Hay
quien desprecia el refrán por lo que tiene de popular, despreocupándole aquello
de ‘vox populis vox Dei’, voz del
pueblo, voz de Dios –no deja de contar el acuerdo unánime de las opiniones del
vulgo-, sin embargo, existe en numerosos escritores la tendencia de tomar y
revalorizar no ya las reacciones e inquietudes del pueblo, sino incluso sus
impresiones, ese lenguaje “en el qual el pueblo fablar a su vecino’, como dice Gonzalo de Berceo; Juan
Hurtado y Ángel González Palencia en su <Historia de la literatura
española>; lo testifican así:
El
arraigo de lo popular en la letras medievales es muy frecuente Se observa en
los elementos propiamente épicos (las gestas) y en sus derivaciones (crónicas,
romances); en la incorporación de lo popular a a obras artísticas, por la
inspiración o tendencia de escritores tales como don Juan Manuel y el
arcipreste de hita: en remedos felicísimos de lo popular, hechos por poetas
cultos; verbigracia, Santillana.
Es
precisamente don Iñigo López de Mendoza, Marqués de Santillana, el primer
recopilador de refranes, labor que efectuó por encargo de Juan II de Castilla y
para enseñanza del príncipe don Enrique. Menéndez Pelayo considera al Marqués
de Santillana como el mejor poeta del siglo XV, y en cuanto a su refranero manifiesta
que ‘esta colección paremiológica es
probablemente la más antigua que posee ninguna lengua vulgar’. La tituló
<Refranes que dicen las viejas tras el fuego>.
Como
hace notar Cotarelo, hasta mediados del siglo XV el refrán lleva los nombres de
de fablas, fablillas, patraña, parlilla, verso, vieso, retraire, palabra, ejemplo
y proverbio. La palabra refrán viene de la francesa <refrain>, que
significa estribillo y por lo que éste tenía de sentencioso prevaleció el
término. ¿Cómo se define el refrán? Para Julio Casares, en su ‘Diccionario
Ideológico’, es un ‘dicho sentencioso de uso común’. Juan Valdés estima que son
‘dichos vulgares los más de ellos nacidos y criados entre viejas, tras el fuego
hilando sus ruecas’. (¡Pobres viejas!, que
in ilo tempore, en aquel
tiempo, lo eran, además, muy pronto).
Suele
confundirse el refrán con el adagio y el proverbio. Shardi nos aclara que si el
dicho es vulgar se llama refrán, y adagio y proverbio si no lo es. Cualidades
distintivas del refrán son el chiste, la jocosidad, a veces la chocarrería,
otras el simple sonsonete. Cualidades del adagio son la madurez y la gravedad
propias de la moral. Ídem en cuanto al proverbio. Pero hay refranes que no son
vulgares, que no rayan en la chocarrería, en la jocosidad, del proverbio y
sinónimos. Algunas definiciones no vienen, ciertamente, a facilitarnos la
clasificación, tal la que Cervantes da del proverbio, reputándole de ‘sentencia
cierta, fundada en una larga experiencia’. Sabemos que muchos refranes reúnen
estas características. El refrán en Francia se escenifica y se lama proverbio,
son composiciones dramáticas desarrollando tales sentencias –Alfredo de Musset
tiene muy buenos proverbios teatrales- ; ahora bien, en España se ha
discriminado siempre entre el refrán y el proverbio, aun que éstos no sean en
latín.
Cuando
en 1555 Hernán Núñez, profesor de Retórica, en la Universidad de Alcalá y de Griego en la de Salamanca, coleccionó
8.331 refranes, tituló su obra: ‘Romances o proverbios en romance’.
Siguiendo esta colección, hizo un
compendio de refranes el doctor Sorapán de Rieros bajo la denominación de
‘Medicina española contenida en proverbios vulgares de nuestra legua’ (1616).
Son vulgares refranes y de los más prosaicos. –conste no hablo por tercera
persona-. Cuando se equipara el refrán al proverbio es calificando a éste de
vulgar. Y ya sabemos que los proverbios no son vulgares. Cervantes los definió
como ‘Sentencia cierta, fundada en una larga experiencia’.
Igualmente
suele confundirse el refrán con el apotegma y el aforismo, sobre todo con el
primero, como dicho ‘dicho sentencioso, agudo y breve’ (Agudos son algunos refranes insisto).. Pero el apotegma
y el aforismo han de ser pronunciados o escritos por alguna persona ilustre, y
esta condición, sine qua non, es lo que verdaderamente les distingue del
refrán cuando éste tiene calidad. El aforismo es un punto clave, condensación
de un sistema, o, como en Derecho y en Medicina, expresión de una razón categórica y absoluta.
Monumento a Cervantes y su obra cumbre en Madrid |
La
máxima por lo que tiene de norma de conducta puede también prestarse a
confusión, pues normas de conducta nos dan los refranes. Es, en general, más
breve que el refrán. No por su igual, sino por su parecida significación son
términos sinónimos refrán, proverbio, adagio, apotegma, aforismo, máxima y
otros análogos que pudiera citar; la costumbre de su lectura es lo que más
facilita distinguirlos, la mejor ayuda para matizarlos. El refrán, desde luego,
se presenta a sí mismo por cuanto al emitirle, ya que no podamos consignar el
autor, hacemos constar que de tal dicho se trata expresándonos, más o menos,
así: dice el refrán que <a Dios rogando y con el mazo dando>. O bien
<de noche todos los gatos son pardos>, dice el refrán. = también:
<Cada oveja con su pareja>, conforme reza el dicho vulgar.
Bien
está leer el Refranero, e infinitamente mejor ‘El libro de los Proverbios’, de
Salomón . Los de Erasmo; los Aforismos morales’, de Séneca; los de Leonardo de Vinci; las máximas de
Epitecto –o sea el el Enquiridion de Adriano en que resume las doctrinas de de
su maestro- ; los apotegmas de Cesar; de cualquier otra gran figura de la Historia, y tantos otros
proverbios, aforismos, máximas –‘La
Máximas, de La Rochefoucauld, por ejemplo- y apotegmas.
Se
ha exagerado la veracidad de los refranes; pone Cervantes en boca del padre del
cautivo de Argel, en relato que refiere dicho cautivo, capitán Rui Pérez de
Viedma, -capítulo XXXIX de la segunda parte del Quijote- estas palabras:
<Hay un refrán en nuestra España a mi parecer muy verdadero, como todos lo
son, por ser sentencias breves sacadas de la lengua y discreta experiencia …>
pero cuando Sancho le dice a don Quijote que <más sabe el necio en su casa
que el cuerdo en la ajena>, éste le responde: <Eso no, Sancho, que el necio en su casa ni en la
ajena sabe nada, a causa de que sobre el cimiento de la necedad no asienta ningún
discreto edificio>.. Los refranes se contradicen:<Piensa mal y acertarás>,
dice uno, y otro reza <No siempre lo peor es cierto>. Cualquiera puede
presentar múltiples ejemplos sobre este particular. En esto no estoy de acuerdo
con Sharddi, autor de del ‘’Refranero general español’. Otra obra suya es ‘Monografía
sobre los refranes, adagios y proverbios castellanos’.
Es
obvio que en el límite de un artículo no
puedo dar y comentar una amplia bibliografía del tema, que solo me es posible
hacer un esquema del mismo. Pero a las obras citadas añadiré: ¿Refranero
general ideológico español’, de Luís Martínez Kleiser, que resume 65.083.
García
Melchor editó en 1918 un Catálogo Paremiológico muy importante para orientarse
en la bibliografía sobre esta materia. De nuestros años de Bachillerato todos
recordamos , o conservamos aún, el modesto, y no obstante útil, ‘Refranero
español’, editado por Biblioteca de Bolsillo, que contiene ocho mil refranes
populares ‘ordenados, concordados y explicados’, precedida del ‘Libro de los Proverbios morales’, de Alonso de Barros.
Don
Quijote nos da la pauta del uso que debemos hacer de los refranes: No me parece mal un refrán traído a cuento; pero cargar y
ensartar refranes a troche moche hace la plática desmayada y baja.
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