El pueblo llamado Martín
Muñoz de las Posadas y el Cardenal Espinosa.
Martín
Muñoz de las Posadas se origina con el burgalés Martín Muñoz que en tal zona se
instaló en el siglo XI, aunque su auge no se alcanzó hasta el siglo XVI por un
hijo ilustre de tal localidad: Diego Espinosa, nacido en 1502 y fallecido en
Madrid en 1572; su vida fue, pues, de 70 años. Apenas disfrutó el palacio que
mandó construir en 1569 al arquitecto del Monasterio del Escorial: Juan
Bautista de Toledo y, al morir éste, le acabó Gaspar de la Vega en 1572, año, como vemos
en, que fallece el Cardenal. Tal palacio
está declarado ‘Bien de interés Cultural’. E igualmente la iglesia, la cual
lleva el nombre de Nuestra Señora de la Asunción y San Agustín, siendo construida entre el siglo XIII al XIV,
de estilo gótico, donde existía antes un
templo románico, siglo XIII. Se halla en ella el sepulcro del cardenal Espinosa,
pues don Diego fue nombrado, a instancia del monarca, esta jerarquía de la Iglesia por el Papa Pío V
en 1568. Unos cuatro años disfrutó el cardenalato del que ascendió desde su
obispado en Sigüenza (1556). No fue meteórica, que digamos, su carrera
eclesiástica, pues, como vemos, obispo fue a la edad de 64 años, cardenal a la
de 66.
Este
cebollero, que tal es el gentilicio de los naturales de este pueblo, tuvo un
relevante papel en política –también ya mayor-, pues en 1565 Felipe II le
nombró presidente del Consejo de Castilla. Había sido oidor en Valladolid y en
Sevilla, así como primer regente del Consejo de Navarra.
La
visión que de él el conde de Cedillo, y expone ‘DESDE LA CASONA’,
es en cuanto a su personalidad:
… Prodújose D. Diego en todos estos cargos
como hombre discreto, a la vez que enérgico y severo, amante de la justicia,
incorruptible y ardientemente celoso en la defensa de la Fe y en contra de la pravedad
herética.
Pero,
como reza a paremia, ‘no es oro todo lo que reluce’. Y así continúa
manifestándonos don Jerónimo López de Ayala:
Dícese de él que fue altivo e imperioso con
los grandes, magnífico y fastuoso en el vestir, asiduo y rápido en el despacho
de los asuntos, y que hasta al propio Felipe II se atrevió a hablar y escribir
con arrogancia.
<Sagrario
en que tu Rey
tiene
depositados
sus
altos pensamientos y cuidados.
Díjole su contemporáneo y amigo D. Diego
Hurtado de Mendoza (el famoso historiador y poeta) en un Himno que le enderezó y en el que le elogiaba grandemente.
Pero
su arrogancia dio al traste con la simpatía que le tenía el Rey y que produjo
un giro de noventa grados. El autor nos sigue diciendo:
Parecer ser, no obstante, que el monarca,
molesto por el exceso de independencia de Espinosa, le cortó los vuelos con una
frase incisiva, de tan terrible efecto para el Cardenal, que cayó herido por un
síncope que pronto acabó con él en 5 de Septiembre de 1572. Su nacimiento y su
muerte están rodeados de circunstancias que parecen más novelescas que
históricas.
Una
contradicción real y realista es esta que relata y de la que hacen mención
varios historiadores:
Refiérese que pasando poco después Felipe
II por Martín Muñoz, mandó aplicar una
misa por su alma, que oyó, y a la conclusión dijo a sus hijos: <aquí
descansa el mejor ministro que he tenido en mis reinos>.
Si
el controvertido monarca fue el causante de la muerte de don Diego de Espinosa,
pudo haberlo sido el no menos polémico príncipe don Carlos, el cual estudiando en
la universidad de Alcalá se cayó por una escalera persiguiendo a una sirvienta,
lo que fue causa de su enfermedad mental. Según refiere un texto de Historia,
de Ricardo de la Cierva:
Perdía a grandes ratos la memoria y la
facultad de hablar; se abalanzó puñal en mano contra el principal consejero de
entonces, Diego de Espinosa, presidente del Consejo de Castilla; y después
contra el Duque de Alba, que se despedía para reprimir la rebelión en Flandes.
Y es que los nobles de aquel reino que empezaban a alimentar en su corazón la
rebeldía contra España, como el conde de Egmont y el barón de Montigny, más
espía que embajador cerca de la
Corte, habían advertido ya que el príncipe Carlos era el
punto más débil del rey y desde el año 1563, cuando la rebelión se propagaba
bajo tierra, halagaban al príncipe que tramó con ellos salir de la Corte y presentarse en
Flandes como libertador.
Entra
en escena Felipe II respecto al problema suscitado por su hijo Carlos, habido
de su primera esposa la infanta María Manuela de Portugal, príncipe de Asturias
desde 1560 hasta su muerte -llevado a la literatura por Federico Schiller, su
drama ‘Don Carlos’, y, con igual título, a la música por Giuseppe Verdi, ópera
en cinco actos-; está plenamente, relacionado con la Leyenda Negra, pero
sigamos versando sobre Martín Muñoz y su preclaro hijo.
Éste
dispuso de modo testamentario, ser enterrado en la iglesia en que fue
bautizado. Su testamento se encuentra en el archivo parroquial de la iglesia.
Aclaración que del lugar se
hace DESDE LA CASONA.
Como parte integrante de la Comunidad y Tierra de
Segovia perteneció al Sesmo de Posaderas. En lo eclesiástico está en la
diócesis de Ávila y es cabeza de uno de sus Arciprestazgos.
Hace
una llamada para detallar el correspondiente Arciprestazgo, cuyas parroquias
son: Martín Muñoz, Sanchidrián, Adanero, Aldeanueva del Coronal, con su anejo
Aldehuela, Codorniz, Pajares, Blascosancho, Gutierre-Muñoz, Orbita, Montuenga y
Espinosa de los Caballeros.
Dedica
López de Ayala una prolija, dilatada explicación de la iglesia.
Junto al muro del lado del Evangelio de la
capilla mayor aparece, enriqueciendo por singular manera esta iglesia, el
suntuoso mausoleo del personaje que más realce dio a la villa , es a saber, su
hijo benemérito D. Diego de Espinosa, figura relevante de la Castilla del siglo XVI y
Cardenal de la Iglesia Romana.
Presentado
queda una vez más tan ilustre prelado, y veamos cómo describe este monumento funerario, obra de Pompeo Leoni. Padre e hijo trabajaron en las estatuas de la iglesia de del Monasterio de San Lorenzo de El Escorial.
En los frentes del basamento y del ático hay dos leyendas que por muy extensas, omito,Es un espléndido monumento, labrado en ricos mármoles y jaspes, con arreglo al canon artístico greco-romano propio de las postrimerías de aquella centuria. Sobre un basamento se alza el cuerpo principal, compuesto por cuatro pilastras y un entablamento que encuadra una hornacina de medio punto, donde se contiene la magnífica estatua orante del Cardenal Espinosa. […] Remata superiormente el monumento con un ático, compuesto de un cuerpo cuadrangular; sobre él un frontón partido con escudo mobiliario bajo capelo cardenalicio y a los lados, sendas esfera.
Una advocación mariana realmente impactante.
Confiesa
el conde de Cedillo que recorrió la iglesia buscando detalles interesantes, y,
entre otros, nos señala este:
En el fondo izquierdo del crucero, en
insignificante retablito gótico contemporáneo, se venera la pictórica imagen de
Nuestra Señora del Desprecio:
advocación extraña que llama la atención. Es una Virgen de los Dolores, pintada
al óleo en un pequeño lienzo, obra de mediano mérito, al parecer del siglo
XVIII, y por la cual los vecinos de este pueblo sienten una devoción muy
especial, considerándola como su veneradísima patrona.
'Cristo Crucificado', del Greco.
En opinión del conde de Cedillo, de Camón Aznar y otros, este cuadro procede de la iglesia de la pedanía de Navalperal del Campo, perteneciente al término municipal de Montuenga, que se despobló a principios del siglo XIX, pasando sus pertenencias a la de Martín Muñoz. Se trata de un regalo que el pintor hizo a Andrés Núñez de Madrid en agradecimiento por su mediación en el problema que tuvo para cobrar su lienzo de 'El entierro del Conde Orgaz'. Núñez se lo dejó en herencia a su hermano, abad del monasterio del citado Navalperal.
Del palacio renacentista -archivo, Instituto..?- hablaré otro día. A proposición del rey se le mando construir, le parecía excesivo a don Diego, pero fue lo que se dice 'hacer ascos con ganas de comer'. No tuvo su inicio como casona, o casa señorial antigua, sino como mero, auténtico, palacio.
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