jueves, 12 de junio de 2014

Entre la volubilidad, la mentira y la estupidez

La monarquía, como institución, y el rey Juan Carlos están  en gran descrédido y, sin embargo, al presentar su abdicación surge una ola de cortesanía que me deja estupefacto. ¿De dónde emerge? Como no sea del fondo del mar. 

¿Dónde están las llaves?
Matarile, rile, rile.
¿Dónde está las llaves?
                                                             Matarile, rile, pon chimpó

Caray cuánta volubilidad; bueno, ya se dice en la ópera de Verdi -Rigoletto- que la mujer es voluble, como una pluma al viento, / cambia de palabra y de pensamiento. En este caso quedaría patente que el hombre es igual de inconstante. Asimismo que entre volubilidad y estupodez suele darse concomitancia. Ayer don Juan Carlos era reprobado unánimemente por la casi totalidad de la sociedad, y de la noche a la mañana pasa a lo contrario, es alabado, cayendo en el olvido sus fallos sin cuento y estando uno en marcha: nombrar un abogado -por añadidura catalán separatista- para la defensa de su hija que ha caído bajo la acción de la Justicia, amén de algo más en su defensa, cuando ante esta circunstancia debió proceder de manera primigenia como rey. Pidió disculpa por lo de Botsuana, y ha vuelto a ocurrir en otra equivocación. 

Huele a falaz propaganda política la adhesión que se está pintando, ya a la institución, ya al monarca, que, contra lo que aseguró siempre -asimismo respecto a él la reina consorte- no abdicaría nunca. Pero ha tomado las de Villadiego, es decir, ha resultado impensable su abdicación y da que pensar que huye de riesgos y compromisos, como no deja de considerarse que debió afrontarlos antes de irse. Cierto que conseguir la reivindicación del afecto de los españoles lo tenía sumamente difícil, por no decir imposible. Tanto le hundió lo que él hizo como lo que hicieron Urdangarín y Cristina, y para remate el apoyo de la reina a la hija y al yerno, y el ya poco disimulado hecho de la mutua y recíproca aversión con su esposa. 
  

Gran parte del visto bueno que da la ciudadanía a Felipe VI se basa en la ignorancia.
  
El príncipe Felipe va a reinar. Se quiere hacer ver que a voluntad de la inmensa mayoría de los ciudadanos; sí, pero hay que vetar elecciones por si acaso demostraran las urnas que el deseo mayoritario afecha a la República. ¿Por qué esperar mucho y bueno de él? Ya he dicho en escrito anterior que no cabe tal espera y esperanza. Pensar que el nuevo monarca va a ser Deus ex machina, Dios fuera de la tramoya, (en el sentido de "el que arregla las cosas en el momento crítico") es supina necedad. Primero habría de tener tal capacidad en las materias precisas, aparte de que en ello no sería el único en España. Segundo, y también definitorio, que "la forma política del Estado español es la monarquía parlamentaria" (1, 3 de la Carta Magna). En ella el rey carece en absoluto de poder ejecutivo. 
                                                                               

Como ha dicho Enriqueta Expósito, profesora de derecho constitucional en la Universidad de Barcelona, su papel será el de un moderador que puede hacer sugerencias y medir. 

Rajoy que tire las tijeras, recorta mal.
                                                                               
Una sugerencia muy importante que puede hacer al presidente del consejo de ministros es lo que de básico tiene hacer desaparecer las autonomías, con lo que se reduce un importante porcentaje de lo que se viene llamando la casta política parasitaria. Dentro de su actuación en "reinar sin gobernar"-importante les es prevalecer, que es una  acepción de reinar-  puede mostrarse como buen actor dando buen ejemplo, moderánse la familia real y controlando, aunque sólo sea en el orden moral, que no es poco, al Gobierno y políticos en general. Un trabajo de asepsia si le es abordable, y en su Casa puede realizarle con pleno gobierno o mando. Hasta aquí todo ha sido corrupción, mentiras y recortes asfixiantes para la economía del ciudadano. Y, por si ello fuera poco desastre, se ha llegado a la exarcebación de los separatismo catalán y vasco. El siguiente diálogo es decir algo del desastre político español, con tanta más agudeza cuanto que es en clave de humor.     
                                                                                 
  
Y el príncipe, ya en el dintel de la puerta de ser rey, hallándose muy avanzado el caso de Arturo Mas, afirmó que Cataluña no es un problema. Es algo que en su día comenté y que aquí y ahora saco a relucir por la petición que acaban de hacerle un grupo importante catalán de que apoye la independencia. Le invitan a ser traidor. Con este hecho se percatará de que Cataluña sí es un problema, ya no digamos con lo ocurrido  

Abdicación improvisada.
No puede haber orden cuando hay mucha prisa.
                     - Séneca -  

De lo que de chapuza tiene la cosa y las interrogantes que provoca, mucho se viene hablando. E incluso de cómo será la ceremonia de la proclamación de Felipe VI, punto, este último, sobre el que versa, verbigracia, el programa Crónica Rosa con el título La "proclamación clandestina" de Felipe VI. También se desvelan mentiras y contradicciones, hay tanto y tanto contradictorio en el pasado y en el presente  de usted [pueblo] mannda, pero en exclusivo se hace lo que quiere el jefe del Estado y el bipartido


                                                                                    
Hemos visto que la Izquierda Plural ha criticado que la jefatura del Estado se herede "como si fuera una propiedad privada". Juan Balansó, al que en  ello con tantos otros cité un día por confluir en esta repulsa,  así lo piensa y no era del partido. No es una cuestión de izquierdas ni de derechas, sino de sentido común, bajo el cual, evidentemente, no se puede sostener lo de monarquía hereditaria; no pasa de ser una manifiesta necedad, no puede dictarlo la razón. (Tristemente existe de siempre, y no dejará de existir, el individuo estúpido, que con su torpeza de intelecto, a veces unido a innobleza de espíritu, es inconveniente y daño para la sociedad). Además entraña violencia subrepticia, porque violencia es imponer la monarquía como modelo insustituible de Estado, su continuación velis nolis, quieras o no quieras, ¿Dónde está el consenso, dónde la democracia? Independientemente de lo político, hay que hallarse de acuerdo con el aserto del portavoz de ERC en el Congreso, Alfredo Bosch, los pueblos no se heredan, no somos un mueble que pase de padres a hijos. Ha sido de vergüenza ajena lo sucedido en el Congreso con la ley de abdicación del Rey. 

Tal componenda del bipartito viene a avivar el separatismo, y con éste van a vapulear a un rey que tenía  que haber sido votado y, de no obtener mayoría en la elecciones, no serle concedido el empleo. Un rey, por otra parte, que no hereda una reputación intachabe, que digamos, por lo que aun teniendo los españoles que haber pasado, a causa del bipartito, por las horcas caudinas no ha dejado de oír verdades amargas; con todo, por supuesto, él y su cónyuge estarán pletóricos de alegría. Felipe VI debe tomar nota bene, observa bien, las palabras de Rosa Díez pidiendo un rey sin "previlegios ni corruptelas para él ni para su familia". No le da carta abierta para tener la conducta que quiera. No le va a sembrar la política el camino de rosas como hizo con su padre el bipartito -formaron un triángulo de plena armonía-, mientras está por salir el resultado judicial de la infanta Cristina que, condenada o no, -más de darse este segundo caso- tendrá muy amplia repercusión.
    

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