porque ha de ser verdadera, y donde
está la verdad está Dios en cuanto
a verdad. -Cervantes, en 'el Quijote' -
Concluidas
las bodas en 1440, empezaron unas funestas disensiones contra el condestable
don Álvaro de Luna, por quien el rey don Juan se gobernaba, teniendo el
condestable contra sí la la reina doña María, al príncipe, al rey de Navarra,
al infante don Enrique, su hermano, y a otros muchos señores, que no so lo
podían ser formidables contra un particular, sino para el mimo rey, que nunca
vive en más riesgo que cuando padece por los suyos. Nuestra reina, María; la de
Navarra, doña Blanca, (que, desde las bodas de su hija con el Príncipe de
Asturias, perseveraba en Castilla ), y la de Portugal,, doña Leonor , hermana
del rey de Navarra (que también se hallaba acá, viuda de su marido, el rey don
Eduardo) , procuraron interponerse para
que no pasara a las armas en alguna sangrienta acción, donde venciese quien
venciese, había de llorar la muerte del hermano o del marido, y acaso ni tener
el desahogo de llorar al difunto vencido por no disgustar al vencedor.
No
deja de consignar que ‘aunque trabajaron
mucho, no lograron concordar las partes. Señala el asalto a la villa de
Medina del Campo posteriormente a la muerte de la reina propietaria de Navarra.
Efectivamente, la Sentencia
de Medina del Campo –condiciones impuestas por el infante de Aragón, don Juan,
impone condiciones a los derrotada Castilla- se firmó el 3 de julio de 1441 cuando
se cumplía un trimestre del fallecimiento
de la aludida reina de Navarra. Dos años después tuvo lugar el golpe de Rámaga,
y en 1445 la batalla de Olmedo, contundente y definitiva derrota de los
revoltosos infantes de Aragón que costó la vida al belicoso Enrique de
Trastámara, conde de Alburquerque, duque de Villena, conde de Ledesma y maestre
de la Orden de
Santiago. Herido en una mano y de huida tras la batalla, murió en Calatayud el
3 de junio de 1445, a
las dos semanas de la misma, pues la primera batalla de Olmedo fue el 19 de
mayo de dicho año. Está enterrado en e Monasterio de Poblet. No llegaron a
conocer este desenlace la reina y su hermana. El citado padre agustino escribe
al respecto:
La reina doña
María no llegó a ver este suceso por haber muerto en Villacastín antes de la
batalla, como también su hermana, la reina viuda de Portugal, doña Leonor, que
falleció en Santo Domingo el Real, de Toledo, antes que nuestra reina, el 18 de
febrero de aquel año 1445
María
de Aragón dispuso ser enterrada en el Monasterio de Guadalupe, y de ello traté
al escribir sobre su hijo Enrique IV, inhumado también allí, y el estudio que
de este tan controvertido rey hace el doctor Marañón en su obra ‘Ensayo
biológico sobre Enrique lV de Castilla y su tiempo’.
Llegó
el fin de la guerra civil castellana de 1437 a 1445 el cual no vieron las referidas:
Blanca I de Navarra, la reina de Castilla y la de Portugal, pero sí la hija y
homónima de la primera, cuyo matrimonio duró hasta el 11 de mayo de 1453 en que
el juez don Luís Acuña dicta la sentencia de nulidad de este enlace matrimonial
en la muy amada para don Enrique ciudad de Segovia. En los ocho años transcurridos
había contraído, en agosto de 1447, segundas nupcias Juan II de Castilla con
Isabel de Portugal. ‘Esta negociación la
fraguó con el despotismo acostumbrado contra la voluntad del soberano, pues
antes de saber nada el rey, ya estaba el casamiento concertado. Cuando el
condestable le dio cuenta, no fue de su gusto la proposición por hallarse
inclinado a casar con Radegunda, hija del rey de Francia, como expresa la
crónica. [La del rey don Juan II]. Esto expone el P. Florez, así como que
se celebró la boda en Madrigal de las Altas Torres, cuya villa, con las
ciudades de Soria y Ciudad Real, había recibido en arras la novia.
¡Mala
mano tuvo el inteligente autor de ‘Libro de las claras y virtuosas mujeres’, fue
decisiva la influencia de la reina consorte sobre su muy enamorado marido para
que terminara su vida decapitado en Valladolid el 2 de junio de 1453. Poco más
de un año después el matrimonio por el creado se fue a pique: el rey muere el 2
de julio de 1454 y la reina pasa a Arévalo (Ávila) donde es presa la locura. Se
le oía clamar por la noche: ¡Don Álvaro! ¡Don Álvaro! Al menos este matrimonio
tuvo remordimiento. Acostumbrada ingratitud de rey fue la del hijo de Enrique
III y Catalina de Lancaster; como dice el tercer duque de Alba, Fernando
Álvarez de Toledo y Pimentel, ‘los reyes
no tienen los sentimientos y la ternura en el lugar en donde nosotros los
tenemos’.
De
la numerosa bibliografía existente sobre el rey más ofendido por aquella
aristocracia –algunas excepciones aparte-, que no por el pueblo, en la que
varios autores le reivindican, ninguno, en mi opinión, lo realiza tan
brillantemente como el ilustre segoviano Manuel González Herrero en ‘CASTILLA: negro sobre rojo – De Enrique IV a Isabel la Católica’. Aquí aporta
una claridad meridiana a muchos hechos; ya en la cubierta podemos leer:
Así, negro
sobre rojo culminó, la conjura, se consumó el
golpe de Estado, el alzamiento isabelino, la usurpación de la Corona de Castilla
Deja
demostrada la conjura, la culminación de
la conjura, consumación del golpe de Estado el alzamiento isabelino, la
usurpación de la Corona
de Castilla. También otro hechos reprobables. En torno al rey “segoviano” –aunque
nacido en Valladolid y fallecido en Madrid, su otra localidad amada con Segovia
– construye una inmejorable defensa, no en balde fue un eminente abogado, como
indica el serle concedida la Cruz
de San Raimundo de Peñafort, así como persona de rectitud moral. Amaba la
justicia, amaba la verdad, amaba la Historia. Fundamental
es la verdad en el ámbito del Derecho, no se puede sentenciar sin verdad
–tristemente ocurre a veces, mas esto se llama desafuero -en su acepción de ‘acto violento contra la
ley’ (DAE) – Presenta su evidencia un juez de muy elevada responsabilidad
llamado José Castro Aragón al manifestar –véase
‘Pieza 25: Operación Salvar a la Infanta’, libro de Pilar Urbano-: ‘Si no me empeñase en buscar la verdad por
encima de la justicia, no solo sería un mal juez: sería un mal hombre’. Vemos cómo tilda a quien le resulta
indiferente la verdad. Como licenciado en Derecho, como historiado y como persona íntegra no hubiera permitido
la susodicha personalidad –por sus propios méritos, que no por el cargo- que no
se hubiera corregido lo que el ADNmt. tiene demostrado como falso. Él gustaba
de pasear por la Historia,
y no dejó de hablar de Enrique III y de Santa María la Real de Nieva. Etcétera.
Gustaba especialmente de la Edad Media,
tiene, por ejemplo, unas apreciaciones del Arcipreste de Hita que son muy de mi
gusto.
En
homenaje a su memoria creo la
Diputación el Instituto de Cultura Tradicional Segoviana Manuel González Herrero Era verdaderamente necesario, y es de suponer
que de no haberlo creado este organismo, lo hubiera efectuado cualquier otro.
Falleció don Manuel el Día de los Enamorados –ya queda dicho que lo era del
Derecho y de la Historia
propiamente dicha- de 2006, faltaban, pues, algo más de dos años y medio para
que fuera probado científicamente que en tierra segoviana se estaba
adulterando, falseando, la Historia. Al
principio pudo ser por error, sin la intención de mentir, ahora bien, el error
quedó transformado en mentira en la susodicha fecha que nunca repetiré lo bastante
en tanto nada signifique para quienes a troche y moche, es decir disparatada e
inconsideradamente, desprecian su significado con relación al evento de
referencia. La data es: 9 de septiembre de 2008. Tratase de una mentira añeja que honestamente ha de
enmendarse, pues, como dice Voltaire, ‘ama
la verdad pero perdona el error’.
Lo
contrario, lo que está sucediendo, ¿qué significa? Me recuerda el siguiente
comentario de Fernando Díaz-Plaja, ap. ‘El español y los siete pecado
capitales’. Cita estos versos de ‘Las mocedades del Cid’, de Guillén de Castro:
‘Procure siempre acertarla / el honrado y
principal: / pero si la acierta mal /
defenderla y no enmendarla’. Seguidamente dice: ‘¡Sostenerla y no enmendarla sabiendo que uno está equivocado! ¿En qué mente cabe esto? En la que valora más el corazón que el cerebro, la mente que no
concibe rectificar porque es humillante…, la española en suma.
En
la segunda parte de este artículo continuaré en este marco histórico del
medievo y rechazando de plano lo que
considero repelente en tanto no me sea demostrado la ineficacia del estudio
genético realizado por el Equipo Poblet. No son estos antropólogos, ni yo
siguiéndoles, los que hemos de presentar pruebas, sino los segovianos, incluido
el representante de la Delegación
Territorial de Segovia de la Junta de Castilla y León.
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