sábado, 25 de enero de 2020

DIOS Y JESUCRISTO, SU VOLUNTAD

Creyendo en Dios del Sinaí, en Yhavé, ¿cómo dejar de creer en Jesucristo, su Unigénito Hijo? Nuestra fe no puede retroceder ante el Misterio de la Santísima Trinidad: Padre, Hijo y Espíritu Santo; tres Personas distintas y un solo Dios. He aquí una de las más ilustrativas líneas que se han escrito al respecto, corresponden al crítico de arte, poeta, dramaturgo y pensador José Camón Aznar, apud 'Dios en San Pablo': 
El Padre y el Hijo se consubstancializan en el seno del Espíritu. Es el Espíritu el que se manifiesta en el Padre en forma intemporal y en Cristo en peripecia histórica. A través del Padre, el Espíritu es eternidad. A través del Hijo, amor. En el Padre, todo está presente. En el Hijo todo acaece en sucesión. En la voz del Padre todas las esencias se patentizan e inmanencia. En la carne del Hijo se desenvuelven los días, los dolores, las muertes. El Padre es Génesis. El Hijo, agonía Morimos en las llagas de Cristo. Resucitamos en la total vigencia del Ser.
                                                                          


 El misterio de la Encarnación acaso le encontremos más accesible, comprensible, inteligible. Sin embargo, hay sobre el mismo interpretaciones  -heréticas-, que cada una por sí  crearía un artículo;  está, por ejemplo, la que sostiene que Jesús tuvo un cuerpo pero celestial, etéreo, y así su cuerpo aéreo atravesó el de María quedando virginal . Dejo, como digo, disquisiciones sobre la naturaleza humana de Jesucristo; sí aportaré este aserto clave de San Agustín en esta cuestión: 'Si el Cuerpo de Cristo era una fantasía, entonces Cristo erró; y si Cristo erraba, no es la Verdad. Pero Cristo es la Verdad; por tanto su Cuerpo no es una fantasía'. 
En este mismo libro sostiene Camón Aznar que 'por la religión,  el hombre no descubre a Dios por un proceso lógico, sino por la vía del amor. Que la justificación religiosa del cristianismo es que Dios no suscita solamente temor, admiración, etcétera, cualquiera de esos sentimientos provocados por la inaccesibilidad  de una grandeza, sino compasión'. Es opinión en que participan innúmeros autores, y así Santa Teresa de Jesús lo evidencia en este poema a ella atribuido: 
No me mueve mi Dios para quererte
el cielo que me tienes prometido
ni me mueve el infierno, tan temido, 
para dejar por eso de ofenderte.
Tú me  mueves, Señor, muéveme el verte 
clavado en la cruz y escarnecido,
muéveme el ver tu cuerpo tan herido,
muéveme tus afrentas y tu muerte.
Muéveme al fin tu amor y en tal manera
que, aunque no hubiera cielo, yo te amara
y aunque no hubiera infierno  te temiera.
No me tienes que dar porque te quiera, 
pus aunque lo que espero no esperara
lo mismo que te quiero te quisiera. 

De este conocimiento de Dios por vía de amor a Él, concuerdan, por ejemplo, Pascal, afirmando que 'es el corazón, y no la razón, el que siente a Dios'. O el casi místico poeta Amado Nervo: '¿Por qué querer saber cómo es Dios? Conténtate con amarle'. Y lo ratifica con esta otra aserción: 'El órgano del conocimiento divino no es el cerebro, sino el corazón. Por eso vemos a tantos hombres de gran talento titubear en las tinieblas y perderse en los recodos de todas las filosofías, sin encontrar a ese Dios a quien encontró ya la celeste ignorancia de tantos humildes'.

Jesucristo "vivió" como hombre.

La vida resulta deliciosa, horrible, encantadora,
espantosa, dulce, amarga, y para nosotros  lo
es todo.       - Anatole France -  

¿Estaba escrito su destino? El caso es que los hombres le llevaron al monte Calvario donde fue crucificado, y que inmerso en enorme dolor hubo un momento en el que se sintió abandonado del Padre, y gritó: 'Dios mío, Dios mío ¿por qué me has abandonado? (Mc. 15:33-34).                                                      

Todos los pecadores tienen que pegar con la muerte. PERO lo difícil es entender que éstos sean la totalidad de la humanidad, hay hombres buenos, hay incluso santos. Los que la Iglesia canoniza también mueren. En fin, como considera Walt Whitman, 'la vida es lo poco que nos sobra de la muerte' Pero la muerte; ¿qué?. ¿Cómo creer en la nada? El citado escritor francés, Premio Nobel de Literatura (1921) piensa:  'La nada es un infinito que nos envuelve, venimos de Allá y a Allá nos volveremos. La nada es un absurdo y una certeza; no se puede concebir, y, sin embargo, es'. Pensemos, partiendo de la fe, que tras la muerte hay Más Allá, que la sepultura no implica nuestro final ni en nuestra parte física, material,que no resultará erróneo el dogma de la resurrección de la carne. 

En la resurrección de Cristo basa la Religión cristiana la del animal racional, porque Dios le insufló un alma,  Ahora bien, la resurrección se mueve en la duda, aun con fe. Unamuno empieza su composición 'Salmo II': 'Fe soberbia, impía, / la que no duda, / la que encadena a Dios a nuestra idea'. [...] 'La vida es duda,/ y la fe sin duda es solo muerte. / Y es la muerte el sustento de la vida, / y de la fe la duda'. Nuestro gran pensador ve que 'Hay que recoger la vida':
Hay que recoger la vida,                                                                  
Primer patio de la Sacramental de San José y San Lorenzo

la que se nos va
cual  se nos vino,, escondida
del más allá al más aca.
Y se va por donde vino
Embozada en el misterio,
va abriéndose su camino
mira siempre al cementerio.
Hay que recoger la vida
que otra vez ya no vendrá,
como se nos va escondida
del más aquí al más allá'.         

Hay que tener esa Virtud Cardinal llamada Fe, contentos o amargados de la vida.

Es mí fe tan cumplida
que adoro a Dios aunque me dio la vida.
            - Ramón de Campoamor -  

Otro poeta -Joaquín Bartrina - en su poema 'Ecce homo', dice en sus últimos versos:  : 
`Y si me cansa la vida                                             
aburrimiento y fastidio,                                                           
Ecce homo, he aquí el hombre.

solo al pensar en la muerte                                               
me vienen escalofríos.
Mal si vivo, y peor si muero, 
ved si estaré divertido...

Y si los seres de la tierra,
viven todos cual yo vivo,
¡como hay Dios (si lo hay) no entiendo
para qué habremos nacido!...

Maldita sea mi suerte 
y el día sea maldito
en que me enviaron al mundo
sin consultarlo conmigo! 

Ya Séneca dice en uno de sus aforismos morales que 'nadie aceptaría la vida si al tiempo de recibirla tuviese conocimiento'. En todas las épocas no hay autor que no deteste de la vida. Muy conocidas son las quejas que que Calderón de la Barca pone en boca del príncipe Segismundo en su obra 'La vida es sueño, jornada primera, escena II.:

¡Ay mísero de mí! ¡Ay infelice!                                        
De Jesucristo no puede ser delito haber nacido.

Apurar, cielos pretendo
ya que me tratáis así,
qué delito cometí
contra vosotros naciendo;
aunque si nací, ya entiendo
qué delito he cometido
Bastante causa ha tenido 
vuestra justicia y rigor;
pues el delito mayor
del hombre es haber nacido.


La voluntad divina.  El hombre le discute a Dios.

Nadie, excepto Dios, es sabio.
                 - Pitágoras - 
 

Aquí entraríamos en el sistema filosófico del determinismo, el cual afirma que tanto la voluntad de Dios como la nuestra están supeditadas a  las circunstancias, que son las que le impulsan a obrar de tal o cual manera. Que, como dice Ortega y Gasset, 'el hombre es el y sus circunstancias', ¡bueno, pero Dios!...  Suele considerarse como sinónimo el fatalismo. Éste sostiene como fatal cuanto sucede, o sea, inevitable. Es sistema que no excluye el poder de Dios; los musulmanes le llaman 'fatalismo teológico'. Todo está en poder de Dios, no cabe hecho que se halle fuera de su voluntad, y Él conoce el porvenir 

¿Qué hay de nuestro libre albedrío? Veamos cómo lo entiende nuestra religión. Lo especifica claramente en el 'Diccionario católico de información bíblica y religiosa', inserto en la Biblia de Mons. Juan Straubinger - The Catholic Press, Chicago Illinois 1970.
 Que el hombre tiene voluntad libre y que en muchas de sus elecciones no está presionado, ni interior ni exteriormente, es dogma de fe y es evidente a la simple razón. La negación moderna del libre albedrío , llamada determinismo, sostiene que los hombres no son libres y que todas su elecciones están determinadas por el ambiente, la herencia, etc.Aunque es verdad que el ambiente y la herencia son factores que influyen sobre la elección, sin embargo éstos no excluyen la libre elección. La negación de la voluntad libre es equivalente a la negación de toda responsabilidad moral.        
 Muy de tener presente, considerar,  es la definición que la RAE hace de la palabra 'albedrío': Potestad de obrar por reflexión y elección'. Lamentablemente, ésta innúmeras veces es equivocada, mala, porque el hombre, por regla general, es malo. Lo de homo homini lupus, el hombre es el lobo del hombre, de Tomás Hobbes, está a la orden del día, de nada sirvió que el Hijo de Dios dijera: 'Un nuevo mandamiento os doy: que os améis los unos a los otros como yo os he amado'.  

Los cristianos tampoco amamos a Dios sobre todas las cosas, cual nos manda el primer punto del Decálogo que Jehová, por segunda vez, dio a Moisés en el Monte Sinaí  Es evidente que se continúa amando al becerro de oro; Él lo querrá así, y aquí volveríamos a lo de 'determinismo' y 'fatalismo'. Todo ello encierra una compleja filosofía en que hic et nunc, aquí y ahora, no voy a detenerme. He citado a sor Teresa de Cepeda y Ahumada, pues bien, ella dice: 'Tan gran Dios y Señor tenemos, que una palabra tendrá en sí mil misterios'. El también citado Camón Aznar lo corrobora al decir: 'El misterio en Religión no lo provoca lo desconocido, sino lo contradictorio'. Se podrá filosofar buscando una salida a lo no entendido: Dios y su voluntad, pero sin entenderle en el fondo. Y aquí la misma santa abulense nos aconseja: 'Lo que no entendáis, no os canséis. Hay cosas que no son para hombres y mujeres.

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