La meta de la vida es la muerte. - Freud-
Todo es mortal. Gustavo Adolfo Bécquer al morir -
Pronto en este año llega ya esa fecha que nos es tan traumática: 1 de noviembre, festividad -religiosa y profana- de Todos los Santos, seguida del Día de difuntos. ¿Todos santos? Tal dice nuestra madre la Iglesia: 'todas las personas que ahora están en el cielo, sean o no canonizadas, que forman la Iglesia triunfante'. Pero será desde que se hallan en él -opinemos-, ya, que, según los Novísimos, tras la muerte está el juicio y, conforme el resultado de éste, el infiero o la gloria. Pocos son los dignos de ir a a gloria directamente; si lo fueron los santos que ya están canonizados, cual sor Teresa de Jesús y su coetáneo y amigo fray Juan de la Cruz, cuyos nombres seculares eran Teresa Sánchez de Cepeda Dávila y Ahumada, y Juan de Yepes Álvarez, respectivamente.
Hay que recoger la vida
Hay que recoger la vida,
la que se nos va
cual se nos vino, escondida
del más allá al más acá.
Y se nos va por donde vino
Embozada en el misterio,
va abriéndose camino,
mira siempre al cementerio.
Hay que recoger la vida
que otra vez ya no vendrá,
como se nos va escondida
del más aquí al más allá.
¿Por qué morir?
Necesitamos a Dios vehementemente y le buscamos con anhelo para no desaparecer, cual era obseso de Él nuestro citado autor cuya obra cumbre es 'Del sentimiento trágico de la vida'. De aquí que yo no conciba al ateo, tomando como punto de partida estas premisas que pone en otra obra: 'Mi religión y otros ensayos breves':
El que uno no crea que haya Dios ni que el alma sea inmortal, o el que crea que ni hay Dios ni es inmortal el alma, -y creer que no la hay no es lo mismo que no creer que la hay-, me parece respetable: pero el que no quiere que la haya me repugna profundamente [...] Que un hombre no crea en otra vida , lo comprendo, ya que yo mismo no encuentro prueba alguna de que sea así; pero que se resigne a ello y, sobre todo, que hasta no desee más que esta y rechace la otra, eso sí que no lo comprendo.En cuanto a religión dice en si 'nivola' titulada 'San Manuel Bueno , mártir': 'Todas la religiones son verdaderas en cuanto hacen vivir espiritualmente a los pueblos que las profesan, en cuanto les consuelan de haber tenido que nacer para morir'.
Punto de vista de la Iglesia Católica.
En el sentido propio la separación del alma y el cuerpo lo que marca el término del tiempo que una persona tiene para ganar méritos. Después de muerte el hombre ya no puede ni pecar ni ganar para sí un lugar más alto en el cielo; del estado de su alma en el momento de la muerte depende la eterna salvación o la condenación en el infierno. [...] El concepto de la vida futura es algo vago en los libros antiguos de la Biblia, pero en los demás se encuentra claramente expresado.(Sal. 15:9-11. Sab. 3:1-9). En el Nuevo Testamento la doctrina de la inmortalidad está bien definida. Las enseñanzas de Nuestro Señor encierran con frecuencia la idea de la inmortalidad del alma y de la resurrección del cuerpo.
Resurrección de la carne ansiamos.
La doctrina que enseña que las almas de todos los hombres, buenos y malos, se reunirán con sus cuerpos en el segundo advenimiento de Cristo. Lo mismo que el cuerpo participa de su recompensa o de su castigo en la eternidad . Cada alma se reunirá, por el poder de Dios, con el mismo cuerpo en que habitó durante la vida terrena [...] ... en el último día nuestros cuerpos nos serán devueltos en una condición a la de su propio cuerpo glorificado, impune a la destrucción, al sufrimiento y a la muerte (1 Cor. 15:42-44).Frente a la muerte hay que tener tanto valor y tanta fe como la susodicha Santa Teresa, los cuales quedan reflejados en su poema 'Vivo sin vivir en mí, Lo corriente es el pavor y el lamento; no creo en en el valor de José Saramago al afirmar: 'no me preocupa la muerte, me disolveré en la nada'.
En la obra 'Dios en San Pablo', de José Camón Aznar, su autor nos dice en el capítulo 'La muerte en Adam', <la muerte es un monstruo incomprensible sin la resurrección> <La muerte es una anormalidad, un esencial disparate>. Nos aclara que 'desde la condenación adámica somos foseros, cavadores de nuestra propia fosa'.
El hado, en su encadenamiento de los hechos, nos puede proporcionar una vida halagüeña, deleitosa, o, por e contrario, desagradable, fastidiosa, dramática, patética. Pero bajo el parámetro de la felicidad ninguna existencia puede encontrarla en este mundo y con determinadas clases de compañeros de viaje que tenemos. Y, no obstante y como dice Shakespeare, 'hemos venido a este mundo como hermanos; caminemos, pues, dándonos la mano y uno delante de otro'.
En estas fechas de 1 y 2 de noviembre velis nolis,quieras o no, no podemos dejar de pensar en la muerte, aunque bueno sería que pensáramos en ella todos los días. 'Creo que la humanidad -Pérez Reverte dice- se divide básicamente en dos clases de personas: las que saben que van a morir, y las que prefieren no saberlo'. La muerte -repito, y nunca se repetirá lo bastante- infunde espanto, aunque haya quien lo oculte, Citaré patentizando el miedo,a dos poetas de habla hispana, el mejicano Amado Nervo y el español Joaquín Bartrina. El primero declara:
Y me agobian dos penas sin medida:
un disgusto infinito de la vida,
y un terror infinito de la muerte.
Y el segundo en su 'Ecce homo':
Y si me causa la vida / aburrimiento y fastidio, / solo al pensar en le muerte/ me vienen escalofríos./ Mal si vivo, y peor si muero.
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