y, lo que es más extraño todavía, se necesita
toda la vida para aprender a morir.
(Séneca, La brevedad de la vida)
He venido mostrando y demostrando en esta fecha de nostálgico recuerdo de nuestros seres queridos que en nuestro general y obligado camino hacia la muerte, por ley natural o por propio destino, nos precedieron, la intensa preocupación que ésta constituye a lo largo de nuestra existencia y el doloroso vacío que ellos nos dejan; son como miembros -miembros fantasmas- amputados de nuestro cuerpo de los que lasensación de dolor no desaparece, "están" ahí, no fueron amputados. POr mucho que pretendamos, y de hecho pretendemos, maxime en nuestro tiempo degran estándar de vida, dar la espalda a la muerte, es algo imposible, insoslayable, ineludible, y lo será siempre, por mucho que la ciencia y la técnica avancen.
Gracias a este avance, eso sí, el dolor físico producido por las distintas patologías ha desaparecido o ha sido atenuado en gran medida. Ya no se muere en un grito, como podía ocurrir antes, y, por otra parte, nuestro paso por estevalle de lágimas, de penas y de alegris, que "de todo tiene la viña: uvas, pámpanos y agraz", es generalmente de más tiempo y ello va en aumento, porque la ciencia se halla empecinada en alargar nuestra vida y lo está consiguiendo, pero, ¡ay!, en esta guerra contra la vejez y la muerte se perderá siempre la última batalla. Sobre una mejor vejez -de mejor salud y menor deteriodo físico- mucho se ha logrado y más se logrará, mas la muerte será per secula seculorum invicta. Y, por supuesto, lo científicos lo saben.
La obsesión suscitada por nuestro inexorable final ha generado Filosofía, Literatura y Arte sin cuento, y así en artículos anteriores (en prensa de papel) he tratado el tema de la muerte bajo estas materias. Alguna filosofía, como sabemos, nos la presenta de la manera menos consoladora: morir para siempre. Pero viene a "salvarnos" la Religión, varias creen en la inmortalidad del alma, todas las religiones son verdaderas en cuanto hacen vivir espiritualmente, a los pueblos que la profesan -Unamuno dixit-, en cuanto les consuela de haber tenido que nacer para morir. Grande fue lalucha interior que nuestro pensador mantuvo con la fe.
En cualquier obra literaria -teatro, ensayo, narrativa, etc.- aparece a veces magníficos pensamientos acerca de la muerte. La Novela, por ejemplo, que fácilmente permite hacer incursiones en distintos temas, tiene profundas y bellas ideas en torno a la misma. Leyendo, verbigracia, de Antonio Gala, 'El imposible olvido', me impactaron las siguientes líneas: La muerte y el nacimiento son el mismo misterio de la Naturaleza . Y los misterios de la eternidad no son para oídos de carne y sangre ... Hay algo más en el cielo y en la tierra de lo que sueña nuestra filosofía; eso dice, al menos, Hamlet ... La vida y la muerte son las caras de una misma moneda. Un cuerpo inanimado es sólo una jaula vacía de la que volóel pájaro, de la que voló el abejaruco. ... Sí, no puede existir la vida sin la muerte, para ella somos -ya lo proclamó Heidegger: Ser-para-la-muerte-, ahora bien, ésta no es la "nada", el radical desaparecer, hay que tener -leemos en la citada novela- junto a la certeza de la muerte, la certeza de que nada se acaba [ ...] . La vida está siempre presente porque nosotros somos cosa de ella... Esta inmanencia ha sido repetida por diversos autores.
Al hablar de la muerte no quiero causar pavor al lector -causármele a mí mismo-, al menos más de los que todos sentimos. Amenaza la enfermedad, amenaza la edad -con ésta se aúnan ambas amenazas-; contra la enfermedad se lucha, ya lo he dicho, titánicamente, que es luchar contra la edad cumplida. O en algunas personas, faltándoles mucha edad que cumplir, porque la enfermedad a veces no respeta la juventud. El paso del tiempo es el gran aliado de la muerte, y su velocidad es vertiginosa, hay, sin embargo, una benda ante nuestros ojos -del intelecto-, pues, como dice Cicerón en su tratado 'De senectute', nadie es tan viejo que no crea poder vivir, por lo menos, otro año más. Y el joven, todos los sabemos por experiencia, no cree que haya de ser viejo y morir. El tiempo se lo lleva todo, "no hay bien ni mal que cien años dure", dice el conocido refrán, pasan las alegrías, dejando dulce huella en el alma, pasan los dolores morales, dejando cicatriz, marcándonos; todo es efímero. Lo somos nosotros. Es ahí -transcribo nuevamente de la citada obra de Antonio Gala-, de la muerte, de la caducidad de cuanto nos rodea, de donde nace toda poesía. Mucho se ha escrito sobre la muerte, especialmente en nuestra Literatura, el español la... "siente" singularmente.