Al demostrar a los fanáticos que se equivocan, no hay que olvidar que se equivocan por su
culpa. – André Maurois, filósofo
polifacético: novelista, ensayista e historiador -.
En el Diccionario de la Literatura, de Sainz de Robles, se define así el
fanatismo:
Exceso
vicioso de celo en una creencia religiosa. Obstinación teórica y práctica en
opiniones erróneas. Es el fanatismo una de las enfermedades mentales de mayor
alcance y causa de mayores males. Obra siempre a impulsos de una imaginación
desarreglada y de una viciosa asociación de ideas. [...] Hay fanatismo
literario, artístico, político, religioso... / En todos los casos, el fanático
piensa, juzga, a impulsos de de su pasión y no de la razón, que es, en general,
la única y más segura guía del hombre./ El fanatismo por excelencia, al cual
conviene como en propiedad este nombre, es el religioso.
Yendo
en busca de la clave -en cuanto a noticia o idea por la cual se hace comprensible
algo que era enigmático- de la conducta de pleno atropello, de evidente
tiranía, con que están procediendo contra el pueblo -no digo con sus convecinos
respecto al Sr. Pérez Esteban, porque éste no reside en Santa María, sino en su
aldea natal, Villoslada- y contra mí, residente esporádico del mismo, el referido
y el cura párroco, se ve ipso facto, en el acto, que carecen en absoluto
de razón, que no es ésta su guía sino el fanatismo, la arbitrariedad que vienen
practicando; actúan a su voluntad, ciertamente non sancta, sin que yo
consiga que lo efectúen sometiéndose a la razón.
Habiendo
sido difundida urbi et orbi, a los cuatro vientos, a todas partes, la
noticia de que los restos que se exhiben en el arcosolio de la iglesia no son
de la madre del Príncipe de Viana -tampoco los que se tenían en el Monasterio
de Poblet como de él- es notorio, es decir, público y sabido de todos,
por consiguiente nadie puede haber en el pueblo, por humilde que mentalmente
sea, que lo ignore. No obstante, nadie presenta la más mínima queja de esta
burla al vecindario. ¡Qué sufridos! ¡Qué sumisos! Como aquellos de la época de
Fernando VII el Felón, ¡Viva las cadenas! Quizás porque, en el
fondo, si no en la superficie, les halaga, ya que como dice Jorge Bucay,
psicodramaturgo argentino, nadie tiene más probabilidad de caer en el engaño
que aquel para quien la mentira se ajusta a su deseo. Cayeron en el error,
les engañó el deseo, y ahora no desean confesar su ´mea culpa´, culpa
mía, entonarlo públicamente. Nadie en el lugar -a excepción mía, que tengo
relación de alguna clase con él y residido esporádicamente- ha recriminado que
no se proceda cual marcan los cánones de lo lógico o conforme al buen juicio,
además del sentido de lo honesto, decente, razonable, justo, probo, recto,
honrado. Incuestionablemente es tamaña indecencia, hecho vituperable y
vergonzoso, que se trate de sostener, y aún hacer propaganda, una mentira a la
que la prueba científica de ADN mitocondrial dio rotundo, terminante, mentís el
9 de septiembre de 2008.
¿Para
cuándo se deja por parte del Ayuntamiento borrar de su página WEB las líneas
que mistifican la Historia?
¿Para cuándo se procrastiniza, en cuanto al cura, tapar la falsa placa del
sepulcro? En balde vengo rogando al uno y al otro, ya en mis artículos,
ya en correos electrónicos, que procedan como es debido, como corresponde,
lícitamente. No salen de su fanatismo; el del Sr. Agueda será religioso, y
político el del Sr. Pérez -ni lo religioso ni lo político tiene porqué entrar
en esta cuestión- , a ver si quieren dejar de equivocarse, a ver si tienen cura.
Según Voltaire, cuando el fanatismo ha gangrenado el cerebro, la enfermedad
es casi incurable. Cerebros curables y cerebros incurables ha de haber
-supongo no soy neurocirujano, ni psiquiatra, los que requieren intervención
quirúrgica o no-, no puede la cirugía resolver patologías psíquicas, la
equizofrenia, por ejemplo, no se cura mediante el bisturí. En cuestión de
Psiquiatría entra en juego el grado de inteligencia y de sentimientos innatos
al individuo. Ambos parten del cerebro, nada tiene que ver el corazón con los
sentimientos aun cuando Jaime Balmes, en El criterio, adjudica los
sentimientos a dicha víscera cardiaca, lo que posteriormente a él ha quedado
descartado; el corazón solo es el órgano destinado a regir el sistema
circulatorio. Sin embargo, todavía se habla de tener buen corazón o de tener
mal corazón.
El
fanatismo en el sujeto de menguado intelecto es rematadamente dañino, y súper
difícil llevarle a que entre en razón, o sea, a que se dé cuenta de lo que es
razonable; en presencia de imbéciles y de insensatos -Schopenhauer dixit-,
no hay más que una manera de demostrar que se tiene razón: no hablar con
ellos. Pero no siempre es posible, y cuando se hace necesario, cuando
resulta inevitable, se presenta una ardua lucha, ya lo dice Ramón y Cajal: razonar
y convencer, ¡qué difícil, largo y trabajoso! ¿Sugestionar? ¡Qué fácil, rápido
y barato! Lo del que ´el hombre está hecho a imagen y semejanza de Dios, me
resulta increíble. Con la inmensa mayoría de este simio antropoide transformado
en hombre no existe el más ligero parecido con Dios. Recordemos la
opinión de Nietzsche: El hombre, creó a Dios a su imagen y semejanza
en su orgullo.
Evidentemente,
incluido el clero. Ha hecho una religión a la carta. Y pues estoy luchando
contra la mentira del citado pueblo segoviano, justificaré mi lucha con la
siguiente afirmación de este polifacético filósofo -poeta, músico, filólogo-
alemán: Nada es más necesario que la verdad y, con relación a ella, todo
lo demás no tiene más que un valor de segundo orden. Se lo subrayo al
alcalde y al cura de referencia que llevan el número de años que ya he dicho
negándose a aceptar la verdad; no la aceptan -reitero- ni aun estando
científicamente probada, siendo por consiguiente una mentira imposible de seguir
exponiendo. Si para ello es necesario pasarse la Ciencia por el triángulo
de Scarpa, pues el político –Jaime Pérez Esteban- y el sacerdote –Alfonso
Agueda Martín- se la pasan y se quedan tan panchos. Yo les pido explicación y
les ruego que procedan rectamente, mas,
lejos de ello, a su manera tan reprobable de proceder aúnan una actuación de no
muy elegante ética, que digamos: me someten a radical silencio. Ante este hecho
absurdo e indelicado, carente de miramiento, de respeto, evoco nuevamente a
Nietzsche: La palabra más soez y la carta
más grosera son mejores, son más educadas, que el silencio. ¡Ay de la
soberbia, orgullo, y la idea de superioridadl de tantos sacerdotes solo por el hecho de serlo!
Clérigos
y seglares moral y sentimentalmente son iguales a lo largo de la escala social;
del más humilde sacerdote al papa, del mendigo al rey. En todos caben, y de
hecho cupieron, los siete pecados capitales: lujuria, gula, avaricia, pereza,
ira, envidia y soberbia. Y en esto no puede decirse, con Jorge Manrique, que cualquier tiempo pasado fue mejor, sino
tolo lo contrario. En cuanto a la avaricia, que el DAE define como “afán
desmedido de poseer y adquirir riquezas para atesorarlas”, a la vista tenemos
la corrupción, en su vertiente de robo, que ha venido desgobernando nuestro
país hoy día tan sucio y pobre para la ciudadanía en general como próspero para
lo que era la casta y ha resultado la trama. Para las religiones -y es tema que tengo más que tocado- tampoco el dinero -avaricia del mismo- es cosa muy molesta, que digamos.
No
es la política, ni mucho menos, buena escuela de Moral y Ética, ella es
muestrario de mentira, hipocresía, y… negocios turbios e indignos, ¡pero al
extremo que ha llegado en estadística y gravedad del trinque, nunca como hoy se robó -antes se robaba en pesetas, ahora en euros-; antes hacía
"""negocios""" solo el político de primera línea, a veces, ahora también el de segunda y tercera.
Tampoco tenía España tantos políticos, tan bien pagados y con tantos
privilegios. Han sido, realmente, una carcoma del dinero público. Dijo Aznar en una ocasión
que en el PP no había corruptos, y, no obstante, tenía de vicepresidente a
Rodrigo Rato. No vio a este gigantesco ejemplar, que es presuntamente de tal
fauna, ni al que había tenido de ministro, Jaume Matas, muy elogiado por él, ni
sabía nada de nada. Aznar, a decir de Jorge Verstrynge, es el creador de los
célebres Sobres de sobresueldos;
quizá también lo ignore, como asimismo a todos, y son muchos, los presuntos
delincuentes de Gürtel. De las mismas dotes detectivescas ha sido Esperanza
Aguirre con sus dos inmediatos fieles servidores: Francisco Granados e Ignacio
González. Y con todos en general. ¡Ay del
que tiene ojos y no ve!, que dice la Biblia.
Terminante NO a la tiranía.
He
jurado sobre el altar de Dios hostilidad eterna contra toda forma de tiranía
sobre la mente del hombre. – Thomas
Jefferson, tercer presidente de los Estados Unidos.
Veamos
cómo define el Diccionario de la Real
Academia Española esta palabra tan desagradable:
1. | Gobierno ejercido por un
tirano.
2. |Abuso o imposición en grado
extraordinario de cualquier poder, fuerza o superioridad.
3. | Dominio excesivo que un
afecto o pasión ejerce sobre la voluntad.
Me
repugna que tiránicamente impongan los referidos la mentira contra toda razón,
siendo así que, como afirma el filósofo y matemático René Descartes, la razón o el juicio es es la única cosa que nos hace hombres y nos
distingue de los animales. Pienso, y supongo que así lo entendería el más
lerdo, que el hecho de ser alcalde y/o diputado provincial no concede derecho a
la sinrazón, a proceder de manera injusta, cual es la imposición de
la mentira. Tampoco, por supuesto, el haber recibido el orden sacerdotal. A uno y
a otro les recalco, les vengo repitiendo hasta la saciedad, que la mentira que
sostienen a ultranza carece de defensa
una vez que está probado por la
Ciencia que lo es, y, por ende, resulta inaudito,
escandalosamente vituperable, lo que están haciendo y que, palmariamente,
constituye una extralimitación de sus facultades otorgadas por sus respectivos
cargos. A ellos puede tiranizarles el deseo de que los restos fueran de Blanca
I de Navarra, y se ve que así es, pero no pueden tiranizar a nadie e
irrefutablemente han de acatar la realidad. Podrá ser poco extraña la mentira
en la casta, y aun cuando también en la Religión las hay a lo
largo de la Historia,
pero incuestionablemente no se halla en consonancia con la moral católica, ni con la moral en genera.l Debe ser de ello consciente
el Sr. Agueda, que ha de conocer, cuando menos, las tablas de la Ley que Jehová entregó a
Moisés en el monte Sinaí.
Si
muy lamentable –por el daño que implica, de una parte y por la vergüenza, de
otro- es la cloaca, en cuanto a lugar sucio, inmundo, en que España se ha
convertido por motivo o causa de nefasta política, inmundicia que tapaba la
mentira e hipocresía y en la actualidad está saliendo a la superficie, es
igualmente de pena –acaso y según
referencias que tengo pudiera ser también de Derecho Penal- cuanto al
anterior alcalde constitye vox populis, voz del pueblo, comentario del lugar santamarieño. Me apena, sí, me aflige, siento vergüenza ajena por lo que están
haciendo y diciendo en torno a la mistificación de la Historia. Hora es ya de que
dejen de falsearla, falsificarla, deformarla, ya no digamos de venirme con
salidas por peteneras, y cuando se han percatado de que les resulta inútil,
haber pasado a adoptar, como ya he consignado, el ningunearme. Ello dejando
aparte -expuesto también en otros artículos- el proceder con la razón de la
fuerza, a falta de la más mínima fuerza de la razón, lo que me hizo recurrir a la Guardia Civil, que, lógica y
naturalmente, no podía consentirlo, aunque el alcalde llegada a decirme que la
misma lo sabía. ¡Ya es mentir! Le he expuesto por correo electrónico su mentira contra la Benemérita y aún estoy esperando que me conteste.
La verdad antes que la paz.
Primero la verdad que la paz, es una frase grabada en la
fachada de la Casa-museo
de Unamuno. Para él < veritas prius pace, primero la verdad que la
paz>. Es mejor verdad con guerra que mentira con paz. Y,
aquí por lo menos, los conservadores nos tienen la paz de la mentira. No me
predique la paz, que la tengo miedo. La pereza. La sumisión y la mentira Ya
conocéis mi divisa: primero la verdad que la paz. Antes quiero verdad con
guerra que no mentira con paz.
El espíritu
acomodaticio y la cobardía motiva en
múltiples casos adaptarse a la mentira, es una transigencia de servilismo e
implica enorme oprobio, mientras que la lucha por la verdad nos dignifica.
Ya
hace falta ser falso a nativitate, de
nacimiento, para llevar a efecto una imposible mentira como de la que vengo
protestando y rogando su corrección. A decir de Federico Schiller, una
persona falsa es capaz de llevar la mentira al centro del cielo. No tan
lejos, en el caso que nos ocupa, se ha llevado, pero sí a la capital de la
provincia. De ello trataré otro día, ahora concluyo consignando que yo también antepongo
la verdad a la paz, que únicamente unida a ésta me apetece, la deseo. Y, como,
por otra parte, soy libre, no vivo bajo
una dictadura, continuaré de por vida en
defensa de la verdad, de lo justo, recto, honrado. Sea contra quien sea, que
una cosa es el hombre y otra su cargo, dicho sea basándome en esta frase del
citado dramaturgo, historiador y filósofo, alemán. Y este aserto o afirmación
es: “Hay que distinguir al hombre de su
cargo”.
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