Empezando por la
Monarquía y siguiendo
por la Iglesia, ningún poder
nacional ha
pensado más que en sí mismo.
- Ortega y Gasset
-
Fallo de la Monarquía instituida por
el dictador Franco.
Soñó
Francisco Franco Baamonde –quiso intercalar la hache: Bahamonde, como, por
ejemplo, María Dolores Cospedal interpuso la partícula ‘de’ entre su nombre y
apellido, haciéndose llama María Dolores
‘de’ Cospedal- en la formación de un monarca que tras su muerte mantuviera el
franquismo, y creyó que en este aspecto lo dejaba todo <atado y bien
atado>. Claro está que fue un sueño;
en la realidad, delirar. Que el franquismo
no pasó de ser un periodo histórico que va de su victoria a su muerte,
que abarca una larga cronología de
treinta y seis años. Treinta y nueve años incluyendo la guerra, que él en
cierto modo –y de un modo cierto- hizo durar de 1936 a 1975. Porque lo suyo
era vivir en guerra, algo que le era muy amado, porque mucho debió, como ya
comenté en artículo anterior, a la de África y se completó en la de España
entre españoles. Dos España, y no solo una de ella, que dejaría helado el corazón, a decir del
poeta. No hubo un hermano Caín y otro Abel, hubo dos hermanos Caín. ¡Que de
bestialidades en la zona republicana, y no por la República sino por
comunistas y socialistas se cometieron,
y, asimismo, en la zona nacional llevando la Falange la voz cantante los falangistas. Si, como
dice Indalecio Prieto ‘hay dos clases de
hombres: los buenos y los políticos’,
¿qué pensar cuando la política desemboca en una guerra? Mala si es
internacional, pésima si es civil; verdaderamente ‘guerra incivil’, como denominó Miguel de Unamuno a aquella de hace
ochenta y dos años. Si como dice el filósofo y estadista británico, Sir Francis
Bacon ‘es muy difícil hacer compatibles
la política y la moral’, no digamos el compatibilizar la guerra con la
justicia y los sentimientos humanitarios. ‘Ese
animal, llamado hombre’, en concepto de Anatole France practica su placer de crueldad. Y es de
espanto lo que realiza, resucita Atila. Como empedernido relector que soy de
Schopenhauer salta a mí recuerdo hic et
nunc, aquí y ahora, su concepto sobre el Estado y sobre el hombre:
El Estado no es más que el bozal cuyo objeto es volver inofensivo
a esa bestia carnicera, el hombre, y hacer de manera que tenga el aspecto de un
herbívoro
El hombre es el fondo una bestia salvaje, una bestia feroz. No lo
conocemos más que domado, preso en un estado que se llama civilización; así
retrocedemos con espanto ante las explosiones accidentales de su naturaleza.
Que los cerrojos y las cadenas del orden legal caigan como sea, que la anarquía
estalle, y se verá entonces lo que es el hombre.
Se
verá en la inmensa mayoría de ellos que priva lo irracional sobre lo racional –menos,
por lo general, cuanto más cultivado esté-, de todos modos no hay que olvidar que
las muchedumbres no tienen conciencia. Entonces, en tal caso, queda nula la
aserción el novelista, ensayista y autor teatral inglés Somerset Maugham, ‘En su lucha contra el individuo, la sociedad
tiene tras armas: ley, opinión
pública y conciencia. ¿Dónde está la ley y la conciencia en la guerra? En
el campo de batalla, desde luego, no. En lo que atañe a las armas, el avance,
perfeccionamiento, de éstas, ha hecho que todo el país al declararse la guerra
sea campo de batalla; ya no es que se destruye el agro, también las ciudades,
ya por avance bélico, ya por el prurito de destrucción, sin el menor miramiento
al arte y a la cultura y, con absoluta protervia hacia la población, hacia
inocentes niños, ancianos, mujeres, que ya sufren la guerra, ante todo cuando
es civil, en otros aspectos: detenciones, fusilamientos y penalidades sin fin.
Antaño al menos estaba limitado el campo de batalla.
‘La
guerra es el oficio de los reyes’,
conforme afirma el dramaturgo inglés Jhon Dryden; a ella, tantas y tantas
veces, llevaron a sus súbditos por su torpeza política o por su ambición. Si
algún rey tuvo gran virtud puede servir de paradigma Carlos III “el Mejor
Alcalde Madrid”, que no conoció otra
mujer que su esposa, María Amalia de Sajonia, y quedando viudo a los 44 años de
edad, y sobreviviéndola veintiocho. En
lo personal –vestir, por ejemplo- era de gran austeridad, aprovechaba la ropa
al máximo. En fin, que ‘no hay regla sin excepción’. Pero realeza siempre fue
lujo, robo, lujuria, ¿puede concebirse un rey sin “amigas”? En cuanto a dado a
los… “””negocios”””, ya cité ha poco este aserto del primer canciller de la República Federal
de Alemania, Konrad Adenauer: ‘Es
costumbre monárquica robar, pero los Borbones exageran’.
Referente
al que Franco, llevando férreamente la contraria a varios de sus generales, no
quiso restituir, dijo Valle Inclán: ‘Los
españoles ha echado al último de los Borbones, Alfonso XIII, no por rey, sino
por ladrón. No era en su tiempo tan conocido por sus negocios como por
donjuán; su nieto lo es en ambas facetas y, según vemos en prensa y libros, en
las dos le supera. La que actualmente le está resultado más ahogante es la
referida a la fortuna que se ha creado, según se dice por doquiera, incluida la
revista Sorbe, siendo así que al iniciar su reinado pidió, por favor, al Sha de
Persia, Mohammad Reza Pahlevi, una ayuda
de ‘diez millones de dólares como contribución personal al fortalecimiento de
la monarquía española’. La carta está enviada desde La Zarzuela el 22 de junio
de 1977.
Franco
dejó un reino preparado, eligiendo y preparando para Rey a don Juan Carlos de
Borbón y Borbón –su padre, el príncipe don Juan, contrajo matrimonio con su
prima María de las Mercedes de Borbón y Orleans a instancia paterna- que se
mantuvo buenecito como Príncipe de España, matrimonialmente, para que no le
cambiara por otro para ocupar el reino. Se coló en la monarquía por la puerta
falsa de la Transición;
como bien dice el segoviano Enrique de Diego en una entrevista del libro al que
aludiré:
Estamos en una crisis
tremenda, que es de modelo, y un modelo que se nos ha vendido como modelo, un
modelo que es demencial, propio de dementes, y que solo se hizo para mantener
en el puesto y en el sueldo a los Borbones.
Magistralmente
pone de relieve lo ineficaz de la institución monárquica en un libro que yo
recomiendo a monárquicos –aún quedan- y en general. Me refiero a ‘La inútil monarquía’, en el empieza dando cuenta de su ineficacia y detrimento, daño que nos ha
causado. .
familia se transmite la Jefatura del Estado- la propaganda cortesana se ha enroscado en
destacar la supuesta utilidad de la monarquía. Las dinastías se sostienen
cuando son útiles y caen cuando pierden tal condición. Los mismos miembros de
la familia Borbón tienden a hacer referencias a tan melifluo criterio
utilitarista, con la fatal petulancia de tenerse por útiles. Aunque el criterio
utilitarista es, en apariencia, de difícil evaluación, en el caso español la
inutilidad y el perjuicio, son manifiestos.
Lo
era in illo tempore – 2011--, ¿qué
decir de hoy ‘visto lo visto’, y lo que estamos viendo? Como consecuencia. Todo
es rencilla entre ellos, preocupados de perder la bicoca, mas no por ello dejan
de actuar ad libitum, a su voluntad, a su gusto.
El
día de Navidad de 2017 publica su artículo ‘La monarquía cada vez más inútil’,
en cuyas líneas da en la clave:
El mal de los males, el resumen de todos los males de
España es la monarquía, y específicamente la instaurada borbónica. Es cierto
que bajo ella ha habido un largo periodo de estabilidad, pero también de
autodestrucción y de deterioro paulatino. La monarquía es cada vez más inútil;
el régimen del 78 está muerto y la monarquía hiede.
Y
desde la entrada de Urdangarín en la cárcel el olor no puede ser peor.
[…] La regeneración de España es frenada por una
institución anquilosada y carente de sentido. Las referencias en el discurso
navideño a la corrupción resultan un sarcasmo hiriente, pues la corrupción a
gran escala fue iniciada y propiciada precisamente por la monarquía borbónica y
específicamente por el emérito.
Fallo de la Religión.
La religión es el conocimiento de todos
nuestros deberes como mandamientos
divinos. - Immanuel Kant -
La religión es el conocimiento de todos
nuestros deberes como mandamientos
divinos. - Immanuel Kant -
Ha
fallado la Religión,
empezando, como vemos, en quien tan unido a ella está: la Monarquía. Claro
está que me he referido, me refiero a la actual de España –‘en todas partes
cuecen habas’, pero ahora hablo solo de nuestro país-. Cuanto se le imputa hoy
día a Juan Carlos I, así como los motivos por los que tuvo que abdicar,
contrariamente a su voluntad que era la de morir siendo rey, no son, ni mucho
menos, de estricto comportamiento de católico, que digamos. ¡Ay de ciertas
reinas católicas de España, y de los reyes! En cuanto a la conducta general, ay
también de algunos clérigos, partiendo de bastantes papas, súper reyes, de los
doscientos sesenta que la
Iglesia de Roma ha tenido desde San Pedro. Fueron indignos de
serlo Pero hombres son los pontífices y como tales seres humanos, naturaleza
imperfecta, más o menos. Ya dice Miguel de Cervantes que ‘cada uno es como Dios le ha hecho, y a veces peor’.
Durante
siglos el papa tuvo un poder enorme –no digo omnímodo porque éste se queda solo
para Dios-, podía poner y quitar reyes y emperadores; tuvieron, como éstos,
ansia de poder y de lujo. Llevados de lo uno y de lo otro y de su propio
natural perverso cometieron actos inhumanos, crueldades, e incluso profanaron
tumbas de cadáveres como en cualquier guerra de nuestros días. Un poco más
atrás, recordemos, como paradigma, la profanación del sepulcro del Príncipe don
Juan, hijo de los Reyes Católicos, en el
convento de Santo Tomás, a extramuros de Ávila,
perpetrada por las tropas de Napoleón en la Guerra de la Independencia. Y
él era católico y su ejército no era de moros, precisamente, ¡Ay de la Religión Católica
y cualquier otra en la guerra! En esta acción criminal, que es la guerra, donde
se mata, como está harto comentado, y humorísticamente, sin que pueda
intervenir la Policía
ni leyes penales, se comete incluso el contrasentido religioso -no cabe mayor
despropósito, disparate- de bendecir banderas y armas u oír misa antes de dar
una batalla para matar a miles; bueno, sea por el alma de los que van a ser
carne de cañón. Y, desde luego, difícilmente van a obtener cruces siendo la
soldadesca. A veces ni la de la sepultura.
A
la realeza y al papado, al papado y a la realeza, se debe la creación de la Inquisición, que, pese
a la que tiene de crueldad, la llamaron santa, la Santa Inquisición. Se aplica el
talento del hombre inventor – no podía inventar cosa mejor, como por ejemplo, la luz eléctrica- a
aquellos utensilios de tortura desde ‘el potro’ y ‘la doncella de hierro’ a ‘la
sierra’ y ‘la pera oral, anal o vaginal’, con puntas en los extremos que
servían para desgarrar la garganta, los intestinos o la cérvix.. Ésta se
utilizaba para introducir por la boca, por el ano o por la vagina, según se tratara
de supuesto delito de blasfemia, de homosexualidad o de adulterio en la mujer. Había
unos treinta aparatos de tortura. Menos mal que no los bendecían –que yo sepa-.
La Inquisición
española o Tribunal del Santo Oficio de la Inquisición fue
fundado en 1478 por los Reyes Católicos
para imponer la fe católica en sus reinos. El papa, Sixto IV, les autorizó a
nombrar inquisidores.
No
voy a entrar en pormenores de esta organización que, para mí, no pasa de ser
‘organización del crimen’, ya lo hice en mi artículo en este blog, ‘Acerca de
la brutalidad y crueldad del animal racional. Muestrario de la Inquisición. Siempre
la guerra’ -27 de mayo de 2015-, en el
que inserto esta verdad incontrovertible del filósofo, escritor e historiador
estadounidense Will Durant (1885-1981): ‘Tras
tolerar todo lo que debe tolerar el historiador y lo que se le permite al
cristiano, tenemos que clasificar la Inquisición, junto con las guerras y
persecuciones de nuestro tiempo, entre las manchas más negras en la historia de
la humanidad, la manifestación de una ferocidad desconocida hasta en las
bestias’. Dejaré, sí, de
continuar refiriéndome a x x mas volveré
a significar, lo que en más de un articulo he expuesto: que no ha lugar, ni
mucho menos, para que Isabel de Trastámara, la Reina Católica, sea elevada a
los altares. No se les ha ocurrido mejor cosa a unos señores de Valladolid que
emplearse en ello. Como comenta Miguel de Unamuno, ‘Muchos creen que es buen camino para llegar al cielo romperle la cabeza
al hereje aunque sea con el mismo crucifijo’.
La Religión falló
muchas veces, pero entiéndase bien, en cuanto a la Iglesia de Roma. Solo la Divinidad es infalible, la inhabilidad del papa,
como de todos es sabido, es un dogma, data de de Pío IX -18 de julio de
1870-aprobado por el Concilio Ecuménico Vaticano I. En conclusión, sin entrar
en el detalle, se delimita a cuestión de fe y de moral, y dirigiéndose a toda la Iglesia. Católicos
hay que cuestionan los dogmas, lo cual se halla al margen de la línea de este
artículo , pero entra de lleno en la moral católica, que, respecto a innúmeros
clérigos se la pasan por el triángulo de Scarpa desde el papa al cura de aldea.
Bueno, cuando éstas disponían de él, pues de iglesia no la hay que no la tenga,
Ahora un cura de pueblo ha de acudir a atender a varias, en ellas y solo se
practica la liturgia cada equis días. Respecto a la conducta del sacerdote,
diocesano o fraile, a lo largo de la Historia encaja este aserto de Séneca: ‘Hay que obedecer lo que predican los
filósofos y no seguir lo que hacen’. La hipocresía también cala y hondo en la Iglesia, que tiene por
norma la virtud. Como reza la máxima de La Rochefoucaul, ‘la hipocresía es un homenaje que el vicio
rinde a la virtud’.
Ha
fallado a lo largo de la cronología, y grandemente en nuestro tiempo, la Religión, en la Monarquía, en la misma
Religión, en cuanto a la
Iglesia, y en absoluto con referencia a la Política, lo que
constituirá la segunda parte de este artículo.
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