jueves, 15 de noviembre de 2018

De Santa María la Real de Nieva (Segovia) ha de desaparecer la falsa inscripción del sepulcro de la iglesia. Es una ignominia a la Historia. (Primera parte)

La historia es como cosa sagrada,
porque ha de ser verdadera, y donde
está la verdad está Dios en cuanto
a verdad.  -Cervantes, en 'el Quijote' -

Quienes contacten con mi blog tienen conocimiento de mí constancia y perseverancia en solicitar que se tape la falsa inscripción del arcosolio existente en la iglesia de dicha localidad, y de la página WEB de su Ayuntamiento se borren las líneas que acerca del mismo informan con carencia absoluta de veracidad, a pesar de ser conscientes de que a partir del 9 de septiembre de 2008 se sabe a ciencia cierta que no contiene los restos mortales de quien dice la placa. Ya han transcurrido diez años y el error es mantenido en pie. Tristemente vienen resultando estériles mis constantes suplicas de que se corrija la equivocación. Se dijo a tontas y a locas que los restos cadavéricos encontrados durante aquella obra de albañilería eran de la reina que a primeros de abril de 1441 falleció en el pueblo, suegra del entonces Príncipe de Asturias, hijo de Juan ll y de su esposa y prima hermana María de Aragón.

Concluidas las bodas en 1440, empezaron unas funestas disensiones contra el condestable don Álvaro de Luna, por quien el rey don Juan se gobernaba, teniendo el condestable contra sí la la reina doña María, al príncipe, al rey de Navarra, al infante don Enrique, su hermano, y a otros muchos señores, que no so lo podían ser formidables contra un particular, sino para el mimo rey, que nunca vive en más riesgo que cuando padece por los suyos. Nuestra reina, María; la de Navarra, doña Blanca, (que, desde las bodas de su hija con el Príncipe de Asturias, perseveraba en Castilla ), y la de Portugal,, doña Leonor , hermana del rey de Navarra (que también se hallaba acá, viuda de su marido, el rey don Eduardo) , procuraron interponerse  para que no pasara a las armas en alguna sangrienta acción, donde venciese quien venciese, había de llorar la muerte del hermano o del marido, y acaso ni tener el desahogo de llorar al difunto vencido por no disgustar al vencedor.

No deja de consignar que ‘aunque trabajaron mucho, no lograron concordar las partes. Señala el asalto a la villa de Medina del Campo posteriormente a la muerte de la reina propietaria de Navarra. Efectivamente, la Sentencia de Medina del Campo –condiciones impuestas por el infante de Aragón, don Juan, impone condiciones a los derrotada Castilla- se firmó el 3 de julio de 1441 cuando se cumplía un trimestre  del fallecimiento de la aludida reina de Navarra. Dos años después tuvo lugar el golpe de Rámaga, y en 1445 la batalla de Olmedo, contundente y definitiva derrota de los revoltosos infantes de Aragón que costó la vida al belicoso Enrique de Trastámara, conde de Alburquerque, duque de Villena, conde de Ledesma y maestre de la Orden de Santiago. Herido en una mano y de huida tras la batalla, murió en Calatayud el 3 de junio de 1445, a las dos semanas de la misma, pues la primera batalla de Olmedo fue el 19 de mayo de dicho año. Está enterrado en e Monasterio de Poblet. No llegaron a conocer este desenlace la reina y su hermana. El citado padre agustino escribe al respecto:

La reina doña María no llegó a ver este suceso por haber muerto en Villacastín antes de la batalla, como también su hermana, la reina viuda de Portugal, doña Leonor, que falleció en Santo Domingo el Real, de Toledo, antes que nuestra reina, el 18 de febrero de aquel año 1445

María de Aragón dispuso ser enterrada en el Monasterio de Guadalupe, y de ello traté al escribir sobre su hijo Enrique IV, inhumado también allí, y el estudio que de este tan controvertido rey hace el doctor Marañón en su obra ‘Ensayo biológico sobre Enrique lV de Castilla y su tiempo’.

Llegó el fin de la guerra civil castellana de 1437 a 1445 el cual no vieron las referidas: Blanca I de Navarra, la reina de Castilla y la de Portugal, pero sí la hija y homónima de la primera, cuyo matrimonio duró hasta el 11 de mayo de 1453 en que el juez don Luís Acuña dicta la sentencia de nulidad de este enlace matrimonial en la muy amada para don Enrique ciudad de Segovia. En los ocho años transcurridos había contraído, en agosto de 1447, segundas nupcias Juan II de Castilla con Isabel de Portugal. ‘Esta negociación la fraguó con el despotismo acostumbrado contra la voluntad del soberano, pues antes de saber nada el rey, ya estaba el casamiento concertado. Cuando el condestable le dio cuenta, no fue de su gusto la proposición por hallarse inclinado a casar con Radegunda, hija del rey de Francia, como expresa la crónica. [La del rey don Juan II]. Esto expone el P. Florez, así como que se celebró la boda en Madrigal de las Altas Torres, cuya villa, con las ciudades de Soria  y Ciudad Real,  había recibido en arras la novia.   

¡Mala mano tuvo el inteligente autor de ‘Libro de las claras y virtuosas mujeres’, fue decisiva la influencia de la reina consorte sobre su muy enamorado marido para que terminara su vida decapitado en Valladolid el 2 de junio de 1453. Poco más de un año después el matrimonio por el creado se fue a pique: el rey muere el 2 de julio de 1454 y la reina pasa a Arévalo (Ávila) donde es presa la locura. Se le oía clamar por la noche: ¡Don Álvaro! ¡Don Álvaro! Al menos este matrimonio tuvo remordimiento. Acostumbrada ingratitud de rey fue la del hijo de Enrique III y Catalina de Lancaster; como dice el tercer duque de Alba, Fernando Álvarez de Toledo y Pimentel, ‘los reyes no tienen los sentimientos y la ternura en el lugar en donde nosotros los tenemos’.   

De la numerosa bibliografía existente sobre el rey más ofendido por aquella aristocracia –algunas excepciones aparte-, que no por el pueblo, en la que varios autores le reivindican, ninguno, en mi opinión, lo realiza tan brillantemente como el ilustre segoviano Manuel González Herrero en ‘CASTILLA: negro sobre rojo – De Enrique IV a Isabel la Católica’. Aquí aporta una claridad meridiana a muchos hechos; ya en la cubierta podemos leer:

Así, negro sobre rojo culminó, la conjura, se consumó el  golpe de Estado, el alzamiento isabelino, la usurpación de la Corona de Castilla

Deja demostrada la  conjura, la culminación de la conjura, consumación del golpe de Estado el alzamiento isabelino, la usurpación de la Corona de Castilla. También otro hechos reprobables. En torno al rey “segoviano” –aunque nacido en Valladolid y fallecido en Madrid, su otra localidad amada con Segovia – construye una inmejorable defensa, no en balde fue un eminente abogado, como indica el serle concedida la Cruz de San Raimundo de Peñafort, así como persona de rectitud moral. Amaba la justicia, amaba la verdad, amaba la Historia. Fundamental es la verdad en el ámbito del Derecho, no se puede sentenciar sin verdad –tristemente ocurre a veces, mas esto se llama desafuero  -en su acepción de ‘acto violento contra la ley’ (DAE) – Presenta su evidencia un juez de muy elevada responsabilidad llamado José Castro Aragón al manifestar –véase  ‘Pieza 25: Operación Salvar a la Infanta’, libro de Pilar Urbano-: ‘Si no me empeñase en buscar la verdad por encima de la justicia, no solo sería un mal juez: sería un mal hombre’. Vemos cómo tilda a quien le resulta indiferente la verdad. Como licenciado en Derecho, como historiado  y como persona íntegra no hubiera permitido la susodicha personalidad –por sus propios méritos, que no por el cargo- que no se hubiera corregido lo que el ADNmt. tiene demostrado como falso. Él gustaba de pasear por la Historia, y no dejó de hablar de Enrique III y de Santa María la Real de Nieva. Etcétera. Gustaba especialmente de la Edad Media, tiene, por ejemplo, unas apreciaciones del Arcipreste de Hita que son muy de mi gusto. 

En homenaje a su memoria creo la Diputación el Instituto de Cultura Tradicional Segoviana Manuel González Herrero  Era verdaderamente necesario, y es de suponer que de no haberlo creado este organismo, lo hubiera efectuado cualquier otro. Falleció don Manuel el Día de los Enamorados –ya queda dicho que lo era del Derecho y de la Historia propiamente dicha- de 2006, faltaban, pues, algo más de dos años y medio para que fuera probado científicamente que en tierra segoviana se estaba adulterando, falseando, la Historia. Al principio pudo ser por error, sin la intención de mentir, ahora bien, el error quedó transformado en mentira en la susodicha fecha que nunca repetiré lo bastante en tanto nada signifique para quienes a troche y moche, es decir disparatada e inconsideradamente, desprecian su significado con relación al evento de referencia. La data es: 9 de septiembre de 2008. Tratase de  una mentira añeja que honestamente ha de enmendarse, pues, como dice Voltaire, ‘ama la verdad pero perdona el error’.

Lo contrario, lo que está sucediendo, ¿qué significa? Me recuerda el siguiente comentario de Fernando Díaz-Plaja, ap. ‘El español y los siete pecado capitales’. Cita estos versos de ‘Las mocedades del Cid’, de Guillén de Castro: ‘Procure siempre acertarla / el honrado y principal: / pero si la acierta mal / defenderla y no enmendarla’. Seguidamente dice: ‘¡Sostenerla y no enmendarla sabiendo que uno está equivocado! ¿En qué mente cabe esto? En la que valora más  el corazón que el cerebro, la mente que no concibe rectificar porque es humillante…, la española en suma.

En la segunda parte de este artículo continuaré en este marco histórico del medievo y rechazando de  plano lo que considero repelente en tanto no me sea demostrado la ineficacia del estudio genético realizado por el Equipo Poblet. No son estos antropólogos, ni yo siguiéndoles, los que hemos de presentar pruebas, sino los segovianos, incluido el representante de la Delegación Territorial de Segovia de la Junta de Castilla y León.

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