Verdaderamente que deja desconcertado lo que
ocurre, al descubierto lo que sorprende: la continuación, a lo largo de casi
una década, de la mentira del sepulcro y el que se ignore la titularidad de
propiedad del monasterio. Si es improcedente que no se tape la inscripción del
falso sepulcro ni se borren las inexactas líneas, al respecto, de la página web
del Ayuntamiento, no lo es menos que en su edificio se pusiera esta pancarta: ‘El
claustro es del pueblo’. ¿Pero por qué?
¿Por qué lo dice el alcalde? ¿Cuál, el anterior, recientemente fallecido, o el
que preside el Ayuntamiento ya en segunda legislatura? Ni el anterior demostró
la propiedad ni el actual, y la diócesis, que tampoco tiene posibilidad de
ello, en la figura del sacerdote de la localidad, y desde que lo es a principio
de este siglo XXI, viene instando a esta aclaración. Ello, obviamente, crea una
fisura entre el párroco, la parroquia, y el municipio, que es decir entre los
habitantes del pueblo como feligreses y como tales vecinos. A lo que parece, y
según el letrero, el pueblo quiere, contra el obispado, ser el propietario.
Debe ser lo que revele la
Historia; lástima que en este caso no sea aplicable el ADN
que resuelve las dudas de ésta.
No es así como tiene que demostrarlo el alcalde al
cura párroco, sino documentalmente. Claro que documentalmente quedó demostrado
que los restos no son de quien dice la placa y, no obstante, tanto uno como
otro no corrigen la mentira. Que ésta, aun habiendo sido desmentida, persista,
les importa un bledo al elemento eclesiástico y al civil, político
administrativo, mas a ambos les atrae sobremanera
la propiedad material.
Si la mentira del sepulcro de Blanca I de Navarra
ha echado raíces, como tenemos a la vista, pues hay que sacarla de raíz, o sea,
según su locución adverbial, ‘desde los
principios y del todo, quitando los inconvenientes que pueden resultar de algo
y la causa de donde provienen’. Estos inconvenientes y su motivo los tengo
harto comentados y aclarados. Ahí, en el presbiterio de la iglesia del pueblo
se encuentra el engaño, y es increíble que éste haya calado hasta en
Información y Turismo. Yo me he visto obligado, en mi lucha contra esta
tergiversación de la Historia,
a dirigir a la Oficina
de Segovia, sita en la Plaza Mayor,
número 10, el correo-e siguiente:
Asunto: Aleccionamiento a esa oficina para
tratar rectifique un error en su información.
Buenas
tardes.
Con relación al correo electrónico que la
dirigí el 18 de marzo retropróximo, le remito mis dos últimos artículos sobre
la mentira del sepulcro de Blanca I de Navarra con la finalidad que manifiesto
como ‘asunto’ en esta nota.
Ha de entender usted que no se trata de que
yo me dirija al Ayuntamiento del pueblo donde propagan dicho infundio –algo que
ya he hecho hasta la saciedad-, sino, sencillamente, de que se informe con conocimiento de causa.
¿Cómo puede ser posible que se hallen
ignorantes en Turismo de Segovia, y en general de Castilla y León, de que la
señalada mentira quedó desmentida? Se publicó a los cuatro vientos y por todos
los medios de información.
Espero y deseo serle/s útil-
Atentamente.
Ni que decir tiene que actué y actuaré siempre
movido de mi amor a Clío y de mi amor a la verdad, que ésta no la representa
una musa, sino el mismo Jesucristo, vengo presentándosela a quienes la ignoran
y a quienes afectan ignorarla. Me resulta abstruso creer que puede haber de los
primeros, dado que en el plano de la información no estamos precisamente en la
Edad Media, hoy día hay periódicos,
televisión e Internet, y por estos tres medios informativos se dio la noticia
de que <el estudio genético verificado al Príncipe de Viana demostró que los restos atribuidos al Príncipe de Viana
y a su madre, la reina Blanca de Navarra, son falsos. Así
lo determina un
estudio
genético presentado ayer en el Monasterio de Poblet.> Transcribo la noticia
surgida el 10 de septiembre de 2008.
Tras defraudarme la errónea información –el que no
tuviera la debida- que descubrí en dicha
oficina, y aunque nada he encontrado sobre ello en la instalada en la Plaza de Azoguejo, he
cursado a ésta, a falta de encontrar su e-mail,
dos cortos mensajes, ateniéndome a la opción que al respecto dan. He
aquí los mismos:
→ No informarán de que en Santa María la Real de Nieva se halla el sepulcro
de Blanca I de Navarra. Expongo a esa oficina e turismo, ubicada en el
Azoguejo, lo que ya hice a la de la Plaza
Mayor. Denme su correo-e y les ilustro sobre ello.
→ Los restos del arcosolio del presbiterio
de la iglesia de Santa María la
Real de Nieva NO PERTENECEN a Blanca I de Navarra, según
quedó demostrado el 9.9.2008 por la prueba de ADN mitocondrial
Un saludo.
No han correspondido a mi saludo, mas tampoco
están obligados a ello. A lo que, evidentemente, están obligados es a informar
correctamente, libre de errores, tanto menos tratándose de errores de
ignorancia supina.
Tal ignorancia supina, es decir ‘ignorancia que
procede de negligencia en aprender o inquirir lo que puede y debe saberse’, es
lo que me dejó estupefacto en el director de la Real Academia de Historia y
Arte de San Quirce –antes, como todos los segovianos saben, Universidad Popular
Segoviana- y, para más INRI, burla en cuanto a desinterés por un tema de historia
relacionado con la provincia. Él sabrá porqué, tras contestarme y prometer
informarse y seguidamente darme una respuesta concreta, ha impuesto silencio. Cierto
que, como dice Ortega y Gasset, ‘el
hombre es él y sus circunstancias’, así me inclino a ser indulgente con el
aludido; como ya he dicho en otra ocasión, tal vez se encuentre en una
encrucijada, en la acepción de no saber qué conducta seguir. O de verse
obligado a seguir una, aunque sea contraria a su voluntad. El director de dicho
centro cultural no puede admitir de grado, voluntaria y gustosamente, una
mentira flagrante de la historia segoviana, la cual para colmo ha sido probada
por la Ciencia,
lo que implica serlo de una manera inequívoca.
Yo quisiera saber dónde radica actualmente el defensor
de la mentira del sepulcro, lo que sé es donde está el venero, u origen y
principio, de donde procede el sostener a lo loco, con inconsciencia, sin
reflexión, la indocumentada afirmación del sepulcro, y ya para colmo
rebelándose contra la Ciencia. Y
mis lectores también lo saben porque mucho me he quejado de ese dúo de osados:
el anterior alcalde y el cronista que nombró, de los ridículos escritos que uno
y otro publicaron en la prensa local, concretamente, en El Adelantado de
Segovia y en El Norte de Castilla, respectivamente.
La
inexpugnable conducta.
No hay asunto alguno en las cosas
humanas que no pueda convertirse
en
daño o en provecho,
según lo
maneje
la prudencia.
- José
Cadalso, ‘Cartas marruecas’ -
Únicamente puede tener atenuante este episodio
creado por el incompleto esqueleto de mujer, encontrado al efectuarse una obra
de albañilería, cuando nada verídico se sabía sobre el mismo y entonces el
alcalde, el cronista y sus seguidores, todos historiadores, sostuvieron con una
firmeza que distaba enorme distancia de ser razonable, admisible, asequible, haberse
encontrado los restos de Blanca I de Navarra. Después del pronóstico dado por
el Dr. José Manuel Reverte Coma no cabía sensatamente decir que pertenecieran a
dicha reina, pero, no obstante, contradiciendo lo que más bien fue de
pronóstico reservado, es decir, ‘de dudoso resultado o que presupone un
desenlace peligroso’, los artífices de la farsa continuaron la representación
de la misma.
Ya es la reoca en sentido peyorativo, sin que
quepa mayor absurdo, o hecho irracional, arbitrario, disparatado, que tampoco rectifiquen
ante el resultado del ADN, que, como les expuso el citado antropólogo, el si o
el no lo dilucidaría esta prueba. A ella se asirían, lo agarraría fuertemente,
de haberles resultado positiva, de haber acertado en su deseo, mas al serles
adversa a su voluntad por obrar a la ligera y, por consiguiente, meter la pata
se niegan a reconocerlo llevados de la soberbia.
Me recuerda estos versos de ‘Las mocedades del
Cid’, de Guillén de Castro:
Procure siempre acertarla
el
honrado y principal;
pero
si la acierta mal
defenderla
y no enmendarla.
Comentándolos dice Fernando Díaz Plaja, en ‘Los
siete pecados capitales del español’: ¡Sostenerla
y no enmendarla sabiendo que uno está equivocado! ¿En qué mente cabe esto? En la que valora más el corazón que el cerebro,
la mente que no concibe rectificar porque es humillante…, la española, en suma.
Vamos a dejarnos de soberbia, de imposiciones, de
exigencias desmedidas, de despotismo, en cuanto a ‘abuso de superioridad, poder
o fuerza en el trato con las demás personas’ (DAE), procedamos con rectitud
moral sin dar cabida al engaño, a la mentira, ni por parte civil, ni por parte,
y aquí resulta más condenable, reprobable, eclesial.
Recientemente leí la siguiente noticia: ‘CyL
buscará los restos de los Comuneros y junto a Madrid y C la M conmemorará la primera
revolución democrática europea ‘–Europa Press 22.04.18. Entiendo que se
interesen en ello, lo que no puedo concebir es que no se den por falsos los del
sepulcro de la iglesia del pueblo segoviano de Santa María la Real de Nieva una vez que lo
demostró la Universidad
de Granada y la UAB
–Universidad Autónoma de Barcelona- . ¿A quién de Castilla y León corresponde
poner fin al engaño, ordenando tapar la inscripción del arcosolio y borrar la
inexacta información de la página WEB del Ayuntamiento? Debieron hacerlo ab inicio, desde el principio, el
cura y el alcalde El primero me dijo que
él no movía un dedo, que me dirigiera a la Junta, que es la que había actuado. En lo de la
actuación de la Junta
me descubrió el clásico Mediterráneo –nada más lógico y natural que la
actuación de la Junta-. Creo
yo que podían haber actuado por su cuenta, simplemente notificándolo, él y el
alcalde, así como en caso de tener que solicitarlo uno y otro al gobierno
autonómico éste no se lo hubiera negado al uno ni al otro, encargados de la
parroquia y del municipio, respectivamente.
Parece mentira que algo tan débil como es mantener
una mentira que ha sido desmentida esté resultando inexpugnable, siendo la
verdad ocultada a lo somorgujo, mas pienso, reflexiono, con el emperador y
filósofo romano Marco Aurelio, que ‘por
no ser favorecida de los buenos y ser perseguida de los malos poder podrá la
verdad estar algún tiempo a somorgujo y encallada; pero aunque pese a quien
pesare al fin saldrá a buen puerto y tomará tierra’.
No se me puede reprochar que defienda la
certidumbre que presenta la aplicación de la prueba de ADN mitocondrial para
ver si eran auténticos los restos del Príncipe de Viana y que reveló no serlo
como tampoco los de su madre, que me indigne no se enmiende la metedura de pata
en que se incurrió respecto a ella, Blanca I de Navarra, con la precipitada cuanto irreflexiva erección de este monumento funerario
cuya inscripción
procedente de un engaño es, a su vez, engañosa, artificiosa, irreal, ilusoria.
Ya no cabe engañarse y en cuanto a engañar solo es posible al iletrado, y aun
así relativamente teniendo en cuenta que existe el medio de difusión fonético,
es decir la televisión.
Cuantos visiten mi blog pueden seguir fácilmente
mi rebelión contra la falta de respeto a la verdad de la Historia en el pueblo del
falso sepulcro y la capital del mismo. Y para mayor falta de sindéresis,
discreción, razón, cordura, desestimar –a las pruebas me remito- la Ciencia. Le invito a pensar al
párroco en cuestión en esta afirmación de Albert Einstein: ‘La ciencia sin religión es coja y la religión
sin la ciencia está ciega’. Y al alcalde en este aserto de Bertrand
Russell: ‘Los científicos se esfuerzan
por hacer posible lo imposible. Los políticos por hacer imposible lo posible’.
En todo caso es increíble e inadmisible que contra la sentencia de la Ciencia, que siempre es
definitiva, se persista en la ficción. Déjese
ya la invención del anterior alcalde y sus acólitos; déjese ya de fingir.
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