Si un rey tiene vida privada. De la de este monarca se hizo política. Política infame - Infame política. Tanto monta.
Dos obras publicadas en el mismo año -hace veinticuatro-, la que ya cité en alguno que otro artículo: 'Enrique IV el Impotentey el final de una época' , de José Calvo Poyato, y, la otra, tambien alguna vez citada: CASTILLA. negro sobre rojo. De Enrique IV a Isabel la Católica' de Manuel Gonález Herrero, lamentan -no son las únicas, por supuesto- el mal trato dado por la Historia a este rey. Son para mí dos grandes defensores del injustamente vilipendiado monarca.
Dos obras publicadas en el mismo año -hace veinticuatro-, la que ya cité en alguno que otro artículo: 'Enrique IV el Impotentey el final de una época' , de José Calvo Poyato, y, la otra, tambien alguna vez citada: CASTILLA. negro sobre rojo. De Enrique IV a Isabel la Católica' de Manuel Gonález Herrero, lamentan -no son las únicas, por supuesto- el mal trato dado por la Historia a este rey. Son para mí dos grandes defensores del injustamente vilipendiado monarca.
Calvo Poyato inicia su libro -Intrudución- rechazando de plano tanta infamia vertida sobre él, haciéndole el más vilipendiado de la Historia
Enrique IV es uno de los reyes más controvertidos de nuestra historia. Una historia donde muchos de los monarcas que a los largo de las diferentes dinastías que se han sucedido en el tiempo han sido figuras polémicas.
Evidentemente, y sacado a colación lo tengo, esos Austrias, esos Borbones, que, además, no cejaron en la endogamia. Ha persistido hasta nuestros días, pues los padres de Juan Carlos I, penúltimo Borbón reinante, eran primos. ¿Quién dejó de ser discutible, objetable? Pero sobre ninguno ha caído tanto baldón como sobre Enrique IV de Castilla, como así lo corrobora el citado libro -CASTILLA-:
Sobre este rey se han vertido probablemente las críticas más negativas , se le ha calificado con los adjetivos más negrosy se la ha juzgado con la mayor dureza. Ni siquiera un individuo tan abyecto como Fernando VII ha sido tan maltratado en las páginas de los anuales de historia.
Existe, pues, plena coincidiencia con el criterio del eximio abogado que fue y gran humanista Excelentísimo Señor D. Manuel González Herrero, qien empieza su citado libro con el capítulo que titula: 'Enrique IV el Infamado, diciéndonos:
Así es, pero, como nos indica, ya rectificada debido a autores americanosEnrique IV es una de las figuras más patéticas de la historia de España y aún de la de europa. [...] Durante cinco siglos de historia escrita, es decir de historia oficial, ha ido acumulando implacablemente sobre la memoria de este desventurado príncipe los más graves y terribles dicterios: impotente, depravado, cobarde, indigno, deforme, homosexual, degenerado, infame. / Un cronista, un historiador tras otro, Enrique IV ha sido ferozmente vilipendiadoy la imagen más abominable que pueda darse de un hombre y de un rey es la que ha llegado hasta nosotros.
Se ha consignado que no hay prueba alguna que justifique la bastardía de la hija de Enrique IV. El Padre Mariana, en su Historia General de de España (1870) sostiene que es mera fábula forjada en beneficicio de la futura reina Católica. El ' Ensayo biológico sobre Enrique IV de Castilla y su tiempo' , del doctor Gregorio Marañón, concluye afirmando que, aunque el rey probablemente sufría una endocrinopatía, no era necesariamente impotente, y que su hija Juana era legítima
La clase de impotencia que, como hemos visto, debió de padecer el rey no era, según todo los indicios, una impotencia absoluta, y pudo muy bien permitirle alguna relación aislada, más o menos trabajosay deficiente; pero es bien sabido que una vida humana se engendra, a veces, en las condiciones más desfavorables y más apartadas de la buena técnica.
Exite la noticia -Hieronymus Münzer- de que la reina Juana fue inseminada artificialmente utilizando un cánula de oro para introducir el semen del rey en la vagina real Esta maniobra fue realizada por un médico judio llamado Sumaya Lubel , ya que a los católicos les estaba prohibido prácticas de este tipo. Cinco siglos después esta maniobra ginecológica es habitual A lo que parece, lo fundamental es, por parte masculina, que los espermatozoides sean válidos.
Hay constancia de que la reina fue fiel esposa hasta que, muy en contra de su voluntad, la separaron de su esposo, enviada al castillo de Alaejos (Valladolid) custodiada por el arzobispo de Sevilla, Alfonso de Fonseca, como garantía de paz entre los dos bandos contendientes -enriqueños y alfonsinos-. Primero fue seducida por el arzobispo, siendo rechazado, pero no así el sobrino de éste, don Pedro de Castilla, bisnieto de Pedro I de Castilla. Como expone González Herrero
Sitges, aceptado plinamente en este punto por Marañón, ha hecho notar -en su obra Enrique IV y la Excelnte Señora llamada vulgarmente doña Juana La Beltraneja- que en el tratado de los Toros de Guisando , redactado en 1468 por los enemigos de don Enrique, se dice textualmente que <la reina no había usado limpiamente de su persona de un año a esta parte >, es decir en la época de su reclusión en Alaejos, sin que se haga mención alguna del supuesto adulterio con don Beltrán , que, de ser cierto, no hubiera sido silenciado.
Acto seguido escribe este agudo y escrupuloso historiador segoviano, dejándolo como incontrovertible, que:
En la conciencia del historiador honesto no hay razón alguna para seguir manteniendo el infamante mote de la Beltraneja.
Entre los hechos significativos de la calumnia de Isabel la Católica y sus compinches, señala este que en la guerra de sucesión Beltrán de la Cueva luchó contra el partido de doña Juana. Y pregunta: '¿Lo hubiera hecho, de ser en verdad su hija ? Suponemos que no, ya hubiera sido el colmo de la traición al rey al que tanto debía. También anota al respecto algo que per se, por sí mismo, destruye la calumnia, y es que el cardenal Mendoza en trance de muerte pedía a la reina que <reparase el posible perjuicio causado a doña Juana, casándola con el príncipe don Juan>, hijo de los Reyes Católicos. Concluye
Es por ello que Torres Fontes asevera de modo concluyente que la ilegitimidad de doña Juana ha sido hoy completamente desechada Ya vimos que el P. Juan de Mariana sostenía asímismo la legitimidad de la princesa. Idéntica opinión mantiene el P. Enrique Florez: 'Fue tenida por hija de los reyes hasta que empezaron los tumultos, en cuyo especio fue jurada legítimamente sucesora de los Reinos'.
Marañón titula un capítulo de su libro sobre Enrique IV, 'El misterio de la Beltraneja', el VII concretamente, en el que saca a relucir razonamientos a favor de doña Juana como hija biológica de don Enrique y su esposa, pero es González Herrero en su estudio también sobre este monarca quien, como vemos, nos dice de modo taxativo que no ha lugar a la duda en cuanto a la paternidad real de Juana Trastamara Avis. Real de realeza, y real de realidad.
Dos fueron los matrimonios que contrajo el susodicho único hijo de Juan II de Castilla y de su prima hermana María de Aragón; el primero, siendo Príncipe de Asturias, con la princesa Blanca de Trastamara y Evreux, hija de Juan II de Aragón y de Blanca I de Navarra ( del 16 de diciembre de 1440 al 2 de mayo de 1543); De la primera coyunda matrimonial aporta el singular abogado, dedicado a la defensa del cliente, y no menor historiador, una exhaustiva información del lite de divorcio. Sin entrar en detalles de la demanda, sí haré la siguiente transcripción:
El divorcio se sustanció en realidad de mutuo acuerdo entre ambos esposos, en razón de que don Enrique, Príncipe de Asturias, quería tener descendencia: <deseaba ser padre e haber e procrear fijos>. / La sentencia declaraba formalmente que doña Blanca está virgen; que don Enrique es varón potente cuanto a otras mujeres, y decreta el divorcio y separación matrimonial <por la dicha causa e impedimento del dicho maléfico e legamiento>.
El segundo fue con Juana de Portugal, hija de Eduardo de Portugal y de su esposa doña Leonor, infanta de Aragón (1455-1474).
Las amantes de Enrique IV.
Suele consignar el P. Enrique Florez de Setien, en su 'Memorias de la reinas católicas de España', a continuación del bosquejo biográfico hecho de la mujer del monarca, las "amigas" -así denomina él a las amantes- que tuvo. En cuanto al referido no lo hace, pero al tratar de doña Juana de Portugal introduce en el texto.
La paz, la abundancia, la prosperidad y la circunstancia de una reina hermosa, querida y recién casada, no dejaba pensar sino en festejos. Hasta los prelados eclesiásticos se esmeraban en lucir , en cuya línea sobresalió el arzobispo de Sevilla, que después de dar a los reyes, con sus damas, una espléndida cena en esta villa de Madrid, sacó por último plato dos bandejas de anillos de oro con diversas piedras preciosas para que la reina y sus damas escogiesen la sortija cuya piedra gustase más a cada una.
El rey y algún eclesiástico también eligieron, pero no sortija sino dama. Don Pedro González de Mendoza eligió a una tal Mencía de Lemos y con ella tuvo dos hijos: D. Rodrigo Díaz de Vivar y Mendoza, y D. Diego Hurtado de Mendoza y Lemos. Ya tenía un hijo de inés Tovar, llamado Juan Mendoza. A los hijos con la portuguesa, cuando se llegó a llamar a don Pedro 'el Tercer rey de España', Isabel la Católica los denominaría 'los pecadillos del cardenal' e hizo mucho por estos pecadillos. Pero continuemos con el P. Florez.
La familia de la reina era muy numerosa por el auge en que estaba la Corte Entre aquellas había una de singular presencia, y aunque la reina era la más hermosa de cuantas se conocían, tomo el rey cariño a esta señora, cuyo nombre era Guiomar, honrándola tanto, que su favor la deslumbró para mirar con poco rendimiento y mucha desatención a la soberana; pero ésta se cobró por sí misma, poniendo en ella las manos a su satisfacción. El rey tomó la providencia de apartar a la dama del lado de la reina, retirándola dos leguas de la Corte, con bastante familia, y pasando a verla con frecuencia.Sobre este particular refiere Alfredo Opisso, en su 'Historia de España y de las Repúblicas Latino-Americanas', tomo VII.
Una de las favoritas más regalada era doña Catalina de Sandoval, a la cual despidió por haber descubierto que permitía la sirviese otro caballero; con todo, para recompensar sus "servicios", la hizo abadesa del monasterio de monjas de San Pedro de las Dueñas, de Toledo.Cita al P. Mariana, que entendía tenían que ser reformadas, no siendo para ello la amiga del rey. Expone Opisso, historiador que sigue la corriente hostil contra don Enrique, que éste le hizo cortar la cabeza al enamorado de la Sandoval,, Alonso de Córdoba, en Medina del Campo. Y continúa:
Fue reemplazada la doña Catalina por doña Guiomar de Castro, con quien ninguna, fuera de la Reina, se igualaba en apostura, de que entre las dos resultaran competencias. <Y esto era lo que más le divertí al rey don Enrique IV, ya que hallaba la más deliciosa de sus complacencias, escriben los Sres. Fornes, en ver cómo se sacudían y denostaban doña Guiomar y la reina, sirviendo en alto y en bajo de ridículo y a la par de desconsolador espectáculo>.Según Calvo Poyato, el monarca sinultaneó a ambas hasta que tomó la decisión de casarla con el primer duque de Nájera, familiar de los Triviños.
Parece que, siguiendo la consigna de los cronistas sometidos por los Reyes Católicos, los historiadores antiguuos tienden a emitir juicios gratuitamente, arbitrarios, sin fundamento, contra quien convierten en cabeza de turco, como obra de los hermanos de padre y de los nobles traidores. Me resulta increíble en tan bondadosa persona que ordenara decapitar a Alonso de Córdoba; ello contrasta plenamente con el proceder sumamente indulgente que tuvo con su esposa y el amante de ella cuando la descubrió embarazada tras estar, como queda referido, en el castilo de Alaejos.
El susodicho Calvo Poyato lo refiere así
Perdida la honra la reina decidió darse a la fuga cuando se encontraba embarazada de siete meses porque, habiendo terminado el plaza en que había de estar como rehén, el rey envió una delegación para recogerla y trasladarla a Madrid. La aterrorizada doña Juana, que hasta aquel momento había mantenido oculto su estado, despidió con varios pretextos a los enviados de su esposo y descolgándose por los muros de la fortaleza huyó con don Pedro hacia Cuéllar. [...] Cuando la fuga de la adúltera llegó a conocimiento de Enrique IV, tuvo el rey un gran enojo y su primera reacción fue ordenar la prisión de don Pedro.¡Qué menos! Pues aún así le enterneció las lágrimas de ella. Se distanciaron de Madrid, y con su amante vivió el resto de sus días errantes por varias poblaciones del señorío de los Mendoza, terminando finalmente en Madrid.
El P. Florez, independientemente del adulterio de la reina que, como queda visto, nada afecta a la legitimidad de la hija del Rey, como puede subrayarse -Isabel la llamaba 'la hija de la Reina'- expone.
Añáióse el juramento de los padres, que la confesaron legítima, reiterando la confesión el rey a la hora de la muerte [...] Lo mismo apoya la protección de tantos y tan grandes señores que siguieron el partido de la princesa; lo mismo los casamientos que aun los contrarios; pretendieron en la excelente señora, tratando casarla con el principe don Juan, aclamado rey; con el de Portugal, y, lo que es más, los mismos Reyes Católicos capitularon casarla con con el príncipe su hijo; cosa que si con certeza constara no ser hija del rey, no debieran tolerarse, por no adoptar ni meter en Palacio la deshonra de cosa tan infame.Y abunda en dar el mentís a la calumnia levantada por la """buena católica""" y sus seguidores:
Parece, pues, que nadie tuvo por cierta la infidelidad del tálamo en la reina; pero convenía exagerarla para afianzar a los competidores de su hija.
(Único retrato auténtico de Juana de Castilla, princesa de Asturias, de Simon Bening, en la British Library).
Se da, pues, el anormal y delictivo caso, como es notorio, que al final consiguieron los dos hijos del matrimonio de Juan II con Isabel de Portugal disputarle el trono a Enrique IV; Alfonso efímeramente, Isablel arrebatándosele a la hija del rey. Esto es lo incontrovertible, pues, hija biológica o no. legalmente había de suceder en el trono. Tal caso o circunstancia no dejó de darse en la Historia de España y en la Universal. Por no retroceder más en el tiempo, ¿era hijo biológico Fernando VII de Carlos IV?
Enrique IV y Segovia.
Cuando el príncipe de Asturias cumplió 14 años su padre, Juan II, le entregó Segovia en señorío. Aparte lo itinerante de la Corte, él trató de residir en Segovia o en Madrid.. Concedió a la localidad, que llamaba 'mí Segovia' , un mercado libre de impuestos, exenciones fiscales y dos ferias al año. En ella puso casa y tenía sus tesoros. Siendo príncipe fundó el monasterio jerónimo de El Parral. Residió en el Alcázar, que mejoró, pero, como digo, tenía residencia, Palacio San Martín -nombre de la plaza en que esta ubicado-.
Palacio de Enrique IV, actualmente Museo de Arte |
Torres Fontes señala que.
Segovia y Madrid fueron los dos lugares donde el monarca residía más tiempo. algo que se agudizó en sus últimos años en los que ' don Enrique viajó poco y su atracción, su centro vital, radicaba en Segovia, Madrid y sus alrrededores'.Y Enrique del Castillo.
La ciudad de Segovia y la villa de Madrid fueron dos señalados lugares donde el rey más se holgaba y mayor descanso por su reposo recibía, y no sin causa porque como él en alguna manera era retraido. Allí había bosques, donde estaban grandes montes espesos, amigables a su condición y calidad, en tal manera que naturalmente se deleitaba en andar por ellas y estremecerse en la caza de los animales salvajes, que allí nacían y andaban.Segovia, pero tambien Madrid, atraían grandemente a este rey tan amigo de la naturaleza y de la cinegética; en Segovia tenía Valsaín, y en Madrid El Pardo.
La usurpación del trono de Castilla por Isabel de Trastamara es axiomática.
Así, negro sobre rojo, culminó la conjura, se consumó el
golpe de Estado, el alzamiento isabelino, la usurpación
de la Corona de Castilla.
- Manuel González Herero -
El defensor por antonomasia de Enrique IV de Castilla entre los historiadores es Manuel González Herrero. También puede considerarse bajo el punto de vista jurídico, aunque en su defensa no adopte esta forma, pues fue un abogado excepcional, que, como tal y entre otros méritos, se hallaba en posesión de la Cruz de San Raimundo de Peñafort. Después de su obra con la que he venido cimentando este artículo mío, concretamente en el año 2002, publicó ' Breviario Segoviano', en cuyo último capítulo versa 'Sobre la sucesión de Enrique IV de Castilla. De los Toros de Guisando al Valle de Lozoya'. Deja, también aquí, claro el pacto a que, en aras de la paz, se vio obligado, y el rompimiento del mismo por incumplimiento de la católica Isabel y, consecuentemente, la reunión celebrada en dicho valle, lugar del que expone el autor:
Entre Lozoya y Buitrago, en el campo que los comarcanos llaman de Santiago, en la misma ribera del río, se detienen y esperan que llegue la embajada francesa y la reina con su hija, que venía con aparato y adorno real. / Con gran pompa comparecen de lka parte francesa el cardenal de Albi, que representa a Luís XI, y el conde de Bolonia de Auvernia, con poderes del Duque de Guyena para contraer matrimonio con doña Juana ; y otros grandes señores. Enrique IV está rodeado de numerosos Grandes del reino y Prelados, así como representantes de las ciudades.Y dejaron la sucesió atada y bien atada. González Herrero añade las siguientes líneas, que son también las finales del libro-
La reina juró que doña Juana era hija suya y del rey don Enrique, y lo mismo juró el rey. Enrique IV explicó que en atención a razones de paz y concordia del reino, se sintió obligado a aceptar en el pasado, es decir, en el tratado de los Toros de Guisando, a su hermana doña Isabel como heredera del reino, y declaró solemnemente que su voluntad era tener a doña Juana, nuestra fija como a princesa e primogénita heredera de dicho reinos e señoríos , e que nunca tendremos a la infanta Isabel por princesa ni heredera ni sucesora de estos reinos y señoríos en manera alguna. / Confirmada y ratificada la legitimidad de doña Juana, los Grandes y principales del reino juraron nuevamente...En suma, la intención primigenia de Isabel fue la usurpación del trono, y lo consiguió. El libro que tenemos a la vista termina así:
Enrique IV falleció en Madrid -mas no de su muerte- en la noche del 11 al 12 de diciembre de 1474. El martes 13, en Segovia, se dio el golpe de Estado: la infanta doña Isabel -luego llamada la Católica-, sin derecho, se autoproclamó reina de Castilla.Justo castigo a su perversidad.
Isabel dio a Enrique IV el sobrenombre, muy ofensivo, de 'el Impotente ' y fue lo de 'calumnia, que algo queda ' -quedó entonces extendida y ha perdurado a lo largo de los siglos-. Pero recibió en su hija Juana otro no menos humillante, el de 'La Loca'. Y su madre llegó a ser llama 'la loca de Arévalo'. Es lastima que por desaparecer el cadáver de Juana de Trastamara Avis en el terremoto de Lisboa, del 1 de noviembre de 1755, no se le pueda aplicar la prueba de ADN, cuyo adelanto de la ciencia tan positivo resulta para la historia y para la vida.
¿Tuvo alguna felicidad Enrique IV con su bella segunda esposa? No lo sé; el epílogo de su matrimonio no pudo, desde luego, ser peor, ¿Y con la primera? De Blanca de Navarra lo que sabemos es que no tuvo otro hombre en su vida. El más relevante defensor de tal monarca nos dice a este respecto con referencia al escrito notarial de donación 'formal, solemne, completa e irrevocable de su derechos al trono de Navarra a favor de su ex marido Enrique IV de Castilla':
Las manifestaciones que doña Blanca hace en este documento, en una situación personal tan crítica como la que le tocaba vivir en aquellos momentos, evidenciían de modo bien patente, el respeto, la estimación y el agradecimiento que le merecía don Enrique, así como el alto concepto en que tenía al que había sido su esposo. En realidad, doña Blanca y don Enrique se habían amado tiernamente durante los doce años de su matrimonio, y el gran afecto que se profesaban se mantuvo después del divorcio.Y el matrimonio de la usurpadora del trono, ¿fue feliz? Nequaquam, de ninguna manera, de ningún modo. Isabel no halló paz y buenaventura en su matrimonio, se le pasó en arrebato de celos, Fernando era un gran mujeriego y por este motivo las trifulcas entre ellos era el plato del día, las cuales fueron presenciadas por sus hijos. Isabel era una celosa compulsiva, y no digamos su hija Juana, a ésta le llavaron a la enfermedad o, com o opina el psiquiatra Vallejo-Nágera, coadyuvaron a ella, puesto que la demencia la llevaba en los genes. A la madre, por razón de los años que vivió, solo le dio tiempo a ver parte del comportamiento demencial de su hija. Su padre, sí, y él fue el que la recluyó, engañándola, en Tordesillas donde pasó los últimos cuarenta y seis años de su vida de los setenta y seis que vivió, siendo manejada por su padre y, después, por su hijo Carlos I (Vease mi artículo 'Juana I de Castilla, la reina que nunca reinó - I - y - II - 11 y 15, respectivamente, de diciembre de 2013) Suerte con los demás hijos del matrimonio tampoco tuvieron, sufriendo la mayor desgracia con la temprana muerte del príncipe don Juan, único hijo varón.
Tema es este en que aquí no entro en detalles porque me he delimitado a Enrique IV. No omitiré algo que va contra el fanatismo religioso -el peor de todos los fanatismos, y fanatismo por antonomasia- , y es que el padre de Isabel, Juan II de Castilla, y el padre de Fernando, Juan II de Aragón, eran primos hermanos. Para que el matrimonio fuera válido era imprescindible la dispensa del Papa. Faltó tal documento por la anormalidad de la boda contra lo pactado con su hermano el rey. El matrimonio no tuvo validez religiosa hasta 1471 que el Papa Sixto IV envió a España al cardenal Rodrigo de Borja para solución de varios asuntos. Negoció con el "matrimonio" la concesión de la bula a cambio de le concedieran la ciudad de Gandía. Así la realeza, así el clero.
Finalmente diré en cuanto al castigo de aquella nobleza desaprensiva, tan corrupta, que también recibió su pago divino. Ya Enrique IV había hecho una reforma en ella. El citado Alfredo Opisso nos lo refiere asi.
La nobleza, que tanto había contribuido al descrédito del rey, iba a ser víctima ahora de los enérgicos reyes que, con el abatimiento de la aristocracia y el apoyo del Estado llano se proponía instauar un absolutismo que podrámos llamar ilustrado, pero que debía convertirse en vergonzoso despotismo al advenimiento de una nueva dinastía. Veremos, en efecto, que si de pronto fue aniquilada la nobleza guerrera, para ser conertida en palatina, paulatinamente hubieron de quedar sometidos a la única voluntad de los reyes los hasta entonces libres reinos de Castilla, de Valencia, de Mallorca, de Aragón y, por fin, Cataluña.Isabel y su suegro -no es la primera vez que no consigno- fueron similares como usurpadores de tronos, y para mayor vileza tratándose de familia íntima, tanto es asi que en el caso de Juan II de Aragón fue a su propio hijo: Si vergonzosa fue la guerra de cinco años que posibilitó que la medio hermana de Enrique IV reinara en vez de la legítima heredera, ¿qué decir de la que sostuvo su suegro contra el Príncipe de Viana, de la crueldad que empleó con él y que fue causa de su prematura muerte, y posreriormente arrebatarle la corona de navarra también a su hija Blanca? Reinó él en este reino y luego su hija menor Leonor -ésta efímeramente como si fuera castigo divino por haber ordenado envenenar a su hermana, que tenían cautiva en el castillo de Orthez, en Bearne. Así son de crueles tanto hijo de ... Dios -no se tiene mejor... sangre por tenerla azul-, que, como dice Schopenhauer 'el mundo es el infierno, y los hombres se dividen en almas atormentadas y en diablos atormentadores'. Ello a lo largo de la cronología, que el hombre básicamente no ha cambiado.
No hay comentarios:
Publicar un comentario