sábado, 31 de octubre de 2015

LA MUERTE, HECHO ESCALOFRIANTE

Se precisa toda la vida para aprender a vivir. 
y, lo que es más extraño todavía, se necesita
toda la vida para aprender a morir.
        (Séneca, La brevedad de la vida) 

He venido mostrando y demostrando en esta fecha de nostálgico recuerdo de nuestros seres queridos que en nuestro general y obligado camino hacia la muerte, por ley natural o por propio destino, nos precedieron, la intensa preocupación que ésta constituye a lo largo de nuestra existencia y el doloroso vacío que ellos nos dejan; son como miembros -miembros fantasmas- amputados de nuestro cuerpo de los que lasensación de dolor no desaparece, "están" ahí, no fueron amputados. POr mucho que pretendamos, y de hecho pretendemos, maxime en nuestro tiempo degran estándar de vida, dar la espalda a la muerte, es algo imposible, insoslayable, ineludible, y lo será siempre, por mucho que la ciencia y la técnica avancen. 

Gracias a este avance, eso sí, el dolor físico producido por las distintas patologías ha desaparecido o ha sido atenuado en gran medida. Ya no se muere en un grito, como podía ocurrir antes, y, por otra parte, nuestro paso por estevalle de lágimas, de penas y de alegris, que "de todo tiene la viña: uvas, pámpanos y agraz", es generalmente de más tiempo y ello va en aumento, porque la ciencia se halla empecinada en alargar nuestra vida y lo está consiguiendo, pero, ¡ay!, en esta guerra contra la vejez y la muerte se perderá siempre la última batalla. Sobre una mejor vejez -de mejor salud y menor deteriodo físico- mucho se ha logrado y más se logrará, mas la muerte será per secula seculorum invicta. Y, por supuesto, lo científicos lo saben. 

La obsesión suscitada por nuestro inexorable final ha generado Filosofía, Literatura y Arte sin cuento, y así en artículos anteriores (en prensa de papel) he tratado el tema de la muerte bajo estas materias. Alguna filosofía, como sabemos, nos la presenta de la manera menos consoladora: morir para siempre. Pero viene a "salvarnos" la Religión, varias creen en la inmortalidad del alma, todas las religiones son verdaderas en cuanto hacen vivir espiritualmente, a los pueblos que la profesan -Unamuno dixit-, en cuanto les consuela de haber tenido que nacer para morir. Grande fue lalucha interior que nuestro pensador mantuvo con la fe.

En cualquier obra literaria -teatro, ensayo, narrativa, etc.- aparece a veces magníficos pensamientos acerca de la muerte. La Novela, por ejemplo, que fácilmente permite hacer incursiones en distintos temas, tiene profundas y bellas ideas en torno a la misma. Leyendo, verbigracia, de Antonio Gala, 'El imposible olvido', me impactaron las siguientes líneas: La muerte y el nacimiento son el mismo misterio de la Naturaleza . Y los misterios de la eternidad no son para oídos de carne y sangre ... Hay algo más en el cielo y en la tierra de lo que sueña nuestra filosofía; eso dice, al menos, Hamlet ... La vida y la muerte son las caras de una misma moneda. Un cuerpo inanimado es sólo una jaula vacía de la que volóel pájaro, de la que voló el abejaruco. ... Sí, no puede existir la vida sin la muerte, para ella somos -ya lo proclamó Heidegger: Ser-para-la-muerte-, ahora bien, ésta no es la "nada", el radical desaparecer, hay que tener  -leemos en la citada novela- junto a la certeza de la muerte, la certeza de que nada se acaba [ ...] . La vida está siempre presente porque nosotros somos cosa de ella... Esta inmanencia ha sido repetida por diversos autores. 

Al hablar de la muerte no quiero causar pavor al lector -causármele a mí mismo-, al menos más de los que todos sentimos. Amenaza la enfermedad, amenaza la edad -con ésta se aúnan ambas amenazas-; contra la enfermedad se lucha, ya lo he dicho, titánicamente, que es luchar contra la edad cumplida. O en algunas personas, faltándoles mucha edad que cumplir, porque la enfermedad a veces no respeta la juventud. El paso del tiempo es el gran aliado de la muerte, y su velocidad es vertiginosa, hay, sin embargo, una benda ante nuestros ojos  -del intelecto-, pues, como dice Cicerón en su tratado  'De senectute', nadie es tan viejo que no crea poder vivir, por lo menos, otro año más. Y el joven, todos los sabemos por experiencia, no cree que haya de ser viejo y morir. El tiempo se lo lleva todo, "no hay bien ni mal que cien años dure", dice el conocido refrán, pasan las alegrías, dejando dulce huella en el alma, pasan los dolores morales, dejando cicatriz, marcándonos; todo es efímero. Lo somos nosotros. Es ahí -transcribo nuevamente de la citada obra de Antonio Gala-, de la muerte, de la caducidad de cuanto nos rodea, de donde nace toda poesía. Mucho se ha escrito sobre la muerte, especialmente en nuestra Literatura, el español la... "siente" singularmente.

Pero, obviamente, no solo el español piensa en nuestro final terreno, las disquisiciones.   sobre ello son infinitas, cubren gran parte de la literatura universal. La "vida" de ultratumba es el gran misterio -repito- de la vida-muerte, así, por ejemplo, Victor Hugo expone en 'Los miserables' que la nada no existe. El cero no existe. Todo es algo. Nada es nada. O Luís Pirandello, en 'Mattias Pascal: Y no tenemos cada uno el mismo sentimiento, lo cual sería la cosa más absurda y atroz , si todo debiese consistir tan solo en este miserable soplo que es nuestra vida terrena: ¿para qué cincuenta, sesenta años de dolor, tedio, miseria y fatigas? Hoy, insisto, son bastantes más años, con los mismos dolores pero más calidad de vida, en especial para quienes de ella puedan disfrutar.

Sigamos a los que están impregnados de fe cristiana, a los que creen que no todo acaba en el sepulcro, que la vida es terrena y ultraterrena y que, por tanto, la muerte sólo es un tránsito de una a otra. La muerte como extinción es una idea que no puede existir en el cristiano. No dejan de tener otros, el filósofo y emperador romano Marco Aurelio ha dicho que morir no es otra cosa que cambiar de residencia. Claro, sí, ¡pero la parafernalia de la muerte!.... Como manifiesta Bacón, más espanta el aparato de la muerte que la muerte misma. 

Asimismo de esta situación límite el desgarro que produce la separación, el quedarnos sin ellos aquí y ahora, aunque sea un  'hasta luego'. A todo matrimonio, o pareja, roto por la muerte (o por la separación en vida; de ambas circunstacias no se sabe cuál es la peor) le cuadra el criterio que Amado Nervo plasma en "La Amada Inmóvil", bella obra elegiaca, dedicada al gran amor de su vida, Cecile Louise Dailliez -así reza la lápida de su nicho en la madrileña sacramental de San José y San Lorenzo-, muerta el 6 de enero de 1912. Toda pareja que se añó, y ellos vivieron así más de diez años de un amor confiado [...] , más de diez años de esa cosa deliciosa y divina que se llama el cariño, y que resume todas las cordialidades, todas las intimidades, todas las seguridades de la vida. El llanto del poeta... ¡le han experimentado, experimentan y experimentarán tantos, máxime cuando la ruptura matrimonial por la ley, incrementando la de la muerte, está a la orden del día.. Lo de para toda la vida o, lo consignado en la liturgia católica, hasta que la muerte nos separe, está en bancarrota. Amado Nervo da este alarido de pena:
¡Ah!, yo soñé con que mi Ana me acompañase hasta la vejez. Pensé que, en un porvenir indefinido, uno de los dos (probablemente yo) habría de irse primero, pero diciendo al otro: -Mira, es forzoso que en esta estación tome yo el tren, para el destino común, para la ciudad serena, adonde vamos... Tú seguirás aún un poco, hasta la estación inmediata, y allí tomarás el tren a tu vez, y nos encontraremoos en la ciudad dentro de poco. ¡Allí te espero! 
En su dolor llega al refuerzo de su fe. 
¡Ah, Señor!, cómo no creer en ti, cuando vemos disolverse todo esto en la incomprensible negrura de la muerte. Un instinto invencible nos fuerza a asirnos con crispada mano a la promesa de Jesús:: "Yo soy la resurrección y la vida, el que cree en mí, aunque haya muerto vivirá". Es imposible que este instinto nos engañe. La naturaleza no nos ha atormentado el alma con sed de inmortalidad, para volvernos tántalos inexplicables en un infinito hipotético (natura nihil facit frustra).
Amado Nervo sobrevivió a su amada solamente siete años, murió el 24 de mayo de 1919. ¿Volvieron a encontrarse? Entre la fe y la poesía, indubitadamente. 

Es notorio que el mundo no tiene sólo el misterio de la vida y la muerte, el de dónde venimos y adónde vamos; nuestro destino, nuestra razón de ser, tiene, por el contrario, muchos misterios envueltos en la religión, ya que ella nos religa a Dios, al Ser Supremo, al Creador, que siempre admitieron los pueblos, siendo politeistas o monoteistas. A todos sorprendió dolorosamente la muerte y honraron a sus muertos, les dieron sepultura. Por esto un día se definio al hombre como 'animal que almacena sus muertos'. En las distintas culturas el hombre amó siempre la sabiduría, tanto en humanidades como en todas las ciencias al alcance de su época. Hoy día estamos muy ufanos del grado de conocimientos alcanzados en el siglo XX y el recién XXI en marcha , se ha desvelado muchas incógnitas, pero, con todo, siguen y seguirán los misterios y las contradicciones, que, como expone unaforismo de Camón Aznar, el misterio en Religión no lo provoca lo desconocido, sino lo contradictorio. 

Tal statu quo, estado de cosas, de estas cosas, es perpetuo, y la clave nos la da una mujer -una mujer,dicho sea de paso, defensora del mejor feminismo-, Concepción Arenal, afirmando que: 
la ciencia humana, comparadacon Dios, puede considerarse como un pequeño agujero en la oscuridad, abierto sobreel infinito. Todas las religiones tienen sus arcanos, y para la religión cristiana el misterio es inaccesible a la razón , debe ser objeto de la fe. En ésta toma su base el dogma: la teología dogmática y la escolástica.
La muerte, como otrs misterios, tiene los razonamientos de nuestra pobre filosofía, según tenemos visto, tanto más pobre cuando quiere penetrar en lo meramente divino, en lo inescrutable. 

Preguntémosnos una vez más adónde van, dónde están, los muertos, como se pregunta en más de una obra literaria -por ejemplo en la comedia, 'Siempre', de Julia Maura- y se poetiza. ¿Pero lo sabremos -pienso interrogativamente- cuando llega nuestro desaparecer de la faz de la tierra? Únicamente sabemos, y esto desde el lado de la vida, que iremos en cuerpo sin alma -nos llevarán- a una necrópolis, si en la ciudad tenemos nuestra sepultura, o a un pequeño camposanto rural, en los pueblos, ¡esos tan tristes cementerios de aldea!, en cuyas localidades de muertos, en la ciudad o en la aldea, en sus "casas" únicamente hay "dormitorios" y "dormidos". 

En cuanto al Más Allá es bastante compleja, complicada, enmarañada, difícil, la Biblia. Y también contradictoria. Aquí entra en juego la Religión y la Filosofía, pues los tres pilares de ésta son: Dios el mundo y el ser. En la mitotología griega se habla, como todos sabemos, de la laguna Estigia, de la barca de Caronte que pasa las almas de los muertos a través de las puertas de Hades. Pero no me detengo en mitos.    
                                                                           
                                                                                              
No he de entrar en este artículo en lo que indican distintas religiones, en primer lugar la nuestra, por cuanto  se halla al margen de mi tesis: miedo a la muerte.¿Ésta con su guadaña lo siega todo? Ya Platón consideraba que 'cuando la muerte se precipita sobre el hombre, la parte mortal se extingue, pero el principio inmortal se retira y se aleja sano y salvo. He citado a Unamuno; pues bien, él decía: No sé lo que daría por saber que después de muerto seguiría siendo Miguel de Unamuno.  
  
En fin, ante el caso pavoroso, terrible, y demás sinónimos del término escalofriante que es la primera de las postrimerías o novísimos -MUERTE-,  se puede mirar para otro lado, literatizar cuanto se quiera, pero está ahí, frecuentemente hace acto de presencia en un familiar o amigo nuestro, y a decir verdad 'no es la muerte lo peor: lo peor es -conde de Romanones dixit- constituya una preocupación de la vida, que como al sol, no se la pueda mirar sin cerrar los ojos. En nuestro mientras tanto de vida terrenal visitemos sus restos mortales, aunque es muy  amarga la visita a los cementerios cuando la juventud va quedando lejana. Bueno, pensemos como pensaba  Ramón Gómez de la Serna: ¿Que tengo miedo a morir? ¿Y en qué cosa mejor voy a emplear el miedo?       
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