lunes, 20 de mayo de 2019

Comentario sobre el parentesco e historia de la dinastía Tratamara (Primera parte)

Se inició con un crimen y se acabó con un matrimonio que fusionó la sangre del criminal con la de su víctima. Ambos eran hermanastros. 

Alfonso XI de Castilla se casó con su prima María de Portugal y tardaron en tener hijos, mientras con su amante Leonor de Guzmán tuvo: Enrique, Fadrique, Tello y Sancho. Con su esposa tuvo dos hijos, Fernando, nacido en Valladolid en 1332, y Pedro, en Burgos el 30 de agosto de 1334. 

Alfonso XI vivió siempre alejado de su esposa y al lado de doña Leonor de Guzmán que fue su favorita a lo largo de unos veinte años. Era unos meses mayor que Alfonso, viuda de Juan de Velasco a la edad de 18 años, mujer de gran belleza. Según el cronista, era dueña muy rica y muy fijadalgo y era en fermosura la mas apuesta muger que avía en el Reyno. 
                                                                                    

En la página correspondiente a la foto puede leerse la genealogía: "Leonor Núñez de Guzmán y Ponce de León, hija de  Pedro Núñez de Guzmán y Girón y de Juana Ponce de León. Nacida en 1310..., por parte de madre, es biznieta del rey de León Alfonso IX, de su unión ilegítima con Aldonza Martínez de Silva, cuya hija, la infanta Aldonza Alfonso, reconocida, casó con Pedro Ponce de Cabrera. Su hijo Fernán Pérez cambió Cabrera por León: Fernán Pérez Ponce de León y casó con Urraca Gutiérrez de Meneses, de quien tuvo a Juana Ponce de León, la madre de Leonor... Sus hijos con Alfonso XI: Enrique, Fernando, Juan, Pedro, Fadrique, Tello, Alfonso, Sancho, Juana...". 
                                                                               

                                                                                  
Pedro I de Castilla, el Cruel o Justiciero. (1334-1369).

Fallecido el rey en el sitio de Gibraltar, a causa de la peste, ocupa el trono su hijo legítimo, teniendo la edad de diez y seis años. Viajando Leonor en el cortejo fúnebre fue detenida y encerrada en el Palacio Real sevillano, permitiéndosele recibir visitas, en especial la de su hijo Enrique. Éste por intercesión de su madre consigue matrimoniar con Juana Manuel, que la reina viuda deseaba para su hijo, circunstancia que trajo, como inmediata consecuencia, el agravamiento de la situación de la favorita, siendo trasladada a Carmona y luego a Talavera de la Reina en cuyo alcázar fue ejecutada por orden de la reina viuda. 

A raíz del fallecimiento de su padre permaneció, Pedro, un año en Sevilla donde enfermó gravemente y temiéndose su muerte surgieron bandos para elección de un rey inclinándose por don Juan Núñez de Lara, descendiente de los Cerdas. Al recuperar su salud ya miró  a éstos hostilmente. Muy partidario de ellos Garcilaso de la Vega, promovió en Burgos lucha contra el rey, pero le dieron muerte los ballesteros de éste, con lo que los partidarios del Señor de Vizcaya y la nobleza se percataron de que la corona estaba en fuertes manos. Ansioso de justicia, reunió Cortes en Valladolid, se hizo un Ordenamiento  de menestrales, combatiendo los errores de la época en cuanto a reglamento laboral. Quería gobernar con acierto, justicia. En aquella ocasión emitió esta frase que le revela precisamente como justiciero:  Los reyes y los príncipes viven y reinan por la justicia, en la cual son tenidos de mantener y gobernar sus pueblos. 

Pero su hermanastro Enrique le dificulta el gobierno, su reinado está marcado por la lucha entre la monarquía legítima y la nobleza que apoya a aquél. Mientras el rey se aplica en beneficiar al pueblo, don Enrique se subleva en Asturias. Simultáneamente se había sublevado en Aguilar don Fernando Coronel, pero Albuquerque rinde la plaza y condenado a muerte el rebelde, le recrimina el vencedor su conducta, y entonces surge la frase que ha quedado como célebre: Esta es Castilla, que hace los hombres y los gasta. Sofocada por el rey la sublevación, Enrique se entrega a su clemencia. Se la concede no sin hacerle firmar un acta reconociendo los favores y mercedes que debe al soberano y dando palabra de fidelidad en lo sucesivo. No obstante, con motivo del repudio de Pedro a Blanca, sobrina del rey de Francia, se formó una Liga facciosa y -¿cómo no?- al frente estaban los hermanos bastardos del rey. También Alburquerque, que veía en baja su privanza por la distinción de que gozaban los Padilla. Este era el pretexto de defender a Blanca.  

En medio de estas discordias civiles surge una guerra con Aragón a causa de haberse apoderado la escuadra aragonesa en las aguas de Sanlúcar de Barrameda de una naves de Génova que se hallaba en guerra con Aragón. Cesó la contienda de Castilla y Aragón por intercesión del papa. Don Enrique había obtenido la promesa por escrito de Pedro IV el Ceremonioso, por la ayuda que le había prestado, de ayudarle a sentarse en el trono de Castilla. La madre del rey inconscientemente se puso de parte de los intrigantes, aferrados a que se uniera a su esposa, deseando también ella que tomara tal conducta. Citó a su hijo a Toro, que era el cuartel general de la Liga, y fue hecho preso. Don Pedro, con la ayuda de su tía Leonor y sus primos los infantes de Aragón, logró fugarse, y con tropas leales tomó Toledo, Toro y otras poblaciones de la Liga. D. Fabrique fue preso y muerto en el alcázar de Sevilla; don Enrique se fugó a Francia. Dio también muerte a otros tres de sus hermanos y a su esposa doña Blanca. La Liga, pues, quedó disuelta. La reina doña María se retiró a Portugal, muriendo poco después, supuestamente envenenada por su padre dado, por supuesto también, que seguía vida licenciosa. Uno de los que lo pone en duda es el P. Enrique Florez.              

A Pedro defiende Inglaterra, a Enrique, Francia. Don Enrique había obtenido la promesa por escrito de Pedro IV, por la ayuda que le había prestado, de ayudarle a sentarse en el trono de Castilla el Ceremonioso Éste con ayuda de las Compañías Blancas -ejército mercenario- toma Calahorra y se proclama rey de Castilla y León. Avanzó hacia Sevilla de donde don Pedro tuvo que huir. Se presentó al Príncipe Negro, hijo del rey inglés; con este ejército penetra en  España y en Nájera se da la batalla en que fue derrotado don Enrique y hecho prisionero Beltrán Duglesclin y Pedro López de Ayala, a los que se dio libertad. (En mala hora al primero) Recuperó el trono fácilmente, y en él hubiera quedado asegurado, pero abandonado del Príncipe de Gales, Eduardo de Lancaster, por incumplimiento de las condiciones pactadas, se envalentonó el de Trastámara y nuevamente con Duguesclín trata de invadir el reino. No todas las poblaciones le quisieron abrir las puertas y mucho le costó rendirlas. Se destacó Toledo en la resistencia.

Marchó don Pedro desde Sevilla a socorrerla, se encontró con el enemigo en los campos de Montiel, y fue vencido, viéndose obligado a encerrarse en el castillo de esta localidad. A través servidor Men Rodríguez de Sanabria entran en tratos con Duguesclín para fugarse, mas la intención del general francés no fue posibilitar su escapada, sino hacerle caer en poder de Enrique. Al encontrarse se entabla la pelea; cae encima, le domina, don Pedro, que era más corpulento y fuerte, y entonces Duguesclín les dio la vuelta a la vez que dice: Ni quito ni pongo rey, pero ayudo a mi señor. El Trastámara hunde su puñal en el corazón de su hermanastro. Según un cronista, mandó Enrique II que clavada la cabeza en una lanza se exhibiera por las ciudades y castillos que le defendían. Jerónimo Zurita, en sus Anales de Aragón, refiere que tras cortar la cabeza "echárosla a la calle, y el cuerpo pusiéronlo entre dos tablas sobre las almenas del castillo de Montiel". En esta fortaleza permanecieron sus restos hasta que fueron trasladados a la iglesia de Puebla de Alcorce; en 1446 Juan II los pasó  al convento de Santo Domingo el Real de Madrid y al ser demolido, en 1869, son trasladados al Museo Arqueológico Nacional, ocho años después fueron depositados en la cripta de la Capilla Real de la Catedral de Sevilla. Este era su sitio propio, que si el poeta hispalense por antonomasia es Bécquer, y su pintor Murillo, es Pedro I su rey. 
Palacio de Pedro I en el Alcázar de Sevilla

Hay en la portada y en los  azulejos azules un texto en árabe rodeado de otro en español que dice: El rey muy alto y muy noble y muy poderoso y muy queridor don Pedro por la gracia de Dios rey de Castilla y de León, mandó hacer estos alcázares y estos palacios y estas portadas que fue hecho en la era de mil y cuatrocientos y dos años.  

De su matrimonio con María de Padilla dejó tres hijas: doña Beatriz, monja clarisa en Tordesillas; Constanza, casada con el duque de Lancaster, e Isabel, casada con el duque de York. Tuvo un hijo, Alfonso, pero este murió en la infancia. He aquí lo que de ellas escribe el P. Enrique Florez, apud "Memorias de las reinas católicas de España".
Doña Beatriz era la mayor, como nacida en Córdoba en el año 1353 [...]. A esta declaró como primera sucesora en todos sus reinos, mandando que casase con don Fernando, hijo legítimo del rey don Pedro de Portugal y su heredero; pero con la muerte del rey no tuvo efecto. El haber sucedido en la corona el conde don Enrique transformó tan generalmente el teatro del reino, que muy lejos de casar Beatriz con el príncipe de Portugal ni reinar en la Tierra [...] fundó un un monasterio en la villa de Tordesillas bajo el instituto y advocación de Santa Clara, y cerrándose allí a servir al Rey de Reyes, falleció y yace en aquella real casa.
Veamos como las dos últimas realizan matrimonio con los hijos del rey Eduardo III Plantagenet. 
La segunda hija de doña María de Padilla se llamó doña Constanza, a quien el rey y el reino señalaron por sucesora después de doña Beatriz. Nació en Castrogeriz en el año 1354 y casó c on don Juan de Gante, duque de Alencastre, los cuales fueron padres de doña Catalina, mujer del rey Enrique III de Castilla, de quienes nació don Juan II. [...] La tercera fue doña Isabel, declarada infanta y heredera en falta de las precedentes. Nació en Tordesillas en el año 1355 y casó con Edmundo, duque de York, hermano del ya nombrado duque de Alencastre, hijos del rey de Inglaterra. 
Enrique II de Trastámara, el Fraticida, el de las Mercedes, el Bastardo.

Se casó, ya quedó dicho, con Juana Manuel de Villena. Es hija del infante Juan Manuel -célebre escritor, Señor de Peñafiel, nieto de Fernando III el Santo, sobrino de Alfonso X  el Sabio- y de su tercera mujer Blanca Núñez de Lara.

Desde este primer Trastámara la dinastía está en peligro, la pone en este trance el ya citado matrimonio de Constanza con el duque de Láncaster. Es apoyado por los partidarios de don Pedro y se alían con Portugal, pero Enrique II se adelanta y la invade. Con Navarra estabilizó la paz mediante matrimonios entre ambas familias reales -su hija Leonor con Carlos III el Noble -. Y el problema con Aragón quedó resuelto con la boda de Leonor, hija de Pedro IV y de su tercera mujer doña Leonor de Sicilia y el hijo de Enrique II y heredero Juan. 

Muere este primer monarca de la Casa Trastámara el 29 de mayo de 1379 y la sucesión de la dinastía será: Juan I (1379-1390), Enrique III (1390-1406), Juan II (1406-1454), Enrique IV (1454-1474), Isabel I (1474-1504) y Juana I (1505-1555).  

Juan I. 

Contrae primeras nupcias, como quedó expuesto,  con Leonor, en Burgos.  En Burgos nació el primer hijo el 4 de octubre de 1379 un infante al que ponen el nombre del abuelo paterno, lo cual, como apunta Florez, regocijó a quienes le recordaban con simpatía. En 1380 nace el 28 de noviembre, en Medina del Campo, otro varón, Fernando, que será quien abre la dinastía Trastamara en Aragón con su esposa, creando los llamados siete infantes de Aragón. Florez Setien expone así el matrimonio Fernando el de Antequera, sus hijos y el matrimonio de éstos.
Casó con doña Leonor Urraca de Castilla, llamada la ricahembra, hija de don Sancho, hermano entero del rey Enrique II, de cuyo matrimonio nacieron los cinco famosos infantes de Aragón: don Alfonso, que fue rey de Aragón después de su padre. Don Juan, señor de Lara, rey de Navarra por su mujer doña Blanca y también rey de Aragón (segundo en el nombre), que fue padre del rey católico don Fernando V. Don Enrique, maestre de Santiago, que casó con doña Catalina, hija de Enrique III, y después con doña Beatriz Pimentel, hija del conde de Benavente, con quien tuvo a don Enrique, duque de Segorbe (nombrado el infante Fortuna), tratado de casar con la princesa hija de don Enrique IV, y después casó con doña Guiomar de Portugal, con quien tuvo ilustre descendencia. El cuarto hijo de nuestro infante don Fernando fue don Sancho, maestre de Alcántara. El quinto, don Pedro, que ni casó ni tuvo sucesión.  Además de estos hijos tuvo en infante dos hijas: doña María y doña Leonor; aquélla casó con el rey don Juan II de Castilla; ésta, con el de Portugal, don Duarte o Eduardo.  
He de recordar a título de curiosidad que Leonor Urraca de Castilla es nieta de Pedro I de Portugal e Inés de Castro, cuya tragedia Luís Velez de Guevara llevó al teatro con el título "Reinar después de morir". Otro gran amor como el de su homónimo y de igual número Pedro I de Castilla y María de Padilla. 

Como estoy hablando de los Trastámara, en especial de los de Castilla, y, por otra parte, dada la endogamia de enlaces matrimoniales con los reinos de Aragón y Navarra, así como de intereses comunes e intromisión política, tendré que referirme a varios Trastamaras de los dos reinos "familiares". Continúo con los de Castilla. 

Al morir Enrique II da al heredero los siguientes consejos, entre otros: Haz atención a que tienes en tu reino tres géneros de gente; unos que constantemente siguieron mi partido, otros que con la misma constancia se declararon por el de don Pedro, y otros que hicieron profesión  de indiferentes para aprovecharse con igualdad de las dos parcialidades. Mantén a los primeros en los empleos y honores que les concedí, pero sin contar demasiado con su fidelidad. Adelanta cuanto pudieres a los segundos, confiándoles ciegamente los empleos de mayor importancia, porque la lealtad que conservaron a don Pedro en su fortuna próspera y adversa es la prueba más segura de la que te profesarán a ti en todas fortunas. De los terceros, o sea los indiferentes, no hagas caso ni para el castigo ni para el premio. teniéndolos sólo en la memoria para el desprecio. Sería grande imprudencia fiar los cargos que se dirigen al bien público, a unos hombres que nunca adoraron otro ídolo sino a su interés personal. 

Con Juan I se repite la defensa a la dinastía legítima, disponiéndose el rey de Portugal y Juan de Gante, duque de Lancaster, aliados, a la guerra, pero al serle su inicio favorable al rey castellano, el portugués desiste de continuar la lucha y se ajusta una paz bajo la condición del matrimonio de doña Beatriz, hija de Fernando I, con uno de los dos hijos de don Juan I. Pero muere la esposa de éste y decidióse el rey viudo a pasar a segundas nupcias con la prometida de su hijo, así se verificó y con la condición de que si el rey de Portugal moría sin hijos varones, pasaría la corona lusitano a doña Beatriz. Fernando muere sin hijo varón y es proclamada reina Beatriz, asumiendo su madre la regencia, pero a los portugueses les repugna unirse a Castilla y nombran regente  al Maestre de Avis, hermano ilegítimo de Fernando, mientras el castellano toma el título de rey de Portugal por derecho de su esposa, invadiendo para ello el país y hecho el traspaso de Gobierno de la regencia de Leonor. En guerra estaba, pues, con el Maestre; hubo de levantar el sitio de Lisboa por la epidemia que se desarrolló en su ejército. Volvió a invadir con uno más numeroso la tierra lusitana, saliendo a su encuentro el de Avis y se libró una batalla definitiva en la proximidad de la villa de Aljubarrota, que fue desastrosa para los castellanos.  El Maestre pasa a ser Juan I de Portugal, se inicia la dinastía Avis.

De este desastre se aprovechó el duque de Lancaster para volver al ataque; y, con la contada ayuda del nuevo rey de Portugal, entró por Galicia y se apoderó de varias ciudades. Juan I para evitar la guerra firmó un tratado de paz, en virtud del cual quedaban unidos los derechos de la casa Lancaster con los de la familia bastarda, y ésta adquiriría carácter de legitimidad, mediante el matrimonio de doña Catalina, hija del duque de Lancaster y nieta del  rey don Pedro -parentesco que ya hemos visto- con el infante don Enrique, tomando ambos prometidos el título de Príncipes de Asturias. Se trata del Tratado de Bayona -perdón por la redundancia-, 8 de julio de 1388, entre Juan de Gante y Juan I de Castilla. En él Juan de Gante y su esposa Constanza renuncian a los derechos sucesorios castellanos en favor del matrimonio de su hija Catalina con el primogénita de Juan I de Castilla, el futuro Enrique III, a quien se le otorgó como heredero la condición de Príncipe de Asturias, de modo similar que en Inglaterra el heredero del trono era titulado Príncipe de Gales y en Francia Delfín. Primeramente fue algo más que un título de honor, pero a partir de los Reyes Católicos quedó reducido a una condición honorífica. Así con los Austrias, así con los Borbones. Le supo muy mal a Juan I de Portugal que Juan de Gante pactara con su vencido rey castellano.

En este reinado hubo realizaciones buenas; celebró Cortes en varios lugares, se publicaron leyes y acuerdos de gran importancia, tal como la creación de un Concejo de cuatro letrados del estado llano para asesorar al rey. Estableció que la jurisprudencia de los pleitos de los magnates se sustanciara ante los alcaldes ordinarios de las ciudades. Se ocupó también del célebre Concilio de Salamanca. Mantuvo la buena relación con su cuñado Carlos III de Navarra. Envía la Armada castellana, que destruye la escuadra inglesa en La Rochelle. Ercétera de acciones militares.         

Juan I de Trastámara murió el 9 de octubre de 1390 en Alcalá de Henares a consecuencia de una caída de un caballo que le habían regalado y practicando una carrera. El cardenal Pedro Tenorio decidió que su muerte se mantuviera en secreto hasta dejar resuelto lo relacionado con la regencia de Enrique III; durante varios días se alegó que el rey estaba herido. El P. Florez lo refiere así: La reina tuvo la funesta noticia hallándose en Madrid, y al punto fue a Alcalá, dejando en Madrid al príncipe don Enrique y al infante don Fernando. Asistió al lado del cuerpo rey su marido en la capilla del palacio arzobispal de Alcalá, hasta que le pasaron a la de los reyes nuevos de Toledo, donde yace.

El clero y la nobleza armaron la marimorena durante la minoría de Enrique III; el ya citado Pedro Tenorio, que pretende erigirse en mandamás, intenta realizar una liga con algunos nobles y la reina de Navarra, Leonor, pero la Cortes de Madrid, que se inauguran el 21 de enero de 1391, establecieron una regencia en forma de Consejo. Se opuso Tenorio, declaró ilegales los acuerdos, y atrae criterio a la liga nobiliaria; en fin, no entro en detalles de las continúas agitaciones, una de ella fue la que promovió en Sevilla contra los judíos el arcediano de Écija extendida por Andalucía y Castilla. ¿Cuestión religiosa? No; según el cronista López de Ayala, todo fue codicia de robar, más que devoción. Numerosos textos sostienen que los regentes atendían más al medro personal que al bien del Estado. Veamos la pintura, entre buena y mala, que hace del citado manipulador personaje Fernán Pérez de Guzmán en "Generaciones y semblanzas" :  
Don Diego Tenorio, arzobispo de Toledo, fue natural de Talavera, hijo de un caballero de pequeño estado, pero de buen linaje de los Tenorios; solar de Galicia.
Fue alto de cuerpo y de buena presencia, la nariz alta, el rostro colorado y barroso, la voz recia y tal que mostraba bien la audacia y rigor de su corazón. Fue gran doctor y hombre de gran entendimiento. Fue muy porfión y riguroso y aun de estos dos vicios tomaba él en sí gran vanagloria. Era de gran celo en la justicia. Fue buen cristiano, casto y limpio de su persona. No fue franco según tenía la renta. [...] Murió en Toledo.
En tan desastrosa situación se encontraba el reino que se hizo imperioso declarar al rey mayor de edad a los 14 años (sic). Lo primero que hizo fue revocar las mercedes que sus tutores habían otorgado, las cuales absolvían los rentas del real patrimonio y él vivía con gran estrechez. Aunque continuaré en la segunda parte el reinado de este Trastámara y los siguientes, he de transcribirr finalmente una anécdota que viene a reafirmar dicho desbarajuste político y económico. Leo en un viejo texto de Historia de España.
Cuéntase que un día en Burgos, al regresar de caza el rey, pidió la comida y le dijeron que no había nada ni quien se lo fiase; pero que en cambio aquella misma noche se celebraba en casa del arzobispo de Toledo un gran festín al que asistían los nobles que habían usurpado las rentas de la corona. Enrique III empeñó su gabán para comprar algún alimento, y después, disfrazado de sirviente, presenció la fiesta gastronómica de que le habían hablado. Al día siguiente citó a su cámara a tos los comensales del arzobispo, y, dirigiéndose a éste, le pregunto cuántos reyes había alcanzado en Castilla. <Tres, contestó el prelado> - <Pues yo, con ser más mozo, repuso don Enrique, he conocido más de veinte, y desde hoy no ha de haber más que yo>. Haciendo entonces salir a su guardia y al verdugo, amenazó a los nobles con quitarles la vida, si no le devolvían las rentas de la corona.
Extenso próximo artículo continuaremos recordando los componentes de esta dinastía asesina que terminó uniéndose con la del asesinado.

1 comentario:

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