viernes, 19 de octubre de 2018

Versando algo sobre historia medieval a la pata la llana. Con una alusión personal a una comentadora más de los capiteles del claustro de un pueblo segoviano

Puesto que Catalina de Lancaster murió en 1418 y su nuera, María de Aragón la sobrevivió veintisiete años, es ella y su primo carnal y esposo, Juan II de Castilla, quienes habían de continuar lo que iniciaron los primeros Príncipes de Asturias. Es lógico y natural se dé todo el mérito de la creación del lugar a la nieta de Pedro I de Castilla, entroncada con la rama asesina Trastámara, y a su esposo Enrique III sin cuya ayuda imprescindible no hubiera sido posible. Esta ayuda ha sido presentada por Manuel González Herrero, e ignoro, de momento, si la citada autora de su tesis bajo la elección de lo que queda del otrora Monasterio de Santa María de Nieva, hace referencia a ello y, por consiguiente, figura en la bibliografía que haya usado para su tesis. Absurdo que Diana Lucía Gómez Chacón proteste –repito- de que el protagonismo se le lleve Catalina de Lancaster, habiendo participado más en la obra del monasterio su nuera. Fue la suegra la impulsora, la creadora, de la puebla. Nada tiene que ver que otras reinas y reyes aportaran más; a cada época lo suyo, la reina inglesa hizo lo que a ella le tocó hacer. Por otra parte, y con relación a la edificación del monasterio,  es obvio lo que apunta Diana: que a lo largo del tiempo se sustituyeran ‘los primitivos materiales perecederos por otros más consistentes, -pizarra y ladrillo- y por la elaboración  y materialización de su programa arquitectónico de mayor complejidad que el anterior. Ignora, al parecer, que cada tiempo deja su impronta.

Catalina de Lancaster se quedó muy pronto viuda, Enrique III el Doliente murió a los 27 años de edad el día de Navidad de 1406, sobreviviéndole su viuda doce años, en los que tampoco gozó de buena salud. No muy a su voluntad fueron las bodas de sus hijos. El Príncipe de Asturias, futuro Juan II, huérfano de padre a los dos años de edad;  hasta reinar estará bajo la tutela compartida de su madre y de su tío paterno Fernando el de Antequera hasta que éste fue rey de Aragón y queda como única regente su madre.  Estaba planificado su matrimonio con su prima la infanta María de Aragón. Ésta  como reina consorte de Castilla dejó mucho que desear, ya que se inclinaba a sus hermanos en las contiendas bélicas, según tengo tratado en algún que otro artículo. También cabe hablar, e intuyo no lo hará, de su conducta en general, de su extraña muerte en Villacastín (Segovia) el 18 de febrero de 1445. 

No debió sentir mucho Juan II a su primita, y se entusiasmó con Isabel de Portugal cuando se la eligió el condestable de  Castilla, don Álvaro de Luna. También eran consanguíneos, por lo que se hubo de solicitar la licencia papal. ¡Y adelante con endogamia! Gran daño ha hecho en la salud de los reyes de la dinastía Trastámara, Austrias y Borbones.  Muy enamorado de su joven y bella esposa, ésta le mangoneó a su antojo, al extremo de conseguir la muerte del valido al que tan unido desde la niñez y pubertad estaba el hijo de la Lancaster, con aquiescencia de ella. Don Álvaro había elegido muy bien, al menos de momento, para el rey, pero fatalmente para él. Realmente, en realeza y realidad, para los tres: reina, rey y valido. Tras la decapitación de don Álvaro en la Plaza Mayor de Valladolid –2 de junio de 1453- , Juan II cayó de bruces en el remordimiento y siguió al condestable en el Mas Allá el 20 de julio de 1454. Su viuda pasa a residir a su villa de Arévalo, regalo que le hiciera su pretendiente, donde  como ‘la loca de Arévalo’ vive hasta 1496, alcanzando la edad de 68 años, muy longeva para aquel tiempo.

El remordimiento también caló en ella, y en el silencio de la noche se oían sus gritos: ‘¡Don Álvaro, don Álvaro!’. Se llevó con ella a sus dos hijos, Isabel y Alfonso, que ya mayorcitos les apartó su medio hermano de padre, Enrique IV, y constituirían para él gran tormento moral. De ellos se servirían los nobles (caray con ‘la épica nobleza castellana’) como armas arrojadizas contra el monarca. Alfonso, el de ‘la farsa de Ávila’, que aquellos revoltosos nobles coronaron como Alfonso XII, desapareció pronto para bien del país, concretamente en 1468 con 14 años. Pero -¡ay!- quedó Isabel, que amargaría la vida de Enrique IV –soterradamente unida a la nobleza- hasta que envenenándole le dio pasaporte a la Eternidad. Nunca sintió remordimiento de ello, sí durante mucho años miedo a que la corona usurpada a su sobrina,  mediante injusta y vergonzosa guerra, fuera reconquistada por su auténtica propietaria, y para evitarlo trató con Portugal de dejar todo atado y bien atado. Emplearon los Reyes Católicos sobre todo una política de matrimonios. 

Isabel contrajo matrimonio con su pariente Fernando, por no perder la costumbre de la endogamia, hijo de Juan II de Aragón y de Juana Enriquez, segunda esposa del rey  Juan II de Aragón, siendo la primera Blanca I de Navarra, la cual cándidamente le hizo a su muerte rey de Navarra por torpe cláusula testamentaria. Estos príncipes que se casaron sin licencia papal –a posteriori lo arreglarían e incluso llegarían a ser los Reyes Católicos- supieron dominar a los nobles innobles y crear otro tipo de ‘nobleza’ más noble y culta. 

Juan Eslava Galán, en su 'Historia de España contada para escépticos, estima:                    

Los Reyes Católicos consiguieron modernizar el país, centralizar el poder y levantar los cimientos de un Estado poderoso. Por eso todos los dictadores lo ponen como ejemplo, olvidando sus torpezas, y no dejan de loar las excelencias de la pareja.

 Seguidamente lo expone.

En su proyecto para debilitar a la nobleza, los Reyes sustituyeron el arcaico Consejo Real heredero de la Edad Media, por una burocracia palaciega más acorde con los nuevos tiempos y nutrida por funcionarios procedentes de las clases humildes que fuesen fieles a la corona antes que a intereses de grupo o familiares. Con ellos formaron varios consejos o ministerios: de Finanzas, de la Hermandad, de la Inquisición, de las Órdenes de Caballería.
En cuanto a éstas, que eran muy poderosas por su patrimonio y ejércitos, nos dice: 
Los reyes consiguieron concentrar los tres maestrazgos (Calatrava, Alcántara, Santiago) en manos de Fernando el Católico, lo que robusteció el poder de la monarquía.
Ya la nobleza irá perdiendo progresivamente privilegios, se impuso la monarquía.
                                     
Habiendo llegado al límite cronológico de esta dinastía con que finaliza la Edad Media de nuestra Historia, aunque se diga que la Edad Moderna empieza con los Reyes Católicos, queda concluido este el tema. Otro día no hablaremos someramente, aun cuando, revisando en este blog etiquetas sobre los señalados personajes, se encuentran artículos en los que están tratados en profundidad. 



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