miércoles, 20 de septiembre de 2017

Detallando más sobre los Trastamaras, centrado en la madre del Príncipe de Viana

La ingenuidad de Blanca I de Navarra.

Al morir el rey de Navarra Carlos III el Noble, heredó el reino su hija doña Blanca, viuda de Martín I de Sicilia, que casa en segundas nupcias con el infante don Juan, hijo de Fernando I de Aragón, por lo que  pasó a ser rey consorte de Navarra, mas la reina no halló ayuda alguna en su nuevo marido, sino todo lo contrario: daño económico y soledad. No ya se desentendió del reino, durante el matrimonio, que no después, sino que gastaba en sus empresas los recursos de Navarra, a la vez que dejaba sola a su esposa. Sus ocupaciones eran su intervención en disputas y guerras civiles que desgarraban a Castilla, para derrocar a don Álvaro de Luna, e intervenir también en las guerras que su hermano Alfonso, rey de Aragón, sostenía con todos los príncipes de Italia por la corona de Nápoles. 

Las treguas de Majano vinieron a poner lapsos de paz entre Castilla y Aragón. En 1429 Alfonso V y su hermano Juan invaden Castilla por Ariza hasta Sigüenza e Hita, siguiéndose otros combates, pero agotados por las distintas guerras iniciaron negociaciones. En julio de 1430 se firmaron las mecionadas treguas, que duraron cinco añosen ellas se estipulaba, entre otras cos, que los infantes de Aragón no podrían residir en Castilla; sus bienes en ella fueron confiscados  y repartidos: Pedro Fernández de Velasco recibió el condado de Haro; Pedro Ponce de León y Haro, recibió el condado de Medellín; Fabrique de Luna, recibió los señorios de Villalar y Cuellar; Rodrígo Alonso Pimentel, Mayorga; Luís González de Guzmán, Andujar; Iñigo López de Mendoza recibió varias aldeas al norte de Guadalajara; Pedro de Zúñiga, el condado de Ledesma.

Doña Blanca que había acompañado a su hija en las bodas con el príncipe de Asturias, ya no regresó a Navarra. De Valladolid fue en peregrinación a Guadalupe. Su salud se resintió. Coincidía con uno de lops momentos más agudos de la lucha por el poder en Castilla, entre la liga de nobles, a la que apoyaba el rey de Navarra, y don Álvaro de Luna. En marzo de 1441 hizo algunas gestiones para evitar el rompimiento, pero sin éxito. Dos meses después fallecia la reina en Santa María de Nieva. Su marido no pareció enterarse. Metido de lleno en la lucha castellana, la liga de nobles logrará capturar al rey en Medina del Campo (28 de junio) y en adelante, y durante dos años y medio, don Juan de Navarra dispondrá como amo y señor del gobierno de Castilla.
Por ingenuidad y/o inconcebible amor a su esposo incurrió Blanca I en un hecho del que tomó base su cónyuge al enviudar para impedir pasara la corona a su heredero, es decir, que infamemente se la robó a su propio hijo. 
Doña Blanca dejaba a su hijo don Carlos como heredero universal en el reino de Navarra y ducado de Nemours, y en todos los otros bienes que tuviera o pudiera tener, bienes que serían trasmitidos a sus hijos y descendientes de legítimo matrimonio, prefiriendo los hijos a las hijas. Aunque el príncipe -dice- pueda titularse y nombrarse después de nuestra muerte, a título de heredero y por derecho reconocido, rey de Navara y duque de Memors, no obstante, le ruega encarecidamente que por el honor debido al rey su padre, no tome esos títulos sin su benevolencia y bendicióni. Si el primogénito Carlos moría sin hijos o descendientes legítimos, el reino de Navarra y el ducado de Nemours  y demás bienes irían a su otra hija la infanta doña Blanca. 
Don Carlos en su testamento ratifica como heredera a su hermana Blanca, y cuando muere tampoco el padre suelta la corona, lejos de permitirle reinar ya sabemos cuán vilmente actúa con ella, encerrándola en  el castillo de Orthez. Ya escribí -2 de diciembre de 2012- un artículo titulado `En torno a la patética vida de la princesa Blanca de Navarra´  También he publicado algún otro al respecto en prensa de papel.  

Ampliando el curriculum vitae de Blanca I de Navarra.

Contrajo matrimonio la primogénita hija de Carlos III el Noble de Leonor de Trastamara,  hija a su vez del Enrique el Fraticida y de Juana Manuel, con Martín I de Sicilia, el 1402, quedando viuda en 1409. Tuvieron un hijo, llamado como su padre, que falleció a los ocho meses de nacer. Nombrado rey de Aragón Fernando el de Antequera, éste se adjudica Sicilia con el apoyo del papa Benedicto XIII. En 1415 abandona Blanca el reino de Sicilia después de trece años de vivir en él. En Navarra solicita a su padre que convoque Cortes para su proclamación como heredera de Navarra.  Así lo hace el 28 de octubre de 1416, y en Olite es jurada como tal. Su nombramiento despierta interés, constituye un reclamo, para el reino de Aragón. y el infante Juan, duque de Peñafiel, hermano menor de Alfonso V, acude al reclamo. El 5 de noviembre de 1419 se establece el enlace; un mes después se celebra la boda por poderes en Olite -no había que dejarla escapar- y el 18 de junio de 1420 se casan, en persona, en la catedral de Pamplona

Había entre ellos una diferencia notable de edad, él tenía veintidós años, y ella treinta y cinco, lo que no dificultó, dado el fuerte carácter de él, que se impusiera a su esposa desde el primer momento. Se trasladan a Peñafiel donde el 29 de mayo de 1421 nace su segundo hijo -primogénito en se segundo matrimonio- al que ponen por nombre el del abuelo materno. Al año siguiente vuelven a Navarra, y el rey decide instituir el título de Príncipe de Viana para su nieto, documento fechado en Tudela el 20 de enero de 1423. Todos los autores adjudican a doña Blanca abulia (pérdida de iniciativa), y así se dejó dominar por su marido, como ya queda reflejado. Él fue con ella, incontrovertiblemente, mal esposo y peor padre de sus hijos , el Príncipe de Viana y Blanca. Fatal para ellos y beneficioso para él la muerte de Blanca I de Navarra, habida cuenta de la cláusula testamentaria que hemos visto, convirténdose en rey propietario de Navarra. 

Blanca I, en su última ocasión, pasó a Castilla acompañando a su hija homónima, que contrae nupcias con el príncipe Enrique, cuyo matrimonio se verificó en en Valladolid el 16 de septiembre de 1440, y aprovecha para visitar el santuario de Guadalupe, asimismo, como ya he dicho, emplea la oportunidad para tratar de pacificar las disputas de su marido con los nobles castellanos. Como vemos, le queda medio año de vida. Pronto tendrá, y más pronto hubiera sido por su voluntad, otra esposa su marido, a la que estará más unido en política, más encauzado en una misma meta. Quizá también enamorado.
                                                                                     
Tal parecido de fisonomía existía en la abuela y la
nieta que Isabel la Católica burlonamente llamaba
a su hija Juana `mi suegra´.
     







 
Juan II de Aragón retuvo hasta su muerte la corona de Navarra. 

Se casó con Juana Enriquez, hija de Fabrique Enriquez, almirante de Castilla, y de Marina Fernández de Córdoba, hija -ésta- de Diego Fernández de Córdoba, mariscal de Castilla, fiel servidor de Enrique III y de su hijo Juan II, y de Inés de Ayala. Con Juana Enriquez tiene a Fernando II de Aragón, que nace en Sos -hoy día Sos del Rey Católico- el 10 de marzo de 1453, y a Juana (1455-1517) , segunda esposa de Fernando I de Nápoles. Ni que decir tiene que para el Príncipe de Viana y para su hermana Blanca funesta fue este segundo matrimonio de su padre, que no aoareció, ciertamente, para dulcificarle como tal, sino que, lejos de ello, motivó el incremento de la discorfia, terminando en guerra entre padre e hijo , luchando la madrastra contra el hijastro a favor de su marido y con miras  al hijo de ambos, aferrada al matrimonio de éste con con la princesa Isabel de Castilla, lo que llegó a ocurrir pero no pudo verlo, porque murió el 13 de febrero de 1468 debido a cáncer de mama. Fernando, pues, pierde a su madre a la edad de quince años, y su padre no hara más que curtirle en la guerra. Pese a la diferencia de edad, don Juan sobrevive a su esposa once años; el matrimonio está enterrado el Monasterio de Poblet, panteón de la Corona de Aragón hasta su extinción en el siglo XV. 

Enrique IV de Castilla quiso casar a su incómoda hermana -de padre- con su ex cuñado el Principe de Viana, pero Juan II, su padre, le disuadió haciéndole creer que le utilizaban como arma arrojadiza. Acaso hubiera acertado, hubiera tomado mejor suerte su vida, contrarrestando la de su padre y su madrastra; no le faltaba razón para recelar de esta unión al mal padre. Que el Príncipe hubiera concertado la paz con  Castilla lo tomaron don Juan y su nueva esposa como pretexto para incrementar la enemitad con ély decidir el rey que la madrastra  gobernase con él en Navarra, o sea, compartir la lugartenencia. Ello y la altivez con que ella se pronunciaba originó la irritacón se los navarros, que pasaron a dividirse en dos bandos, la poderosa familia de los Agramont y la de los Beanont -agramonteses y beamonteses-, defendiendo los primeros al rey Juan, y partidiarios los segundos del Príncipe.

No voy a entrar en la vicisitudes de esta guerra que tan adversa fue para éste, pues cuando contaba con la ayuda  del rey de Nápoles, muere y deja por heredero de Aragón, Cecilia y Cerdeña a su hermano el rey de Navarra, que pasa a titularse Juan I de Navarra y II de Aragón. Anduvo don Carlos algún tiempo errante por Sicilia, vino a Navarra, y su padre le desterró a Mallorca Al permilirle volver a la península, desembarcó en Barcelona donde recibe grandes demostraciones de afecto, se celebran Cortes y piden al rey que don Carlos sea declarado heredero del trono, a lo que se niega presentando, entre otras aducciones, que su hijo trató de matrimonio con la infanta Isabel de Castilla. (Enorme cinismo de doctrina y/o activida política, ¿qué hizo él sobre este particular respecto a su hijo Fernando?). Surgió una insurrección general a favor de los catalanes y el Príncipe, lo que hizo que don Juan se refugiase en Aragón; las esperanzas del Principe de Viana parecían, al fin, logradas, pero, ay Dios, le sorprendió la muerte. ¿De haberse casado Isabel con el Príncipe de Viana, hubiera tolerado que su suegro retuviera vilmente la corona de Navarra a su legítimo heredero?   Dejó don  Carlos  por heredera de Navarra a su hermana Blanca, y así empezó para ella su odisea en su congeneidad familiar. 

Murió quien bien podríamos llamar el Príncipe Mártir, no envenenado por su madrastra sino de tuberculosis precipitada por la crueldad de su padre. al negarlele durante su prisión el más pequeño trato de favor a que era acreedor por su ascendencia.¡Que falta de miramiento hacia 


Rey de Navarra (de iure). Pero su padre rey de facto

su primera esposa! En Wikipedia sin ir más lejos podemos leer:
 Carlos de Viana estuvo recluido en una celda húmeda, mal ventilada, sin ropa de abrigo, en deficientes condiciones higiénicas, y mal alimentado. Estas circunstancias agravaron su tuberculosis y para cuando fue liberado y y llegó a Barcelona ya se encontraba en estado terminal. 
Via crucis de la princesa Blanca de Navarra. 

Repudiada la princesa Blanca por el príncipe Enrique tras de trece años de matrimonio, fue muy mal acogida en Navarra por su padre y su hermana Leonor y su marido, el conde de Foix, que aspiraban a heredar el reino. La instaron a que renunciara al mismo o se hiciera monja. Entonces, y como confirmo literalmente en mi artículo, su mimo padre la llevó, quieras que no, a Francia; en San Juan de Pie del Puerto dejó Blanca poderes al rey de Castilla, al conde de Armiñac, al condestable de Navarra, y a otros. Les pedía ayuda, que acudieran a su socorro para que la devplvieran la libertad. Como comenta nuestro citado autor, ¡harto comprendía que su suerte se había ya decidido; y que no solo iba a perder su reino sino también su vida!´. No halló ayuda alguna; el más obligado a prestársela era el rey. [Ya lo era Enrique IV] , al cual, además y a pesar de todo, acudió también dirigiéndole una sentida carta de la que se ha dicho que `no puede leerse aun después de transcurso de tanto tiempo sin que se enternezca el corazón más duro´.  

Encarcelada en Orthez, Torre de Moncada, murió supuestamente envenenada, ya por su hermana Leonor, ya por su padre. Dejó dispuesto ser enterada en la catedral de Lescar, y menos mal que fue cumplido. Estaba próxima, no así el lugar de Segovia con respecto a la iglesia-fortaleza de Santa María de Ujué, donde había dispuesto su madre la reina Blana I de Navarra ser enterrada a su muerte. 

De la catedral de Lescar puede leerse en internet lo que paso a transcribir: 
 El último aspecto relevante de la catedral es que contiene las tumbas de los últimos reyes de Navarra. Exiliados en Pau, estos reyes dejaron escrito en su testamentoque querían reposar en Pamplona junto a sus predecesores, pero que, entre tanto, serían enterrados en la catedral de Lescar.Sin embargo, no fue hasta 1929 que un sacerdote encontró las tumbas casi justo debajo del altar. En una placa figuran los nombres de los "encontrados", empezando por Francico Febus (1483) y acabando por Enrique II d´Albret (1555). Su nieto, Enrique III, está enterrado en Saint-Denis (París) como Enrique IV rey de Francia y Navarra. Curiosamente no aparece en la lista Blanca de Navarra, la esposa de Enrique IV de Castilla (hija de la otra Blanca de Navarra, esposa de Juan II de Aragón). Esta desdichada reina, traicionada por todos, renunció a su corona y acabó sus días encerrada en el cercano castillo de Orthez, Dejó escrito que quería que la enterrasen en la catedral de Lescar pero, hasta hoy, nadie ha encontrado sus restos. 
A excepción del error en Historia en que se incurre al mencionar a Blanca de Trastamara Evreux como esposa de Enrique IV de Castilla, es cierto lo expuesto. (Quede claro que Juan II de Castilla murió en julio de 1454, y en mayo de 1453 se había declarado nulo este matrimonio). Da en qué pensar; sí, es ocasión o motivo  para sospechar que no fuera enterrada en la catedral de Lescar.

 Madre e hija igual destino fatal en cuanto a la desaparición de sus restos mortal

 El P Florez de Setién en su `Memorias de la reinas católicas de España´ termina el capítulo dedicado a `Doña Blana de Navara - primera mujer de don Enrique IV , siendo Príncipe de Asturias´ doliéndose del final de se vida. Véamos:
El mismo rey don Juan fue quien entregó a la inocente hija en víctima de la ambición de su hermana doña Leonor, y ésta, por no perder lo que ideaba usurpar, la sacrificó en el castillo de Orthez, en Bearme, donde la tuvo en m iserable prisiónmás de dos años, durando esta muerte civil hasta que llegó la natural el 2 de diciembre de 1464, en que se publicó la muerte, sin ocultarse el modo, de haber sido con veneno dada por medio de una dama de la condesa de Foix, que la asistía.
Hace una llamada para anotar la fuente del dato, y prosigue así su lamento:
No falta quien discurra que los últimos suspiros de esta infeliz princesa fueron ecos en el Cielo para los desgraciados fines de los condes de Foix y de sus descendientes, como también que acabase el reino de Navarra en aquella familia. Lo cierto es que luego pasó aquel trono al cetro de Castilla, a quien la princesa doña Blanca hbía cedido su derecho. Enterrádonla en la catedral de Lescar, desde donde puede predicar a todo el m undo perpetuos desengaños. 
Sí, y todo partió de la cláusula del testamento de su madre. Ambos hermanos, sacrificados por ésta y por la protervia de su padre, murieron a la edad de cuarenta años. También el Príncipe de Viana es de ignorada sepultura, restos mortales perdidos; la búsqueda de ellos propició tanto el descubrimiento de que los tenidos como de él no lo eran como que tampoco lo son los que durante algún tiempo se decían caprichosamente, sin fundamento, pertenecer a su madre. Cuando finalizó el estudió genetico del Príncipe expuso la líder del Equipo de antropólogos que lo realizó, siendo difundido en numerosas publicaciones, lo siguiente:
Mariona Ibars recomienda que en Segovia, en donde la tumba de la reina se puede v isitar, se cam bie al menos la placa que la identifica. Respecto al enteramiento del supuesto príncipe, no es accesible por lo que los monjes de Poblet no prevén hacer  nada. 
Es tremendo en su significado de `ser terrible, digno de ser temido´ o, coloq. `muy grande y excesivo en su línea´(RAE) que en Segovia se hayan llamado andana de tal obligación. Pero hay más: se ha llegado al colmo de una absurda rebeldía, y este hecho irracional, arbitrario, disparatado, llegó al extremo de que de que el anterior alcalde del pueblo, ignorando la prueba científica, o afectando ignorarla, contestó mediante un artículo publicado en El Adelantado de Segovia que mientras no hubiera una prueba que lo desmintiera continuaría defendiendo que los restos del sepulcro son de Blanca I de Navarra. ¡Que manera de disparatar! Sabía la solicitud de la Sra. Ibars, pero miraba para otro lado en cuanto al ADN que se había practicado. Ello es algo que comenté recientemente en mi lucha contra esta anormalidad y que es una constante. Lo será de por vida si no llega el día, y dentro de los míos, de que se actúe dignamente tapando la falsa inscripción. Aferrarse a mantener una mentira demostrada, ¿qué es? En primer lugar, cinismo al canto. Es indubitadamente de vergüenza ajena que se pretenda hacer comulgar con ruedas de molino. o tragárselas como ruedas de molino. ¡Y el 8 de septiembre se cumplieron nueve años de esta situación incalificable; sí, sumamente vituperable.                                                                                                                                          
Falsa inscripción
Por si fuera insuficiente identificación la olaca del sepulcro, hay esta otra sobre el  mismo. 

                                                                          
Falsa inscripción  
Asi las gastan por aquellos lares. Una cuestión que es de Historia -mixtificación adrede, deliberadamente, que es lo que a todas luces hacen- nada tiene que ver con la política, y en este caso está clarísimo que no existe la más mínima conexión, concatenación, entre ambas. De buscar alguna, antes sería con la Religión católica, sin ir más lejos, porque de modo recalcitrante se viene quebrantando el decálogo de la misma. Podemos leer en el Catecismo -en el antiguo texto diocesano del P. Astete, texto de que gusto  más que del vigente de la Iglesia- lo siguifnte: 

Octavo mandamiento. 
P. ¿Cuál es el 8º mandamiento de la Ley de Dios?
R. El 8.º mandamiento de la Ley de Dios es: no levantar falso testimonio, ni mentir. 
P. ¿Qué se manda en el 8.º manamiento?
R. En el 8.º mandamiento se manda no mentir ; no juzgar ligeramente (esto es sin motivo ni fundamento) mal del prójimo, ni decir ni oír sus defectos. 
P. ¿Quién quebranta el 8.º Mandamiento? 
R. Quebranta el octavo mandamiento el que contra razón (o bastante fundamento) juzga mal del prójimo, le infama, descubre secreto, o miente. 
P. Y el que al prójimo infama gravamente, diciendo de él algún delito falso, o verdadero pero oculto, o echándole en cara sus defectos, ¿Queda con alguna obligación?
R. El que infama gravemente al prójimo queda con la obligación de restituirle la honra o fama 

Está harto justificado, es decir, que obro conforme a justicia y razón, al batallar para el cese de la mayúscula MENTIRA. Me hallo a años luz de juzgar mal del prójimo contra razón, sin suficiente fundamento; puedo vituperar, y vitupero, el aferramiento -sea de Pepito o de Juanito, yo voy al hecho, no a la persona- a la mentira de los restos del arcosolio del presbiterio de la iglesia parroquial de Santa María de Nieva (Segovia. Bien me parece que un día se le agregara el aditamento de `Real¨, pues así no se confunde con el pueblo homónimo de la provincia de Almería. Creo con Voltaire que 'a los vivos se le debe respeto, a los muertos  nada más que la verdad. Si a los muertos se le debe verdad, ¿por qué a la citada reina medieval se le ha envuelto, por parte de Segovia, en la mentira? Ésta tras el tiempo transcurrido se ha hecho crónica y fanática. 

En este caso ni siquiera quienes defienden la mentira -conmigo ahora  lo efectúan de modo cobarde, pasivo,  silencio, puesto que ha individuo que no se digna contestarme- están equivocados; no admite duda este aserto del historiador, novelista y ensayista francés André Maurois: 'Al demostrar a los fanáticos que se equivocan no hay que olvidar que se equivocan aposta´. Yo no puedo olvidarlo siendo así que a mi ruego de que se haga desaparecer la mentira del sepulcro expliqué exahustivamente la razón, añadieno a la vez con diversos artículos el cuadro histórico y biográfico. Esto puede serle indiferente, no sentir la menor inclinacion por la Historia -no otra cosa revela su proceder-, pero ¿también por la verdad? No cabe, oficialmente, la mentira en la Religión, ni en la Ética en la Moral, y, desde luego, resulta inverosímil que entre mis adversarios esté el sacerdote del pueblo, que tal señor no considere que él especialmente no debe mentir, que, por ende, no ha de admitir la manifiesta mentira, que para más inri se da en el templo a su cargo. No puede, no, faltar al respeto debido a su prójimo e igualmente a la verdad que debe a la muerta.

Indebidamente ocurre, como ya queda dicho, que los restos mortales aparecido en la iglesia, cuyo suelo es un osario como suele serlo en las antiguas, no son de quien a trancas y barrancas, inclusión de la prueba de ADN, quieren que sean. ¿Qué pasa, que se miente a fuer de política? Pero ya he dicho y redigo que esto no es política, ni se ha de politizar; el ser alcalde y diputado provincial, que ambos empleos políticos tiene el del pueblo segoviano en cuestión; presidente de la Diputación (dicho sea entre paréntesis, que le he escrito y se refugia también en el silencio) o el cargo político que fuere, no autoriza a ii contra la verdad de la Historia, si tal se hace, se hace mal. Y algo peor, subrayo, yendo contra la prueba científica de referencia, que tanta ayuda presta a la Historia y a la Justicia, Claro que no la discuten, pero, y claro está también que no la aceptan. Es machacar en hierro frío indicar al alcalde que borre de la página web del Ayuntamiento las líneas inciertas que aluden al sepulcro de la susodicha reina, así como con respecto al sacerdote de la parroquia rural que tape la falsa inscripción del sepulcro. Aún me deja más estupefacto que en esta imposible mentira que irrisoriamente sostienen no haya movido un dedo la Academia de San Quirce, antigua Universidad Popular de Segovia, en cuya fundación intervino Antonio Machado, ya que ésta dice tener por misión interesarse por el arte e historia de la provincia de Segovia. 

Ocaso del reino de Navarra tras de ser usurpado al Príncipe de Viana y a su hermana.

Juan de Trastamara y Alburquerque infante de Aragón, aunque sufriera una gran derrota en la batalla de Olmedo, fue tratado muy bien por el hado, murió como rey de Navarra y de Aragón -de este reino como sucesor de su hermano Alfonso V-, fue astuto político, la Historia le denomina Juan el Grande; el historiador Moreno opina que este título `sería bien merecido si la muerete d  e sus dos hijos don Carlos y doña Blanca no arrojara sobre su memoria una mancha sangrienta. 

El reino de Navarra se aceleraba también a su final tras de la usurpación de Juan II a la muerte de su primera  esposa. Le sucedió su hija predilecta Leonor,, supuesta envenenadora de su hermana, como ya hemos visto, pero, como celestial castigo a su perversidad, murió a los pocos días, heredándola su nieto Francisco de Foix -Francisco Febo, por su extraordinaria belleza física-, que también fue rey efímero, y dejó el reino a su hermana Catalina, casada con Juan de Albrit, a quienes destronó Fernando el Católico
                                                                                                                           

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