martes, 22 de mayo de 2018

Un libro más comentado que leído, al menos detenidamente, y que ha de digerirse sin tendenciosidad. Fragmentos claves del mismo. ( I I )

Dureza de Letizia con su prima Albigail, hermana de David.

Pese a que su primo era el que la sacaba las castañas del fuego, por cariño y por ser abogado,, le negó Letizia que  asistiera Albigail al funeral de Érika. Ambas no simpatizaban. Tras el suicidio de ésta recordaba David sumido en terrible impacto el último diálogo telefónico con ella sostenido. 
-- Me han dejado sola, David, Me siento sola.No se refería a Antonio Vigo. Se refería a Letizia. Supuse que tras su reaparición en la prensa rosa, Érica había había recibido alguna de la típicas llamadas histéricas y controladoras de Letizia. Y Érica no había sido capaz, como siempre, de mandarla a la mierda.  
 -- Oye, me ha llamado Albi, que está en Madrid y quiere venir. Lo digo por lo de las plazas de los coches. Hasta allí, ya me encargo yo de llevarla. /  -- Se hizo un silencio bastante espeso al otro lado de la línea. / -- Bueno, David. Nadie le ha dicho a tu hermana que venga -soltó con voz cortante.  / -- ¿Pero qué dices? / -- Va a ser una en la más estricta intimidad. Los más íntimos nada más, David. /  --¿Cómo le vas a negar a mi hermana... ? -me alteré. / -- Lo que te he dicho, David. En estricta intimidad. No quiero Rocasolanos.  -me cortó-. Y ahora te dejo. No tengo tiempo para discutir. 
Albigail, que estaba por aquellos días de paso por Madrid, se encontró que fue vetada de asistir al entierro de su prima.
 
Cualquiera puede comprender lo que esto tiene de inhumano, el egoísmo y crueldad que encierra. David escribe: 
Yo me quedé totalmente descolocado. como si me hubieran arreado una bofetada. El control férreo a que nos sometía continuamente me tenía más que habituado a las fascistadas de Letizia. Pero aquello era excesivo. Privar a mi hermana de despedirse de Érika era la mayor ruindad de la que había sido capaz Letizia. 
El suicidio de Érica acabó de distanciar con la princesa los miembros de su familia. Ya ante su cadáver el que había sido su pareja y tenido con ella una hija - montó un desagradable espectáculo que el autor presenta así.  
El oficiante no desperdició sus minutos de gloria, y nos martirizó con una interminable homilía cargada de tópicos, buenistas y vacíos sobre las virtudes de Érica, a quien no había tenido oportunidad de conocer. Cuando terminó, invitó a los presentes a acercarse al ataúd para darle el último adiós a Érika. [...] Vi desfilar por la caja a algunos de los presentes.
Entonces ocurrió algo. Al acercarse al ataúd, Antonio Vigo rompió a llorar ruidosamente. Un llanto desgarrado, un llanto macho que resonaba en la bóvedas de la pequeña iglesia. El silencio en que se quedó el templo acrecentaba aún más la ferocidad de aquellos gemidos, casi gritos. Y entonces, Antonio Vigo, el tímido, el apocado, el asustadizo,  se volvió hacia el rey y gritó:
-- ¡Vosotros! ¡Vosotros, tenéis la culpa! ¡Tú tienes la culpa, hijo de puta,! ¡Vosotros la habéis matado!
Las mejillas blandas de Juan Carlos temblaban mientras mantenía la vista al frente para evitar los ojos de Antonio Vigo. Felipe inclinó la cabeza. Los ojos de Letizia no le cabían en las órbitas y estaba pálida y desencajada. Antonio, entonces, se abrazó a Roberto García que aprovechó el gesto para llevárselo discretamente de allí. En aquel momento, me sentí orgulloso de haber sido amigo de Antonio. Había dicho con valentía lo que yo también pensaba. Ellos habían expuesto a Érika a la voracidad mediática, a una vida vacía y sin intimidad, y no habían hecho el mínimo esfuerzo para protegerla.
En la calle, lloviendo, 
cuando salió Juan Carlos, Letizia, ante los cientos de fotógrafos, se arrodilló ante el rey, quizá pidiendo disculpas por la escena protagonizada minutos antes por Antonio Vigo. Fue un gesto claro que demostraba a quién pertenecía ya mi prima. No se arrodilló ante Paloma ni ante Chus, los padres de Érika, sus padres.. Se arrodilló ante Su Majestad el Rey de España. Sentí asco.
Habla del funeral que que tuvo lugar en la iglesia de Prado de Somosaguas con ausencia del rey y asistencia de la reina. Ella sí lloraba de verdad. 
Aquella fue la última vez que que en mi familia se habló de Érika. Se borró de nuestras conversaciones. Sobre todo en presencia de Letizia. Como si el solo nombre de Érika pudiera ofenderla o hacer aflorar algún sentimiento de culpabilidad. Yo estoy convencido de que, en algún momento, si se tuvo que sentir culpable. Yo la culpo. Por omisión. Por no ser consciente de lo que ocurría en su entorno. Mis palabras son muy duras, lo sé. Pero no me retracto. No suelo mentir.
Paso por alto en esta historia familiar, que por su cuenta y riesgo hace el primo y abogado de doña Letizia  -primo de por vida, no abogado de ella desde tiempo ha- el fallecimiento en junio de 2008 de su abuela Ketti, con cuyo motivo del entierro salió tarifando con su prima. Lo que no quiero omitir es lo que expone sobre el problema de la hija de Érika y Antonio.
Unos meses después, sonó mi teléfono. Era Antonio Vigo. /  -- Te llamo por qué n o sé a quién recurrir, David. Es que... Bueno. No te lo vas a creer. Letizia y Paloma me han pedido que suscriba un régimen de visitas regulado de mi hija Carla. / --¿Pero qué me estás diciendo? -yo no me lo podía creer. / --Que me quieren quitar a la niña, David. Que quieren la custodia para ellas. / --Pero eso es un disparate, Antonio. Eso no lo pueden hacer. Por muy princesa de Asturias que sea Letzia, no te pueden quitar a Carla. [...] Ni siquiera un juez puede decidir con quien debe estar o no la niña., a no ser que seas un delincuente, un drogadicto, un maltratador o un pederasta. [...] Otra cosa es que tú decidas no alejarla de su abuela y de su tía. Yo te aconsejo que no separes mucho a Carla de la familia de su madre. Por su educación y por su estabilidad emocional.. [...] Pero de régimen de visitas regulado, diles que ni soñarlo. Ni siquiera te sientes a negro. 
 Algo que resulta confuso en la vida de doña Letizia. 


¿Fue el recientemente fallecido Pedro Esquicia quien presentó a su compañera al Príncipe, y ante tal hecho dejó ésta a su pareja y compañero David Tejera, de quien, como ya queda dicho, se supone era el hijo a cuyo aborto decidió someterse, o la conoció por presentársela su amigo Kitin Muñoz? Éste contrajo matrimonio con la princesa Katalina de Bulgaria en octubre del 2002? De este noviazgo de doña Letizia no es del que más se hable. El más largo sin duda fue el que sostuvo con su primer marido, diez años que terminaron en boda, pero si antes llega el connubio, antes llega la separación de ellos. Luego vendrían otros novios y el segundo matrimonio, porque Alonso Guerrero absorbió la flor de su juventud. Es su primer marido y el segundo lo que más tiempo ha consumido en la vida de doña Letizia Ortiz Rocasolano, consorte Princesa de Asturias y, posteriormente, reina de España. Ello, ni que decir tiene, por obra y gracia del hoy Felipe VI que, contra la voluntad de su padre Juan Carlos la impuso, dándola, como es notorio, preferencia al trono.             

                                                                       
He de concluir este tránsito por la vida de la familia Ortiz y la familia Rocasolano a través de la historia que de ellas hace David Rocasolano. El libro termina con esta evocación a Antonio Vigo tras referir el problema de Carla al suicidarse su madre.
Fue la última vez que hablé con Antonio Vigo.  Aunque creo que las cosas se hicieron tal como yo le recomendé. Y calculo que Letizia se agarró un buen cabreo al tras darse cuenta de que no podría separar a Carla de su padre. Ahora Carla tendrá doce años. ¿Cómo será? ¿Se parecerá Erika? ¿Qué le habrán explicado de su madre? ¿Se acordará el rey de los insultos de Antonio Vigo cuando la vea? Me gustaría que sí. Que se acordara. Palabra por palabra. Aquel instante fue el acto de honradez mayor al que jamás ha asistido mi familia. Una familia que se dejó arrollar y destruir en silencio, sin rechistar, por un ridículo sentido de Estado o algo así. Una familia que ya no existe.
Al menos para mi. 
Adiós, Érika.
Adiós, Princesa. 
Damos por hecha la presentación, por nuestra parte, de este libro, que puntuamos alto  Ya de entrada me gustó su dedicatoria: 'Para mis hijos, por si algún día este libro les ayuda a  comprender cuánta hipocresía sustenta algunas historias de amor y de Estado. 
Para Érica     

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