jueves, 22 de septiembre de 2016

La religión en la Edad Media (y siempre)

Cuando Dios creó el Mundo vio que era bueno,
¿Qué dirá ahora?  - George Bernard Shaw -

Este 'ahora' alcanza toda la Cronología, pues, como dice Enrique Santos Discépalo, "Que el mundo fue y será / una porquería, ya lo sé".

La Religión fue el referente de la Edad Media, pero, en su cumplimiento, fue, como lo ha sido siempre, una filfa. No dejaba, por ejemplo, de haber esclavos, los cuales exclamaban a sus dueños: El Señor tendrá misedicordia de aquel que la tenga de los esclavos. Tristísima fue la situación de los saracenos de ambos sexos, más aún que la de los judios.

Los siglos XIII, XIV y XV se caracterizaron por el desbordamiento de los vicios, afectando éstos tanto a los seglares como a los clérigos. Se trató de corregir la vida golfa de los sacerdotes, a tal fin vino a España el cardenal Juan Alegrín, obispo de Sabina, legado apostólico de Gregorio IX, que convocó en Valladolid a los obispos de Castilla y de León, celebrando concilio nacional. en el que se dispuso que los clérigos se separasen de sus concubinas y, asimismo, se les mandó usar trajes sencillos y moderación en la bebida, mientras, por otra parte, a las monjas se procuró cesaran algunos desórdenes que ocurrían en sus comunidades. Fue en balde, continuaron los males hasta bien entrado el siglo XV. Como excepción estaban las órdenes mendicantes (franciscanos y dominicos), virtuosos en el siglo XIII.


Predicar con el ejemplo.

En Castilla los clérigos tenían su barragana, o amante oficial, y Pedro I expidió un ordenamiento que que publicó las cortes de Valladolid -1335- imponiendo a tales mujeres usar un vestido especial para denotara su bajeza. El preámbulo de este ordenamiento dice en castellano actual:

Otros, a lo que dicen que en muchas ciudades y villas y lugares de mi señorío, que hay muchas barraganas de clérigos, así públicas como clandestinas, que andan muy sueltamente y sin regla, ostentando perlas de gran valor con adornos de oro y plata, de tal manera que con la ufanía y la soberbía que se traen no reverencian ni honran a las mujeres honradas, ni a las casadas, de lo cual se origina a veces peleas y contiendas y dan lugar a las solteras de cometer maldades contra los establecimientos de la Iglesia, de lo cual se siguen grandes pecados y daños a las de mi señorío, y pidiéndome merced y ordenase y mandase a las barraganas de los clérigos que traígan paños rayadillos de ipre (Y pres, en Bélgica) sin adorno alguno, para que sean conocidas y apartadas de las mujeres honradas y casadas...

Maldito el caso que hicieron tales parejas de los curas, cual las cocottes de la Edad Contemporánea, compitieron en lujo con toda mujer pudiente, viéndose Juan I de Trastámara, sobrino natural del citado Pedro de Castilla, hijo de Enrique el Bastardo, el Fraticida, el de las Mercedes, a disponer que las barraganas exhibieran en su traje una señal de mancebas, 'porque sean conocidas entre las casadas, que esto era en gran servicio de Dios [más bien sería del cura], y con ello algunas mujeres se excusarían de pecar. Tal señal, que había de llevarse en sitio muy visible, consistía en 'un prendedero de paño bermejo, tan ancho como de tres dedos'.

Si se les permitía a los curas tener barragana, que no esposa, -para los seglares fue en algún tiempo 'esposa legítima, aunque de condición inferior a la del marido y a la que las leyes no reconocían los mismos derechos civiles que a la esposa principal'-, en la confesión, y no existiendo el confesionario, se colocaba un biombo de separación entre el sacerdote y la mujer. Ésta se confesaba sentada, no así el hombre, el había de arrodillarse a los pies del clérigo.Con el tiempo, éstos hicieron arrodillarse hasta a las reinas.

Grandes limosnas y donaciones se hacían a los hospitales y  monasterios, ya por espíritu cristiano, ya por desagravar a Dios, ya por darse tono. Estaba muy arraigado el sentido clasista, con base en la soberbia, antes que contraer matrimonio con persona de menos categoría, un noble tronado, una viuda, una soltera frustada en sus aspiraciones, se metían en un monasterio. O le fundaba, tal el caso de la viuda de Jaime II, doña Elisanda de Moncada, que despreciando enamorados, optó por fundar el monasteruio de Pedralbes, cerca de Barcelona, y ser su abadesa.


Religión a la carta. 

El Cristianismo podría ser bueno, si alguien
intentara practicarle. - George Bernard Shaw -

El relajo, la laxitud, era enorme, pese al rigor con que eran castigadas el incumplimiento de la práctica externa de la religión. El Ordenamiento de las Tafurerías, que Alfonso X mandó componer, condena al que blasfeme en la timba, a excepción del que sea fijodalgo, y el castigo es: 12 maravedis la primera y la segunda vez, y a dos dedos de lengua cortados de través, la tercera. Para los tahures eran 30 y 50 azotes, las dos primeras veces, y a la tercera la misma mutilación de la lengua que los hidalgos. En cuanto a las herejías Fernando III el Santo mandó marcar con un hierro candente a los maniqueos, luego serían condenados a la hoguera. Y se culminaría la Edad Media con las hogueras de la  """Santa"""  Inquisición. ¡Y en nuestros días se llegó a pensar en elevar a los altares a Isabel la Católica!

Pero para los reyes no era tan importante la contrición. Jaime I, en vísperas de ir a conquistar el reino de Murcia, que entregaría a su yerno Alfonso el Sabio, se confiesa, revelando al confesor que su único pecado es su amacebamiento con con doña Berenguela de Molina, entonces Fray Arnaldo de Segarra le niega su absolución, pues carece de propósito de la enmienda, y recibe esta contestación: 'que tan buena obra como es conquistar aquel territorio y devolverlo a los cristianos algo le ha de valer'. Se ha señalado el siglo XII como el de las virtudes de la fe y la lealtad; en el XIII se ha añadido la justicia y, como complemento de ésta, la insensibilidad. Y nada cambió en el siglo siguiente.

Perfectamente pinta Juan Ruiz, Arcipreste de Hita, en 'El libro del buen amor', la inmoralidad reinante en Castilla durante el siglo XIV: 'la pelea que hubo el Arcipreste con don Amor; lo que le aconteció a D. Pitas Payas, pintor de Bretaña; el ejemplo de la propiedad que el dinero da; los consejos para no abusar del vino tinto y blanco; el castigo que leimpuso Doña Venus; sus amores con doña Endrina, las serranas, las moras y las monjas, la portentosa pelea gastronómica de don Carnal (Carnaval) y doña Cuaresma, constituyen otros tantos preciosos testimonios para penetrar en el fondo de aquella sociedad.

Edad Media con la Religión como referente, sí, pero con costumbres bárbaras y enorme inmoralidad Como refiere un viejo texto de historia, 'poco había de pesar la caridad ni la honestidad en un siglo "tan eminentemente político" como el XIII, y menos aún la vergüenza. La cultura in illo tempore la pinta así Raimundo Lull:

Toda la ciencia del caballero ha de consistir en aprender desde niño a saber montar a caballo; el rey Sabio se contenta con recomendar que los escuderos, aspirantes a caballeros,practiquen sobre todo la equitación reduciéndose la sabiduría a un poco de lectura y escritura, y a recitar los mandamientos de la ley de Dios, el Padrenuestro, los artículos de la fe y alguna otra oración o plegaria.

Estos nobles tan épicos con hacer la guerra tenían bastante, y ello cuando no se la daban al propio rey. Ya los Reyes Católicos -entre lo bueno que hicieron, dejemos lo malo- fue obligarles a no ser tan incultos y estar plenamente sometidos a la corona real.

jueves, 15 de septiembre de 2016

Acerca de la Religión, el hombre, la vida y la muerte (A través de la Filosofía y Literatura - Retazos)

Decidme ¿qué es el hombre? ¿De dónde viene ¿ ¿A dónde va?
¿Quién habita allá arriba, sobre las estrellas de oro? Las ondas
murmuran su sempiterno arrullo, supla el viento, vuelan las
nubes, los astros centellean fríos e indiferentes. Y, entretanto,
un pobre necio espera que se le conteste.  –Enrique Heine-  

Dice Unamuno en su nivola ‘San Manuel Bueno, mártir’ que todas las religiones son verdaderas en cuanto hacen vivir espiritualmente a los pueblos que la profesan, en cuanto les consuelan de haber tenido que nacer para morir. Unamuno era un obseso de Dios y de la muerte. De la muerte, como tantos poetas, porque esa postrimería tiene un gran relieve en la poesía española; en ella está enclavada esa joya que a decir de Menéndez Pelayo ‘debiera estar escrita con letras de oro’. Y nos referimos a la composición de Jorge Manrique a la muerte de su padre el maestre de Santiago don Rodrigo Manrique, la cual empieza así:
Recuerde el alma dormida,
avive el seso y despiertee,
contemplando
cómo se pasa la vida,
cómo se viene la muerte
tan callando.
Sí, nuestro alma está dormida, y nuestro seso entumecido. Aberrantemente llegamos a pensar en la juventud que tenemos mucho tiempo por delante hasta llegar a la vejez. Sólo ésta tiene la experiencia de la brevedad de la vida, de la vertiginosa velocidad del tiempo. Pudimos haber leído en nuestra juventud sobre ello; yo, por ejemplo, en mi adolescencia leí ‘De la brevedad de la vida, de Cicerón, y otras obras al respecto, pero rechazando imaginativamente tal idea de corta vida y de que el tiempo vuela a velocidad supersónica. La juventud carece de buena visión para captar estas realidades; dice Paul Sartre que siempre se mueren los otros, y parafraseándole podemos asegurar que en la opinión del joven únicamente son viejos los otros, su gran miopía para alcanzar a ver que se llega a la senectud y no tardando.

En nuestro otoño empezamos a percatarnos de que la juventud no está, por desgracia, estancada, así lo mira Rubén Darío en su poema ‘Canción de otoño en primavera’.
Juventud, divino tesoro,
¡ya te vas para no volver!
Cuando quiero llorar, no lloro…
y a veces lloro sin querer.
Indefectiblemente, todos lloramos la juventud perdida. Para el gran tribuno Emilio Castelar, en su ‘Vida de Byron’ considera que la juventud es una grande enfermedad. Sobra el tiempo y se desperdicia. Se mira al horizonte, se le ve dilatado, infinito,; y no se ven las sombras que lo manchan, ni las tempestades que relampaguean por todos sus bordes. A la vida de la familia, sustituye la amistad; a la tranquilidad, el amor; a la inocencia, las pasiones. Cuando crecemos, cuando adelantamos en la vida, viene la serpiente a echarnos del Paraíso. Acaso lo más aceptable de la vida sea la juventud, cuando puede verse, y se ve, la vida bella. El filósofo por antonomasia del pesimismo, Schopenhauer, así lo entiende al escribir las líneas siguientes:

Basta mirar desinteresadamente a todo hombre, a toda escena de la vida, y reproducirlos con la pluma o el pincel, para que en seguida aparezcan llenos de interés y de atractivo, y realmente dignos de envidia. Mas si nos hallamos en pugna con esa situación o somos ese hombre mismo, entonces, como suele decirse, sólo podría soportarlo el diablo. Tal es el pensamiento de Goethe:

Entre todo lo que nos apena en la vida la pintura nos place…

Cuando yo era joven, hubo un tiempo en que me esforzaba sin cesar en representarme todos mis actos cual si se tratase de otro; probablemente, para mejor gozar de ellos.
Las cosas no tienen atractivo más que en tanto que no tocan a nosotros. La vida nunca es bella, y sólo son bellos los cuadros de la vida cuando los ilumina y refleja el espejo de la poesía, sobre todo, en la juventud, cuando aún no sabemos que es vivir.

Para nuestro filósofo, el mundo es el infierno, y los hombres se dividen en almas atormentadas y en diablos atormentadores. Y, bueno, pues ya sabemos la pintura que a lo largo de su obra hace de la vida.

En opinión del filósofo danés Soren Kierkiegaard, aunque en verdad todos estamos igualmente desesperados, las personas que estudian a vida son las que verdaderamente experimentan la desesperanza. Quienes no estudian la vida no sienten la desesperación y se creen más contentos.

A la cabeza de los que se suele citar como pesimistas están: Thomas Hobbes, David Hume, Inmanuel Kant, Federico Nietzsche, Heidegger, Juan Pablo Sartre, Voltaire… Pero hay un incontable número escritores pesimistas. Lord Byron dice: No soy pesimista. Soy un optimista bien informado. Por citar un gran autor de nuestros días, lo haré de Antonio Gala, el cual hace gala de su lucidez al afirmar que el optimismo bien podría ser una cuestión de ignorancia, que la información que nos llega sobre el mundo exterior obliga a ser pesimista. Nada más claro; veamos que el ignorante y de muy limitado intelecto suele ser más alegre e incluso feliz a poco bien que tenga

La religión es cuestión de fe. Tertuliano, escritor y doctor de la Iglesia latina sentencia:: Credo quia absurdum, creo porque es absurdo, y se refiere a la existencia de Dios. No podemos creer en Él a través de la razón

La Fe no deja de oscilar entre la creencia y la duda, el poeta Amado Nervo, que define a dios como el Sublime Desconocido, expone: Y a pesar de mi fe, cada día evidencio que detrás de la tumba ya no hay más que silencio. El susodicho Unamuno manifiesta en su ‘Salmo II’:
Fe soberbia, impía,
la que no duda,
la que encadena a Dios a nuestra idea.
[…]
la vida es duda,
y la fe sin duda es sólo muerte.
Y es la muerte el sustento de la vida,
y de la fe la duda.
Proclama:La fe que aparece inquebrantable, inconmovible, rectilínea, es hija de la ignorancia o es hija del fingimiento. El que no duda, no cree.

En su libro ‘Mi religión y otras ensayos breves’ escribes este profundo razonamiento:

Confieso sinceramente que las supuestas pruebas racionales de la existencia de Dios no me demuestran nada; que cuantas razones se quieran dar de que existe un Dios me parecen basadas en paralogismos y peticiones de principio… Nadie ha logrado convencerme racionalmente de la existencia de Dios, pero tampoco de su no existencia. Los razonamientos de los ateos me parecen de una superficialidad y futileza mayores aún que los de sus contradictores. Y si creo en Dios, o por lo menos creo creer en Él, es, ante todo, porque quiero que Dios exista.

Más adelante y concretamente en torno a la muerte expone:

El que uno no crea que haya Dios ni que el alma sea inmortal me parece respetable; pero el que no quiera que la haya me repugna profundamente. “Que un hombre no crea en la otra vida, lo comprendo, ya que yo mismo no encuentro prueba alguna de que sea, pero que se resigne a ello, y, sobre todo, que hasta no dese más que esta y rechace la otra, eso sí que no lo comprendo”.

Pero un tema es Dios, y otro muy distinto los feligreses y el clero, así lord Byron dirá en su ‘Don Juan’, canto XV: Si alguna vez Dios fue Hombre, o si alguna vez un hombre fue Dios, Jesucristo fue uno y otro, jamás he censurado a los que en Él creen, sino el uso y el abuso que de tl creencia se ha hecho. El mismo Unamuno no se sentía muy clerical, que digamos, y es lógico y natural en quien conozca plus minusve, más o menos, la Historia en general, y en particular la de la Iglesia Católica, ésta tiene demasiadas manchas y crímenes en sus anales. Él sostiene que muchos creen que es buen camino para llegar al cielo romperle la cabeza al hereje aunque sea con el mismo crucifijo. Por otra parte apunta que cuando uno va a misa, la congoja espiritual viene al tener que aguantar las estupideces que está diciendo el clérigo de turno.

San Pablo en su Carta 1ª a los Corintios, donde hace esa bellísima definición del amor, versión caridad, cuatro versículos después: Al presente no vemos a Dios sino como en un espejo, y bajo imágenes oscuras, pero entonces lo veremos cara a cara. Yo no lo conozco ahora sino imperfectamente; mas entonces lo conoceré con una visión clara, a la manera que soy yo conocido.  Retomamos el tema de la duda y continuando en el criterio de Schopenhauer, quien, tras denostar a la religión judía, rechaza de plano nuestra inmortalidad. En su ‘Historia de la Filosofía’ podemos leer

 El elemento esencial de una religión, en cuanto tal, consiste el la seguridad que nos da de que nuestra existencia propiamente dicha, no se limita a nuestra vida sino que es infinita. […] La verdadera religión judía, tal como se presenta y enseña en el Génesis y todos los libros históricos hasta la Crónica. Es la más grosera de todas las religiones, porque es la única que carece en absoluto de la doctrina de la inmortalidad y de todo rasgo de ella.  

Lo  fundamental será si le importamos a Dios o no; Schopenhauer lo interpreta así:

Hay dos puntos que preocupan, no sólo a todo hombre que piensa, sino también a los partidarios más decididos de cada religión, y en los que,  por eso, residen la fuerza y el sostén de las religiones. En primer lugar, la significación moral transcendente de nuestra conducta; en segundo, nuestra continuidad después de la muerte. Cuando una religión ha cuidado bien estos dos puntos, el resto es accesorio. Por eso, examinaré el teísmo en relación con el primer punto, y después con el segundo.

Transcribo de éste lo esencial:

Con el teísmo, nuestra continuidad después de la muerte no se encuentra en una postura mucho mejor que la libertad de la voluntad. Lo que ha sido creado por otro, ha tenido un comienzo de existencia. El que ahora, después de no haber existido un tiempo infinito, deba continuar durante toda la eternidad, es una hipótesis excesivamente audaz. Si en mi nacimiento, vine y fui creado de la nada, es muy probable que, en la muerte, vuelva a ser nada. Duración infinita a parte ‘a parte post’, y nada ‘a parte ante’ no concuerdan.

Bien, dejemos al filósofo filosofando y pasemos a la afirmación que Castelar hace en esas bellas páginas que dedica al cementerio de Pisa, y que dice: … lo que creemos inmortalidad [es] una ilusión; sólo hay de real, de seguro, la muerte; y la historia humana es una procesión de sombras que pasan como los murciélagos entre el día y la noche, para caer todas, unas tras otras, en ese abismo oscuro, vacío, insondable, que se llama la nada, atmósfera única del universo. Queda evidente que no cree en el Más Allá, no hay otra vida, no hay otro mundo. En la citada biografía del igualmente  citado poeta presenta la muerte como algo que nos va a sorprender en nuestra existencia:

Creéis que es imposible morir. Pero un día, en la primavera de la vida, en la flor de la adolescencia, empezáis por ver morir una de las personas más queridas, la joven que habéis amado, la madre de cuyo santo seno habéis recibido el calor de la vida, el amigo con quién habéis compartido vuestras alegrías. Ese contrasentido de la muerte os hiere en mitad de la frente y en mitad del corazón. Lo que más admira en presencia de un cadáver es la facilidad con que mueren los seres. Lo que más extraña es la continuación de vuestra vida, después de la desaparición de aquellas vidas sin las cuales creíais imposible respirar. Pero si no morís de pronto en esas horas supremas de las separaciones eternas, comenzáis a morir.

Como estima la pintora y escritora rusa María Bashkirtsef, una vida que acaba en la muerte está llena de amargura. Hay, además, vidas verdaderamente patéticas, en personas vulgares y en relevantes. La de ella fue en verdad dolorosa, triste, como queda reflejado en ‘Diario de mi vida’, en el que estampa las siguientes líneas: ¡Cuando pienso que vivimos una sola vez y que cada minuto nos acerca a la muerte, me siento enloquecer¡ Hizo un gran empleo de su vida, pero se truncó ésta a los a sus veinticuatro años. Previniendo que se aproximaba lo muy cercana que tenía su muerte, dada su enfermedad, quue no su edad, exclama: ¡Vivir, tener tanta ambición, sufrir, llora, combatir, y al fin… el olvido… Como si yo nunca hubiera existido ¡

Veamos su idea y/o creencia de Dios, que huelga decir, coincide con numerosos autores:

… Toda la semana he trabajado honradamente hasta las diez de la noche del sábado. He vuelto y me he puesto a llorar. Hasta ahora me he dirigido siempre a Dios, pero como no me hace el menor caso, no creo, casi.
Solamente los que han experimentado este sentimiento comprenden todo su horror. No es que quiera predicar la religión por virtud. Pero Dios es una cosa muy cómoda. Cuando no hay a quien dirigirse, cuando se carece de recursos, queda Dios. Esto no compromete a nada y no inquieta a nadie, y se tiene un consuelo supremo.
Exista o no, debe creerse absolutamente en Él, o si no ser muy feliz; entonces puede no hacer falta. Pero en el pesar, en la desgracia, en todas las cosas desagradables vale más morir que no creer.
         
Insisto en que sobre la vida y la muerte se ha escrito en clave pesimista casi en su totalidad. Incrementado el tema, paso a recordar que el actor inglés Charles Chaplin escribió este aserto: La vida ha dejado de ser un chiste para mí, no le veo la gracia. Y en cuanto al nacimiento: Algo hay tan inevitable como la muerte, y es la vida. Calderón de la Barca,  en su drama  ‘La vida es sueño’, hace decir al príncipe Segismundo que el mayor delito del hombre es haber nacido. Pero de este delito no tiene culpa ningún hombre. Uno de los aforismos morales de Séneca dice: Nadie aceptaría la vida si al tiempo de recibirla tuviese entendimiento. El susodicho Castelar y Ripoll, apud ‘Recuerdos de Italia’, escribe: Nacemos y morimos tan desgraciados, que nos parece mentira el cumplimiento de un deseo, mentira la realización de una esperanza, como si triste experiencia nos hubiera enseñado que solamente es en el mundo verdad es dolor.

Miedo a venir a la Vida no podemos tener, nada sabemos de este viaje, pero el que indefectiblemente hemos de emprender desde este Más Acá al Más Allá,  este <ser para la muerte>, de Heidegeer, es aterrador de por vida. Algún que otro autor trata de dorar la píldora, más bien eclesiásticos –en su ministerio u oficio está-, pero ya hemos visto algo de cómo hiere. No quiero dejar de poner de relieve que también en ellos hay protestas de esta vida; ahora bien, polarizadas en la humanidad, así, por ejemplo, Baltasar Gracián. También Fray Luís de Granada en ‘Guía de Pecadores’ He aquí lo que ve desde la atalaya de la atalaya:  
        
… sube tú ahora, hermano, a este mismo monte y extiende un poco los ojos por las plazas, por los palacios, por las audiencias y por las oficinas del mundo, y verás ahí tantas maneras de pecados, tantas mentiras, tantas calumnias, tantos engaños, tantos perjurios, tantos robos, tantas envidias, tantas lisonjas, tanta vanidad y, sobre todo, tanto olvido de Dios y tanto menosprecio de la propia salud, que no podrás dejar de maravillarte y quedar atónito al ver tanto mal.

Verás maltratados inocentes, perdonados los culpados, menospreciados los buenos, honrados y sublimados los malos; verás los pobres y humildes abatidos y poder más en todos los negocios el favor que la virtud.
   
Estamos hasta la coronilla hartos de ver a la llamada ‘inútil casta política’ de nuestros días conceder a sus familiares y amigos importantes cargos a dedo, y aun siendo éstos no idóneos para ocuparlos. Honrar y sublimar la maldad está a la orden del día, ver que el Gobierno condonó deudas a estafadores de Hacienda. O que el presidente del Gobierno, bajo el disfraz de oponerse a la corrupción, la encubre, así, por ejemplo, aquel ridículo exclamar de Rajoy: ‘Rita, tú eres la mejor’. Pues si es la mejor, ¿cómo será la peor? O su defensa y aliento a su amigo, protegido y hombre de su confianza, Luís Bárcenas, de lo que aún debe explicación. ¡Y este manantial que no cesa de corrupción del Partido Popular! Corrupción por robos, corrupción de todo tipo. Notorio es que el mismo partido político se halla siendo investigado y que tanto más comprometida va a ser su situación si no sigue gobernando. ¡Y que baldón para España que tras haber quedado el PP en pelotas moralmente, y visible que no cabe peor moral, continuara gobernando! Con él hemos visto lo que añade nuestro fraile dominico, que todo debe a la protección de Iñigo López de Mendoza:

Verás vendidas las leyes, despreciada la verdad, perdida la vergüenza, estragadas las artes, adulterados los oficios y corrompidos en muy gran parte los Estados.

¡Cuán visto lo tenemos en este siglo XX y lo que va del XXI!, tan magistralmente pintado por Enrique Santos Discépolo en su tango ‘Cambalache’: ‘…que el siglo XX / es un despliegue / de maldad insolente, / ya no hay quien lo niegue. […] Hoy resulta que es lo mismo / ser derecho que traidor, / ignorante, sabio o chorro, / generoso o estafador… / ¡Todo es igual! / ¡Nada es mejor! /Lo mismo un burro / que un gran profesor.

Verás a muchos perversos –continúa Fray Luís de Granada- y merecedores de grandes castigos, los cuales, con hurtos, con engaños y con otras malas maneras, vinieron a tener grandes riquezas, y a ser alabados y temidos de todos.

En esta situación están en primer plano hoy día los políticos, éstos eligieron la política –así lo han declarado algunos y lo han demostrado todos- para enriquecerse. ¡Menuda vocación! Desvergüenza al canto. Se asignan exorbitantes sueldos y encima roban. Y en esto de robar, sálvese el que pueda.        
           
No buena idea se desprende que tiene de este mundo Santa Teresa de Jesús al definir así nuestra existencia: La vida es una mala noche pasada en una posada. Es muy parecida a la definición de Castelar: El mundo es para el hombre una tienda de campaña levantada en un instante para albergarle un día.

Pertenecer al clero regular o al diocesano quiero recalcar- no es, ni mucho menos, garantía de honradez y de buenos sentimientos como cree el vulgo, aunque ya no tanto, y ellos se esfuerzan en aparentar. Recordemos que la Celestina era trotaconventos y, asimismo, los meapilas que existen verdaderos bichos. Por encima de la fe están las buenas obras –el Catecismo dice han de acompañar a la fe para salvarnos- , por encima de la fe la otra virtud cardinal, la caridad, que ésta radica en el Más Acá y está muy escasa, lo que generalmente se practica es devorar al semejante; a tal efecto dice José Cadalso en una de sus ‘Cartas Marruecas’, que apenas pueden llamarse hombres los que no cultivan la razón, y sólo se valen de una especie de instinto que les queda para hacer daño a todo cuanto se le presente, amigo o enemigo, débil o fuerte, inocente o culpado.

He versado algo sobre Religión, quizá un día lo haga de Filosofía para lo que también, siendo sus tres pilares Dios, el mundo y el ser, es fundamental nuestra aniquilamiento terrenal, la muerte –según Schopenhauer- es el genio inspirador, el musagetes de la filosofía… Sin ella, difícilmente se habrá filosofado. Y cuando habla de Religión empieza diciendo:

No cabe duda; el conocimiento de la muerte, la consideración del sufrimiento y de la miseria de la vida son los que dan el impulso más fuerte al pensamiento filosófico y a las interpretaciones metafísicas del mundo.
Si nuestra vida no tuviese límites ni dolores, tal vez a ningún hombre se le hubiese ocurrido la idea de preguntarse por qué existe el mundo y se encuentra constituido precisamente de esta manera; todo se comprendería por sí mismo.
Así se explica también el interés que nos inspiran los sistemas filosóficos y los religiosos.

Opina Voltaire que si Dios no existiera, sería necesario inventarlo. Quizá sí existe, quizá lo inventamos. Pero yo pienso con Pascal que: prefiero equivocarme creyendo en un Dios que no existe, que equivocarme no creyendo en un Dios que existe. Porque si después no hay nada, evidentemente nunca lo sabré, cuando me hunda en la nada eterna; pero si hay algo, si hay Alguien, tendré que dar cuenta de mi actitud de rechazo.

martes, 6 de septiembre de 2016

En torno a la patética vida de la princesa Blanca de Navarra (Primera esposa del Príncipe de Asturias llamado a ser Enrique IV de Castilla) y su triste entorno

En esta evocación del tercero de los hijos de Juan II de Aragón y de Blanca I de Navarra, he de consigna en primer lugar, y con relación al título, que no llegó a ser reina de Castilla y León, como algún texto que otro hace creer, induciendo a error a quien no es suficientemente impuesto en Historia de la Edad Media, ya que grosso modo anotan que la primera esposa de Enrique IV fue Blanca de Navarra. A tal efecto puntualizo que el obispo de Segovia, Luís de Acuña, realizó sentencia de nulidad matrimonial de los príncipes, la cual fue confirmada, en delegación del paa Nicolás V, por don Alfonso Carrillo, el violento arzobispo de Toledo, en noviembre de 1453, y e fallecimiento de Juan II de Castilla fue el 21 de julio de 1554. Por unos ocho meses no llegó Blanca de Navarraa ser reina consorte de Castila y León Sí puede decirse con toda propiedad histórica que se casó con Enrique IV la princesa Juana de Portugal, ello, además, le sedujo irresistiblemente. Refiere José Calvo Poyato, en su "Enrique IV el Impotentey el final de una época"que alguna fuente contemporánea señala  [Crónica anónima de Enrique V de Castilla] que la novia portuguesa fue informada de la supuesta impotencia de Enrique IV de Castilla, que ella se daba como cosa probada, así como que había conseguido el divorcio con malas artes, por lo que su anterior matrimonio continuaba siendo siendo válido mientras  que la esposa repudiada viviese. Apesar de todas estas advertencias, 'doña Juana ovo tangrandeseo de reynar en estos reynos que respondió a rey su hermano , que pues el rey don Enrique plazíz, ella era muy contenta de casar con él, no obstante la cosas ya dichas. Y, bueno, pues de la boda se encargó el monarca, enviando a Lisboa a su capellán Fernán López del Orden, tesorero de la iglesia de Segovia. 
Primera boda con doña Blanca. 

El 12 de septiembre de 1436 Juan II como rey de Navarra -realmente la reina propitaria es Blanca I de Navarra, pero él tiene el prurito de ostentar coronas, y así para seguir en la de dicho reino no vaciló en eliminar a sus hijos Carlos y a Blanca -como veremos más adelante- anuncia el acuerdo de paz con Castilla basado en el concierto matrimonial de su hija Blanca con nrique. Al ser familia, el papa, Eugenio IV, otorga la dispensa el 18 de de diciembre. Ambos príncipes tienen doce años de edad, por lo que se fija para que consumen el matrimonio la llegada de los quince. Así el quince de septiebre de 1440, en Valladolid, Monasterio de San Benito, se celebra la boda, siendo el cardenal don Pedro Cervantes, obispo de Ávila, quien ofició la misa, y los padnos e almirante Enriquez y doña Beatriz, nieta de Pedro I de Portugal y de la malograda doña Inés de Castro [la de "reinar despuésde morir"]. La noche de la boda fue de verdadero disgusto: Conforme la costumbre de la época en Castilla, hubo tres notarios tras la perta de la alcoba del nuevo matrimonio en espera de que al día siguiente les fueraentregada la sábana con manchas de sangre, testimonio dematrimonio consumado. La sábana no lo indicó, y los cronistas refirieron que la boda se hizo quedando la prncesa tal cual nació., de que todos tuvieon gran enojo. No obstante, duraron las fiestas muchos días, pese a que el fiasco las ensombreciera. 

Segunda boda con Juana de Portugal. 
Ante tan amarga experencia de la noche e boda y,, por si fuera poca, la de todas las noches de sus dce años de matrimonio, cuando contrae segundas nupcias evitará don Enrique que se pupularice su impotencia con la esposa, y para ello deroga la ley de los notarios, dejando la noche de boda para su intimidad. Sin embargo, en esta segunda boda los comentarios tampoco faltan, empezando por por su misma madrastra que se indignaba de cómo Enrique trataba a su mujer -ambas eran primas- al no poder copular con ella tampoco. La segunda esposa de Juan II de  Castilla, Isabel de Portugal -se casaron en Madrigal de las Altas Torres el 17 de agosto de 1447- conoce el fracaso matrimonial, en la faceta cama, de su hijastro con Blanca. Éste no sentía, dicho sea de paso, la menor simpatía por la mujer de su padre, y cuando ocupó el trono la internó -con sus dos hermanastros, Isabel y Alfonso, que tanta guerra le darían, y se la harían en ocasiones- en el castillo de Arévalo, concediéndoles únicamente lo imprescindible para subsistir, echando, obviamente, la ex reina muy de menos el lujo a qu eestaba acostumbrada. Enrique y Juana conocían, a su vez, la progresiva demencia de de la reina, la cual tras el nacimiento de Isabel -22 de abrilde 1457- enfermó de epresión y sólo hablaba a su marido. Sobrevivirá a todos, murió en 1496. Su hija Isabel la Católica la sobrevivió únicaente ocho años., la cual cuando su madre entró en la agonía fue a despedirse de ella, no consiguiendo verla el rostro porque se le tapó con un trapo. 

Correlación en el monarca castellano  entre su desafotunada vida política y matrimonial. 

En este monarca castellano, Enrique IV, tan controvertido, guardan correlación sus fracasos matrimoniales con su ineficacia como gobernante. Al socaire de su impotencia fue el hazmerreír de gran parte de la nobleza -aquella nobleza tan levantica que Isabel y Fernando meterían en vereda-; fue aquella época de incontrovertible tranpa, de hacer desaparecer documentos en que basar un juicio certero. 'Muy pronto -Calvo Poyato expone en en su citaa biografía- llama la atención del investigador y del estudioso la falta de documentación directa del reinado. La mayor parte de la mismaha desaparecido' Todo, evidentemente, se le puso muy bien a su hermanastra, incluido lo definitorio: la guerra de sucesión.

Cuando Enrique IV se casa con Juana de Portugal, hija del rey Duarte y de Leonor de Aragon, por consiguiente tía de su marido, se le concedió al matrimonio un permiso de tres años y medio de duración bajo la condición de que si no hubiese hijo o hija tornaría a tomar por mujer a a la Princesa Blanca. ¿Por qué no se llevó a efecto? Transcurrió casi el doble de este tiempo sin tener descendencia, pues doña Juana la Beltraneja nació el 28 de febrero de 1462. Ya fue el resto para hundir al rey, aparte su patología y vicios, que su esposa estando en rehén en el castillo de Alaejos (Valladolid) tuviera de amante a Pedro de Castilla el Mozo, bisnieto de Pedro el Cruel. Y con él dos hijos gemelos. Se escapará del castillo con su amante  y vivirán en Buitrago, luego pasan a Trijueque ((Guadalajara) con los Mendoza, y finalmente a Madrid, retirándose ella al convento de San Francisco. Muere a los treinta y seis años de edad y deja como su universal heredero a su amante. Se dice que su hermano mandó envenenarla. La muerte del rey y la de ella están separadas cronológicamente por unos seis meses : élmuere, también en Madrid, el 11 de diciembre de 1474 ella el 13 de junio de 1475. 

El ocaso de doña Blanca de Navarra. 

Si Blanca de Navarra (hija) contrajo matrimonio con un hombre muy imperfecto, no le deparó tampoco el destino un buen padre, sino todo lo contrario. Fue pésimo como tal con el Príncipe de Viana dificultándole, incluso a nivel de guerra, reinar, y acaso envenenándole cuando vio que lo iba a lograr. Nombró éste heredera a su apenada hermana Blanca; tan loable rasgo de amor fraternal le fue contraproducente, porque su padre y su hermama Leonor estaban en su contra. Véamos cómo lo refiere el historiador almariense  Juan de Dios de la Rada y Delgado, en 'Mujeres de España y Portugal'.
 El mismo rey D. Juan de Navarra, que ya había dado muestras de ser un padre indigno de tan auguto nombre , fue el que entregó a su inocente hija en manos de sus enemigos . Avisada por él en el castillo de Olite para que se preparase para ir a Francia, donde decía el monarca tener concertado el matrimonio de la princesa con el duque de Berry, hermano del rey francés. Doña Blanca, que sospechaba el verdadero objejo de aquel inesperado viaje, lo resistió cuando pudo; pero su padre la llevó a la fuerza , conduciéndola a los estados del conde de Foix. A pesar de la dulzura de su carácter, tan injusta violencia no pudo menos de arrancarle una protesta, dejando en San Juan de Pie  de Puerto sus poderes al rey de Castilla, al conde de Armiñac, al condestable de Navarra y a otras personas, para que la ayudasen en tan triste situación  y acudieran en su socorro devolviéndole la libertad. ¡Harto adivinaba que su suerte se había ya decidido ; y que no sólo iba a perder su reino sino también la vida!
No halló ayuda alguna; el más obligado a prestársela era el rey de Castilla al cual,, además y a pesar de todo, acudió también dirigiéndole una sentida carta de la que se ha dicho que "no puede leerse aun después del transcurso de tanto tiempo sin que se enternezca el coraón más duro. Aunque de Enrique IV se ha dicho que era humanitario, como excepción al tiempo que le tocó vivir de barbarie y crueldad, se dio el caso de dureza e ingratitud -ingratitud renovada- de que no se compareció con aquella carta en la que finalmente le habla del triste fin que le esperaba, y concluye renunciando en él sus derechos al trono de Navarra. Es el 30 de abril de 1462, día en que fue llevada al castillo de Rotes, en Bearne, donde la tuvieron presa dos años en cuyo tiempo su antiguo marido ni siquiera intentó liberarla. En 1464 su ermana la envenen. Tenía cuarenta años de edad.

Post mortem, después de la muerte,

Dejó escrito que al morir fuese enterrada en la catedral de Lescar -ciudad francesa ubicada en el departamento de los Pirineos-, y menos mal que cumplieron su deseo, pero hasta hoy nadie ha encontrado sus restos. En esta catedral que contiene los restos de los últimos reyes de Navarra no aparece en la listaBlanca de Navarra. Casual similitud con el cadáver de su madre en la iglesia de Santa María la Real de Nieva (Segovia), salvo que el Proyecto Poblet, en curso, probara que a ella pertenecen un esqueto de mujer encontrado en 1994. En la catedral de Lescar está en memoria, y, como escribe Enrique Florez de Setien, en 'Memorias de la reinas católicas', desde donde puede predicar a todo el mundo perpetuos desengaños. Deja el P.Florez así sintetizado el fin del reino de Navarra: 
No falta quien discurra que los últimos suspiros de esta infeliz princesa fueron ecos en el Cielo para los desgraciados fines de los condes de Fox  y de sus descendientes, como también que acabase el reino de Navarra en aquella familia. Lo cierto es que luego pasó aquel trono al cetro de Castilla a quien la princesa doña Blanca había cedido su derecho.
También se perdieron los restos de Juana de Portugal, enterrada en San Francisco el Grande no se conserva su tumba. En cuanto a Enrique IV de Trastámara sabemos que, como informa el citado Florez de Setien, depositáronle en San Jerónimo del Paso, de Madrid, obra suya, hasta que fue trasladado a Guadalupe, donde yace con su madre, la reina doña María. Su hija Juana Trastámara Avis, tras serle la corona usurpada pot su tía y madrina, residió en Portugal, muriendo en Lisboa en 1530 a los 68 años de edad, y enterrada en el monasterio de Santa Clara de Coimbra, desapareciendo su sepultura con el terremoto de 1775. De no ser así, se podría proceder con la momia de Enrique IV a la prueba de ADN para saber si eraefectivamente el padre biológico de su hija legal. 
- - -                                                                         
(Publicado en El Adelantado de Segovia el míercoles 26 de diciembre de 2007 con algún añadido final)