miércoles, 17 de diciembre de 2014

La vida íntima de la patológica dinastía Borbón ( I )

Dinastía Borbón durante el siglo XVIII: 

Felipe V (1701-1724), Luís I (1724), Felipe V, 2ª vez (1724-1746), Fernando VI (1746-1759), Carlos III (1759-1788) y Calos IV (1788-1808). 

 Felipe V

Pasó la mayor parte de su vida enfermo. Fue su primera mujer su prima María Luisa de Saboya con la que se casó en 1701 y tuvieron cuatro hijos. Contrajo segundas nupcias con Isabel de Farnesio en 1714, de cuyo matrimonio nacieron siete.
                                                                                
La pobre Isabel de Farnesio estaba desesperada, y bien sabe Dios que con sobrado motivo. Su esposo, el rey Felipe V, padecía una neurastenia formidable. Claro que entonces no se llamaba así; pero da lo mismo,porque el nombre no hace a la cosa, según nos han dicho, de común acuerdo, los enciclopedistas francees y Pero Grullo. Lo cierto es que el monarca estaba siempre taciturno, de mal talante, sin ganas de comer ni de dormir. No es fácil comprender qué pudiera sucederle para motivar aquel desequilibrio nerviosos, porque entonces era una delicia ser rey : poder onnímodo, tranqilidad social, honores y riquezas sin cuento. Pues nada, el infeliz se aburría de todo, y la reina no sabía qué hacer para distraerle. Organizaba fiestas cortesanas, y él se metía en el último rincón para no ver a nadie. Hizo traer los mejores jardineros versaleses para crear la maravilla de La Granja, y como si tal cosa. Cuando mostró al rey, orgullosa, la estupenda fuente de La Fama, escasamente hizo él una mueca que remedaba una sonrisa. Al enseñarle la Basílica creyé tener un éxito: "Mira, Felipe, qué hermosura; aquí nos enterrarán juntitos." Y el rey no hizo ni la consabida mueca. En fin, como para desesperarse. 
En esto, alguien le habló en la Corte de Farinelli, y la reina le hizo venir para ver si, oyéndole, se aliviaba el melancólico soberano. Sin decirle a éste una alabra, se dispuso todo lo necesario para un concierto en el salón más próximo a la regia alcoba donde Felipe V adolecía de su extraño mal. Farinelle suelta el chorro de su voz, poniendo todo el sentimiento que Carlos VI de Austria le aconsejara, y como mano de santo. El rey rompe a llorar y luego dice que está aliviado. La reina bate palmas, alborozada, y la Corte se conmueve profundamente.
Desde entonces comienza el favoritismo del cantante napolitano, que duró casi un tercio de siglo. En cuanto la neurastenia real se agudizaba, cosa frecuente, la reina hacía cantar a Farinelle; el rey se licuaba en lágrimas y después se quedaba tan contento. 
No es de extrañar que fuese el niño mimado de la Corte, se le dieran habitaciones en el Real Palacio y una pensión de tres mil doblones al año. Nada más justo, puesto que su trabajo era tan útil. Eso sí, a condición de que no cantase en público. Egoista requisito, que ya no parece tan bien.  

Fernando VI. 

De "La demencia de un Rey: Fernando VI (1745-1759) por Excma. Sra. doña Rosa Basante Pol" -2010- Real Academia Nacional de Farmacia -Lecturas Singulares, 9", extraigo "Las patologías del monarca":

Fernando de Borbón y Saboya sufrió todas las enfermedades quedurante la Ilustración eran consideradas consecuencia de su temperamento melancólico-atrabiliario.

Sufrió disfunciones de los aparatos circulatorio, reproductor, respiratorio, genético-urinario, y sobre todo del sistema nerviso central. Padeció de viruelas, trecianas, cefaleas, hernia inguinal, inapetencia, tisis, diarreas, insomnio, estreñimiento y muchas otras, aunque la enfermedad que le causó su muerte, diagnosticada por los médicos de Cámara que cuidaban del Rey "fue "una enfermedad del  cerebro que cursa con demencia mortal", es decir una psicosis maniaco-depresiva o depresión bipolar.

Sus ataques de furia, o los temores a morirse de repente, a sufrir un ccidente o a ahogarse, conformaron obsesivos pensamientos y errático comportamiento. Unas veces estaba eufórico, no paraba de hablar agotando a los que obligaba a escucharle, y otras totalmente depresivo, enmudecía y además no quería ver a nadie, todo ello unido a una agresividad y ataques de ira que producían miedo a las personas de su entorno.

Algunos autores afirman que murió de Alzheimer, entendemos que no, que Fernando VI padeció un claro trastorno bipolar. 

Aunque se trate de un estudio de patología y de farmacopea, no faltan acertadas pinceladas históricas, y así podemos leer.

La subida al trono del Príncipe de Asturias fue amargo veneno que hubo de tragar, sin repugnancia, y cuya acción se manifestó, años más tarde, al comprobar que en contra de lo que ella pensaba ni Fernando VI ni Bárbara de Braganza eran fácilmente manipulables. Por ello los planes estratégicamente diseñados por "La Parmesana" tenían un valladar que era necesario sortear, y la mejor manera era no desear nada bueno a los Monarcas, incordiarlos cuanto fuera posible, para de ese modo acabar cuanto antes con su reinado y así volver ella triunfante, desde su exilio en el Palacio de la Granja de San Ildefonso, al madrileño del Buen Retiro, al menos en cuanto su hijo, Carlos, llegaba de Nápoles a Madrid. 

Esta estrategia pasaba por desgastar, humana y políticamente, a los Reyes, utilizando para ello cualquier motivo argumental, pero sobre todo disponiendo de buenas fuentes de información que, en la medida de lo posible, le aportasen datos de todos, y cada uno, de los movimientos por ellos realizados tanto desde la vertiente política como de la humana.

Hartos los soberanos de tanto malidicencia y traición, acordaron desterrarla a La Granja. El jesuita P. Rávago fue el encargado de entregar, el 3 de julio de 1847, a la Reina Viuda la carta con dicha noticia. Ni que decir cual fue la reacción de la destinataria, y dos días tan sólo tardó en responder al Rey pidéndole explicaciones de su alejamiento de Madrid alegando que nada había hecho para merecer esto. Fernando VI con su autoridad, y rotundidad, le respondió: 
Cuanto propone Vuestra Majesta y cuanto puede discurrir lo he considerado antes de resolver y, pesado todo he resuelto: Lo que yo determino en mis Reinos no admite consulta de nadie antes de ser ejecutado y obedecido. En lo demás hablará mi confesor.                   
Carlos III

Su prosopografía. 

En cuanto a su apariencia personal bien, puede decirse que no era nada agraciado. Bajo de estatura, delgado y enjuto, de cara alargada, labio inferior prominente, ojos pequeños, ligeramente achinados, su enorme nariz resultaba el rasgo más distintivo de toda su figura. A todo ello había que añadir un progresivo enengrecimiento de su piel a causa de la actividad física de la caza, práctica cinegética que continuamente realizaba no sólo por motivos placenteros, sino como una especie de terapia que él consideraba un preventivo ara no caer en el desvarío mental de su padre y de su hermanastro. El retrato con armadura pintado por Rafael Meng confirma los rasgos físico de Carlos maduro y la pintura de Goya, presentándolo en traje de caza, con una leve sonrisa en loslabios entre burlona y bondadosa, lo ha inmortalizado como un rey campechano y poco preocupado por la elegancia en el vestir. 

Su etopeya.

Era de costumbres rutinarias: Nunca alteró su distribución del tiempo ni el orden de su frugal comida, según Dominguez Ortiz. Y a decir de su biógrafo, el conde de Fernán Núñez, "jamás olvidó que era un hombre como los demás.  

                                                                        


Contrajo matrimonio en 1737 con María Amalia de Sajonia, hija de Augusto III de Polonia y de María Josefa de Austria. 

                                                                          
Carlos III y su mujer María Amalia de Sajunia
En materia amorosa era hombre austero, fiel a su esposa, y llevó esa conyugal fidelidad hasta el fin. Su única pasión desmedida: la caza. Con agudeza, Domínguez Ortiz anota que esta pasión contrapesaba la evidente ausencia de pasiones amorosas, musicales, literarias o teatrales. En este sentido, y dado que dedicaba a las tareas de gobierno muy poco tiempo, la caza habría sido para él la única forma de escapar al aburrimiento. 

Si, lo que más tiempo dedicó es a la caza, pero también no poco a hacer hijos de la carne pues fueron éstos nada menos que trece, llegando a adultos siete. El sexto hijo, Felipe Antonio, duque de Calabria, hubo de ser excluido al trono de España y al de Nápoles por ser deficiente mental. El bueno de Carlos III estubo bien rodeado de éstos, así que a cazar sea dicho.  Pensó él que ello le defendería contra la demencia más los placeres intelectuales, que obviamente tampoco apetecía.
                                                                               
Carlos III, por Goya 
Falleció María Amalia el 27 de septiembre de 1760 a las 35 años de edad, a menos de diez meses de encontrarse en España. Le gustaban las corridas de toros, de ellas dijo: "Yo creía que me causarían gran miedo, pero mirando la sangre fría y habilidad de estas gentes, todo temor desaparece, y yo gozo mucho de este espectáculo". Aunque Carlos tenía 44 años, no volvió a casarse, muy satisfecho de su esposa pensó y expresó: "La sucesión en el trono está asegurada, y nuncca hallaré otra esposa equiparable a la difunta reina". No sólo no volvió a contraer nuevas nupcias, sino que no tuvo amoríos; en una ocasión dijo al prior de El Escorial: "Padre, yo no he conocido nunca más mujer que la que Dios me dio; a ésta la amé y estimé como dada por Él, y después de que ella murió me parece que no he faltado a la castidad, aun en cosa leve, con pleno conocimiento". 


Era gran creyente, oía misa y rezaba a diario, pero no beato. Su religiosidad no le impidió para sentar que en cuanto a lo temporal es al soberano al único al que todos los súbditos tienen que obedecer, incluidos los eclesiásticos. No vaciló, como es sabido, en la expulsión 

Murió, a la edad 72 años, con una visión cristiana y pesimista de la vida terenal: "¿Qué dejo yo para que sienta morir, sino cuidados, penas y miseria? He hecho el papel de rey, y se acabó para mí esta comedia".          

Carlos IV 

Si este gordinflón no era un marido complaciente -a los cuernos-, era indefectiblemente un retrasado mental. He aquí cómo pone de manifiesto la disyuntiva; Augusto Martínez Olmedilla, en "Nuevas memorias de un afrancesado (en el Madrid goyesco), en el capítulo XIV, titulado "En torno a Godoy" escribe:
Creía el bueno de Carlos IV como artículo de fe que en lídes eróticas nadie puede "salirse de su esfera" y que el poseedor de sangre real no lograba el deleite amoroso más que con otra persona de su misma categoría. Púsose en claro este absurdo de un modo insospechado. Vivía aún el buen rey Carlos III, cuando, departiendo en la regia cámara juntamente con varios Grandes, el entonces príncipe de Asturias, hubo de surgir el tema de ciertos devaneos atribuidos a damas de la Corte, que ponían en entredicho el honor de sus respectivos esposos.
 --He aquí un peligro de que están libres los reyes  -esclamó con aires de suficiencia el futuro Carlos IV.
 --¿Por qué dices eso? -inquirió el padre.  
 -- ¡Naturalmente! -repuso el heredero -muy ufano-. No es tan fácil que las reinas encuentre otras personas reales para holgarse en su compañía... y no teniendo cerca gente de sangre real que hubiera de traicionarlos, los reyes pueden dormir tranquilos.
Callaron los cortesanos, conteniendo la carcajada en que, de no cohibirlos la etiqueta, hubieran prorrumpido. Carlos III se limitó a exclamar:
-- Bueno, bueno, Carlitos; no digas tonterías.
Comenta Olmedilla que nunca modificó tal absurdo, "specimen elocuentísimo de la crasa estulticia del futuro rey de España", lo que le permitió a María Luisa hablar de "la Trinidad en la Tierra", así se definía ella con Carlos IV y Manuel Godoy.        
                                                                                                    

 Carlos IV con su esposa y prima carnal, María Luisa de Parma, fue tan prolífico como su padre; tuvo catorce hijos, o los tuvo ella al menos, de veinticuatro embarazos. Se ha puesto en tela de juicio que fueran hijos biológicos del rey, incluso la misma María Luisa confesó que ninguno lo era del marido.                                                                         
Godoy y María Luisa, Museo del Prado

Existe el libro "España contra España", de Rafael Torres -publicado por La Esfera- en el que se trata de reivindicar a la reina consorte y a Godoy; de éste dice el autor ser descendiente. No he leído dicha novedosa publicación, pero difícil, por no decir imposible, le va a resultar que se dé crédito a sus argumentos básicos de que "ni Godoy fue un traidor, ni María Luisa de Parma una zorra". Por lo visto, no solamente le quita este amante sino otros que también tuvo. Va contra toda la historia sobre el particular que se ha escrito hasta aquí. Si conociera el libro, le contestaría específicamente, aserto por aserto. A lo que parece, al descendiente de Godoy que sale en su defensa, no le dice nada el gran parecido del niño Francisco de Paula con el amigo de tales reyes -muy probablemente un ménage à trois, hogar de tres-, constituyeron un trio inseparable que María Luisa, cínicamente, llamaba "la Trinidad en la Tierra". Francisco de Paula casó con Luisa Carlota de Borbón-Dos Sicilias y son padres de Francisco de Asís de Borbón, primo y marido de Isabel II. Se duda, como es notorio, de la paternidad de Carlos IV y de la de su nieto oficial, el citado rey consorte.  

Llegó su caída por su mala política y por sus relaciones con Napoleón, por las cuales le detestaba el pueblo, y España entera por sus amoríos con la reina. Circulaban por doquier -cuenta Olmedilla- diatribas contra el aborrecido Choricero, como el siguiente deleznable soneto que el clérigo Gil de la Cuesta hizo rodar por Madrid en los días memorables del motín de Aranjuez : 
Por ti murió el de Aranda perseguido;
Floridablanca vive desterrado;
Jovellanos, en vida sepultado,
y muchos Grandes yace en olvido.

De la madre, del padre, del marido,
arrancas el honor, y has profanado, 
polígamo brutal, aquel sagrado
que indigno, tú, pisarno has merecido.

Calumnias, muertes, robos y atentados
con descaro insolente cometiste
--¡oh, tú, el más vil de todos los malvados!-.

Si almirante, si grande te creiste,
cuando eres el más ruin de los creados,
hoy el cielo te vuelve a lo que fuiste.

En el motín se escondió entre un rollo de esteras, descubierto fue llevado al cuartel de Guardias de Aranjuez, cuatro días después al castilo de Villaviciosa de Odón, donde permaneció hasta que su amigo el general Murat le libertó y envió a Bayona, lugar en el que redacta el acta de abdicación de Carlos IV. Seguidamente acompañó a éste y a la reina en su destierro a Roma en cuya localidad permaneció hasta que la muerte rompió el trío, muriendo el matrimonio en el año y mes: enero de 1819, ella el día 2, él dieciocho fechas después. Muertos ambos soberanos, se trasladó Godoy a París, en el que residió definitivamente, sorprendiéndole la muerte el 7 de octubre de 1851 a la edad de 84 años. Tuvo, pues, vida más longeva que su familia los reyes, amén de ser dieciocho años menor que su amada María Luisa de Parma. Familia, sí, porque le casó la reina con María Teresa de Borbón y Villabriga. Por ella abandonó, tras traducirla en amante, a su esposa Pepita Tudó, faceta, ésta, de la vida del celebérrimo político -político por ser algo, en su caso mucho, sin ser nada- que bien merece página aparte. La merecen sus dos esposas. ¿Qué hizo en Paris en los treinta y dos años que sobrevivió a los monarcas? Pudo vivir libre de la miseria merced a los seis mil francos que le pasaba Luís XVIII, y se dedicó a escribir sus "Memorias críticas y apologéticas para la historia del reinado de del señor don Carlos IV de Borbón". 
                                                                          
He aquí su sepultura en el cementerio  de Pére Lachaise desde 1952 en que fue trasladado desde la iglesia de Saint.Roch. 
 


    
Fernando VII no permitió que sus padres volvieran  a España y tampoco el valido. Isabel II le rehabilitó en 1844 pero no quiso volver a España   
                                                                                 
El grupo de los diputados populares y J. A. Monago ante la tumba de Godoy, en París.
En la página correspondiente a esta fotografía se informa: 
El primer teniente de alcalde del Ayuntamiento de Badajoz, José Antonio Monago, y los diputados del PP en la Diputación de Badajoz han viajado a París para reivindicar el traslado de los restos mortales de Manuel Godoy desde el cementerio de Père Lachaise a Badajoz en el Bicentenario del 2 de mayo. Los populares solicitaron a la  Embajada española su colaboración en las gestiónes.
España entera de illo tempere y cuantos han escrito sobre tan conocida cuestión saben de los amoríos de María Luisa de Parma y de liaison de Godoy con la reina, a la que sólo puso fin la muerte -excepción ya hecha del citado historiador Rafael Torres-. Junto al ya comentado parecido de Francisco de Paula, está el de una de sus tres hijas de la reina, respecto al valido. Juan Balansó, en "Las perlas de la Corona" lo trata en el epígrafe: "María Isabel: la "pequeña bastarda", el cual empieza así:  
Sobre la infanta María Isabel, hija menos de Carlos IV y María Luisa de Parma, pesa y pesará siempre -mientras la familia Borbón no permita un simple examen del ADN de sus restos, lo que resultaría lo más práctico para solventar el problema histórico- la sospecha de haber sido fruto de los amores ilícitos de su madre y Godoy.
Habla de idénticos perfiles de la infanta y Godoy, y de la acusacion de la reina María Carolina de Nápoles, que en carta a uno de sus ministro le dice es una pequeña bastarda, a quien quiere mucho porque es muy buena y no es culpa suya haber sido procreada por el Crimen y la Maldad. Añade Balansó: Más claro agua. 

Hasta Carlos IV inclusive existe la dinastía Borbón española, pero... ¿y después? A este respecto he de añadir a lo expuesto cuanto expone Zavala, en "Bastardos y Borbones". Transcribiré algunas líneas claves.
Mi amigo Balansó, uno de los mayores expertos en casas reales del último tercio del siglo XX, me había hablado varias veces de una reliquia documental que, de existir y conservarse milagrosamente aún, daría un giro corpenicano a la ya de por sí convulsa historia de los Borbones de España. / Nadie, durante casi dos siglos, había publicado jamás su contenido íntegro; ni mucho menos había sido capaz de reproducirlo mediante cualquier medio, ni siquiera una simple fotocopia. / Pero entre los papeles privados de fray Juan de Almaraz, confesor de la reina María Luisa de Parma, esposa de Carlos IV y madre de Fernando VII, guardaba yo entonces la remota esperanza de encontrar al fin el increíble documento. / Balansó (q.e.p.d.) había dado fe de su existencia en dos de sus libros ( Trío de príncipes y  La Corona vacilante), pero en ninguno de ellos había logrado transcribirlo completo; señal inequívoca de que él nunca pudo tenerlo en sus manos o de que, incluso, alguien debió referírselo tan solo de palabra. 
Llegó para Zavala el hallazgo de tal documento, que del libro copio:
Como confesor que he sido de la Reina Madre de España (q. e. p. d.) Doña María Luisa de Borbón. Juro imberbum sacerdotis cómo en su última confesión que hizo el 2 de enero de 1819 dijo que ninguno, ninguno [se repite en el original] de sus hijos y [sic] hijas, ninguno era de legítimo Matrimonio; y así que la Dinastía Borbón de España era concluida, lo que declaraba por cierto para descanso de su Alma, y que el Señor la perdonase.
Lo que no manifiesto por tanto Amor que tengo a mi Rey el Señor Don Fernanfo 7º por quien tanto he padecido con su difunta Madre. Si muero sin confesión, se le entregará a mi Confesor cerrado como está, para descanso de mi Alma. Por todo lo dicho pongo por testigo a mi Redentor Jesús para que me perdone mi omision.
                                                                                                 Roma, 8 de enero de 1819
                                                                                           Firmado JUAN DE ALMARAZ                 
 

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