martes, 22 de diciembre de 2015

Requiem, sin misa, por la muerte del bipartidismo; requiecat in pace, descanse en paz

                                                                           

  Ya se ha llegado el summum de la indulgencia, del perdón, a esta forma de gobierno que durante cuarenta años ha gobernado España, permitiéndose hacer mangas y capirotes, de la manera más frívola, y la paciencia llegó a su fin. Durante cuatro décadas hemos sufrido una especie de dictadura impuesta por este trío que formó el bipartidismo al ser controlado por el Rey. Como está comprobado y escrito, el monarca, a pesar de serlo de una monarquía parlamentaria, no solo reinó, también gobernó. Estamos de enhorabuena con la actual caída del bipartidismo, solo así pueden venir tiempos mejores, teniendo ya la posibilidad de iniciar la lucha por ello. 

He aquí la clara visión que acerca de ello desarrolla Amadeo Martínez Inglés, en su libro 'El rey que no amaba a los elefantes':  
... resulta meridianamente claro a estas alturas de la película borbónica que el nuevo monarca colocado en el trono de España por Franco, con el peligro latente que en 1975 representaba todavía el ejército de extinto dictador, le dejaron hacer y deshacer a su antojo los Gobiernos democráticamente elegidos en las urnas durante la enfáticamente llamada << modélica transición>> ; sobre todo los presididos por Adolfo Suáres, Leopoldo Calvo-Sotelo y Felipe González
Fueron dominados, pues.
El monarca ha reinado y "gobernado" a sus anchas este bendito país desde noviembre de 1975. Lo pudo hacer por la gracia y la cabezonería de un militar medio analfabeto [...] que se permitió el lujo, con la peruna aceptación de millones de españoles, eso sí, de <<reinstaurar>> una monarquía obsoleta y sin sentido en las postrimerías del siglo XX , sacandose de la manga un rey 'ad hoc' y dotado genéticamente con el desastroso  pedigrí histórico de los Borbones.
En la monarquía parlamentaria 'el rey reina pero no gobierna'. Juan Carlos I gobernó siempre, principalmente hasta José María Aznar 
... lejos de ceñirse a su modesto paoel cinstitucional de rey que <<reina pero no gobierna>>, ha intrigado, conspirado, intervenido, dirigido como ha querido (tras las bambalinas por supuesto) la política de este país. Lo ha hecho apoyándose en el Ejército y en los servicios secretos castrense, con los que no dudó nunca en presionar, una y otra vez, a los dirigentes políticos democráticos de turno, que no tuvieron más remedio que <<cohabitar>> con él en la gobernación del Estado si no querían llevar al país a una nueva noche de dictadura militar.
El rey Juan Carlos I ha hecho siempre, como nos muestra y demuestra, entre otros, este autor, su voluntad non sancta, .Ya quedó dicho que un rey constitucional no puede hacer, ni mucho menos, lo que le dé la real gana, o sea, según el Diccionario de la RAE, 'querer hacer algo con razón o sin ella'. Pensemos, por ejemplo, en lo ocurrido a Aznar cuando al debutar como Presidente de España -gracias a Jordi Pujol, dicho sea de paso- pretendió algo tan justo como negarse a pagar de los fondos del Estado la partida correspondiente a una vedete como chantaje de ella a su ex amante. Yo no pago por la bragueta del rey, se dice que pronunció, pero le aconsejaron que claudicara. Y claudicó. 

 A don Juan Carlos de Borbón y Borbón se le dejó en tierra de nadie, tanto el PP como el PSOE le han dejado vivir a sus anchas, cómodamente, sin sujeción, con entera libertad. No cabe echar enteramente la culpa a ambos partidos políticos, por nefastos gobernantes que han sido, con corrupción incluida, todos sabemos que el PP se financió ilegalmente. -Jose María Aznar, recordemos una vez más, fue el creador de los sobres
 

Siguiendo esta línea de corrupción, con múltiples casos, el propio Aznar fue el creador de los sobres. Léase la noticia del  'El País' -fecha 25 de abril de 1014- titulada 'Un juez sostiene que Aznar cobró del PP sobresueldos y no justificó su finiquito'. Resulta que tuvo el atrevimiento de demandar a 'El País', en ejercicio de acción de tutela del derecho al honor, a la intimidad y a la propia imagen, reclamando al periódico una indemnización de 100.000 euros por dar la noticia de estos cobros, pero  Enrique Presa Cuesta, juez de Pozuelo de Alarcón,  falló a favor del demandado, perdió Aznar y con costas. Lo que consiguió fue la confirmación judicialde su ilegal actuación.
                                                                                

                                                                           
Pero aunque el bipartito hubiera tenido fuerza moral para controlar al Rey, inmensa era su dificultad, ya de entrada la Constitución le hace <<inviolable e irresponsable>>¡Qué carencia de sentido de democracia y de justicia! Todo ser humano ha de ser judicialmente responsable ante los Tribunales de Justicia de sus actos delictivos. No lo es en este sentido, enfoque, ¿y en cuanto a rectitud moral, a poner cuidado y atención en lo que hace y decide? Poco, desde luego, lo ha meditado; lo que su conducta pone de relieve son hechos irreflexivos e imprudentes. Cierto que el texto constitucional al disparate de hacerle tabú pone paños calientes -en este caso en la acepción de 'remedios paliativos e ineficaces'- consignado que los actos del Rey serán refrendados por el Presidente del Gobierno, y,  en su caso, por los ministros competes [...] De los actos del Rey serán responsables las personas que los refrenden. Todo esto es hablar por demás, se lo puede pasar, e indubitadamente no ha dejado de hacerlo, por el triángulo de Scarpa, una vez que la tal Carta Magna deposita en él el mando supremo de las Fuerzas Armadas. De aquí su poder, aunque en la misma no deje de hablarse de paliativos, en el Ejército, que considerará omnímodo, y que, como ya hemos leído en el coronel Martínez Inglés, le vale para presionar a los dirigentes políticos de turno. Mientras haya monarquía y el rey tenga el mando supremo del Ejército, siempre cabe el surgimiento de una dictadura militar. 

Por otra parte, y ahora que estamos de cara a separatismos, hemos de pensar lo problemático del artículo 8. A tal efecto leemos en un artículo.
Quizá para cualquier persona mínimamente informada parezca una obvuedad decirlo, pero lo cierto es que algunos colectivos militares parecen no tenerlo claro. Así que lo mejor es afirmarlo desde el principio de manera rotundaa: Las Fuerzas Armadas no pueden por sí mismas decidir cuándo procede actuar en defensa de la integridad territorial del Estado y del ordenamiento constitucional.
Y es cierto; lo analiza arrimando el ascua al elemento civil, pero esta cuestión  es imprevisible, aunque el artículo 97 del susodicho texto, que en tan gran medida es papel mojado, reza: El Gobierno dirige la política interior y exterior , la Administración civil y militar y la defensa del Estado Ejerce la función ejecutiva y la potestad reglamentaria de acuerdo con la Constitución y las leyes. Esto está bien, pero ante un Gobierno nada patriota, pusilámine y/o traidor, yo, que en modo alguno me inclino al militarismo, encontraría muy bien que el Ejército se rebelara y cuyo criterio seguiría todo buen ciudadano; sencillamente, el Gobierno tiene que recurrir a las Fuerzas Armadas cuando es necesario, no todo puede solucionarse de manera política o de manera judicial, a veces hay que hacerlo manu militari. Y no en balde el Ejército está para defender la integridad de la nación frente al exterior y frente al interior. Pensemos que Manuel Azaña, que era antimilitarista, recurrió a la Guardia Civil y a la Guardia de Asalto para reprimir la insurrección anarquista de Casas Viejas (Cádiz). O la Revolución de Asturias, en la que hubo de intervenir la Legión.  En las rebeliones y golpes de Estado no se teme a los jueces, sino a las balas.

Monarquía inservible, estéril. 

viernes, 18 de diciembre de 2015

Una alcarreña celebérrima con Pastrana al fondo

La princesa de Éboli
No hay leona más fiera ni más cruel que una  linda
dama, y como tal se ha de huir. -Antonio Pérez -    
                                                  
Varias son las hipótesis que se sustentan para presentarla como amante del Rey, las cuales Marañón relaciona y comenta en su biografía sobre 'Antonio Pérez', mas todas ellas, como considera el autor, sin valor probativo. Dejando lo hipotético, pasemos a puntos firmes, a lo concretado por la Historia. 

Ya por Marañón, ya por Layna Serrano (médico también, nacido en la aldea de Luzón (Guadalajara, y cronista de esta ciudad, que escribió 'La Historia de los Mendoza'), de cuya mano dice Marañón ir en las notas biográficas sobre 'los individuos de la poderosa Casa de los Mendoza de Guadalajara, que en su mayoría eran perecistas', ya por las crónicas he estudiado dicho linaje del que en algún artículo me he ocupado y en algún futuro me ocuparé.

Don Diego Hurtado de Mendoza, conde de Mélito, y doña Catalina de Silva, hermana del conde de Cifuentes, tuvieron de su matrimonio, como único vástago, una hija: Juana o Ana pues en la partida de bautismo figura el nombre de Juana. Ella usó siempre el de Ana.y durante muchos años empleó como primer apellido el segundo por lo que suele ser conocida como doña Ana de Silva.

Nació en Cifuentes, el 26 de junio de 1540, porque su madre quiso que fuera alcarreña. Su padre llegó a ser virrey de Cataluña y de Aragón. Felipe II le hizo miembro de su Consejo de Estado y le elevó a príncipe de Melito y a duque de Francavila.. La circunstancia, ya apuntada, de ser hija única, materialmente siempre favorecedora porque no hay que repartir la hijuela, dio motivo a que reuniera títulos y mercedes de las casas de Medinaceli, de Cifuentes y del Infantado.

El Rey la casó a la edad de doce años con don Ruy Gómez de treinta y seis y consumaron el matrimonio siete años después. Como si quisieran recuperar este tiepo perdido, tuvieron diez hijos en poco más de doce años. Ruy era segundón de Francisco de Silva y de doña María de Noreña, señores de Ulme y de la Chamusca, aunque no estaban muy sobrados, que digamos, de pecunia numerata. El "afortunado" había de ser Gómez como amigo del príncipe. Le introdujo en la Corte su abuelo materno Ruy Teélez de Meneses, que era Mayordomo Mayor de Portugal. Fue menino -leemos en una biografía de la Éboli- en la servidumbre de la Emperatriz, quien más adelante, cuando el muchacho no había cumplido aún los once años, encargoóle de asistir al príncipe don Felipe, creciendo a su lado y haciéndose amar del futuro reypor su acomodaticio carácter y discreción. De su discreción da fe Santa Teresa en su libro 'Fundaciones' : que los trabajos -escribe- en que le puso doña Ana cuando fue a Pastrana se los allanó el apacible portugués -Éboli- con su cordura que era mucha. 

Al ocupar el trono don Felipe, nombró a su acompañante de juegos infantiles consejero de Estado y Contador Mayor de Castilla, dándole más tarde el título Príncipe de Eboli.. Ya en posesión de este título, a pesar de lo muy halagado, o quizás por ello mismo, que se sentía como prícipe italiano, vendió sus fincas en Italia y las adquirió en España en tierras de la Alcarria. El monarca le hizo Grande de España  con la denominación de duque de Estremera. Lo cambió en 1572 por la de duque de Pastrana. y allí fundó su casa y mayorazgo. 

La 'Historia de Pastrana', de Mariano Pérez Cuenca, nos informa cómo el César Carlos I, con bulas de los pontífices Clemente Clemente VII y Paulo III, vendió, en 1541, Pastrana a doña Ana de la Cerda, esposa de don Diego de Mendoza, conde de MélitoEl precio fue de diecinueve millones cuatrocientos seis mil novecientos veintidós maravedises , tasando cada vecino a razón de dieciseis mil maravedises uno con otro, incluidos los clérigos. La escritura comprendía también los pueblos de Escopete y Sayatón. Muerta doña Ana de Lacerda, lo compró, hacia 1566, el Príncipe de Éboli. 

Murió éste el 28 de julio de 1573 y Ana -más obediente que Ofelia a Hamlett cuando le manda irse a un convento- se dirige a la fundación teresiana de Pastrana <presentándos -escribe Marañón- ante la turbulenta muchedumbre pueblerina ya en hábito, que, por no esperar a que le hicieran el suyo, era del padre Mariano, gran enemigo de las mujeres, según nos cuenta Santa Teresa>. Nadie le había mandado al convento. <Es de presumir -seguimos a Marañón- que durante lla enfermedad del príncipe que fue muy breve, la imaginación turbulenta de doña Ana urdió este golpe de teatro. Este golpe efectista nos hace recordar el de Paulina Bonaparte, cortándose el cabello y cometiendo otras excentricidades al morir su marido el general Leclerc sin que tales demostraciones fueran obstáculos para continuar en seguida coleccionando amantes y contraer segundas nupcias. La princesa de Éboli no contrajo segundo matrimonio, pero ... 

La pricesa monja.

¿Cuál fue la conducta en el convento? La de una inadaptable en constante pugna con la Comunidad; resultó rofética la exclamación de la priora sor Isabel de Santo Domingo: ?¿La princesa monja?, ya doy la casa por deshecha...'.  Ante el desbarajuste que promoviera, se comprende que el Rey no podía acceder a la petición que le hiciera -en carta dirigida desde el convento se firmaba Ana de la Madre de Dios- de eximirle de las obligaciones impuestas por el testamento de su marido al nombrarla tutora de sus hijos y administradora de su hacienda, porque había decidido profesar. En otra carta insistirá en su propósito: este es vivir y morir en el hábito que tengo y en esta casa, por haberla fundado mi marido. Mientras tanto los superiores de la Orden pedían al monarca obligase a la Éboli a abandonar el convento. Felipe II dio la carta a su secretario Mateo Vázquez para que la examinase en el Consejo de Castilla. 'Al fin obligaron a exclautrarse a la turbulenta señora a los seis meses de su monjio' (Marañón). 

Como desde su palacio de Pastrana contin molestando a las monjas, Santa Teresa solicitó de los prelados que las carmelitas abandonaran el convento de Pastrana y se fundase uno en Segovia. En este fueron recibidas las monjas de Pastrana por Teresa de Jesús y la comunidad segoviana. La princesa consigue del provincial de la Orden de San Francisco que el desocupado convento le ocupara una comunidad de franciscanas concepcionistas. 

En la Corte ya viuda.