miércoles, 8 de enero de 2014

Acerca de la segunda imputación de una hija del monarca

Si la discriminación de la infanta Cristina hiere enormemente, ha sido un alivio ver que el óptimo juez Castro no ha sido abatido, que si combatido sin destruir, por los políticos cortesanos, de gran servilismo a la monarquía, propio de cuanta ésta era absoluta, época final de Fernando VII, el rey Felón. Ha disminuido, sí, la aflicción de ánimo de la ciudadanía, pero... ¿continuará la mejoría?, ¿se salvará el que se haga justicia?, ¿se le respetará al juez instructor? La Casa Real y el Gobierno hablan de neutralidad; ahora bien, como expone la paremia, del dicho al hecho va mucho trecho. La vez pasada, que se prometió lo mismo, no pudo mediar mayor distancia. ¡Como para confiar ahora! Chamfort, en sus "Máximas y pensamientos", dice: No concibo la sabiduría sin la desconfianza. Las Sagradas Escrituras dicenque el principio de la sabiduría es el temor de Dios; pero yo creo que es el temor de los hombres. Soy de su mismo criterio, y, sobre todo, cuando son como los que han generado la brutal crisis que padecemos. ¿Cómo creer la inhibición de la Casa Real cuando el monarca ha elegido abogado defensor de su hija? Lamentable también, en su papel de rey, que lo haya efectuado en un catalán ex político separatista.
                                                                      

¿Por qué no le habla del actual proble catalán liderado por Artur Mas? De ello silencio por parte del jefe del Estado y del presidente del Gobierno.
                                                                         
Ante estos acontecimientos familiares un jefe de Estado no rey hubiera tenido velis nolis, de grado o por fuerza que dimitir. ¿Tiene don Juan Carlos esta disyuntiva? De momento no, y menos mientras el bipartito que turnándose gobiernan el país, sean el PP y el PSOE, ambos muy satisfechas de tener como jefe de Estado al rey. Y la Constitución sin cumplirse ad peden litterae, al pie de la letra, ni mucho menos.

                  
  
La Constitució requiere llenar lagunas y rectificar artículos, mas los sucesivos presidentes de la nación nada hicieron al respecto: Quizá porque de la manera progresiva que se ha ido incumpliendo consideraron mejor no ir a tal paraje. Desde el estado de decrepitud del rey hay quien ha señalado que se hace necesario completar el Título II, De la Corona, pero que si quieres, repelús a la vista. Se comprende que así sea ante la situación que nos hallamos de crisis económoca, social y política. Y pudiéndose decir, extrapolando la frase de rey Salomón en cuanto a la vanidad, que vivimos inmersos en la corrupción, corrupción de corrupciones, y todo es corrupción. 



Corrupción más desfase de la monarquía.

La juventud no entiende la monarquía de Juan Carlos I a que dió paso la Constitución, ni la han votado, entonces nada les dice la una ni la otra. Entienden, y esto se entiende a cualquier edad, que los Borbones -Franco los instauró- no compraron España y que se impone unas Elecciones entre Monarquía y República. Evidentemente ninguna dinasía en Europa ni en parte alguna del planeta tuvo propio país alguno; precisamente en los Borbones españoles la Corona fue siempre tambaleante. No sólo se les cayó a cuatro borbones, tamién José I Bonaparte y a Amadeo de Saboya. España, como cualquiera otra nación, es muy dueña de darse una monarquía o una república. 

Lleva la actual monarquía española demasiados golpes; un balance aproximado puede ser este: La vida donjuanesca del rey -finalizada con una pseudo princesa que al decir de ella misma hubo de intervenir en política-, el atribuido enriquecimiento ilícito, y contra éste no quiere dar explicaciones -¿dónde está la transparencia?-, la boda de los hijos al margen de los cánones de la monarquía, el divorcio de la infanta Elena, la cacería del rey en Botwana -en momento angustioso para España, por añadiruda-, el caso Nóos, donde correos electrónicos presentados por Diego Torres le implican en apoyo y ayuda de sus hijos. Y, finalmente, como tiro de gracia para la monarquía tan herida, la segunda imputación de la infanta Cristina. Hoy día, que el mundo es un pañuelo de lágrimas -y no demasiado limpio, que añade Antonio Gala- allende nuestras fronteras están escandalizados de que por segunda vez en nueve meses se le haya imputado. 

La imputación es por presunto fraude y blanqueo de capitales; ambos delitos tienen una pena de cárcel de cinco y seis años, respectivamente, y sabido es que rebasando los dos años se ha de ingresar en prisión. Tanto jurídicos como no jurídicos piensan que, en realidad, tiene los mismos que su marido. El juez la ha citado para el 8 de marzo a las 10:00. Ya hemos visto que no acudirá, habida cuenta de que Miguel Roca ha dicho que recurrirá la imputación; será, pues, lo que determine la Audiencia Provincial de Palma, que otra vez se verá comprometida. 

En fin, como digo, la monarquía es régimen obsoleto, o sea, anticuado, inadecuado, a las circunstancia actuales, y encima la que tenemos ha caído en el descrédito; continúa dando tanto que hablar a los cuatro vientos. Yo mismo no hehablado poco al respecto.

Se queja Rafael Spottorno, jefe de la Casa del Rey, en defensa de la institución, de lo que dura el "martirio", pero ¿quién tiene la culpa de la procrastinación? Lo difieren, lo aplazan ellos, y, en general, quienes quieren blindar a la mujer de Urdangarín. Quedó España indignada de la desimputación primera. Y ahora ... continúa el blindaje. Ocurre, sencillamente, lo que dice el Juez Castro: Se están perdiendo las formas, y eso no es deseable. Él lamenta que para un trámite tan común como la citación de la Infanta como imputada haya "precisado escribir poco menos que un tratado de derecho procesal". 

Pone el dedo en la llaga Pablo Sebastián, en su artículo "La infanta Cristina debe declarar", en el siguiente punto y aparte: 
... será la monarquía, como institución, la que se verá afectada más de lo que ya lo está por este y otros escándalos de su entorno, y sobre todo por la pretensión de la Casa del Rey, del gobierno del PP y también del PSOE, de impedir, con la ayuda del fiscal y la abogacía del Estado que la infanta declare en un proceso que investiga una enorme estafa de fondos públicos y privados llevado a cabo por Iñaki Urdangarín y su socio Diego Torres en la sociedad Nóos al amparo de la imagen de la Corona. 
Nos hallamos en una de las épocas más angustiosas y más vergonzosas de la historia de España, y, tristemente, de esta forma pasará a la misma.   

       

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