jueves, 11 de julio de 2019

Un recorrido por el siglo XIII de nuestra Historia. (Primera parte)

El siglo XIII, en el cual empieza la llamada
Segunda Edad Media, prolongada hasta
los Reyes Católicos, es, al par que aurora
de una nueva civilización, el glorioso remate
de la que por espacio de tantas centurias se
había ido formando lentamente para salir de
la rudeza a que volvieron las naciones después
de la invasión de los bárbaros.
                - Alfredo Opisso -
  
Nos recuerda este siglo algo tan  nefasto como la victoria  almohade contra el reino de Castilla en la Batalla  de Alarcos donde Alfonso VIII fue vencido por Yusuf. Fue un enorme infortunio para la Reconquista, pero que se superó con creces diecisiete años después en la Batalla de las Navas de Tolosa.  Medió entre una y otra del 19 de julio de 1195 al 16 de Julio de 1212 en que Castilla con el reino de Navarra,  la Corona de Aragón y las Órdenes Militares del Temple  Santiago y Calatrava y Hospitalarios, además de  otros cuerpos de combatientes infligieron una decisiva derrota a Muhammad Al Nasir,  llamado por los cristianos 'El Miramamolin. 

Europa temió el desastre de Castilla,  y el Papa Inocencio  III lo dio carácter de Cruzara, y aconsejó a los reinos peninsulares que se dejaran de rencillas entre ellos y se unieran contra el moro. A partir de entonces la Reconquista  se aceleró en venideros monarcas.  Poco sobrevivió Alfonso VIII a la batalla, pues murió en octubre de 1214 a la edad de 58 años. Y aún menos Pedro II de Aragón que fallece en septiembre de 1213, y joven, 35 años. El hecho sobresaliente de aquella batalla es el realizado por el hercúleo monarca navarro Sancho VII El Fuerte, traspasando la guardia de negros encadenados del Sultán que tuvo que huir precipitadamente.  Son las cadenas que España tiene en su escudo.   Ha ocurrido lo mejor, y es que los cinco reinos cristianos han aprendido la conveniencia de unirse en la lucha  contra el invasor. 

Alfonso VIII deja por sucesor a Enrique I. Deja también dos hijas, la infanta doña Berenguela que fue madre del rey San Fernando, y la infanta doña Blanca que lo fue de otro rey, San Luís, rey de Francia. Berenguela casó con su primo hermano y fue disuelto su matrimonio. Dejó el reino a sus dos hijas, doña Sancha y doña Dulce,  nacidas de su primer matrimonio.  En su segundo matrimonio nació Fernando que reinará en Castilla. 

Enrique I de Castilla muere el 6 de junio de 1217 a consecuencia de caerle sobre la cabeza una teja, estando jugando con otros niños en el palacio del obispo de Palencia. Pretendió el conde Álvaro Núñez ocultar el hecho llevándose el cadáver al castillo de Tariego,  más ello no impidió que Berenguela se enterase. Pasó a ella el trono de Castilla,  pero el 2 de  julio le cedió a su hijo Fernando.  Enrique I empezó a reinar á la edad de once años bajo la tutela de su madre doña Leonor y al morir esta bajo la de doña Berenguela, su hermana, que tuvo problemas por la mala administración de D. Álvaro de Lara, y de no morir Enrique hubiera estallado una guerra civil. Las Cortes de Castilla proclamaron reina a Berenguela, que, como ya he dicho, no tardó en abdicar la Corona en su hijo Fernando habido de D  Alfonso de León, del que estaba divorciada 

Alfonso IX malmetido por D. Álvaro de  Lara  se sublevó  contra su coronación  pero hijo y madre le frenaron por dos veces, y  muerto Lara quedó Fernando en pacífica posesión del reino y en buena relación con su padre. Al morir Alfonso IX deja como sucesoras a sus hijas doña Teresa y doña Dulce, pero ambas renunciaron al ver que la nobleza de Asturias y Galicia reconocían el derecho de don Fernando. En él quedaron unidas en una Corona Castilla y León 

Fernando III el Santo contrajo matrimonio con Beatriz de Suabia, cuyo acontecimiento el P. Florez describe así:
Llegaron en fin a Vitoria donde la reina doña Berenguela había pasado a recibirlos con una con una lucida corte de señores y señoras que condujeron a la novia a Burgos, donde el rey San Fernando la esperaba, con mayor número de grandes y los principales de todas las ciudades. Entró doña Beatriz en Burgos a fin de noviembre, en cuyo día 27 celebró misa solemne el obispo don Mauricio en la real iglesia de las   Huelgas, bendiciendo las armas con que el rey había de armarse caballero, según el estilo de aquel tiempo [...] al tercer día, fiesta de San Andrés, se celebró solemnemente el casamiento con la reina doña Beatriz en la catedral de Burgos    
 y el primogénito fue Alfonso, nacido el 23 de noviembre de 1221 y que sucedió a su padre. Tuvieron familia numerosa, aunque el último hijo murió al poco de nacer. Murió la reina el 5 de noviembre de 1235 en Toro (Zamora)

En 1237 casó el rey en segundas nupcias con Juana de Ponthieu, cuya elección hizo su madre Berenguela -como había hecho la de su primera esposa- y a través de su hermana Blanca, reina de Francia, como dije antes. Veamos su etopeya y prosopografía en 'Memorias de las Reinas Católicas de España', del P. Enrique Florez de Setien. 
La reina madre dispuso que trajesen a a Burgos a la novia, y allí se celebraron las bodas  con una gran Corte muy sobresaliente y de festejos lucidos. La Crónica General lo cuenta así: <La dicha doña Juana fue recibida del Rey a la costumbre de los Reyes, et fechas sus bodas muy honradas. Et fue alzada del Rey por Reyna ante toda la Corte, et otorgáronlo todos. Mas diz que fue grande de cuerpo, et fermosa además, et guisada en todas buenas costumbres, et por tal se probó ante todos los omes buenos que la conocen.  
El arzobispo de Toledo, que cerró su historia con esta reina, dice que fue doña Juana tan sobresaliente en hermosura, agrado y modestia, que no solo cayó muy en gracia al rey por sus virtudes, sino que se hizo muy acepta delante de Dios.
Como estamos viendo los  reyes que hubo en León y Castilla en el siglo XIII fueron Enrique I, Doña Berenguela, Fernando III el Santo, Alfonso X el Sabio y Sancho el Bravo. Los de más relieve el Santo y el Sabio. En un viejo texto se pide en cuanto al belicoso santo, no todo espada.

Debe colocarse a Fernando III entre los monarcas más sabios y prudente que hayan ocupado jamás el solio de Castilla. Aunque celosísimo católico, mostró la más admirable tolerancia así con los musulmanes como con los judíos, permitiendo a unos y a otros la celebración de su culto en mezquitas y sinagogas; sí, cumpliendo con un deber de conciencia, procuró la conversión de los infieles, jamás la impuso, en lo cual no hizo más que seguir los sapientísimos consejos de de su insigne madre la grande doña Berenguela.
A él se debe el gran avance de la Reconquista. Inició su reinado conquistando Baeza y alguna otra plaza. Enseguida Córdoba -29 de junio de 1236- con Zafra, Aguilar, Cabra, Osuna, Marchena y Cazalla.  Jaén, Murcia y Sevilla -29 de diciembre de 1248- siguiendo Jerez, Medina Sidonia, Arcos, Rota, Lebrija y Sanlúcar, obligando al rey de Granada a reconocerse como tributario. El final de su afán guerrero fue pensar internarse en África en expedición guerrera, pero murió de hidropesía en Sevilla el 30 de mayo de 1252, siendo enterrado en la catedral. Ésta, tras la conquista, pasó de mezquita a iglesia de Santa María y catedral, y mandó el rey construir la Capilla Real. En ella están también su primera mujer, Alfonso X y Pedro I de Castilla. (Al morir fue enterrada Beatriz de Suabia en el Monasterio de Santa María la Real de Las Huelgas, en Burgos, y en 1279 su hijo Alfonso el Sabio la trasladó a la catedral de Sevilla, Capilla Real).   

Redujo a la nobleza, pero ésta volvió a desenfrenarse al querer Alfonso X continuar las reformas políticas y sociales de su padre contra los "intereses creados" de la nobleza y el clero que luchaba contra la merma de sus privilegios. Trató de robustecer el poder real, y lo único que consiguió fue afianzar el derecho, por herencia, a la sucesión, a la corona a favor del primogénito varón o hembra, con lo que se evitaba problemas de tal índole. No obstante, como ironía del destino, hubo de aceptar violar lo por él establecido, ya que contra el derecho de los hijos del infante Fernando de la Cerda, su primogénito, tuvo que jurar como sucesor a su hijo segundo Sancho IV, que ya había reconocido la nobleza, el clero y el pueblo. 

Frente a su incuestionable grandeza y virtudes, argumenta del siguiente modo Marcelino Menéndez y Pelayo:
Rasgos hay en la vida de San Fernando que resultan durísimos para nuestro sentir moderno; guerras de tal, devastación y exterminio; pena de fuego aplicada de continuo a los herejes:rasgos en que no conviene ni insistir demasiado ni defenderlos con razones sofísticas, ni menos disimularlos con interesada cautela. Pero quien tenga en cuenta la diferencia de los tiempos, las costumbres jurídicas a las que el Santo Rey se atemperó, y no olvide el principio de que la santidad no excluye errores de juicio, aunque implique virtud en grado heroico, no podría menos de exclamar leyendo la historia de San Fernando: <Admirable es Dios en sus santos.>
Y de admirar al Santo pasa a destacadas figuras del siglo: 
Grande y providencial en todas partes el siglo XIII, presenta en España de un modo tan evidente las huellas de un designio y ley superior, que es imposible dejar de reconocer la acción eficaz de la mano divina que reúne en el espacio de cien años al vencedor de las Navas; al conquistador de Córdoba y de Sevilla; al conquistador de Mallorca, de Valencia y de Murcia; al fundador de la Orden de Predicadores; al grande Arzobispo de Toledo, padre de la historia nacional; al primer poeta español de nombre conocido; al Rey legislador, astrónomo y sabio; que descorre y hace patentes los arcanos del firmamento, mientras deposita y hace germinar la semilla de la filosofía moral en el corazón de su pueblo.
La conquista de Mallorca fue por Jaime I de Aragón en 1229, aunque hasta 1231 resistieron los musulmanes en las montañas. En 1238,  Valencia. y en 1265-66 Murcia fue conquistada por Alfonso X el Sabio. 

Las dos figuras eminentes del siglo: Santo Domingo de Guzmán, y el otro ilustre dominico San Raimundo de Peñafort. El clero fue, aunque no siempre, la antorcha del saber; los conventos y las catedrales sedes de la enseñanza hasta que aparecieron las Universidades. En cuanto al clero, tenido por culto, no deja de darse el caso de que al principio de la Reconquista era tan iletrado como el pueblo. Según Carlomagno, entre mil sacerdotes españoles no se encontraba uno que supiera escribir una carta. Por otra parte, Pérez de Ayala, en su Rimado de Palacio, le muestra de muy bajo nivel intelectual in illo tempore, destruyendo en cambio muchos libros en varios autos de fe. Y recuerda la destrucción que hizo el obispo Lope Barrientos con la biblioteca del marqués de Villena. Este clérigo relevante más pertenece  al siglo XIV, pues nació en 1382. El cronista López de Ayala corresponde al siglo XIV y siete años del XV; escribió las crónicas de Pedro I de Castilla, Enrique II de Trastámara, Juan I, y dejó inacabada la de Enrique III. 

En este siglo décimo tercero surgen las Universidades; Sainz de  Robles, en su 'Diccionario de la Literatura, lo expone así:
Las tres primeras Universidades "verdad" que tuvo España fueron las de Palencia, Salamanca y Valladolid. La Universidad de Palencia fue fundada -carácter episcopal- el año 1212, por don Tello Téllez de Meneses. La Universidad de Salamanca lo fue -carácter real- por don Alfonso IX de León, el 1215. La Universidad de Valladolid -carácter municipal-, el año 1260 por una resolución del concejo. A la de Palencia otorgó en Pontífice Urbano VI los mismos privilegios de que gozaba la de París.[...] 1254: Alfonso X el Sabio crea en Sevilla unas Escuelas generales de latino y de arábigo, denominaciones que piensa De la Fuente representen:: El Latino, las letras; lo arábigo, las ciencias. A estos Estudios alfonsinos se los calificó en un Breve de Alejandro IV -1260-  de "Estudium Generale literarium".     
Otorgó Fernando III el Santo grandes privilegios a la Universidad de  Salamanca. y, aparte de sus conquistas a favor de la cruz, obsequió a Dios con la catedral de Burgos y la de Toledo, ambas de ese estilo arquitectónico que va del siglo XIII al XV, el gótico. Destaca en su reinado, asimismo, la fundación, en Italia, de la Orden de los Franciscanos por Francisco de Asís que con su hermana Clara crea también las Clarisas. Paralela es la Orden de los Dominicos fundada por el ya citado Domingo de Guzmán, nacido doce años antes en Caleruega (Burgos), 1170, probablemente el día de la festividad de San Juan  Bautista. Consiguió del Para Inocencio III en 1215 fundar una nueva Orden -morirá seis años después-. Este Pontífice proclamó una guerra santa contra los albigenses, o cátaros, herejía del sur de Francia, sin que llegara la paz hasta 1237, estableciéndose enseguida el tribunal de la Inquisición para extirparla. Santo Domingo combatió contra ella con su predicación. Raimundo de Peñafort (1175, o 77-1275) fue el tercer Maestro General de la Orden y consiguió bulas papales a favor de la misma. De él y del mallorquín Raimundo Lulio (1232-1315, o 16) el Doctor Iluminado, hablaré en la segunda mitad de este siglo XIII que corresponde a Alfonso X el Sabio y a Sancho IV el Bravo. Me ocuparé también de recordar a Gonzalo de Berceo (1190-1264) de singular relieve  en la Literatura.

Para unos autores figura Fernando III el Santo como el creador del Consejo de Castilla para el que  nombró doce prestigiosos jurista, pero otros historiadores sostienen que la institución oficial corresponde a últimos del siglo XIV, concretamente a 1385 y como obra de Juan I de Trastámara tras la desastrosa batalla de Aljubarrota. Esta institución es fortalecida por los Reyes Católicos; colocaron un presidente eclesiástico, dos o tres nobles y ocho o nueve letrados. El Decano del Consejo de Castilla fue presidente  del Consejo de la Mesta a partir de 1500.  

Muy generoso fue el Cielo con este rey,  que lo fue sin dejar de ser santo,  y que fue santo sin dejar de ser rey y de los más belicosos; le concedió una madre ejemplar y dos esposas.  La segunda no rehuía acompañarle en campaña.  En 'Reinas de España' nos dice el P. Florez:
El santo le pegaba  bien su fineza,  no solo con reciproco amor, sino dándole heredamientos en todas las conquistas,  y como éstas eran muchas, crecieron notablemente los estados de doña Juana.  Por una escritura de Calatrava se sabe que dicha Orden tenía en guarda veintiséis Privilegios de la reina,  que eran de varios  heredamientos: de Carmona, Luc, Zuferos, Zuferet, Fellin, Marchena,, de la heredad de Jaén,  con la torre de Mondejar de la heredad de Córdoba, que fue de la reina doña Berenguela ; de Arjona y Baños de Córdoba , concedido todo esto por por Privilegios del santo rey, su marido.  
Con ambas esposas tuvo numerosa descendencia, aspecto en que no he entrado ni voy a entrar. Lo hace minuciosamente, e indicando los matrimonios de todos los hijos de Fernando III, el susodicho fraile agustino; precisamente es autor de 'Elogios del Santo Rey Don Fernando III'.           
                                   

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