dos esfinges de tierra, levantada una frente a la otra, mirándose y mirándonos. Entre las dos debía desarrollarse al día siguiente uno de los más sangrientos dramas del siglo, el verdadero prefacio de Waterloo, donde sonaron por última vez las trompas épicas del Imperio.. 
Las bajas habidas fueron en torno a doce mil quinientos franceses; cinco mil doscientos veinte aliados. Ocho generales. En la trayectoria de la guerra se había iniciado, efectivamente, el principio del fin. Pero prosigamos la vida de nuestro guerrillero salmantino.         

Acabada la guerra continúa recibiendo honores; es nombrado Gobernador militar de Santoña. En 1819 fallece su esposa y en 1822 contrae segundas nupcias con doña Juana Ignacia Velarde de Gandarillas pasando como Gobernador militar a Santander, mas posesionándose como liberal surge para él como los restantes querrilleros, también defensores de la Constitución de Cádiz, el infame comportamiento que con ellos tuvo Fernando VII, a excepción del cura Merino que era absolutista. En 1823 está con lo que hacen frente a 'Los Cien Mil Hijos de San Luís'. Contra el liberalismo esta Europa. He aquí la exacta visión que de ello hace Augusto Martínez Olmedilla.
Europa teme que se corra a otros países el virus liberal desatado en España, y el Congreso de Verona encomienda a Francia la intervención armada en la nación rebelde. Luís XVIII entrega al duque de Angulema el mando de los Cien Mil Hijos de San Luís, que penetran en España en 1823 como en 1808 habían penetrado las huestes de Napoleón.. Y se da el caso absurdo, increíble, de que el mismo pueblo que luchó bravamente, escribiendo con sangre la ingente epopeya, para oponerse a que una Dinastía francesa sustituyese a otra del mismo origen, vio impasible en 1823 su suelo hollado por los invasores, que atravesaron la Península en un simple paseo militar, hasta Cádiz, donde habíanse refugiado los Reyes y el Gobierno [...] El Rey pasa al Puerto de Santa María para felicitar al Duque de Angulema por su victoria, y se apresura a restablecer el gobierno absoluto.
De esta felicitación no hay que extrañarse, pues ya felicitaba a Napoleón en las suyas.. Ante esta indignidad, lamentaría no poder felicitarle  por la Batalla de los Arapiles, la Batalla del Berezina y la de Waterloo. 

El involucrarse en esta segunda invasión le causó prisión y confinamiento. Cayó prisionero del duque de Angulema; es declarado en situación "de cuartel"en Madrid. Solicita pasar a Salamanca donde tiene su familia, y es confinado en Ledesma.. En febrero de 1824 es encarcelado en la Real Cancillería de Valladolid, y es puesto en libertad a principios de 1828. En agosto de este año pasa con su esposa y su pequeño hijo, Francisco Luís, a Etreros (Segovia), falleciendo el niño el día 30 del mismo  mes. Les nace al matrimonio una  niña torroncha -gentilicio del lugar- el 30 de mayo de 1829 que ponen por nombre Rosa Petronila, la cual muere también en la infancia y en su lugar de nacimiento el el 4 de octubre de 1831.En Etreros residieron en el palacio del conde de Mansilla, porque su esposa era sobrina de él.

Fachada principal del palacio

Dudosa, insegura, la exhumación del Charro. 

Sus restos fueron trasladados de Etreros a Salamanca, aunque existían dudas de que fueran de él. Entonces la disyuntiva es esta: Sus restos están, continúan estando, en la ermita del Cristo de los Afligidos en el monumento que tiene en Ciudad Rodrigo. Porque se dice que en la exhumación se llevaron un esqueleto de un hombre alto y rubio, mientras que el Charro era moreno y no alto. Fue muy peliagudo hallar lo que se dio por sus restos mortales. En 1980 llevaban enterrados ciento cuarenta y ocho años  En la ermita hay esta lápida.  


En cuanto a la faceta cronológica no se ponen de acuerdo quienes han tratado el tema, así en otra parte leemos que el 30 de mayo de 1981 sus restos fueron trasladados de Etreros a Salamanca, siendo depositados en la Torre del Clavero, y el 19 de enero de 1985 se trasladaron a Ciudad Rodrigo sepultándolos en el monumento que en 1960 se erigió a su memoria. Otra firma fomenta la duda con este alegato: Excavado el suelo de la ermita no se encuentra ninguna lápida ni seña que identifique su cuerpo, pero sí unos restos óseos vestidos con unas ropas de calidad singular frente a los demás. Se tomó este indicio como pruebe de su distinción y los restos fueron llevados a Salamanca. A los restos que se llevaron y que hoy se encuentran en este monumento se impone evidentemente salir de la incertidumbre sometiendo estos restos que se llevaron de Etreros a la prueba científica ADN. 



Un rey muy creído de su poder.

Fernando VII fue traidor, desagradecido y de un servilismo igualmente repugnante, un individuo sumamente repulsivo. Así él, tan servil, quería serviles respecto a él en su monarquía. Y los tuvo: ¡Viva las caenas! Le cabe además el epíteto de corrupto en lo económico, mas esto se le puede dar por añadidura, ya que, como dice en canciller Konrad Adenauer, 'es costumbre monárquica robar, pero los Borbones exageran'.. En cuanto a perjuro lo dejó palmario referente a la Constitución, la firmó y después...'Los Cien Mil Hijos de San Luís', que le devolvieron el ejercicio de autoridad absoluta. La Santa Alianza declara el 12 de mayo de 1821 que 'los cambios de la legislación de los Estados no deben emanar sino de aquellos a quienes Dios ha hecho responsables del poder'. Se siguió con ese camelo de los reyes, que hoy día no cree ni el tonto del pueblo. Menos mal que fue, de España, el último monarca absoluto. En su absolutismo hizo "primores", como, p. ej., el caso Riego y el caso, ya indicado, de 'El Empecinado'.   

El militar Rafael del Riego hizo jurar a Fernando VII la Constitución, motivando un periodo de monarquía constitucional, el llamado Trienio Constitucional, 1820-1823. Pertenecía a los Guardias de Corps; en la Guerra de la Independencia cayó prisionero y llevado a Francia. De vuelta a España y destinado en Andalucía, él fue quien encabezó en esta región la resistencia contra 'Cien Mil Hijos de San Luís'. En la batalla de Jódar (Jaén) cayó herido de gravedad; trató de huir, pero al día siguiente fue traicionado y hecho prisioneros en un cortijo de Arquillos, pasando a la  cárcel de La Carolina. Conducido a Madrid es declarado culpable de alta traición; su muerte estuvo tan llena de vejaciones como la de 'el Charro'. El general Riego fue arrastrado por las calles dentro de un serón hasta el patíbulo de la Plaza de la Cebada, aquel 7 de noviembre de 1823, siendo ahorcado y descuartizado. 

Entre los mártires de la libertad no omitiré citar al general don Luís Lacy, que no dejó de intervenir brillantemente en la guerra de la Independencia, el cual fue fusilado en el castillo de Belver (Mallorca) el 5 de julio de 1817 por haberse sublevado en Cataluña. Fue en unión de su colega Francisco Millans del Bosch, pero éste consiguió expatriarse. Estaba el general Lacy en posesión, entre otras dos creces por mérito de guerra, de la Laureada de San Fernando. De los varios levantamientos de los liberales perdieron también la vida don Salvador Manzanares, asesinado el 9 de marzo de 1831 , después de dar muerte al traidor que había delatado a los realistas;  también en este año,11 de diciembre,el general Torrijos fue fusilado en Málaga. Una tercera víctima de este año de 1831 fue, el 11 de mayo, fue la granadina Mariana Pineda 

A consecuencia de la Guerra de la Independencia y de la civil por la Constitución, perdió España todas las colonias que tenía en América. De nada sirvió que se enviaran tropas, pues fueron derrotadas en la decisiva batalla de Ayacucho. No menos lamentable es el balance de las pérdidas humanas que arroja según un viejo texto:
Su reinado costó la vida a 250.000 españoles que la sacrificaron en la guerra de la Independencia y en las civiles, y a 6.000 que la perdieron en el suplicio, a más de 30,000 proscritos que ocasionaron las violentas reacciones de 1814 y 1823, en que se puso tan de manifiesto el espíritu cruel y sanguinario del monarca; pues en la primera de dichas épocas había escrito al gobernador de Cádiz (Villavicencio), ordenándole que "suavizase la aspereza de aquel pueblo díscolo con la horca y y el terror". No es, pues, de extrañar que Fernando VII haya merecido a propios y extraños los más duros calificativos.