Es nuestra nación el país que desde los más remotos tiempos rinde
pleitesía a la madre de Dios, existe tan correlación entre su culto y
nuestra geografía que me sería imposible en el límite de un artículo no
ya hablar, sino siquiera relacionar exhaustivamente las distintas
advocaciones con que las provincias y los pueblos de España la invocan.
Dígalo Madrid con sus tres patronas: La Virgen de la Almudena, la Virgen
de Atocha y la Virgen de la Paloma; Barcelona, con la Virgen de la
Merced, y Cataluña con Nuestra Señora de Montserrat. Valencia y la
Virgen de los Desamparados; Sevilla y su Macarena; Bilbao y la Virgen de
Begoña; Vitoria y la Virgen Blanca. Navarra se postra ante la Virgen
del Puig y del Camino; Murcia ante la Virgen de la Fuensanta. Asturias
adora a Nuestra Señora de Covadonga en la grieta de Auserva, ‘altar
mayor’ de España, donde empezó la Reconquista. Galicia venera la Virgen
de la Soledad, magistralmente cantada por Rosalía de Castro. Extremadura
late por la Virgen de Guadalupe, tan amada por el emperador Carlos, que
a su lado fue a morir. Granada es decir la Virgen de las Angustias;
León, Santa María; Segovia, la Virgen de la Fuencisla, y así
sucesivamente.
(Luce el fajín donado por el general Varela que en la guerra civil tan próximo a Ella estuvo)
Por los pueblos se repiten a veces las advocaciones, valga como
muestra Nuestra Señora de la Soterraña, patrona de Olmedo (Valladolid),
de Santa María de Nieva (Segovia) y cuya imagen se venera también en la
cripta del templo de San Vicente, en Ávila, como indicación de la
devoción que se le tiene en la patria chica de Santa Teresa de Jesús.
Esta simultaneidad de advocaciones marianas sucede también entre
ciudades, valga como paradigma la Virgen de la Antigua, patrona de
Guadalajara, la cual se repite, entre otros lugares, en
Orduña (Bilbao). He dicho que se repiten en los pueblos.
La provincia de Guadalajara es una de la de mayor fervor mariano,
según puso ampliamente de relieve –ha muchos años- José de Juan García,
siendo director del periódico local ‘Nueva Alcarria’, en una conferencia
pronunciada en la Casa de Guadalajara en Madrid. Del itinerario mariano
que hizo, recordemos algunos nombres que están en la memoria de cuantos
conocemos plus minusve, más o menos, la provincia. Virgen de
la Salud (Barbatona), de La Leche (Sigüenza), Socorro (Sacedón), de los
Olmos (Maranchón), Virgen de los Enebrales (Tamajón), La Granja
(Yunquera), Virgen de La Peña (Brihuega), Nuestra Señora de la Hoz
(Molina), Peñahora (Humanes), y un largo etcétera.
Bello, bellísimo, regalo el que nos hizo San Pedro de Mozonzo,
obispo de Compostela (siglo X), autor de ‘La Salve’, porque en verdad
que nuestra Madre del Cielo es <vida y dulzura, esperanza
nuestra>. ¡Con que cariño nos acordamos de nuestra madre de la
tierra, sobre todo cuando de ella partió, pensando que nos enseñó a
rezar! La madre nos enseña las oraciones, lo mejor que en la vida hay,
porque ‘la oración –San Agustín dixit- es la fuerza del hombre y
la debilidad de Dios’. Hablando el gran orador Vázquez de Mella sobre
‘La Virgen ideal de belleza’ emitió las siguientes palabras que
encierran el sublime consuelo de nuestra de nuestra religión:
¡La orfandad! ¿Qué religión y qué filosofía han pensado en aliviarla y en suprimirla sustituyendo la madre muerta por una que no muera nunca? Solo una religión divina podía hacerlo. Y la Iglesia nos la muestra en la Virgen, no como un símbolo, sino como una realidad, como la realidad que invocaban en las horas de angustia nuestras madres y de la que todos guardamos testimonio, porque es ella la que, en momentos supremos, cuando el corazón es arrastrado por las aguas negras del dolor, parece que se inclina hacia nosotros y nos alarga su manto para que asidos a él nos salvemos del naufragio.
Literatura mariana.
Mucha y muy bella literatura existe sobre MARÍA; ya en el Cantar del Mío Cid
es citada más de treinta veces, Rodrigo Díaz de Vivar la tiene en sus
labios constantemente encomendándose a ella y haciéndole promesas, la
Virgen preside la epopeya. Si de la acción pasamos a la vida
contemplativa, y de estudio, de los monasterios, verdaderos refugios de
cultura en la Edad Media, tenemos a Gonzalo de Berceo, en el de San
Millán de la Cogolla, que escribe ‘Los milagros de Nuestra Señora’, ‘Los
loores de Santa María’, y ‘El duelo de la Virgen al pie de la cruz’,
suma y compendio de las doctrinas mariológicas de aquel tiempo. Alfonso X
el Sabio contribuye por su parte con las ‘Cantigas a Santa María’. El
más alto poeta lírico, Juan Ruiz, Arcipreste de Hita, acude a la madre
de Dios como bello ideal de toda virtud.
Quiero seguirte a Ti, Flor de las flores;siempre decir, cantar de tus loorese non me partir de te servirmejor que los mejores
Canta los gozos de María y tiene una paráfrasis del Ave María. María es la madre que llama siempre.
¡Oh, María, luz del día!Tú me guías todavía;dame gracia y bendiciónde Jesús consolaciónpara cantar tu alegría
De la Edad Media no podemos olvidar a Juan de Mena y su ‘Coronación’
y a otros como Fernán Pérez de Guzmán, que aparte de su obra de
cronista tuvo tiempo para componer poesías; recordemos las ‘cien-triadas
en loor de la Virgen María. Sucederán los Cancioneros, pero dejemos la
Edad Media y la Edad de Oro, saltemos del Cancionero de Baena a Fray
Luís de León y de éste a Lope de Vega, que es decir la dramática, con
Cervantes y Calderón, los tres grandes caballeros marianos.
El Romanticismo se ocupó también de María, principalmente Zorrilla,
que es el cantor de la raza y el cantor de la Santísima Virgen, su
cantor popular por excelencia. Como la de advocaciones marianas, la
relación de poetas españoles que escriben sobre la Virgen es inabordable
en un artículo.
Ella es la musa celestial del alma hispana, mas he mencionado a
Pérez de Guzmán, citaré a su pariente don Iñigo López de Mendoza,
marqués de Santllana, sobre el que otras veces he escrito tratando su
perfil político, y de hombre de letras y armas, el cual compuso doce
Gozos de María, y no siete como anteriores trovadores, en los que
comienza por la predestinación y termina con su Ascensión:
Por los cuales gozos doce,Doncella del sol vestida,e por tu gloria infinidafaz tu Señora que gocede los gozos e placeresotorgados a los bienaventuradosbendita entre las mujeres.
Y entre todas las mujeres es para él María -¿y para quién no?- la más bella:
Inefable, más fermosaque todas las hermosas,thesoro de tantas cosas,flor de blanco, lirio celosa.
En el Diccionario Católico de información bíblica y religiosa
inserto en la Biblia, de Mons. Juan Straubinger –The Catholic Ress
Chicago, Illinois -1970 – define la ‘advocación’ como ‘título que se da a
una iglesia o imagen del Señor, de la Virgen o de un santo con arreglo
al misterio que representa’. Y aclara sobre nuestra devoción mariana:
‘Tanto en España como en América y Filipinas, las advocaciones marianas
son numerosas y han formado desde siglos el espíritu de devoción a la
Virgen’. Da una lista de las advocaciones marianas en América latina.
¿Cuál la que hace de España? He aquí la referencia que hace:
Las advocaciones marianas son tan numerosas en España, que con razón puede afirmarse que la península fue el centro de irradiación de este bello sentimiento de devoción pasado en herencia a todo el mundo hispano. Algunas advocaciones tienen un renombre que transciende a los lugares geográficos: la Virgen de Monserrat, en el histórico santuario hacia el cual culmina el amor y la fe de Cataluña; la antigua Virgen del Pilar, en Aragón; Nuestra Señora de la Almudena, patrona de Madrid, cuya imagen fue llevada a España por el Apóstol Santiago; Nuestra Señora de Covadonga, la más grande advocación en Asturias; Nuestra Señora de la Rábida, en Palos, frente a la cual oró Cristóbal Colón; Nuestra Señora de Begoña, celebérrima imagen que se venera en Vizcaya; la Virgen de Lluch, en Mallorca. Etcétera.
Consagrado el mes de mayo a la Santísima Virgen, no podía dejar de
evocarla. Y en la advocación de la patrona de mí pueblo, la bella
megalópolis de Madrid.
Nuestra señora de la Almudena |
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