La muerte del picador - Goya 1793 |
Los toros es la
fiesta española por antonomasia; tiene como música de fondo el pasodoble el
cual es también español por excelencia. Valga de paradigma ‘El Gato Montés, pasodoble
torero, de la ópera del mismo nombre, compuesta por Manuel Penella Moreno.
La historia de nuestra Fiesta Nacional es multisecular y
como toda historia -la de cualquier rama del saber humano, la de la Humanidad en suma- ha
ido, con más o menos rapidez evolucionando. Las corridas de toros en época de
Isabel la Católica,
por ejemplo, no guardaban apenas parecido con las que conocemos hoy. Por cierto
que Isabel de Trastámara detestaba de ellas. Tomen nota los que no conciben lo
español sin tauromaquia, por así decirlo, cuanto más con taurofobia. No es mi
intención marcar la evolución, la directriz histórica, de la tauromaquia, sino
tratar de la afición a los toros y al fútbol.
La afición de los españoles a “su” fiesta no es unánime ni
está tan generalizada como allende nuestras fronteras solía creerse. Además el
incremento del turismo ha dado al traste con las falsas imágenes, deformaciones
a que había dado pábulo la literatura que pintó una España de toros y
pandereta. Frente a los taurófilos están sus detractores. Entre los primeros
los hay incondicionales, cegados por la pasión; entre los segundos los hay
furibundos. Unos y otros exageran; a veces profieren el disparate. Decíame un
conocido, y para mayor sorpresa con ínfulas de intelectual –ya sabemos que los
pseudo-intelectuales superabundan en aras de del triste resultado de la pedantería,
la que suele dar un título a quien carece de inteligencia, sin atender a que ‘quod natura non dat, Salmantina non
praaestat’, lo que la naturaleza no da, Salamanca no lo presta u otorga,
que es decir inteligencia, memoria, capacidad de aprendizaje. No, ello no se
adquiere en ningún Colegio –, me decía, expongo, que no podía creer en la existencia de
personas inteligentes no aficionadas a los toros. Muy amante era el pobre señor
de dicho espectáculo, pero muy poco de Clío.
Los situados en el polo opuesto degradan al entusiasta
taurino al entusiasta taurino al extremo de considerarle hombre incivil, dicho
sea genéricamente. No canten victoria los amigos de la caza y enemigos de los
toros, pues Amado Nervo, ap. ‘El arquero divino’, ha escrito este aserto: ‘Taurófilo y cazador, hombre inferior’.
Y, como sabemos todos, Nervo es mejicano, que es tanto como decir español a los
efectos del tema que estoy desarrollando. Si la afición de los españoles y de
los hispanoamericanos no es unánime, ni mucho menos, tampoco lo es la
hostilidad de los extranjeros entre los que ha habido u hay un elevado número
de aficionados, cuando no taurómacos.
El fútbol –importación inglesa y por ello durante mucho
tiempo se escribió ‘foot-ball’- es
del siglo XX , para nosotros. Tuvo su auge tras la Guerra Europea (1914-1918). En
1902 se organizó el primer campeonato. Pese a su corta historia, tiene mayor
área geográfica que los toros.; mas esta
circunstancia no significa superioridad cualitativa. Ciertamente la comparación
no sería pertinente por tratarse de actividades específicamente distintas. Así,
he preferido titular este artículo ‘Los toros y el fútbol’, con la conjunción
copulativa, a cambiarla por la conjunción disyuntiva: ‘Los toros o el fútbol’.
No, no cabe contraponer, separar. La afición a los toros no excluye la del
fútbol, y viceversa. Y conste también que a la Plaza de Toros como al Estadio acude público de
la más diversa cultura e inteligencia. Es una perogrullada pero hay que
decirlo, porque durante algún tiempo tuvo el fútbol su leyenda negra; se le
suponía propio de la masa amorfa, y aún día es olímpicamente despreciado –no
quiero hacer citas al respecto- por varios que se permiten emitir juicios tan
hostiles como erróneos. Pueden gustar los toros y el fútbol.
Como muestra de la conjunción de ambas aficiones cito A
José María de Cossio, autor de ‘Los toros en la poesía española. Estudio y
antología’, dos tomos, y de la más monumental obra ‘Los Toros’. ¿Qué taurófilo
no la ha manejado, y ya de una manera imprescindible el taurómaco, es decir, el
entendido en tauromaquia. Este erudito de la
tauromaquia fue un acérrimo aficionado del deporte imperante que en
progresión geométrica ha conseguido sus adeptos. Los que se interesan por el
fútbol o por la literatura saben que ocupó durante varios años ocupó la
presidencia del Racing, de Santander. Viajaba con el mismo interés para
encontrar un clásico, una fábula mitológica, un poeta, una poesía, que para
presencia un partido de fútbol de sus equipos favoritos.
Las corridas de toros tienen sus adeptos más entusiastas y
sus detractores más acérrimos, y ello en grandes figuras de las Ciencias y de
las Letras. Para Federico García Lorca ‘los
toros son la fiesta más culta que hay en el mundo’. En contraste, Unamuno
decía: ‘Siempre me han aburrido y
repugnado las corridas de toros. Y Antonio Gala Expone: ‘Llamar fiesta a un rito tan sangriento como
una corrida de toros es lo contrario de llamar sacrificio a un rito incruento
de la misa…El golpe de gracia le da Santiago Ramón y Cajal: ‘Me enorgullezco de no haber figurado nunca
entre la clientela especial de esa españolada, que son las corridas de toros’.
Si se ha dicho que ‘la religión es el opio del pueblo’,le
embelesa, ¿qué decir de la expresión ‘ <Pan y Toros > de Jovellanos o de
o de León Arroyal? Ésta sí que persigue embelesar , cautivar, sujetar. Como pone de relieve su párrafo final:
Halla pan y halla toros, y más que
no halla otra cosa. Gobierno ilustrado, pan y toros pide el pueblo. Pan y toros
es la comedia de España. Pan y toros deben proporcionarla para hacer en lo
demás cuanto se te antoje in secula
seculorum. Amen.
Se divulgó por la zarzuela de Francisco Asenjo Barbieri de
igual título, la cual consta de tres actos y se estrenó el 22 de diciembre de 1864 en el Teatro de la Zarzuela. El libreto es José
Picón. En Wikipedia podemos ver todos los detalles, incluidos sus interpretes,
pero el argumento le voy a transcribir de la biografía ‘El maestro Barbieri y
su tiempo’, de Augusto Martínez Olmedilla.
El asunto, a grandes rasgos, se
reduce a la supuesta, pero verosímil, conspiración fraguada por algunos buenos
españoles, ansiosos de que Carlos IV gobernase por sí mismo, y no sometido al
favorito Godoy, y se preocupara de los asuntos nacionales en vez de pasarse la
vida cazando, mientras Ricardos luchaba en el Rosellón y los españoles
suspiraban or merecer la atención regia. No se iba, pues, contra el soberano,
sino contra la camarilla que le aislaba de su pueblo. Esta camarilla está
representada por el Corregidor de Madrid y Pepita Tudó, esposa morganática de
Godoy. Los conspiradores son Goya, la Princesa de Luzán y el capitán Peñaranda.. […] El
Corregidor emplea la fórmula de <pan y toros>, remedo del <panem et circenses>de de Roma y de
las tres F. F. F. de Fernando de Nápoles: <forca, fiesta e Farina>.
Anota Martínez Olmedilla este epígrafe: Prohibición de <Pan y Toros> en 1867.
No existe razón para ello, puesto que si se pretende que
Peñaranda hable con el Rey para evitarlo
se contrata a un asesino, ‘una habilidad de gran efecto dramático hace que el capitán quede indemne,
siendo el asesino , la victima de la maquinación’, por decirlo con palabras
de Martínez Olmedilla, que nos relata la lucha de sus autores por salvar la
obra que injustamente es prohibida por Isabel II; incluye incluso la carta en
verso que José Picón le escribe al no cumplir la reina, en la visita que le
hizo, la palabra que le dio de levantar
la prohibición, tan infundada, tan injusta, tan perjudicial. Era una obra muy
taquillera, de buenas recaudaciones; en
fin, este biógrafo de ‘El maestro Barbieri y su tiempo’ explica
este evento minuciosamente.
Pan y fútbol.
Ya a mediados del siglo XX surge esta paráfrasis con anclaje
en el franquismo, y en verdad que también surte gran efecto analgésico; se
lleva a la sociedad a dirigir principalmente su atención a este deporte. Y en
esta estrategia política continuamos.
Se llega a emitir también las más contundentes frases. Nada menos que Alberto Camus dice: ‘No hay lugar en el mundo en que un hombre
pueda sentirse más contento que en un estadio de fútbol’. Y más contundente,
si cabe: ‘¿En qué se parece el fútbol a
Dios? En la devoción que le tienen
muchos creyentes y en la desconfianza que le tienen muchos intelectuales’. Esta idea corresponde al escritor uruguayo
Eduardo Galeano. También nos dice que ‘hay
algunos pueblos y caseríos del Brasil que no tienen iglesia, pero no existe
ninguno sin cancha de fútbol’.
Vino eclipsando la fiesta taurina el deporte del fútbol,
la veneración por el torero, por lo que éste tiene de extraordinario, la
sentida hacia el futbolista. Para mí, el torero representa bastante más: el
futbolista pone en juego su maestría y valía en su deporte; el torero, además
de estas cualidades, un valor envidiable, ‘digno de ser deseado y apetecido’,
(DAE). El torero pone en juego su vida, en visible peligro de muerte e
innúmeras veces el sufrir una herida de poca gravedad, como tantas otras
gravísimas. El torero juega con la muerte, no la respeta. No hace todavía un siglo que el cornúpeta mataba corrientemente los viejos caballos de lo picadores, y para evitarlo se ideó el peto. Ya que el equino no es carne de toro, se ha mejorad éste y aminorado la exposición del varilarguero.
Y en nuestros días y en el mismo cementerio Francisco Rivera 'Paquirri '.
Bien merecen el pedestal de una estatua y estos monumentos fúnebres estos héroes.
Monumento a Manolete en la Plaza del conde de Priego, Córdoba. |
Sevilla. Monumento a Joselito 'el Gallo` |
Su sepultura en el cementerio de San Fernando (Sevilla) |
Bien merecen el pedestal de una estatua y estos monumentos fúnebres estos héroes.
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