domingo, 19 de enero de 2014

La falta de rectitud moral que se reprueba a algunos políticos , con el caso del matrimonio Urdangarín-Borbón al fondo

¿En dónde ve el pueblo español su peligro más eminente?
En el poder dejado por una tolerancia mal entendida.
-Larra, padre- 

Ahora voy a referirme a los que no han sido catalogados como corruptos, pero que no tienen buena prensa, que incurrieron en hechos como este:
                                                                      
 
Se trata, como es sabido, del kamikaze Ramón Josge Ríos Salgado, primo del consejero de Sanidad de Castilla La Mancha, el cual dio por toda explicación de su delito de homicidio: No recuerdo por qué hice algo así. ¡Qué falfa de memoria la de todo delincuente! Tampoco se percató de las señales que los conductores le hacían, con luces y claxon, indicándole que conducía en sentido contrario. Chocó con el coche que conducía José Alfredo Dolz.       

Gallardón que, como es notorio, mientras fue alcalde de Madrid, se embarcó en proyectos faraónicos, llevado de megalomanía, que formó entre los alcaldes de despilfarro que endeudaron sus respectivos Ayuntamientos, ha sido elegido por Rajoy como ministro de Justicia, sin que sea justo que no haya cumplido lo que ofreció hacer en mejora de la misma. Por otra parte, está disgustando con su conducta en funciones de su cartera, empezando por los jurídicos, y siéndolo él, aunque optara por la política, no se entiende su contraposición entre la rama judicial y el ministro, que le hayan hecho juelga junto con el público por sus disposiciones perjudiciales a impartir justicia, perjudicando a la vez al ciudadano y a los profesionales. Por añadidura los indultos, así como  su participación, más o menos soterrada, en el escándalo dado por la monarquía respecto a la primera imputación de la infanta Cristina. No sólo se ha de tener ejemplaridad no siendo un corrupto, también en el ejercicio de un cargo, tanto más si es político, ya lo dice Ortega y Gasset: El mando debe ser un anexo de la ejemplaridad.   
                                                  

Todo ello es como consecuencia de abuso de poder, ejerciendo despotismo contra una sociedad que hasta aquí lo ha sufrido, lo que les llevó a creerse que ésta ha de servirles, es decir, entendieron su cometido al revés.
                                                           

Lejos de entenderla, el bueno es tomado, en efecto, por idiota. Ocurre entre la gente en general, y de una manera especial en los políticos. Hay que ser bueno con los buenos, pero sin perder de vista en la vida  la circunspeción. E incluso con los buenos. 
                                                       

Basados en esta idea, pasándose de listos, han estado muy tranquilos hasta que han tenido que dejar de estarlo, porque el ciudadano ha tenido que empezar a defenderse al ver que el Gobierno ha llegado a un punto intolerable, empezando, y desde el jefe del Estado, a tenerle amordazado. Era caminar hacia una esclavitud moderna o haber arribado en ella. Desde la familia real, políticos a toda escala, del alto a un alcalde de pueblo, los cuasi políticos banqueros, bastantes también empresarios del ladrillo, por doquier, en fin,  se desplegaba la corrupción destrozando la economía, abocando a la crisis; llegada ésta, había que destrozar más al pueblo y, así, se le ha obligado, sin culpa en ella y siendo, obviamente, el que más ha de sufrirla, a ser totalmente el pagano de la misma. Y cuando la ciudadanía hace pública su lamentación, el Gobierno pone barreras morales y materiales entre él y la misma.     
                                                   

El Gobierno asfixia económicamente al ciudadano: aumenta el paro, reduce todos los servicios sociales hasta los primordiales, como es la salud y la enseñanza, y, así, tantos y tantos españolitos de a pie, en la más monstruosa injusticia social, se ven hasta sin casa. Sucede, por otra parte, que el robo no cesa, y en las frecuentes manifestaciones hay pancartas como la que tenemos a la vista. Pero el robo no se recorta, ya hice referencia en otro artículo de la por demás reprobable vista gorda del Gobierno y de la impunidad con algunos, cuando no indultos a los condenados por los jueces.      
                                                          


Los medios de comunicación, la sociedad, en suma, tiene que controlar al Gobierno, a cuyo servicio está, que no al contrario como éste se creee y actúa, con evidente desprecio a la misma a lo largo de su legislatura. La comunicacón -oral, papel, internet- es primodial, pero, cual todo cristo, procediendo con  honestidad, porque
                                                           
                                                    
la prensa falaz, la que sigue o hace una política innoble, no la queremos. Y de todo hay en la viña del Señor; la humanidad, lamentablemente, no se compone, ni mucho menos, de personas íntegras, es decir rectas, probas, intachables. Tontos y/o malos hay en todas partes, en todas las profesiones, y... a sembrar daño. Eso sí, ningún tonto tira cantos a su tejado. Bueno, alguno sí -excepciones de la regla- por ser ya rematadamente tonto.

Absoluta transparencia ha de tener el poder.
                                                       

Esta es la disyuntiva. O, como diría Hamlet, ser, o no ser, es la cuestión. Una cosa u otra, transparencia como conditio sine qua non, condición indispensable, para cuentas claras, o robo al canto, lo cual desemboca en crisis. El robo de décadas pasadas ha sido gigantesco y, consecuentemente, gigantesca es la crisis de actualidad. Aparte el robo, no deja de haber coadyuvado erróneas políticas. Éstas más o menos encaminadas a algo parecido, el pro domo sua ciceroniano. Ha de haber honestidad y transparecia
                                                                     
 
sin ambas cosas no quedará lo más posible reducida la corrupción, y, asimismo, poderse abrigar la idea de erradicarla. En que el poder corrompe están de acuerdo todos los autores, el robo -Fernando Savater dice- está siempre asociado a la idea de poder. Piensa, no obstante, un políco español de nuestros días, Juan Barranco, que el poder corrompe a los corruptos, hace golfos a los que son golfos e inmorales a los que ya lo eran. Obviamente si ya hay predisposición, si se lleva en los genes... De todos modos, ya lo he dicho, las personas intachables no abundan, mientras sí las seducidas por la avaricia.  Según Ruben Blades, el poder no corrompe; el poder desenmascara. No puede corromper, desde luego, al que ya va  a él corrompido, mas cierto que, antes o después, corrompe y desenmascara.  


Piedra de toque.

Piedra de toque como aquello que conduce al conocimiento de la bondad o malicia de algo o alguien, es lo ocurrido con el matrimonio Urdangarín-Borbon. Se creyó con derecho a todo por inmoral, más aún, amoral que fuere, por llevar sangre de reyes. Ha servido para conocer la familia real y la familia o casta política. Que no se le haya dejado al juez Castro el camino expedito en la primera imputación a la infanta Cristina, clama al cielo, y luego vienen quejándose de la falta de rapidez en el proceso Rafael Spottorno y algún miembro del Gobierno. 

Y en esta piedra de toque continuamos: mal lo sucedido en la primera imputación de Cristina de Borbón, ciudadana que ante la ley ha de ser igual a cualquier otra, y no hay, por ende, que interceptar que así sea, ni por el jefe del Estado ni por el Gobierno, aunque España no sea meramente una democracia sino una monarquía. Pero parlamentaria. El único que está al margen de la ley es el monarca, algo que por absurdo llama la atención hasta al lucero del alba.   

A la vista tenemos el dictatorial blindaje que al ser imputada Cristina de Borbón por segunda vez se le está haciendo, y que si la primera vez fue rechazado de plano hasta con manifestaciones, no digamos cómo se recibe ahora, siendo imprevisibles las secuelas que tal arbitrariedad puede reportar. Para la mente más obtusa está claro que es un modo dictatorial de actuar. España entera y el extranjero conoce la pena negra que está sufiendo el juez Castro desde que imputó a la señora en cuestión.

Estamos viendo -leyendo noticias- que asociaciones de jueces, siendo la primera en pronunciarse AJFV, Asociación Jurídica Francisco Vitoria, están denunciando la persecución que viene sufriendo el juez Castro. Ésta data desde la primera vez que la imputó y políticamente se impidió su verificación. La persecución es también física. Lo más lamentable y vergonzoso la conducta del fiscal Pedro Horrac por ser el de la instrucción del sumario. Éste, absurdamente, se ha convertido desde la primera imputación en defensor de la infanta, siendo increíle lo últimos pasos que se han dado, a los que luego aludiré. 

                  

                                                                               
Degradante campaña hasta el final para evitar lo que era imprescindible en justicia.

Por doquiera se reprocha los ataques al juez por volver a imputar a la hija del rey; pueden leerse títulos como estos: "Los lameculos de la Corona pasan al ataque - La inécdita decisión del juez Castro de imputar a la infanta Cristina le ha colocado en el ojo del huracán y le han valido críticas - El foro judicial censura el ataque "ataque personal" del PP al juez Castro". Aquí podemos leer que Ángel Dolado, portavoz de FJI, dijo en Servimedia que "todos tenemos que respetar la independencia de los jueces", y sostiene que lo dicho por Martínez Pujalte puede considerarse un "ataque personal" a este amagistrado". Este político continúa sin bajarse de su burra, maniene su extemporánea salida de que el juez Castro busca "protagonismo personal". ¡No hombre, no, éste lo da los Bárcenas, los juzgados por la juez Alaya y el matrimonio Urdangarín-Borbón. Ellos, simplemente, cumplen con su obligación.

Por algo sería que Bono diera a la esposa de Urdangarín este consejo.
                                                                               

Hemos visto que ella se aferra a seguir siendo realeza -por tanto tener sus escoltas, que son nueve-, continuar con su marido, continuar con lo que ambos adquirieron; bueno, el aquí no ha pasado nada, o borrón y cuenta nueva, olvidar deudas, errores, hecho delictivos. La continuación sin problemas, que, como realeza, el comportamiento de toda la familia real fue ejemplar, porque a ello están obligados. Que lo imponga así papá y el Gobierno. No podrá tanto la jefatura del Estado, por muy en manos de rey que esté, ni este Gobierno del PP, por muy mayoría absoluta que ha obtenido, pero que es el que antes ha defraudado.

Habrá "paseíllo".

Según el artículo "La infanta Cristina dispuesta a hacer el "paseíllo", de José Oneto, éste no se evitará. Dice literalmente: 
La polémica del paseíllo" la ha estimulado el propio ministro de Justicia, Alberto Ruiz Gallardón, el personaje menos indicado para entrar en esa polémica, por el cargo que ocupa, y sobre todo, porque forma parte del proceso, en tanto el fiscal depende jerárquicamente de él, a través de la Fiscalía Anticorrupción y del fiscal general del Estado, Eduardo Torres Dulce. 
Así las gasta Gallardón, quien prometió independizar el poder judicial del poder ejecutivo. 
A Urdangarín por medidas de seguridad, el juez decano de la Audiencia de Palma de Mallorca le eximió dehacer el "paseíllo", si bien éste quiso hacer el recorrido, aprovechándolo para hacer sus primeras declaraciones a la prensa. Lo mismo que hará su esposa, la infanta Cristina el día 8 de febrero.
Esperemos que no con declaración a la prensa, él lo necesitaba para dejar claro su honor, partiendo de la clarividencia con que había actuado en su actividad financiera. Lo expuso y se quedó tan pancho.
Al margen de lo que, en esta ocasión, decida el mismo decano, que no se dejará influir por la posición que viene manteniendo el señor Ruiz Gallardón que no le hace ningún bien a la infanta.
Los políticos no están haciendo bien al pueblo ni a la institución de la monarquía, aunque esto lo pretendan pro domo sua. Y a las pruebas me remito, pudiéndose citar como una reciente lo sucedido con el alcalde de Burgos, quien, sin atender perentorias necesidades de los burgaleses, prestarles el más pequeño y pasajero remedio,  trataba de emprender una obra pública gigantesca. Al parecer le interesaba al alcalde Sr. Lacalle la obra a realizar con un empresario y correligionario que -leí- ha pasado por la cárcel por corrupcto. Le interesaba por muy relativa o nula que fuera su necesidad, mas en modo alguno atender a paliar la situación precaria y angustiosa de los vecinos del barrio; lejos de ello se la aumentaba. 

¡Estamos aviados con políticos de esta índole! A ellos ni obligarles a dimitir, pero cuando un juez quiere hacer justicia, a difamarle, lo que, en loc. verb. col., se llama echarle o soltarle los perros. Como los jueces Pablo Rus y Mercedes Alaya, el juez José Castro es un héroe, forman un trío de jueces que enaltecen la judicatura. 
                                                                               
Muchas son las personas que apoyan al trío heroico -le apoyamos-, pero estoy refiriéndome en concreto al juez que instruye el Caso Nóos; pues bien, en cuanto al juez Castro  me uno a joanmarti,  a cuanto expone en su artículo "José Castro: el juez valiente, el último héroe que nos queda".
Pese a mi confesada fe en la justicia -o sea, puedes quedarte con ella!!- debida al conocimiento profesional de la cosa tran un montón de años de ejercicio como abogado, reconozco que cada día que pasa me emociona más este hombre. Solo y contra todos, o sea: contra los poderes del estado, los legales y los fácticos, ontra los fiscales, el gobierno, la corona, y, sobre todo, contra la basura mediática vomitiva que nos desinforma cada día, el hombre otra vez nos ha dado una lección de dignidad fuera de todo encomio; particularmente frente a la actitud aberrante del fiscal, que -acaso se olvida-, dependiendo jerárquicamente del ministerio de justicia, del esperpéntico Gallardón, en este caso ha actuado más de funcionario subordinado que de fiscal ejerciendo su función estatutaria.                                                                                     
Más claro, agua. Pero cuando no quiere uno enterarse... Pues es lo que se puede denominar estilo infanta Cristina. A ver que opina el susodicho juez a partir del 8 de febrero de tal modo y forma de comportamiento. 

De la ciudadanía no está solo; en Palma, como es notorio, cambiaron por su nombre la avenida de los duques de Palma. Ni el-duque-en-palmado, ni la infanta de tanta capacidad de amor, como parece ser entiende uno de sus abogados, ha de dar nombre a calle alguna de esta ciudad; el Ayuntamiento determinó quitar la placa, exonerarles de la distinción  de que una vía de la capital les recordarse. Ya se avergüenza hasta Jaime I el Conquistador desde su estatua ecuestre en la Plaza de España.    
                                                                             

Ahora, para que caíga mayor castigo, es:  
                                                                              


el que descubrió la corrupción existente en la Isla, tutelada por Urdangarín. ¿Quién podía infundir mayor confianza en su palabra que el cónyuge de la infanta Cristina, quien tampoco ocultaba lo de S.A.R. consorte? Ellos, todo ellos, actuaron siempre creyéndose invulnerables, y, digo por enesíma vez, sólo lo es, no derogándose la ley que tal le hace, el rey. Si detestado es el matrimonio Urdangarín-Borbón en Palma, aversión que se extiende a España entera, Castro es tenido en alta estima y aplaudido.       
   

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