Que no te enteras, Contreras, reza un dicho reprobando al que es tardío de entendimiento. Cabe, es posible, natural, enterarse de que no hay duque de Lugo, ni duque de Palma, sí duquesa de Lugo, duquesa de Palma. Se puede ver en el libro "Los diamantes de la Corona, de Juan Balansó, capítulo XIV, titulado "Los recién llegados - bisutería fina, epígrafe "La impostura de los duques". También puede descubrirse esta "imputación falsa y maliciosa - fingimiento o engaño con apariencia de verdad" (DAE) en internet. ¿Cuándo nos vamos a dar por enterados? Yo que lo sé de siempre, ha mucho tiempo que lo publiqué. Nadie se apea del burro, y esto es una burrada, una necedad, si se sabe, o ignorancia supina de no saberse. El diccionario la define como "ignorancia que procede de negligencia en aprender o inquirir lo que puede y debe saberse". El dilema es que no puede entenderse lo uno ni lo otro por parte de La Zarzuela que mantiene lo que fue un engaño o una equivocación ab initio, desde el principio.
Reproduce Balansó de "La larga marcha hacia la monarquía", de Laureano López Rodó, esta explicación que le aportó el 31 de enero de 1972, siendo ministro de Justicia, el conde de Barcelona:
Si el artículo 64 del Código Civil establecía que "el marido y la mujer gozaran de los honores de su consorte" , quedó anulada esta disposición mediante la reforma de dicho texto en 1981, cambio de ley efectuado, obviamente, por el gobierno de la Monarquía juancarlista. Cuando Balansó trata el tema hace una llamada para la aclaración siguiente.
En lo referente a los hasta aquí señalados no se trata, como puntualiza el susodicho autor, de auténticos títulos nobiliarios, "sino unas dignidades dinásticas tan "personales" de doña Elena y doña Cristina como pueda serlo la condición de infantas. Jaime de Marichalar e Iñaki Urdangarín no son duques por la misma razón que no son infantes de España". El libro aludido data de 1998, cinco años antes de la prematura muerte de su autor.
Firmó don Juan Carlos el 6 de noviembre de 1987 un decreto del Ministerio de Justicia sobre "Régimen de títulos, tratamientos y honores de la Familia Real y de los Regentes", pero, como quedó demostrado, a la manera o modo que firmaría años después la infanta Cristina, su hija: sin saber lo que había firmado y sin recordarlo siquiera. El artículo sexto de dicho documento señala que los títulos de nobleza concedidos por el rey sólo son autorizados a los miembros de su familia, especificando que "la atribución del uso de tales títulos tendrá carácter graciable, personal y vitalicio. (Puede verse, aparte de otros lugares en papel, tambien en internet) . A este respecto comenta Balansó.
¿Qué diría hoy día del que en el epígrafe anterior del comentado denomina El balonmanista zurdo? Lo que tenía que añadir de este individuo es de vergüenza ajena, y dado lo valiente que era Balansó para sacar algo de ropa sucia en una época en que la actual familia real de España era tabú. Urdangarín ha firmado como duque no sólo burlando y violando la Corona, sino que ha empleado la misma para trincar. De no haber sido con tal respaldo, adiós sus enormes """negocios""". No se pudo tomar a peor parte la Corona.
Inicio de la mentira acerca de Urdangarín.
Y ya desbaratando mentiras, también hace referencia el monárquico citado, y escritor especialista en la historia de las dinastías reales europeas, a cuanto se mintió cuando la infanta Elena impuso su boda con el balonmanista. Surgió la vanidad, que también existe en los palacios, y... a la búsqueda de linaje. Escribe Balansó:
Se dijo de Urdangarín, y ya caído en manos de la Justicia por sus "méritos", que es profesor colaborador del Departamente de Política de Empresa ESADE. Pero ESADE niega que Urdangarín haya sido nunca profesor en la escuela. Da un mentís al curriculum publicado en la web oficial de la Zarzuela. Puede haberse rectificado, pues esta noticia de internet es de fecha 5 de junio de 2012. Apunta que ni él, ni los profesores de la escuela, Diego Torres y Mario Sorribas, dieron fama al centro, sino que el caso Nóos repercutió de forma negativa a su imagen. Acaba esta página, titulada "Las mentiras del curriculum de Iñaki Urdangarin en la web de la Casa Real", con las siguiente líneas:
Reproduce Balansó de "La larga marcha hacia la monarquía", de Laureano López Rodó, esta explicación que le aportó el 31 de enero de 1972, siendo ministro de Justicia, el conde de Barcelona:
Cuando la boda de mi hermano Jaime con Emanuela de Dampierre, en 1935, el rey Alfonso XIII, nuestra padre, "inventó" el ducado de Segovia a fin de que se les llamase infante don Jaime y duquesa de Segovia. El rey entendió que daba consentimiento al matrimonio, pero que no consideraba de rango real a la señora.Y añade Balansó el recuerdo de que:
Dos años antes, en 1933, el ex príncipe de Asturias también había adoptado el título de duque de Covadonga, tras su renuncia a la sucesión, para que pudiese ser utilizado por su esposa morganática, la cubana Edelmra Sampedro. / Lo mismo sucedió con las dos hijas de don Juan de Borbón, doña Pilar y doña Margarita: se les facultó el uso en España de dos ducados, Badajoz y Soria respectivamente, con el propósito de que sus maridos, el abogado Luís Gómez-Acebo y el doctor Carlos Zurita, que no pertenecían a la realeza, pasaran a denominarse el uno "duque de Badajoz" y el otro "duque de Soria".Adiós títulos nobiliarios para el cónyuge.
Si el artículo 64 del Código Civil establecía que "el marido y la mujer gozaran de los honores de su consorte" , quedó anulada esta disposición mediante la reforma de dicho texto en 1981, cambio de ley efectuado, obviamente, por el gobierno de la Monarquía juancarlista. Cuando Balansó trata el tema hace una llamada para la aclaración siguiente.
Probablemente el lector se sorprenderá al percatarse de que, con la ley en la mano, la mujer que se casa con un marqués ya no es marquesa, ni el hombre que se casa con una condesa, conde... Los afectados lo escamotean con facilidad. Socialmente, por mera cortesía, se sigue tolerando, pero jurídicamente, y aplicado en su literalidad, el Código Civil vigente no reconoce derecho nobiliario alguno a los consortes. Y lógicamente la Familia Real es la primera que tiene obligación de seguir los dictados de las disposiciones legales de su Reino.El subrayado es mío, y con ello quiero expresar mi indignación al no ver que así sea. Por citar un solo ejemplo, ¿aceptó el rey la ley de transparencia? Nequaquam, de ningún modo en cuanto a su fortuna. Pero sigamos en cuanto al tema de los títulos nobiliarios.
En lo referente a los hasta aquí señalados no se trata, como puntualiza el susodicho autor, de auténticos títulos nobiliarios, "sino unas dignidades dinásticas tan "personales" de doña Elena y doña Cristina como pueda serlo la condición de infantas. Jaime de Marichalar e Iñaki Urdangarín no son duques por la misma razón que no son infantes de España". El libro aludido data de 1998, cinco años antes de la prematura muerte de su autor.
Firmó don Juan Carlos el 6 de noviembre de 1987 un decreto del Ministerio de Justicia sobre "Régimen de títulos, tratamientos y honores de la Familia Real y de los Regentes", pero, como quedó demostrado, a la manera o modo que firmaría años después la infanta Cristina, su hija: sin saber lo que había firmado y sin recordarlo siquiera. El artículo sexto de dicho documento señala que los títulos de nobleza concedidos por el rey sólo son autorizados a los miembros de su familia, especificando que "la atribución del uso de tales títulos tendrá carácter graciable, personal y vitalicio. (Puede verse, aparte de otros lugares en papel, tambien en internet) . A este respecto comenta Balansó.
No se trataban, por tanto, de títulos de nobleza convencionales acogidos a la legislación nobiliaria común, sino de unas dignidades que son la manifestación más pura de la libérrima intención del titular de la Corona, sin exigir para su otorgamiento la intervención del Consejo de Ministro ni la justificación de otros méritos del agraciado que no fueran inherentes a su privilegiada relación familiar. Por eso, a diferencia de los títulos comunes, que se presumen perpetuos y hereditarios, los de la Casa Real eran personales y vitalicios. [...] Se estipulaba expresamente en el Real Decreto que su uso constituía un derecho no delegable, ceñido directa y exclusivemente a la persona del agraciado.Como en otras líneas vemos, se asombra -no es para menos- de que en octubre de 1995 al ser interrogada la secretaría de Prensa de la Zarzuela por algunos historiadores extranjeros, obtuvieran esta respuesta:
Aunque el ducado de Lugo es concedido a la infanta Elena, mientras ésta viva don Jaime puede utilizar el título sin trabas de acuerdo con el principio general ius consortis, recogido en nuestro Código Civil. Principio según el cual, todos los títulos y tratamientos del marido o la mujer pueden ser igualmente utilizados por el cónyuge. Comenta: De lo que se desprende que, catoce años después de haber sido suprimido, la Zarzuela desconocía la modificación del artículo del Código.Como vemos, Marichalar y Urdangarín nunca fueron duques, no lo fueron por partida doble aun cuando lo que les afecta es el decreto del 6 de noviembre de 1987. Don Juan Carlos se equivocó en su idea: enaltecer, ensalzar, a sus yernos, de medio a medio, de todo punto. Tampoco es para felicitar a su correpondiente asesor in illo tempore. Es visible, no admite duda, que, como termina afrmando Balansó, "los maridos de las duquesas de Lugo y Palma de Mallorca burlan y violan lo dictaminado por la propia Corona. Su impostura es manifiesta".
¿Qué diría hoy día del que en el epígrafe anterior del comentado denomina El balonmanista zurdo? Lo que tenía que añadir de este individuo es de vergüenza ajena, y dado lo valiente que era Balansó para sacar algo de ropa sucia en una época en que la actual familia real de España era tabú. Urdangarín ha firmado como duque no sólo burlando y violando la Corona, sino que ha empleado la misma para trincar. De no haber sido con tal respaldo, adiós sus enormes """negocios""". No se pudo tomar a peor parte la Corona.
Inicio de la mentira acerca de Urdangarín.
Y ya desbaratando mentiras, también hace referencia el monárquico citado, y escritor especialista en la historia de las dinastías reales europeas, a cuanto se mintió cuando la infanta Elena impuso su boda con el balonmanista. Surgió la vanidad, que también existe en los palacios, y... a la búsqueda de linaje. Escribe Balansó:
Iñaki descendía nada menos que de un santo -san Valentin de Berriotxoa, mártir en Oriente-, lo que se demosteó falso. Otros se fueron por los cerros de Úbeda, afirmando con seriedad que su madre pertenecía a la alta nobleza belga y que un Urdangarín había participado en la batalla de las Navas de Tolosa. En realidad, los abuelos paternos del muchacho tenían una especie de mercería en Zumárraga.Ya es fecha de quitarle el manto de mentira para enaltacerle, ya lo ha efectuado por su propia cuenta. A día de hoy no se puede fabular a tal fin, es caer irremisiblemente en el ridículo.
Se dijo de Urdangarín, y ya caído en manos de la Justicia por sus "méritos", que es profesor colaborador del Departamente de Política de Empresa ESADE. Pero ESADE niega que Urdangarín haya sido nunca profesor en la escuela. Da un mentís al curriculum publicado en la web oficial de la Zarzuela. Puede haberse rectificado, pues esta noticia de internet es de fecha 5 de junio de 2012. Apunta que ni él, ni los profesores de la escuela, Diego Torres y Mario Sorribas, dieron fama al centro, sino que el caso Nóos repercutió de forma negativa a su imagen. Acaba esta página, titulada "Las mentiras del curriculum de Iñaki Urdangarin en la web de la Casa Real", con las siguiente líneas:
En definitiva, que eso de que todo el mundo miente en el curriculum va a ser verdad hasta en el caso de la realeza... ¡Y además publicado en la web oficial de la Zarzuela! Si es que tal como está el paro y la reputación que ha cogido el marido de la Infanta, hay que rellenar el curriculum como sea.En un curriculum vitae, carrera de la vida, puede no consignarse lo que va en desdoro, pero es inadmisible anotar cualidades inexistentes aun tratándose de una persona de la realeza. Sí, profesión realeza.
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