sábado, 30 de noviembre de 2019

Siglo de Oro de las Letras. Siglo de Oropel de la Política - Tratado a vista de pájaro -

A este tiempo infame le llaman siglo de Oro. Mas lo cierto es que, quienes lo vivimos y Sufrimos, de oro vimos poco; y de plata, la Justa. Sacrificio estéril, gloriosas derrotas, Corrupción, picaresca, miseria y poca vergüenza, de eso sí que tuvimos a espuertas.. - Arturo Pérez Reverte, en ‘El capitán Atatriste – 

 'Fue aquel Siglo de Oro un tiempo de esplendor en el arte y la literatura, pero de pésima política; ocurre, eso sí, que como dice el autor del epígrafe ‘lo que pasa es que luego uno va y mira un cuadro de diego de Velázquez, oye unos versos de Lope de Vega o de Calderón, lee un soneto de don Francisco de Quevedo, y se dice que bueno, que tal vez mereció la pena', dice Pérez Reverte.. Incuestionable, sobre todo visto en el Museo del Prado (Madrid) el cuadro; en las suntuosas salas teatro de nuestros días –sin que deje de admirar el Corral de Comedias de Almagro (Ciudad Real) – la obra teatral; el libro en cómodas, para su lectura, ediciones modernas –con perdón del bibliófilo-, incluido el libro electrónico. El Siglo de Oro está a caballo entre el Renacimiento y el Barroco, siglos XVI y XVII respectivamente, para la historiografía moderna sometiéndole a fechas de acontecimientos claves, parte de la publicación de la Gramática castellana de Nebrija (1492) hasta la muerte de Calderón de la Barca (1681). 

En ‘Don Juan’, de Gregorio Marañón, encontramos un buen retrato de la etapa más importante de tal auge de las Letras. El reinado de Felipe IV y de Isabel de Borbón corresponde al apogeo del siglo de oro de la literatura española. Jamás tantos ingenios de primera magnitud coincidieron para dar lustre a un pueblo como en aquellos años en que las compañías de actores de Madrid ponían en escena las comedias y los autos sacramentales de Lope de Vega, de Calderón de la Barca, de Tirso de Molina y de cien ingenios más Sobre el temblor mortal que agotaba a la monarquía se elevaba, inhiesta como un milagro, la preocupación intelectual de toda la Corte. […] Y cada nueva desgracia de las armas españolas en los vastos campos de batalla de Europa, servía de consuelo una de aquellas fiestas, maravillosas'. Según Marañón  la Corte de los Austrias era austera y, a decir de Voltaire, la reina contagió a su esposo la afición literaria y teatral, siendo ésta muy arraigada en ella desde temprana edad. En España vuelve a actuar de actriz en aquella comedia representada en Aranjuez de la que, entre otros autores, no deja de tratar nuestro médico historiador: Villamediana había invertido en la construcción del rústico pero lujoso teatro en que se representaba la comedia, un fabuloso caudal. […] Eran aquellos los días en que se corría de boca en boca el rumor de que el noble estaba enamorado de la reina. Nuestro historiador da por cierto este enamoramiento. El conde escribió para ella ‘La gloria de Niquea’, y en plena representación prendió fuego a los bastidores para lanzarse a la heroica hazaña de arrancar entre las llamas ‘a la joven soberana y tener así la gloria de estrecharla entre sus brazos. Para Marañón, Isabel de su madre recibió la virtud de castidad. Madre e hija fueron esposas ejemplares. […] 'Ni María de Médicis fue la amante de Concinii , ni Isabel de Borbón la del conde de Villamediana, a pesar de que ambas Cortes, la de París y la de Madrid, eran una invitación permanente al adulterio'. Pese a estar enamorado de la reina, cuando Enrique IV de Francia  fue asesinado, el 14 de mayo de 1610, escribió la composición titulada ‘Esto que con los arnés de su acero’, ‘Cuando el furor del iracundo Marte’ o ‘El roto arnés y la invencible espada’.

Era Juan de Tarsis  Peralta, conde de Villamediana,  agresivo, pendenciero, por tanto, persona non grata y su asesinato, consecuentemente, no produjo el menor sentimiento Individuo eminentemente vicioso incurría, como se descubrió finalmente, incluso en sodomía. Antonio Hurtado de Mendoza, dramaturgo y poeta, tras su muerte le pinta así: ‘Ya sabéis que era don Juan / dado al juego y a los placeres; / amabánlo las mujeres / por discreto y por galán. / Valiente como Roldan / y más mordaz que valiente…/ más pulido que Medoro / y en el vestir sin segundo, / causaban asombros al mundo / sus trajes bordados en oro… / Muy diestro en rejonear, / muy amargo en reír, / muy ganoso en servir, / muy desprendido en el dar. / Tal fama llegó a alcanzar / en toda la Corte entera, / que no hubo dentro ni fuera / grande que le contrastara, / mujer que no le adorada, / hombre que no le temiera”. No era el enamorado de la reina persona ejemplar ni mucho menos, pero ‘si queréis –Jardiel Poncela dixit- los mayores elogios moríos’. , De su enamoramiento existen estas dos anécdota: - - En una fiesta taurina, que tenían lugar en la Plaza Mayor, con asistencia de los reyes, alabando doña Isabel las habilidades del conde como picador, le contestó el rey: Pica bien, pero pica muy alto. Otra anécdota es aquella en que en una fiesta de cañas se presentó con el vestido bordado de reales de plata y la divisa: Son mis amores… Había vuelto Don Juan de uno de sus destierros cuando Felipe IV ocupó el trono, siendo nombrado gentil-hombre de la reina Isabel de Borbón. Del aborrecido Villamediana parece que el conde-duque de Olivares informó al rey del atrevimiento de aquél y le instó a vengarse. Viene a empeorar la situación el hecho de que en una ocasión yendo don Felipe en silencio por un corredor de palacio tras de su esposa la cubrió con la manos los ojos e Isabel creyendo que era Villamediana, le dijo: “Estaos quieto, conde”. Ya fue el fulminante. ¿Tuvo parte Felipe IV en el asesinato del conde? Surgió esta décima: 'Intenciones de Madrid No busquéis quién mató al conde, Pues su muerte no se esconde; Con discurso discurrid:, Que hay quien mate sin Cid Al insolente Lozano; Discurso fue chabacano Y mentira haber fingido Que el matador fue Vellido Y el impulso soberano'. Es atribuida a Lope de Vega contestando los comentarios que se hacían en el Mentidero de Madrid o gradas de San Felipe. 

Este convento de monjes agustinos data de 1546 y su nombre era en honor de Felipe II siendo príncipe. Fue derribado en 1838 para ensanchar la calle Mayor. El impulso de la muerte del conde no fue el soberano. En tal sentido escribe Marañón: El rey Felipe IV era muy frívolo, también un poco Don Juan, pero era muy bueno; y no hay nada en la historia de su alma, que conocemos hasta el repliegue más recóndito por su correspondencia confesional con Sor María de Agreda, nada, que permita sospechar que fue él, el instigador del asesinato. Por el contrario, acabamos de ver que él, el propio rey, fue quien caritativamente, ordenó el silencio sobre la deshonra de su rival. Líneas antes ha escrito: Los documentos hallados no dejan lugar a duda de que Villamediana estaba complicado en un proceso de lo que entonces se llamaba el pecado nefando . El delicado asunto se descubrió este año de 1622. Gran número de perdonas conocidas de Madrid fueron inculpados de homosexualidad. Desde criados y bufones de las casas aristocráticas, hasta los mismos señores de éstas. Uno de ellos era Don Juan de Tarsis. Es la primera vez que el nombre de Villamediana aparece sin una mujer a su lado. Él era, ¡quién pudiera pensarlo!,, el jefe de la banda. Los más humildes fueron condenados a muerte y ejecutados en Madrid: que entonces lo exigía así el rigor incomprensible de la ley. 

 Por su parte Luís Astrana Marín, en ‘El cortejo de Minerva’, nos dice: Ahora Narciso Alonso Cortés, con abundantes documentos y copiosa erudición, demuestra, sin lugar a dudas, la sospecha que a teníamos de que de que el conde de Villamediana, el alter ego de Góngora, no murió asesinado por amores con la reina Isabel, mujer de Felipe IV (crimen que falsamente se imputó al Conde-Duque) , sino que fue delito en que intervino solamente la masonería blanca; es decir, fraguado en las repugnantes capas sociales de la más abyecta moral. Nos hallamos, pues, ante un Oscar Wilde del siglo XVII, sino que el irlandés entró en la cárcel de Reading y el lisboeta acabó frente al portal de Pellejeros, en la calle Mayor de Madrid. Dónde y cómo fue asesinado en compañía de D. Luís de Haro, primogénito del marqués del Carpio. El citado cervantista lo expone así: '… avanza el coche más, y, por fin, se se apea el de Haro en la esquina inmediata, donde saca la cabeza para llamar a sus sirvientes. Al volverse hacia el conde es el instante de la agresión. Acaban de dar las ocho: obscurece. Se hallan junto a la calle de Coloreros, que da al callejón de San Ginés. Al otro extremo, entre las sobras de Pellejerías (antes calle de Botoneros, hoy de Felipe II) salió un individuo, mandó parar el carruaje, se acercó a Villamediana, que iba un poco recostado, y no bien le conoció, embistióle con un arma como ballesta. Fue el golpe de una violencia tan extraordinaria que destrozó la manga y carne del brazo hasta los huesos, penetró en el pecho, atravesó el corazón y vino a salir por las espaldas. Herida de una anchura que cabía por ella el brazo de un hombre. Don Luís y el conde se alzaron para la defensa. Villamediana en vez de pedir confesión, exclamó valerosamente: ¡Esto es hecho! ¡Jesús! No le dio lugar a más. Saltaba la sangre a borbotones. Y empezando a sacar la espada y quitando el estribo, cayó sobre el arroyo y desangróse en un momento, entre la fiereza de aquel ademán, muestra de su temple. Era domingo 21 de agosto de 1622. Tenía cuarenta años de edad El pintor de Historia y de costumbres, gran taurófilo, Manuel Castellanos (Madrid 1826 – ibídem 1880) plasmó el Asesinato del conde de Villamediana, en 1868. Se depositó el féretro en San Felipe el Real y fue conducido a Valladolid, siendo enterrado en la Capilla Mayor del Convento de San Agustín, patronato de la familia. 

Siglo de Oropel. Como el Siglo de Oro no le engendró la política, o sea, reyes y ministros, sino los hombres de Letras, es de los escritores y poetas, y poetas eran los comediógrafos y dramaturgos, ya que el teatro in illo tempore en España se escribía en verso, es de los que hay que hablar preferentemente, mientras, por otra parte, ya he tratado en este blog específicamente los tres Austrias menores –Felipe III el Piadoso, Felipe IV el Grande, Carlos II el Hechizado- con sus respectivos validos, duque de Lerma, éste, a su vez, tenía otro valido personal, don Rodrigo Calderón, que acabaría en la horca por ladrón. Después el duque de Uceda, en tanto que Francisco de Sandoval y Rojas, duque de Lerma, se vestía de colorado. Recordemos del susodicho Juan de Tassis Peralta, II Conde de Villamediana, su tercetillo:.' El mayor ladrón del mundo, por no morir ahorcado, se vistió de colorado'. Y le fue bien en su cardenalato, no tuvo que abandonar sus riquezas. El Siglo de Oro es, pues, el de una España hambrienta y con una corrupción sin igual en las altas esferas, empezando por la nobleza palaciega. Ello en cuanto al séptimo mandamiento del Decálogos de la Iglesia católica. Ya no digamos referente al sexto. pues Felipe IV, pese a tener una bella, honesta e inteligente esposa, es un mujeriego impenitente que no hace ascos a mujer de ninguna escala social, desde aristócratas hasta criadas, artistas o prostitutas. 
                                                                                
Isabel de Borbón, por Diego Velázquez
Nuestro susodicho autor, en su aludido 'DON JUAN' hace los mayores elogios de esta reina: 

Fue Isabel de Borbón, modelo de lealtad y de intrepidez; mujer adorable por su belleza y por su gracia; y por su egregio sentido de responsabilidad. Su figura, patéticamente humana, pasa por la penumbra de la Historia con un prestigio  de leyenda, sin rozar milagrosamente el lodazal de aquella Corte pecadora.
Titula este epígrafe de su obra 'Las tres isabelas'.
Fue la primera, Doña Isabel de Castilla, la de Don Fernando, la de Cisneros y Colón la que dio al mundo una visión profética de la Historia. [...] La segunda fue aquella divina emperatriz Isabel, que vemos retratada con su belleza transparente y melancólica, de marfil vivo, en el lienzo de Tiziano, que ya en Yuste, hacía traer ante ss ojos, fatigados de todas las grandezas humanas, el gran emperador. [...] Aquella que en plena juventud y en plena gloria se convirtió, porque Dios lo quiso, en montón de gusanos, acaso solo para que el alma del Duque de Gandía encontrara el camino de la santidad.
Señala como la tercera gran Isabel a  la hija escribe:
La tercera fue ella, Isabel de Borbón, la mujer y la reina llena de gracia que los historiadores han olvidad y que he querido , en estas páginas, revivir.
La que pudo dejar como epitafio de su breve vida, la dos palabras santas y solemnes: "Amó y sufrió". Por ello también la amamos ahora, a través del tempo insondable: porque amar y sufrir es, a la larga, la única forma de vivir con plenitud y con dignidad.       
Como resultado de su erotomanía tuvo Felipe IV treinta hijos. A María Inés Calderón, actriz llamada la Calderona, hija adoptiva del dramaturgo Pedro Calderón de la Barca, la conoció y se enamoró de ella viéndola trabajar en el Corral de la Cruz. Pasó a ser su favorita; con ella tuvo a Juan de Austria, que reconoció. A corta edad le separó de su madre y a ésta la hizo ingresar en el monasterio de Valfermoso (Guadalajara) del que llegó a ser abadesa. 

En el reinado de Felipe IV se dio el 19 de marzo de 1643 la Batalla de Rocroi, la cual implica el fin de la hegemonía de España en Europa, un gran revés para los gloriosos tercios españoles, la derrota de Francisco de Melo por el francés Luís II de Borrón-Condé. Hay que añadir la pérdida de Portugal, que tras la batalla de Aljubarrota, época del Trastámara Juan I, había sido recuperada por Felipe II, ello como consecuencia de la sublevación de las tropas que se reclutaban en Lisboa para ir a luchar contra Cataluña, que reclamaba su independencia, proclamando rey al duque de Braganza. Éste titubeó en la traición, pero su mujer, Luisa Fernanda de Guzmán, hija de os duques de Medina Sidonia, le animó diciéndole: 'Prefiero ser reina por un día que duquesa toda la vida'. Andalucía intentó seguir el ejemplo de Cataluña y Portugal, como traición del duque de Medina Sidonia, pero la conjuración fue descubierta y no llegó a estallar. Llegó a ser execrado el Conde-duque de Olivares y pide el retiro del gobierno; le reemplaza su pariente don Luís de Haro que consigue aplacar la insurrección de Cataluña. Surge otra en Nápoles, apoyada por Francia, pero consigue sofocarla. Este favorito de Felipe IV fue el que ajustó con Francia la paz de los Pirineos, garantizada por el casamiento de María Teresa, hija de Felipe IV, con el rey Francés Luís XIV. 

En medio de amargas experiencias, la Corte -ya lo hemos visto en parte- estaba entregada a diversiones y costumbre inmorales. 

Tras la muerte de su primera esposa contrajo matrimonio con Mariana de Austria, hija de su hermana María Ana de Austria y del emperador Fernando III de Habsburgo, o sea, sobrina carnal. Tuvieron cinco hijos -con la primera,  diez-                                                                            
La reina Mariana de Austria - Velázquez - Museo del Prado

La salud de Felipe IV muy pronto fue deficiente,  enfermó de artritis,  aparte de enfermedades venéreas que arrastraba, dada su vida de crápula la cual siguió hasta la muerte, por lo que esta reina consorte no fue feliz en su matrimonio y no solo por los treinta años de diferencia de edad. En principio planeado estuvo su matrimonio con su primo Baltasar Carlos, Príncipe de Asturias,, hijo de su marido, pero murió. Por lo que al monarca se refiere, nada tiene de raro que engendraran ese otro sucesor que llegó a  a ser Carlos II el Hechizado.  ¡Triste remate de la dinastía! Tuvo un preludio
                                                                             
Retrato de Juan Carreño de Miranda

Felipe IV murió el 17 de septiembre de 1665 a la edad de sesenta años, y la reina queda convertida en Regente hasta el 17 de septiembre que ocupa el trono Carlos II hasta su muerte el 1 de noviembre de 1700. Treinta y ocho años vivió esta piltrafa humana que a fin de tener sucesión le casaron dos veces, primero con María Luisa de Orleans, sobrina de Luís XIV, inteligente y bella, un año menor que el rey, y murió supuestamente de apendicitis a la edad de 27 años. Carlos II, que fue incapaz de aprender a leer y a escribir, se sintió enamorado de ella y le afectó mucho su muerte. 
                                                                               
María Luisa de Borbón
De ella refiere el P. Florez, ap. 'Memoria de la Reina Católicas de España':
En aquel gran cúmulo de prendas que hacían a la reina amable para Dios y para con los hombres, solamente le faltaba lo que acaso no consistía en ella. Hallábase el reino sin sucesión, y todos suspiraban porque Dios se la concediese. Pasaba un año,  y pasaba otro sin lograrla; y como si esto consistiese en la voluntad de la reina, se atrevió un poeta a instarla con la copla conservada hasta hoy en la memoria de de los que la alcanzaron : 
Parid, bella flor de lis,
en aflicción tan extraña;
si parís, parís a España;
si no parís, a París

Su segunda esposa fue Mariana de Neoburgo, hija de Felipe Guillermo de Neoburgo elector del Palatinado, y de Isabel Amalia de HHesse-Darmstadt. Obtuvo de los españoles menos simpatía que su predecesora, dado su carácter autoritario y altivo. 
                                                                           
 Mariana de Neoburgo
                                                                               

Y tampoco tuvo el afecto de los españoles por no dar un descendiente a la dinastía. Ella para ir tirando simuló algunas veces embarazos. Cuando ve aproximarse la muerte de su marido, ella se inclina por heredero a su sobrino Carlos de Austria, pero su marido opta por Felipe V.  Surge la Guerra de Sucesión, que gana Felipe V y envía a Mariana a Bayona. Aquí se casó en secreto con Jean de Larrétegy, miembro de su séquito, y fue madre. Vuelve a España en 1739, alojándose en el Palacio del Infantado, en Guadalajara, donde fallece un año después. Está enterrada en el Monasterio de El Escorial. Le facilitó su regreso a España la circunstancia de casarse Felipe V en segundas nupcias con Isabel de Farnesio, sobrina suya, hija de su hermana Dorotea Sofía.  


Doña Mariana de Austria  que había sido la reina gobernadora conoció a ambas nueras, pues murió cuatro años antes que su hijo. "Tres días antes de morir el rey (Felipe IV) otorgó su testamento -a decir del P. Florez de Setien- en que mirando a lo que podía suceder y que su hijo no había cumplido cuatro años, nombró gobernadora de todos sus Estados a la reina [...] para que como tal tutora del hijo o hija suyo y mío que me sucediere tenga todo el gobierno y regimiento de todos mis reinos en paz y en guerra, hasta que el hijo o hija que me sucediere tenga catorce años cumplidos para poder gobernar".  En cuanto a las vicisitudes de esta regencia no voy a parar mientes, porque no viene a cuento del tema tratado.   

Si el Siglo de Oro corresponde cronológicamente a la dinastía de los Austrias -dura, obviamente, mas de un siglo- es grandioso  en lo que a política se refiere solo con Carlos I y Felipe II, perdió España su dominio -reitero- en la batalla de Rocroi, pero se considera que el Siglo de Oro español va de 1492, descubrimiento de América, a 1659, es decir, al reinado de Felipe IV: 11621-1651. Es del siglo XVI al XVII en el que coinciden autores del gran relieve de Miguel de Cervantes, Lope de Vega, Calderón de la Barca. Con la muerte de este dramaturgo madrileño, ya lo dijimos, suele considerarse, literariamente, que termina el Siglo de Oro. Murió en 1681 a la edad de 81 años, reinado, pues, de Carlos II.

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