jueves, 2 de agosto de 2018

Ha fallado la Monarquía, ha fallado la Religión, ha fallado la Política (Primera parte)



Empezando por la Monarquía y siguiendo
por la Iglesia, ningún poder nacional ha
pensado más que en sí mismo.
           - Ortega y Gasset - 

Fallo de la Monarquía instituida por el dictador Franco.

Soñó Francisco Franco Baamonde –quiso intercalar la hache: Bahamonde, como, por ejemplo, María Dolores Cospedal interpuso la partícula ‘de’ entre su nombre y apellido,  haciéndose llama María Dolores ‘de’ Cospedal- en la formación de un monarca que tras su muerte mantuviera el franquismo, y creyó que en este aspecto lo dejaba todo <atado y bien atado>. Claro está que fue un  sueño; en la realidad, delirar. Que el franquismo  no pasó de ser un periodo histórico que va de su victoria a su muerte, que abarca una larga  cronología de treinta y seis años. Treinta y nueve años incluyendo la guerra, que él en cierto modo –y de un modo cierto- hizo durar de 1936 a 1975. Porque lo suyo era vivir en guerra, algo que le era muy amado, porque mucho debió, como ya comenté en artículo anterior, a la de África y se completó en la de España entre españoles. Dos España, y no solo una de ella,  que dejaría helado el corazón, a decir del poeta. No hubo un hermano Caín y otro Abel, hubo dos hermanos Caín. ¡Que de bestialidades en la zona republicana, y no por la República sino por comunistas y socialistas  se cometieron, y, asimismo, en la zona nacional llevando la Falange la voz cantante los falangistas. Si, como dice Indalecio Prieto ‘hay dos clases de hombres: los buenos y los políticos’, ¿qué pensar cuando la política desemboca en una guerra? Mala si es internacional, pésima si es civil; verdaderamente ‘guerra incivil’, como denominó Miguel de Unamuno a aquella de hace ochenta y dos años. Si como dice el filósofo y estadista británico, Sir Francis Bacon ‘es muy difícil hacer compatibles la política y la moral’, no digamos el compatibilizar la guerra con la justicia y los sentimientos humanitarios. ‘Ese animal, llamado hombre’, en concepto de Anatole France  practica su placer de crueldad. Y es de espanto lo que realiza, resucita Atila. Como empedernido relector que soy de Schopenhauer salta a mí recuerdo hic et nunc, aquí y ahora, su concepto sobre el Estado y sobre el hombre:

El Estado no es más que el bozal cuyo objeto es volver inofensivo a esa bestia carnicera, el hombre, y hacer de manera que tenga el aspecto de un herbívoro
El hombre es el fondo una bestia salvaje, una bestia feroz. No lo conocemos más que domado, preso en un estado que se llama civilización; así retrocedemos con espanto ante las explosiones accidentales de su naturaleza. Que los cerrojos y las cadenas del orden legal caigan como sea, que la anarquía estalle, y se verá entonces lo que es el hombre.

Se verá en la inmensa mayoría de ellos que priva lo irracional sobre lo racional –menos, por lo general, cuanto más cultivado esté-, de todos modos no hay que olvidar que las muchedumbres no tienen conciencia. Entonces, en tal caso, queda nula la aserción el novelista, ensayista y autor teatral inglés Somerset Maugham, ‘En su lucha contra el individuo, la sociedad tiene tras armas: ley, opinión pública y conciencia. ¿Dónde está la ley y la conciencia en la guerra? En el campo de batalla, desde luego, no. En lo que atañe a las armas, el avance, perfeccionamiento, de éstas, ha hecho que todo el país al declararse la guerra sea campo de batalla; ya no es que se destruye el agro, también las ciudades, ya por avance bélico, ya por el prurito de destrucción, sin el menor miramiento al arte y a la cultura y, con absoluta protervia hacia la población, hacia inocentes niños, ancianos, mujeres, que ya sufren la guerra, ante todo cuando es civil, en otros aspectos: detenciones, fusilamientos y penalidades sin fin. Antaño al menos estaba limitado el campo de batalla.

‘La guerra es  el oficio de los reyes’, conforme afirma el dramaturgo inglés Jhon Dryden; a ella, tantas y tantas veces, llevaron a sus súbditos por su torpeza política o por su ambición. Si algún rey tuvo gran virtud puede servir de paradigma Carlos III “el Mejor Alcalde  Madrid”, que no conoció otra mujer que su esposa, María Amalia de Sajonia, y quedando viudo a los 44 años de edad, y sobreviviéndola veintiocho.  En lo personal –vestir, por ejemplo- era de gran austeridad, aprovechaba la ropa al máximo. En fin, que ‘no hay regla sin excepción’. Pero realeza siempre fue lujo, robo, lujuria, ¿puede concebirse un rey sin “amigas”? En cuanto a dado a los… “””negocios”””, ya cité ha poco este aserto del primer canciller de la República Federal de Alemania, Konrad Adenauer: ‘Es costumbre monárquica robar, pero los Borbones exageran’.

Referente al que Franco, llevando férreamente la contraria a varios de sus generales, no quiso restituir, dijo Valle Inclán: ‘Los españoles ha echado al último de los Borbones, Alfonso XIII, no por rey, sino por ladrón. No era en su tiempo tan conocido por sus negocios como por donjuán; su nieto lo es en ambas facetas y, según vemos en prensa y libros, en las dos le supera. La que actualmente le está resultado más ahogante es la referida a la fortuna que se ha creado, según se dice por doquiera, incluida la revista Sorbe, siendo así que al iniciar su reinado pidió, por favor, al Sha de Persia, Mohammad Reza Pahlevi,  una ayuda de ‘diez millones de dólares como contribución personal al fortalecimiento de la monarquía española’. La carta está enviada desde La Zarzuela el 22 de junio de 1977.

Franco dejó un reino preparado, eligiendo y preparando para Rey a don Juan Carlos de Borbón y Borbón –su padre, el príncipe don Juan, contrajo matrimonio con su prima María de las Mercedes de Borbón y Orleans a instancia paterna- que se mantuvo buenecito como Príncipe de España, matrimonialmente, para que no le cambiara por otro para ocupar el reino. Se coló en la monarquía por la puerta falsa de la Transición; como bien dice el segoviano Enrique de Diego en una entrevista del libro al que aludiré:  

Estamos en una crisis tremenda, que es de modelo, y un modelo que se nos ha vendido como modelo, un modelo que es demencial, propio de dementes, y que solo se hizo para mantener en el puesto y en el sueldo a los Borbones. 

Magistralmente pone de relieve lo ineficaz de la institución monárquica en un libro que yo recomiendo a monárquicos –aún quedan- y en general. Me refiero a ‘La inútil monarquía, en el empieza dando cuenta de su ineficacia y detrimento, daño que nos ha causado. .  


familia se transmite la Jefatura del Estado-  la propaganda cortesana se ha enroscado en destacar la supuesta utilidad de la monarquía. Las dinastías se sostienen cuando son útiles y caen cuando pierden tal condición. Los mismos miembros de la familia Borbón tienden a hacer referencias a tan melifluo criterio utilitarista, con la fatal petulancia de tenerse por útiles. Aunque el criterio utilitarista es, en apariencia, de difícil evaluación, en el caso español la inutilidad y el perjuicio, son manifiestos.

Lo era in illo tempore – 2011--, ¿qué decir de hoy ‘visto lo visto’, y lo que estamos viendo? Como consecuencia. Todo es rencilla entre ellos, preocupados de perder la bicoca, mas no por ello dejan de actuar  ad libitum, a su voluntad, a su gusto.

El día de Navidad de 2017 publica su artículo ‘La monarquía cada vez más inútil’, en cuyas líneas da en la clave:

El mal de los males, el resumen de todos los males de España es la monarquía, y específicamente la instaurada borbónica. Es cierto que bajo ella ha habido un largo periodo de estabilidad, pero también de autodestrucción y de deterioro paulatino. La monarquía es cada vez más inútil; el régimen del 78 está muerto y la monarquía hiede.

Y desde la entrada de Urdangarín en la cárcel el olor no puede ser peor.   

[…]  La regeneración de España es frenada por una institución anquilosada y carente de sentido. Las referencias en el discurso navideño a la corrupción resultan un sarcasmo hiriente, pues la corrupción a gran escala fue iniciada y propiciada precisamente por la monarquía borbónica y específicamente por el emérito.

Fallo de la Religión. 

La religión es el conocimiento de todos
nuestros deberes como mandamientos
divinos.   - Immanuel Kant -  

Ha fallado la Religión, empezando, como vemos, en quien tan unido a ella está: la Monarquía. Claro está que me he referido, me refiero a la actual de España –‘en todas partes cuecen habas’, pero ahora hablo solo de nuestro país-. Cuanto se le imputa hoy día a Juan Carlos I, así como los motivos por los que tuvo que abdicar, contrariamente a su voluntad que era la de morir siendo rey, no son, ni mucho menos, de estricto comportamiento de católico, que digamos. ¡Ay de ciertas reinas católicas de España, y de los reyes! En cuanto a la conducta general, ay también de algunos clérigos, partiendo de bastantes papas, súper reyes, de los doscientos sesenta que la Iglesia de Roma ha tenido desde San Pedro. Fueron indignos de serlo Pero hombres son los pontífices y como tales seres humanos, naturaleza imperfecta, más o menos. Ya dice Miguel de Cervantes que ‘cada uno es como Dios le ha hecho, y a veces peor’.

Durante siglos el papa tuvo un poder enorme –no digo omnímodo porque éste se queda solo para Dios-, podía poner y quitar reyes y emperadores; tuvieron, como éstos, ansia de poder y de lujo. Llevados de lo uno y de lo otro y de su propio natural perverso cometieron actos inhumanos, crueldades, e incluso profanaron tumbas de cadáveres como en cualquier guerra de nuestros días. Un poco más atrás, recordemos, como paradigma, la profanación del sepulcro del Príncipe don Juan, hijo  de los Reyes Católicos, en el convento de Santo Tomás, a extramuros de Ávila,  perpetrada por las tropas de Napoleón en la Guerra de la Independencia. Y él era católico y su ejército no era de moros, precisamente, ¡Ay de la Religión Católica y cualquier otra en la guerra! En esta acción criminal, que es la guerra, donde se mata, como está harto comentado, y humorísticamente, sin que pueda intervenir la Policía ni leyes penales, se comete incluso el contrasentido religioso -no cabe mayor despropósito, disparate- de bendecir banderas y armas u oír misa antes de dar una batalla para matar a miles; bueno, sea por el alma de los que van a ser carne de cañón. Y, desde luego, difícilmente van a obtener cruces siendo la soldadesca. A veces ni la de la sepultura.

A la realeza y al papado, al papado y a la realeza, se debe la creación de la Inquisición, que, pese a la que tiene de crueldad, la llamaron santa, la Santa Inquisición. Se aplica el talento del hombre inventor – no podía inventar cosa mejor,  como por ejemplo, la luz eléctrica- a aquellos utensilios de tortura desde ‘el potro’ y ‘la doncella de hierro’ a ‘la sierra’ y ‘la pera oral, anal o vaginal’, con puntas en los extremos que servían para desgarrar la garganta, los intestinos o la cérvix.. Ésta se utilizaba para introducir por la boca, por el ano o por la vagina, según se tratara de supuesto delito de blasfemia, de homosexualidad o de adulterio en la mujer. Había unos treinta aparatos de tortura. Menos mal que no los bendecían –que yo sepa-. La Inquisición española o Tribunal del Santo Oficio de la Inquisición fue fundado en 1478  por los Reyes Católicos para imponer la fe católica en sus reinos. El papa, Sixto IV, les autorizó a nombrar inquisidores.

No voy a entrar en pormenores de esta organización que, para mí, no pasa de ser ‘organización del crimen’, ya lo hice en mi artículo en este blog, ‘Acerca de la brutalidad y crueldad del animal racional. Muestrario de la Inquisición. Siempre la guerra’  -27 de mayo de 2015-, en el que inserto esta verdad incontrovertible del filósofo, escritor e historiador estadounidense Will Durant (1885-1981): ‘Tras tolerar todo lo que debe tolerar el historiador y lo que se le permite al cristiano, tenemos que clasificar la Inquisición, junto con las guerras y persecuciones de nuestro tiempo, entre las manchas más negras en la historia de la humanidad, la manifestación de una ferocidad desconocida hasta en las bestias’. Dejaré, sí, de continuar refiriéndome a x x  mas volveré a significar, lo que en más de un articulo he expuesto: que no ha lugar, ni mucho menos, para que Isabel de Trastámara, la Reina Católica, sea elevada a los altares. No se les ha ocurrido mejor cosa a unos señores de Valladolid que emplearse en ello. Como comenta Miguel de Unamuno, ‘Muchos creen que es buen camino para llegar al cielo romperle la cabeza al hereje aunque sea con el mismo crucifijo’.

La Religión falló muchas veces, pero entiéndase bien, en cuanto a la Iglesia de Roma. Solo la Divinidad es infalible, la inhabilidad del papa, como de todos es sabido, es un dogma, data de de Pío IX -18 de julio de 1870-aprobado por el Concilio Ecuménico Vaticano I. En conclusión, sin entrar en el detalle, se delimita a cuestión de fe y de moral, y dirigiéndose a toda la Iglesia. Católicos hay que cuestionan los dogmas, lo cual se halla al margen de la línea de este artículo , pero entra de lleno en la moral católica, que, respecto a innúmeros clérigos se la pasan por el triángulo de Scarpa desde el papa al cura de aldea. Bueno, cuando éstas disponían de él, pues de iglesia no la hay que no la tenga, Ahora un cura de pueblo ha de acudir a atender a varias, en ellas y solo se practica la liturgia cada equis días. Respecto a la conducta del sacerdote, diocesano o fraile, a lo largo de la Historia encaja este aserto de Séneca: ‘Hay que obedecer lo que predican los filósofos y no seguir lo que hacen’. La hipocresía también cala y hondo en la Iglesia, que tiene por norma la virtud. Como reza la máxima de La Rochefoucaul, ‘la hipocresía es un homenaje que el vicio rinde a la virtud’.

Ha fallado a lo largo de la cronología, y grandemente en nuestro tiempo, la Religión, en la Monarquía, en la misma Religión, en cuanto a la Iglesia, y en absoluto con referencia a la Política, lo que constituirá la segunda parte de este artículo.  



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