domingo, 17 de marzo de 2013

A vueltas con el controvertido Enrique IV de Castilla, el Rey maltratado (II)


Pudo haber sido tabla de salvación su segundo matrimonio.

Aquella levantisca nobleza, prelados, señores, destruyeron su matrimonio, la compañía de su esposa y de su hija, compañía de ésta de que también había de verse privada entre ellas. Juana de Portugal tal vez hubiera cumplido su papel de esposa, pues que de tal modo empezó, y extendiéndole al de reina. Según Tarsicio Azcona, en "Juana de Castilla, mal llamada la Beltraneja", los nobles castellanos se enemistaron con la reina desde un principio, viéndola dedicarse a los negocios de Estado. Ella deseaba, contra la idea de ellos, casar a su cuñada Isabel con su hermano Alfonso V de Portugal -hubiera sido la manera de aclarar los nubarrones de la situación- y a su hija Juana con el hijo de éste, el Príncipe Perfecto, que sucedió al padre como Juan II. Era política de enlaces matrimoniales tendentes a la anexión de los reinos de Castilla y Portugal. Sostiene, asimismo, dicho historiador que el rey nunca quiso tomar osadía de varón para hacerse temer. Obvia y lamentablemente fue así, ni aún con la ayuda de la esposa... Y ella sin el apoyo de él... Estuvo siempre llamada a vencer Isabel ante un hermanastro tan abúlico y bondadoso. 

Pudo tener doña Juana un segundo hijo de su marido pero el embarazo terminó en aborto. Se encontraba en el Alcázar de Segovia haciendo alguna labor, acompañada de sus doncellas;  colocada junto a una ventana para mejor visión de su trabajo, con un sol fuerte que hacía y tras varias horas ocupada, cuando empezó a arder su cabellera -el cristal del ventanal había hecho "efecto lupa"-, empezó a dar gritos, a correr, despavorida, por la estancia. Sus doncellas apagaron el fuego de su pelo y la calmaron, mas el susto provocó el aborto del niño que esperaban ella y su esposo. ¿Hubiera sido el sucesor o hubiera corrido el mismo destino que la princesa Juana? Este no hubiera sido el Beltranejo, es de suponer. ¿A quién se le hubieran adjudicado aquella mala gente, empezando por la hermanastra regia? No hubiera cambiado la rebeldía, ya que su rectificación correspondía por naturaleza a ser impuesta por el monarca. Éste ni siquiera fue capaz de defender su matrimonio, sólo, como hemos visto, en alguna medida a su hija. 

Es obra de indeclinable consulta sobre nuestro rey y su entorno el estudio que hace Gregorio Marañón, quien al respecto de tan desafortunada esposa no quiere -dice- terminar su libro, "Ensayo biológico sobre Enrique IV de Castilla y su tiempo -transcribo-:
... sin dedicar algunas palabras a otro de los personajes que hemos tenido que llevar y traer en esta lamentable historia. Me refiero a la Reina Doña Juana, la segunda esposa de Don Enrique. /  Porque todos los actores de la tragicomedia que hemos resucitado han tenido en sus contemporáneos y en la posteridad adversarios y defensores. [...] Pero ante esta infeliz Doña Juana todos los juicios han sido unánimes; todos la condenan por liviana,y nadie le regatea un ápice de responsabilidad en aquel caos con que terminó la Edad Media en España. Y, sin embargo, nosotros desde nuestro plano de historiadores, no de la Historia, sino de la Naturaleza, nos descubrimos respetuosamente ante su tumba. Porque acaso fue en aquella Corte de pecadores la que tuvo más disculpas naturales para sus flaquezas; porque vivió y murió en la dignidad de la heterodoxia de su amor, y, al fin, porque fue la más desventurada -la "triste Reina", como ella se hacía llamar- entre todas las víctimas de un ambiente a la vez refinado y corrompido.
Se inició este estudio en 1930, después en nuevas ediciones se incorporaron novedades -de la que me hallo en posesión es la decimoquinta -1998-, antes tuve otras-. Ya no puede decirse que Juana de Avis carezca en absoluto de defensores, así,por ejemplo,el historiador argentino Marsilio Cassotti escribió la biografía "La reina adúltera", editada en portugués, en la que estudia "la tragedia de Juana de Portugal y de su hija Juana, llamada la Excelente Señora o la Beltraneja, y desvela la estrategia de Portugal para dominar Castilla y conseguir la anhelada unión ibérica. Es dato tomado de internet, no habiendo podido aún conseguir la obra o, cuando menos, lectura de la misma.   

No debió jamás don Enrique acceder a dejar como rehén a su bellísima esposa; ello fue en 1467 e impuesto por la facción enemiga con la que, también idebidamente, entró en negociaciones. Siguiendo Marañón hablando de la desventurada reina, hace estas consideraciones en el capítuloXVII:
Pero llegó el año 1467, decisivo para el porvenir de Doña Juana, y ésta fue entregada por el propio Rey, en rehenes, al Arzobispo de Sevilla, que la llevó al castillo de Alaejos, donde parece que fue galanteada por el propio prelado, y aun algunos insinúan que logró seducirla. / "El Arzobispo de Sevilla perdió el seso, nos dice Palencia, con la prenda que en rehenes le había entregado Don Enrique". La llevaba, sobre una mula, a cazar por los bosques de Coca y aprovechaba el cinegético paseo para requebrarla atrevidamente. Parece cierto que no sólo no logró sus propósitos este liviano Arzobispo, sino que el deseo de huir de él fue una de las razones que determinaron la fuga de doña Juana del castillo de Alaejos. Según Enriquez del Castillo, esta actitud de la Reina fue causa principal del odio que la cobró el Arzobispo, y motivó en gran parte la reunión de Guisando y las consecuencias de este pacto; y es de gran interés este comentario para explicar los turbios fondos pasionales en que se fraguó el histórico suceso, que tanto se ha querido explotar contra Doña Juana.
Tanto el rey como a la reina fueron convertidos por la nobleza y la Iglesia en auténticas marionetas por ellos manejadas. Y ello debido, reiteramos, a la patológica docilidad de Enrique IV, que no ya mera bondad. 
                                            

SUS COLABORADORES
Beltrán de la Cueva.
Beltrán de la Cueva, duque de Alburquerque


La carrera de Beltrán de la Cueva fue meteórica; se habla de que obedeció a sus "buenas relaciones" con el Rey, básicamente de índole sexual, algo habitual entre altas clases y el clero de  aquel tiempo. El caso es que empezando como vulgar paje del infante, obtuvo al año el cargo de mayordomo y maestresala, asimismo el de comendador de Uclés. El concedió a Guadalajara segundo año se le concedió la fortaleza de Carmona, y luego la del castillo de Ágreda. En 1461 su influencia en la corte se hizo de primera línea, pasando a formar parte del Consejo del rey, con lo que quedó desplazado nada menos que el marqués de Villena. Interviniendo el monarca, contrajo matrimonio (1462) con Mencía de Mendoza y Luna, hija de Diego Hurtado de Mendoza, marqués de Santillana, sobrino, por tanto, del futuro cardenal Pedro González de  Mendoza. Por el buen recibimiento, las atenciones  que los Mendoza dispensaron al monarca ,éste  concedió a Guadalajara el título de ciudad.

El marqués de Villena al verse desposeído del maestrazgo de Santiago (1464) se sintió muy herido y desató su odio, junto con cortesanos y nobles, y fue entonces, y por este motivo principalmente, cuando se fomentaron los rumores de que Beltrán era amante de la reina  con anuencia del rey. Por los ataques contra ambos, hubo de aceptar éste las condiciones que le impuso la nobleza, principalmente la de deponer del cargo de maestre de Santiago a Beltrán de la Cueva y expulsarle de la corte. Entonces Enrique IV le compensó con las villas de Anguix, Cuéllar, Alburquerque, llevando inherente el título de ducado, Roa, La Codoseva, Aranda, Molina, Atienza, la tenencia de de Peñalcazar (Soria), así como el castillo y fortaleza de Soria. ¡Así, como el que no da nada! Sabido es que don Enrique era muy dadivoso. En lo que atañe al destierro de la corte, poco tiempo estuvo en él, pues siguiendo las revueltas de la descontenta nobleza, el rey le restituyó a su lado. 

Surgió la Farsa de Ávila, de que ya hablé, Seguiría la Segunda Batalla de Olmedo, la muerte del infante-rey, a  que también he hecho referencia, la renuncia de su hermana Isabel a sucederle mientras viviera su hermanastro. En realidad había de emitir renuncia para siempre, cosa que no cabía en la malévola voluntad de ella. Beltrán de la Cueva -reiteramos- en la guerra de sucesión promovida por la hermanastra del rey para usurpar el trono a su medio sobrina y ahijada, tomó parte en defensa de Isabel. Ello constituye contundente mentís; es que no hay absolutamente hecho que dé indicio a lo de... la Beltraneja. También participó en la toma de Granada, mas careció del relieve que tuvo; con los Reyes Católicos fue un sujeto gris.

Nació en Úbeda (Jaén) en 1431, y nurió en Cuéllar (Segovia) el Día de Todos los Santos en 1492. Contrajo tres matrimonios. Muerta María de Mendoza se casó (1476) con Mencía Enriquez de Toledo, hija de García Álvarez de Toledo, primer duque de Alba de Tormes, y María Enriquez. Contrajo terceras nupcias en Cuéllar (1482) con María Velasco y Mendoza,, viuda de Juan Pacheco, e hija de Pedro Fernández de Velasco, sexto condestable de Castilla, y de Mencía de Mendoza, hermana del primer duque del Infantado. En el primer matrimonio tuvo seis hijos; del segundo, uno; del tercero, dos. No le faltaron hijos fuera de matrimonio: Con Beatriz de Santiago, mujer del Alcaide de Cuéllar, Santiago de Palencia, tuvo un vástago que será conocido como Juan de la Cueva y Santiago. 

Juan II de Aragón

Marqués de Villena.

Juan Pacheco proviene de una familia aristocrátca portuguesa; se quedó en Castilla después de la batalla de Ajubarrota. En 1456 es nombrado marqués de Villena, y manda construir el castillo de Belmonte (Cuenca). El marquesado le fuje entregado tras la primera batalla de Olmedo. Consiguió, entre otros cargos, el de maestre de la orden de Santiago (1467) otorgado por el príncipe-rey Alfonso.XII. Fue paje de Álvaro de Luna, por cuya intercesión entró en la corte como doncel del infante Enrique. Si Juan II estuvo en la manos de don Álvaro de Luna, se repite el hecho en su heredero y el marqués de Villena, que en el terreno político fue su hombre de confianza. Contrajo el primer matrimonio con una prima del condestable, Angelita de Luna, cuya coyunda sería declarada nula (!442) con el alegato de haber sido hecho con coacción y no haber sido consumado. En seguida contrajo segundas nupcias con María Portocarrero y Cabeza de Vaca. Tuvieron ocho hijos. No faltan, por supuesto, hijos al margen de matrimonio, Juan e Isabel Pacheco, que fueron ligitimados por el rey. También otros: Alonso, Rodrigo, Beatriz y Leonor Pacheco, de madre desconocida. Suman catorce. Nació en Belmonte 1419 y murió en Santa Cruz de la Sierra el 4 de octubre de 1474; el rey le sobrevivió dos meses y diez días. Juan Pacheco a decir de Hernando del Pulgar era hombre sabio, y templado en comer y beber, y pareció ser vencido de la lujuria, por los muchos hijos e hijas que tuvo de diversas mujeres, además de los que tuvo con su mujer legítima. (No dejo de consignarlo, aun no efectuándolo de su prole). Enterrado en el cercano monasterio de Guadalupe, pocos años después fue trasladado al monasterio de El Parral (Segovia) en el que había construido su panteón familiar.

Miguel Lucas de Iranzo.
 
Retrato del condestable Miguel Lucas de Iranzo


De humilde origen; le introdujo en la corte el marqués de Villena a cuyo servicio estuvo. Llegó a ocupar cargos de responsabilidad, Halconero Mayor del Reino, Canciller Mayor de Castilla, Corregido. El cargo vitalicio de Condestable, que había quedado vacante desde la ejecución de Álvaro de Luna, cinco años ha, fue ocupado por él. Supo mal a los aristócratas esta designación. Se trasladó a Jaén en 1459 donde residió hasta su muerte, en el palacio que mando construir y  que actualmente es Palacio de Cultura del Ayuntamiento. De él existe una biografía escrita en su época: Relación de los hechos del muy magnífico y más virtuoso señor don Miguel Lucas, muy digno condestable de Castilla. Hay un libro reciente (2010) titulado Cuentos del condestable, de Emilio Sánchez Sánchez, en el cual se habla de de su vida hasta su noviazgo y casamiento con María Teresa Torres y Portugal. Tuvieron dos hijos: Isabel, que muere joven, y Luís de Iranzo, que fue franciscano.

Este tercer hombre de confianza de Enrique IV fue asesinado, marzo de 1473, en la capilla mayor de la catedral enco IV ntrándose rezando de rodillas, a causa de los celos de ciertos nobles entre los que se supone tomó parte el marqués de Vilena. En tal caso cabría decir que le dio mucha vida y, finalmente, se la quitó. El rey tuvo un rasgo de voluntad presentándose en Jaén secretamente, y dirigiéndose al Concejo preguntó por algunos jurados y rigidores a los que mandó colgar. Si hubiera odido continuar con tales brios..., pero año y pico después la esperaba la muete. Y, por seguro, si se hubiera impuesto a los nobles, como hizo su abuelo Enrique III el Doliente, muy otro hubiera sido su reinado y su vida que no pudo ser más patética , arrastando a este patetismo a su mujer a su hija. También a su primera esposa Blanca de Trastamara Evreux. 


Fray Lope Barrientos.
Monumento funerario de Fray Lope Barrientos

Juan II le nombró confesor real y le encargó de la educación del príncipe Enrique. Sus simpatías fluctuaron entre los Infantes de Aragón y Juan II de Castilla al que últimamente fue fiel, luchando con denuedo a su favor en la batalla de Olmedo. Pese a su voto de pobreza, cual dominico, alcanzó una gran riqueza material. Tras ser ajusticiado el canciller don Álvaro de Luna, se convirtió en la primera figura política de su tiempo; fue nombrado Canciller Mayor de Castilla. No consiguió de Enrique IV -le defraudó plenamente- que actuara enérgicamente; le presionó cuanto pudo para que castigase a quienes calumniaban a la reina con Beltrán de la Cueva, y ante la falta de carácter del rey abandonó la política        

Vaivén de su reinado.

Durante su reinado todo fueron ligas y alianzas nobiliarias que mostraban la decadencia de la monarquía castellana, todo fue engaño y traición de sus consejeros, y así su política fue caótica. La culpa, en fin, fue de ellos y de él. El marqués de Villena le traicionó referente a la renuncia al trono ofrecido por los catalanes.. Hubo de confiar el control del gobierno del reino a Beltrán apoyado por la familia Mendoza. Entonces Juan Pacheco se lió a crear ligas nobiliarias contra el poder monárquico, Enrique no se decide a dar la batalla a los rebeldes y surge la Farsa de Ávila. Los Mendoza vencen a los nobles que sostienen al infante-rey, pero no se sacó ventaja de la victoria obtenida en Olmedo porque Enrique IV no procedió castigando a los rebeldes. Verdaderamente aburre a su adictos y da lugar a deserciones. Llegó al extremo de tener que salvar su trono pasando, tras la muerte de Alfonso, por las horcas caudinas del Tratado de los Toros de Guisando. Fue, en suma, preparando, lejos de evitar, una guerra de sucesión tras su  muerte y dejando a su hija muy debilitada para su defensa. Tan débil era ya el reinado de Enrique IV que Isabel y Fernando, impacientes de heredar Castilla, no vacilaron en envenenarle, quizá ni contaban con una guerra de cinco años..  

Si fundamentalmente fue un juguete Enrique IV para los nobles y el alto clero por razon de su pacifismo, y por dejarse manejar al arbitrio de ellos perdió su hija el trono y la mdre de su hija y reina cayó en el deslíz que tuvo, no deja de tener gran parte en todo ello la circunstancia de la supuesta impotencia sexual que le fue atribuida; de ambas armas se sirveron. ¿Pero era en verdad impotente? Con su primera esposa, siendo príncipe, la princesa Blanca de Navarra, no dejó de serlo. El citado Sr. Herrero González sostiene que la supuesta impotencia de don Enrique no esta probada. Y comenta:
El P. Mariana ya apuntó que puédese sospechar que gran parte de esta fábula se forjó en gracia a los reyes don Fernando y doña Isabel. Marañón, en su "Ensayo biológico sobre Enrique IV de Castilla y su tiempo" -libro que, a mi juicio, contiene excesivos juicios ligeros y pseudocientíficos- estima que pudo haber una impotencia relativa, parcial o intermitente, que no excluye la aptitud generativa; pero ello, naturalmente, además de que se contempla como mera posibilidad, no tiene más alcance que el de una opinión sobre hechos muy lejanos y carece de todo valor histórico. 
El diagnóstico que viene a dar nuestro médico e historiador es:
Queda, pues, fuera de duda, a mi entender, que nuestro Monarca era un displásico eunucoide con reacción acromegálica, y ello, nos explica todas las modalidades de su carácter y de su vida sexual, que tanto influyeron en los destinos de España. Nos explica su tendencia al aislamiento y a la soledad, características de la mentalidad esquizoide, tan frecuente en los hipogenitales; como antes hemos dicho la flaqueza de su voluntad y facilidad con que se entregaba al mando ajeno, rasgo también íntimamente ligado al instinto vacilante del sexo, como repetidamente hemos demostrado.  [...] Esta mentalidad esquizoide pudo muy bien empujarle al trato con mujeres de baja condición y entorpecerle con las de rango alto, como sus egregias y legítimas esposas.

Blanca de Navarra, 1ª esposa de Enrique IV

Juana de Avis embarazada de otro

De la caída de la Reina se compadece y disculpa Marañón, quien a las líneas antes transcritas de la vergüenza de ser entregada como rehén, añade:
Está bien averiguado que quien la enamoró no fue, pues, el prelado guardián, sino su sobrino,Don Pedro de Castilla, el Mozo, bisnieto de Don Pedro el Cruel. Éste sí, sin duda, fue su amante, pero su único amante. [...] En el pacto de los toros de Guisando ... se hace constar que "la Reina no había usado limpiamente de su persona de un año a esta parte"; es decir, justamente en el año de su encierro en Alaejos, y, por lo tanto, después de su supuesto adulterio con Don Beltrán, al que no se alude para nada -y no sería por faltas de ganas- en dicho documento. 
Cuando se hace posible que doña Juana vuelva al lado de su marido, éste envía a Alaejos unos emisarios para que regrese, lo que representa para ella grave compromiso por hallarse embarazada de siete meses. Les despidió con un pretexto. Tuvo con Pedro de Castilla dos hijos gemelos, que pusieron por nombre Pedro Apóstol y Andrés. Con su amante y ayudada por él se escapó del castillo. Tanto Palencia como Enriquez aportan detalles de la huida. Se dirigieron a Cuéllar, después a Buitrago para ver a su hija, que estaba bajo custodia del conde de Tendilla. En Buitrago dio a luz y siguió con la familia Mendoza en Trijueque. Luego pasó temporadas en los alcázares de Segovia y de Madrid, en Ocaña, en Escalona y en Trujillo. 

Finalmente, tras la muerte de su marido, se retira al convento de San Francisco el Grande, Madrid. Pese a su infidelidad, pidió una nvestigación a los Consejos de la muerte del rey. Murió seis meses después en dicho convento. Florez de Setien, ápud "Memorias de las reinas católicas de España, da pormenores de su enterramiento en el convento, pero acaba diciendo: 
Después de escrito esto se ha demolido la iglesia de San Francisco,en este año de 1760, por lo que añadimos que la capilla de la Aurora era una nave al lado del Evangelio, casi al modo de la de Atocha. Allí vivió la reina antes que la habitación se aplicase a ser nave de la iglesia. Encontráronse en el sitio referido los huesos en una caja de madera dentro de un lienzo grueso, a modo de engulema, y no sabemos dónde descansarán, por estar hoy el templo demolido.
¡Ella que mandó en su testamento: que sea enterrada en algún lugar hueco que no llegue luego la tierra sobre mí. A Pedro dejó la mitad de Sequera de Torregalindo por el señalado servicio que me hizo cuando me sacó de Alaejos. Los dos hijos ilegítimos no aparecen en dicho documento. Se supone se harían cargo de ellos los Castilla. 
  
No puede omitirse el rasgo de bondad, de debilidad, de "Enrique IV" en suma, que tuvo el monarca: Cuenta H. del Pulgar que habiendo hecho prender a don Pedro para castigar su adulterio , "la Reina atribulóse con tantos lloros, que el Rey, no pudiendo sufrir la pena continua que creía recibir la Reina, le mandó soltar. 


Muerte de Enrique IV. 

Para Marañón fue envenenado; he aquí su tesis al respecto:
La "versión oficial" de la muerte, tal como se le comunicó al rey Don Fernando, que se estaba en Zaragoza, fue "un flujo de sangre". Pero hemos de insistir sobre lo extraño de la sintomatología que reproducen, acordes, estas referencias. ¿Nefritis?, ¿lesión cardiaca?, ¿cáncer?, se dirá; y, ciertamente, forzando un tanto la interpretación, podría acomodarse el relato a cualquiera de estas presunciones. Mas es lo cierto que mucho mejor que a cualquiera de ellas se acoplan los trastos descritos a los de un envenenamiento; tal vez el arsénico, el más usado por entonces, en cuya fase final hay una intensa gastroenteritis sanguinolenta y anasarca.
[...] Encaja tan bien esta sintomatología en la sospecha del envenenamiento, que moralmente nos queda la casi certidumbre de que ésta fue la causa del término de su infeliz vida y reinado. Recuérdese que en el documento que Doña Juana la Beltraneja dirigió al Consejo de Madrid se afirma la realidad del asesinato. En este manifiesto, publicado por Zurita, se dice, en efecto: "por codicia desordenada del reinar acordaron y trataron ellos, y otros por ellos, y fueron en hablla y consejo de hacerle dar, y le fueron dadas hierbas y ponzoña, de que después falleció.

El final de su vida. Y sus exequias. 

Lo relata al detalle el ya citado cronista de los Mendozas, mientras el doctor Marañón se limita a transcribir a Palencia, si bien añade que es difícil que sobre ningún otro muerto caiga un responso tan feroz como el pronunciado ante el cadáver de Don Enrique por este implacable capellán. Una vez más miente este cronista. Véamos cómo lo relata Francisco Layna Serrano, que hace más caso a Enriquez del Castillo, capellán y cronista de don Enrique, que al cronista de los Reyes Católicos. 
Desde que al comenzar el año sufrió don Enrique en Segovia aquel violento cólico nefrítico que puso en peligro su vida, no recuperó por completo la salud; ya he dicho cómo durante el verano hubo de regresar de Extremadura por haberle repetido el mal, y en el transcurso del otoño fueron sus energías decayendo con tal prisa que adivinábase próximo fin; efectivamente, agravóse de tal modo a comienzos de diciembre y pasada la crisis quedó tan decaído, que para distraerse con las fieras que para su recreo tenía en la quinta de El Pardo quiso ir allá una tarde a caballo, pero las fuerzas le abandonaron de suerte que hubo de regresar en seguida al alcázar madrileño donde repitiéronle "la cámaras e gómitos" y más tarde "un tan grand mal de costado y tan agudo que ningund reposo ni sosiego le deexaba tener; en tanto grado, que siempre fue cresciendo e nunca menguando...".
Apunta que estaban acompañándole el cardnal Mendoza, el condestable Velasco, el conde Benavente y el marqués de Villena, y algunos otros caballeros. Después de recibir los auxilios espirituales dijo que dejaba por testamentarios y albaceas al cardenal, al duque de Arévalo, al marqués de Villena y conde de Benavente, deseando se le enterrase en el monasterio de Guadalupe debajo de la sepultura de su madre la reina doña María. Expiró tras un vómito de sangre a las dos de la madrugada del 12 de diciembre de 1474.

Por este autor, y algún otro, se sostiene que hizo testamento, así como que aceptó los auxilios espirituales, exposición que lleva la contraria a cuanto manifiesta, sobre lo uno y lo otro, Alonso Palencia. El testamento desapareció, pero por testimonios coetáneos se sabe lo hizo. Cuando, en la guerra de sucesión, triunfan los Reyes Católicos fue llevado a Portugal dicho documento , que al parecer bastantes años más tarde lo hizo desaparecer Fernando el Católico. 

Las exequias no fueron  como escribe el malévolo cronista. 
Tal patraña -dice Layna Serano- no puede creerse estando allí los magnates citados y sobre todo el cardenal Mendoza, hombre fastuoso y que hasta entonces como después de fallecer el rey hasta darle sepultura definitiva, mostró el afecto, respeto y fidelidad profesados a don Enrique; respondiendo a tan digna conducta mandó hacer al cadáver "señaladas obsequias (exequias) segun que a Rey pertenescía y dixo la misa el día de su enterramiento el Cardenal de España con algunos perlados que alli estaban por asistentes con én en el altar. (Enriquez.) [...] Y queriendo cumplir hasta el fin sus deberes con el monarca difunto, dos años después hizo acompañar sus restos mortales desde San Jerónimo del Paso, donde fue enterrado provisionalmente, al monasterio de Guadalupe, por un gentilhombre de la Casa Real, otro de la suya, más sus hermanos los condes de Tendilla y Coruña así como varios caballeros; como último tributo de amistad y respeto había mandado labrar a su costa soberbio mausoleo -fue sustituido, no es el existe- y puso en él una cariñosa inscripción. 
Lástima que esta lealtad se quebrada con Juana Trastammara Avis. Nadie es perfecto. 

Sepulcro de Enrique IV

Con su sepultura ha tenido mejor suerte que sus dos esposas, aunque de la primera se tiene  noticia del paradero de sus restos mortales, aunque carezcan de mausoleo.

2 comentarios:

  1. Спасибо за статью! Жаль что есть неточности перевода на русский язык. Было интересно.

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  2. Жаль что есть неточности перевода ,из-за автоматического переводчика не смогла всё понять!

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