viernes, 27 de junio de 2014

El matrimonio Urdangarín-Borbón y sus defensores continúan hundiendo la monarquía

A la infanta Cristina no le ha salvado ni la paz ni la caridad, no ha tenido posibilidad de zafarse de la verecundia harto merecida de ser imputada por irregularidades legales. Cierto que la imputación no significa el banquillo ya -sólo que está en su camino-, que aún puede demorarse el que se siente en él, e incluso evitarlo, sacarla de este camino. 
                                                                                 

Simultáneamente a emitirse la noticia de que el juez Castro imputa a la infanta Cristina para que sea juzgda por fraude fiscal y blanqueo, surge la increíble noticia de que Anticorrupción y la defensa de la infanta recurrirán la imputación. Por parte de su abogado defensor lo entiendo. Los de tal profesión unas veces tienen que defender a una persona decente, y otras a un delincuente. Pero me resulta inconcebible que Anticorrupción se situe del lado de la cónyuge de Hurtanga; es anticorrupción, no procorrupción. Por lo que afecta al fiscal que con el juez Castro lleva el caso nada más raro que se haya erigido en su defensor, ya tiene como abogado defensor el que la facilitó su padre cuando "regía" como monarca, lo que escribo entrecomillado por cuanto hoy día un rey no dirige, no gobierna, no manda, es en el fondo una figura decorativa. Se le adjudican equis funciones, mas siempre respaldadas por el Gobierno. Con motivo del cambio de jefe de Estado es tema que se ha tratado ampliamente; entonces, en tal caso, ha podido ver hasta el ciudadano más obtuso lo mucho que en el reinado de Juan Carlos I se ha tergiversado la marcha política, que, claramente, se convirtió en "marcha trinfal" para la familia real y el bipartito, triángulo del desastre a que hemos llegado. Para Marcha Triunfal ya tenemos la del poeta nicaragüense Rubén Darío, muy bella para todos, mientras que la que nos han hecho padecer sólo lo es para dicho trío del que largo y tendido he hablado desde todas sus facetas. 

Hace hincapie el juez en la colaboración de Cristina de Borbón en las hazañas de su marido, la considera colaboradora indispensable. No puede haber nada más evidente, no es posible que para el fiscal Horrach y demás no sea así. Hay que pensar, considerar -no se puede discurrir de otra manera- que se ve, pero no se acepta, se niega verlo. Cristina de Borbón no sólo ha sido la coautora de la obra de Hurtanga, o hurto del duque de Palma -en-palma-do- como prefiere él-, sino que ha constituido su alma mater, madre nutricia. "Tú que exageras -Ángel Ganivet dixit- la parte que el amor tiene en el arte, hay que reconocer que yéndose Dulcinea nos queramos sin Don Quijote"; así con Urdangarín: yéndose Cristina nos quedamos sin Iñaki. ¿Quién hubiera fiado en entregarle un céntimo al ex jugador de balonmano? Se lo entregaban al duque de Palma -duque de pacotilla, por pura vanidad real, por no poder ser infante Urdangarín-, y ello ya ha sido declarado por algunos de los encartados en el affaire Nóos-Aizoon, escándalo tan real -de realidad- y real -de realeza- que ha asombrado, y no de admiración, a los cuatro vientos.  


El tocado quiere hacer intocable a su hija.

Los intocables están siendo tocados; primero fue el rey Juan Carlos, que, como ya he comentado, y mucho lo ha sido por lo que de sorpresivo ha tenido, se ha visto en el trance de abdicar, teniendo decidido que únicamente la muerte se  lo impusiera. Hemos visto que ha tenido que pasar por las horcas caudinas, sufrir el sonrojo de hacer por fuerza lo que no quería, que no otra cosa significa esta expresión. También hizo cuanto pudo, y cuanto no debió hacer, para que fuera intocable su referida hija, llevándose a sí mismo la contraria con respecto a cuando manifestó que según la Constitución la ley es igual para todos.                   
                                                                                     
No sé si se habrá puesto fin a esta comedia de "Los intocables", pero de momento  el pater familiae ha tenido que abdicar y su hija ha sido imputada. Asimismo al ocupar el trono -en las consabidas raras condiciones- el nuevo monarca ha expuesto que la monarquía está  al servicio de la nación, no la nación al servicio de la monarquía. E igualmente ha  reconocido que ha de ser de ejemplar conducta; bueno, pues a ver si ésta empieza con él. Y si es cierto que la Casa Real respeta el poder judicial, si no intercede Felipe VI a favor de su hermana; no podía serle más contraproducente, como no deja de serlo que la Fiscalía y Abogacía recurran la imputación. Flaco servicio con ello le hace el Gobierno. Él quiere mantener su empleo hereditario -que el día de mañana le tenga su primogénita- pero no depende solo de él, sino principalmente del giro político, de los gobiernos que hayan de surgir o aparecer. 

Ya no está el reinado de Juan Carlos I, PERO continúa el gobierno de Mariano Rajoy. Y con su aferramiento al rey anterior, lo que constituye un enorme inconveniente en el intento del actual por regenerar la familia, la institución -desde luego que no va a cambiar a Urdangarín-. Conviene a Felipe VI que su hermana vaya al banquillo cuanto antes; que se haga justicia con el matrimonio en cuestión y que deje el privilegio -absurdo e injusto- de intocable ante la ley, como papá, ya que esta inexplicable ventaja especial corresponde en exclusiva al monarca, o sea, al rey reinante. 

En cuanto ha ocurrido con Cristina de Borbón por parte de la Casa Real y del Gobierno, y que, por lo que se ve, éste piensa continuar en la misma línea, ha de ver Felipe VI que la monarquía va de cráneo, que le están haciendo -repito- un flaco servicio. Si antes se implanta nuevo rey para sanear la monarquía... ; bueno, como apunta José Oneto en su artículo "Contrataque contra el juez Castro":
Mientras The New York Times dice que "los monárquicos esperan que Felipe VI, que no ha sido salpicado por los recientes escándalos reales, ayude a restablecer la imagen de la Monarquía, el periódico aleman Frankfurter Allgenaine Zeitung se sorprende de que la luna de miel política del nuevo rey de España, Felipe VI, no haya durado ni una semana. Y que seis días después de su proclamció ya se ha visto enfrentado a una vergüenza.
Se ha puesto de manifiesto que el Gobierno continúa plegado, sometido, a la imposición del rey elegido por Franco; siempre fue muy amado del PSOE y del PP, bipartito que vino gobernando España, y le dejaron a sus anchas; tenemos a la vista que trata de que se haga realidad aquello de a mi hija no la sienta nadie en el banquillo, por mis coj...Que no se siente en el banquillo es, visto por la ciudadanía y el extranjero, una arbitrariedad que, reitero, puede hacer que los reyes Felipe y Letizia no puedan salvar la monarquía. No en balde está muy preocupada doña Sofía por el daño que Cristina está haciendo a su hermano al no renunciar a sus derechos sucesorios y continuar con Urdangarín. Pero peor que se ría de la Justicia, de los españoles y del mundo entero. Nadie esperaba que, con el cambio de monarca, resultara fructífera aquella reunión de don Juan Carlos con el ministro Gallardón y con el fiscal general del Estado para evitar que se hiciera justicia con la infanta Cristina, de que hablan los autores de "La intocable". 
           

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