lunes, 1 de junio de 2015

REINADO MÁS QUE CUESTIONABLE EL DE JUAN CARLOS I

Así lo ve Mafalda.


Muy bien descrito ‘el final de partida’, pero se ha de exceptuar la opinión que Ana Romero tiene de su biografiado. Es inconcebible, difiere diametralmente, del concepto general; sin ir más lejos del siguiente discernimiento de Federico Jiménez Losantos emitido no ha mucho en “Es la mañana de Federico”:
El problema de Zarzuela es que han tenido dos padres analfabetos, porque Juan Carlos es un analfabeto funcional, no sabe nada de la Historia de España, no ha leído un libro entero en su vida. Sofía es una ortodoxa que no ha sabido nada y sigue sin saber ni la Historia de España ni de la historia de nada, lo único que quiere es ser reina, madre de…, o hija de tal…, Pero es que las niñas, que tienen la obligación de aprender la Historia de España, la están desaprendiendo.
Se refería a la impropia manera que se ha llevado a cabo la primera comunión de la hija mayor de los monarcas actuales, por muy aconfesional que sea España. Y aconfesional no es dejar de ser católica.

Minuciosamente, yendo del detalle a lo básico, sigue la autora la etapa final de pronunciada pendiente de Juan Carlos I como rey de España, y aquí chapó, mi admiración por su trabajo bien documentado, con tanto más motivo cuanto que ella en alguna ocasión tomó parte, como informadora, en los hechos. Los enjuicia, además, objetivamente, nada de dejarse llevar por simpatía o antipatía, pero ya no es tan desapasionada al enjuiciar la totalidad del reinado y vida de Juan Carlos I. Olvida, por ejemplo, que el historiador, especializado en las actuales monarquías europeas, Juan Balansó (1942-2003) ha escrito que ‘el reinado de Juan Carlos I pasará a la Historia como en reinado de  la corrupción’, y cuánto más hubiera expuesto de haber llegado –murió relativamente joven- de vivir en la actualidad, tras haber ido cediendo la implícita censura en torno a la monarquía, y ya a partir del safari de Botsuana con Corina incluida, se pudo hacer uso, y se hizo, del artículo 20 de la Carta Magna que legitima la libertad de expresión. (Al parecer Rajoy no “recibió” esta carta y por ello pretende que no haya libertad de locución). El rey entró en una caída en picado, y Mariano Rajoy se halla muy próximo a ello. ¡Si supiera dimitir! Juan Carlos I, al fin, supo abdicar para salvar la monarquía.


Salvada está, de momento, en la persona de su hijo, que enormemente deseaba doña Sofía verle de monarca en detrimento de su marido de juri más que de facto, habida cuenta de que materialmente, aun viviendo en la misma mansión, pero en zonas distintas, es un matrimonio en el que se produjo la ruptura apenas fueron reyes. Tal fue el """hogar""" real –real de realeza y de realidad- que vieron siempre los hijos. Y que los españoles un día descubrimos. Poco a poco se fue descorriendo el tupido velo que cubría la vida de la familia real –más en el libro que en la prensa-, iba presentándose al monarca y su vida familiar en su autenticidad.

Surgieron libros como el de Iñaki Anasagasti, cuyo título ya lo dice todo: Una monarquía protegida por la censura. Tras la acusación de la Fiscalía Anticorrupción dijo: La Casa Real se desmadra porque siempre ha gozado de impunidad, consentido por el PP y el PSOE […], sin someterla a escrutinio público “esto se desmorona”.

Ya avanzada mayor libertad, aunque sin dejar de costarle alguna contrariedad, apareció La soledad de la reina Sofía, de Pilar Eyre, en el que subraya tal situación y se detiene bastante en la lista donjuanesca del rey, mas no era, ciertamente, entrar en tema virgen. Cuenta, asimismo, la lucha que hubieron de afrontar Juan Carlos y Sofía para captarse la confianza de Franco cuando éste llegó a desconfiar del príncipe de España. Apunta que ‘quizá Juanito no estaba enamorado de Sofía. Pero en aquellos tiempos de tribulación, la necesitaba, se apoyaba en ella.
La complicidad es un mal sustituto del amor.
Muchos años después Sofía recordará con añoranza:
  • ¡Entonces todo lo hacíamos juntos!
  • Y Juanito le reconoció a Pilar Urbano que:
  • Ella, sobre todo al principio, me dio mucho…
Más se preocuparon cuando se enteraron de que Franco se dedicaba a alabar indiscriminadamente al otro pretendiente, su primo Alfonso de Borbón Dampierre, que se había convertido ya en un habitual de la familia del Caudillo y estaba en plena efervescencia conspirativa.
En suma, pinta cómo vieron la corona en globo, o sea, sumamente insegura. Hubieron de sufrir humillaciones de los Franco, tuvieron un camino inseguro, tortuoso, doloroso, pero el hado obró a su favor.


Un antes y un después.

El desencanto de Sofía lo expone bajo esta forma Pilar Eyre.
El Audi devoraba silenciosamente la autopista dirección a Toledo. Pasado Aranjuez tuvieron que desviarse por una carretera comarcal llena de baches, pero aún así los pasajeros iban cómodamente sentados sin apenas sobresaltos. Elena, Cristina y Felipe tenían las puntas de las narices rojas  y se las frotaban con sus guantes de franela. […] ¡Lo contento que se iba a poner Juanito cuando los viera llegar!  
  • ¿Qué hora es, Gaudencio?
  • Las once, majestad.
  • Niños, los cazadores a estas horas estarán descansando. ¿Cómo se llama eso que hacen a media mañana, Gaudencio?
  • El taco, majestad.
  • Desayunan en la casa y ya veréis la cara que se le pone a papá
  • La finca estaba apenas a hora y media de Madrid.
Una hora y media separaba a Sofía de su Monte Calvario. […]
Creo que el suceso, quizá el más importante de la vida de Sofía y Juan Carlos 2º, ya que marcó un antes y un después en sus relaciones de pareja, merece ser investigado rigurosamente. Yo le he aplicado los métodos que aprendí en mis años de reportera en Interviú y he podido trazar una cronología de los hechos y también la versión, no sé si más verídica, pero sí la más verosímil.
Refiere que cuando llegaron a la casa-palacio Sofía se sorprendió al ver que las ventanas estaban cerradas, las persianas echadas y ningún coche a la vista. El chófer dijo rápidamente:
--Señora, no hay nadie, deben estar cazando todavía. ¿Regresamos? ¡Quizás su majestad ha vuelto a Madrid! 
Aceptó. Y Gaudencio con un suspiro de alivio iniciaba la marcha cuando Felipe se puso a gritar de alegría por haber visto a Moro, el mastín del rey. Entonces la reina le mandó parar, porque sí estaba su marido. Salió disparada hacia la casa y un título salió a su encuentro, el cual le informó, un tanto titubeante, que el rey no estaba, se encontraba cazando, pero ella descubrió en un descansillo de la escalera a un escolta fumando un cigarrillo. Entonces furiosa, sin que el dueño de la casa y los escoltas pudieran impedírselo, dio un manotazo a la puerta y… se encontró lo que se encontró. No lo dice Pilar Eyre pero sí otros autores. Si expone la reacción de Sofía.

Las secuelas a corta distancia que trajo y las que motivó ya de por vida: la irremisible separación conyugal. Al día siguiente inició su papel histriónico, representar su papel de asistencia al acto de recepción al cuerpo diplomático en el Palacio Real, entonces llamado <de Oriente> Ello no impidió que acto seguido viajara en busca de su madre y llevándose sus tres hijos. Causó un problema político, pero al fin a los diez días volvieron las aguas a su cauce tras recomendarle la ex reina Federica que no dejara de ser reina, que continuara la representación teatral que había iniciado, pues que, de no ser así, sólo penurias la esperarían, que se mirase en su espejo.      


Dos fortunas improvisadas.

Se habla del ignoto capital amasado por Juan Carlos I, que empezó dando a conocer la revista Forbes, de Estados Unidos, especializada en el mundo de los negocios y las finanzas.  Pilar Eyre para mientes también en el de Sofía,  que tenía la triste visión de lo ocurrido en su familia con el golpe de Estado en Grecia que destronó a su hermano Constantino, teniendo la familia que pasar la pena negra, tuvieron prácticamente que mendigar de sus parientes más afortunados para seguir viviendo.
José García Abad –consigna Eyre- explica en su imprescindible libro ‘La soledad del Rey’, que después del 23-F el rey se sintió fuerte para labrarse una fortunita para paliar las penurias de su pasado, haciendo suya la frase de Escarlata  O’ Hara en ‘Lo que el viento se llevó’: <Juro no volver a pasar hambre> 
En la existencia de Sofía hubo horas bastante más negras y bajas que en la de Juan Carlos de Borbón y Borbón. Para ambos llegaría la fortuna.  
La reina consorte igualmente y por la misma razón parece ser que en su fuero interno hizo el mismo juramento.. Puesta al habla sobre el particular con el autor del libro publicado hacía ocho años, tuvieron el diálogo siguiente.
  • La reina es austera.
  • Sin duda, pero sentía una gran inseguridad por su futuro, algo completamente humano y más en un país sin tradición monárquica como el nuestro, ¡que ya ha echado a varios reyes, no lo olvides!
  • ¿Te ratificas entonces en que la reina era sabedora de las operaciones financieras del rey en negocios opacos de sus amigos?
  • Sí, y además te diré que incluso en ocasiones era la reina la que animaba al rey en este camino.
Se explica que no haya manifestado el menor rechazo hacia su hija y su yerno al hacerse público el presunto trinque, sino que, por el contrario, fue a Washington a consolarles y les apoyó fotografiándose con ellos, fotografía insultante para España. El entonces rey y el príncipe, asimismo doña Letizia, su esposa, sufrieron gran disgusto por este paso tan irresponsable.


Juan Carlos I trató de cubrir el expediente, pero muy al descubierto quedó que no cumplió con su obligación, que no es, desde luego, poner tierra por medio –en este caso agua-, sino poner orden en la familia, lo que no hizo nunca –si alguna vez lo intentó, como en los matrimonios de la infanta Cristina y del príncipe, fue en balde-, quizá admitiendo su falta de autoridad moral. Lo que está claro es que no debió pretender  vetar la acción de la justicia una vez encausados su hija y su yerno. Aparte de que tal veto no tiene. Ya escribí sobre aquella supuesta confabulación para abortar, fracasar, malograr hacerse justicia con el matrimonio Urdangarín-Borbón

En el fondo no disgustaría, no disgustará nunca a los padres de la infanta Cristina que fueran cónyuges ricos. ¿Por qué no se casó la infanta con un acaudalado? No lo hizo ninguno de los tres hijos. Ya lo son por parte de padre. Y probablemente de madre.

Sale a flote la vanidad de la reina Sofía.

Retomando el libro ‘Final de partida’, expone su autora que, según Inda y Urreiztieta ‘fue don Juan Carlos quien les insistió’ en la compra del palacete de Pedralbes, y le prestó-donó un millón doscientos mil euros a su hija para ayuda de la adquisición. No indica Eyre que don Juan Carlos lo hizo con vistas a alojarse en él cuando acudía al médico en Barcelona. También consigna estas líneas:
Otras fuentes insisten en que el cerebro fue doña Sofía, siempre muy unida a su hija menor, a la que no quería ver viviendo “en un piso cualquiera”. De esta manera, la reina doña Sofía se aleja en la intimidad de esa imagen de austeridad e intelectualidad que se ofrece de ella. Por el contrario, la describen como una persona muy consumista que siempre ha querido que sus hijas mantengan <el nivel que corresponde a dos hijas de reyes>

También cayó la mancha por descerebración.

El desdoro en que aquel final de año cayó la monarquía, y que Ana Romero ve así:
Por unos, por otros o por todos a la vez, el año 2011 acabó gravemente machado para la familia real. El discurso de esa Nochebuena ofreció al rey un balón de oxígeno gracias a la frase “la justicia es igual para todos”.Igualmente, el largo aplauso de los diputados y senadores en el Congreso., dos días después, al inaugurar la décima legislatura, así como los ojos humedecidos de la reina, ayudaron a los españoles a digerir, el 29 de diciembre, la imputación de Urdangarín, el duque consorte de Palma, ese yerno perfecto que formaba parte, desde hacía catorce años, de una familia y de una institución carente de reglas claras de actuación.
No ya era inviable la adquisición que llevaban a efecto, sino que además se lanzaron a una gran reforma del edificio, sin freno alguno por parte de nadie. Ni que decir tiene que los primeros que debieron disuadirles de tal insensatez tenían que haber sido los reyes, quienes, además, con muchos mentores cuentan.

Por otra parte, cabe preguntarse si Iñaki Urdangarín vio ejemplaridad en su suegro desde que emparentó, lo conocido es que llegó un día en que el yerno le espetó: En este país cada uno hace lo que le da la gana, y yo también.

Una opinión analizada y justificada.

Este crédito o estimación es que, contra lo que alguna parte pretende sostener, pero se cae ante la cruda realidad, es la falsedad del beneficio, conveniencia, de la institución monárquica. Me remito a la obra ‘La monarquía inútil’, de Enrique de Diego, de la que paso a transcribir su primer punto:
Dado el carácter antinatural de la antigualla monárquica –por la que una familia se transmite la jefatura del Estado- la propaganda cortesana se ha enroscado en destacar la supuesta utilidad de la monarquía. Las dinastías se sostienen cuando son útiles, y caen cuando pierden tal condición. Los mismos miembros de la familia Borbón tienden a hacer referencias a tan melifluo criterio utilitarista, con la fatal petulancia de tenerse por útiles. Aunque el criterio utilitarista es, en apariencia, de difícil evaluación, en el caso español la inutilidad, y el perjuicio, son manifiestos.
En la entrevista a que se sometió con motivo de esta publicación expone textualmente que ahora tenemos una crisis tremenda, una crisis de modelo. Y un modelo que se nos ha vendido como perfecto y que es demencial, propio de dementes, y que sólo se hizo para mantener en el puesto y en el sueldo a los Borbones. En este libro ensayo, publicado en febrero del 2011, coloca al rey Juan Carlos como jefe de la que De Diego venía definiendo casta política parasitaria. No voy a entrar hic et nunc, aquí y ahora, en el contenido total de esta obra contra la monarquía del aludido ex monarca en particular, y contra la institución monárquica en general, mas no dejaré de significar que es una de las imprescindibles a tener en cuenta al tratar del tema, corrupción incluida.

El principio del fin. Final de la connivencia, confabulación, Gobierno – familia real.

Muy bien lo capta la Sra. Romero en su ‘Final de partida – La crónica de los hechos que llevaron a la abdicación de Juan Carlos I’. Para ser explícita, hablar claro y determinantemente, cuenta con la ventaja de escribir el libro tras las causas que acabaron con la tolerancia, que no cariño y respecto como apunta ella, de los españoles, la ruptura por la prensa de la  censura como condición tácita. Surgió la exteriorización ciudadana de repulsa a Juan Carlos I y al sistema de monarquía parlamentaria, que era y no deja de ser tenida por ilegítima y corrupta, tras el caso Nóos y la caída en Botsuana. Don Juan Carlos demostró indiferencia por la dramática situación de España en aquellos días de abril de 2012, y esto no se le podía soportar.

No surgió la pregunta, cual consigna Ana Romero, de cuál era su estilo de vida real, si ‘de un lujo desaforado’, ya que no se ignoraba que así era –el rey de los coches de lujo, de los yates, etcétera-, así como, otra pregunta que plantea, ‘quiénes eran sus amigos multimillonarios y a qué se dedicaba con ellos’ Es notorio que a negocios, como igualmente que todos, salvo alguno como excepción de la regla general, terminaron en la cárcel. Mucho se ha escrito sobre los negocios del rey, sobra bibliografía para documentarse, ya que éstos han ocupado un lugar destacado en cuantos libros se han escrito sobre él, incluso hay una publicación del sociólogo Decio Machado titulada ‘Los negocios de Juan Carlos I: treinta años a cuerpo de rey’, tratando el tema con exclusividad y a fondo. Aquí sus colaboradores, que se enriquecían con él, aquí también los enchufes, dicho sea en su locución despectiva, de la familia, “una familia como cualquier otra”.

Finis coronat opus, el fin corona la obra.

Nos dice claramente que el fin de una cosa está en relación con su principio. No se distinguió por su naturalidad, como camino a la vista, sino buscado, un tanto rocambolesco, la implantación de la monarquía por el dictador Franco. Y es axiomático que, no ya el final, todo el reinado de Juan Carlos I nada tiene de modélico en la política, culpa de los políticos, ni de ejemplar tampoco en la familia real, culpa de ellos mismos y del control que sobre la misma debe ejercer el Gobierno en una monarquía constitucional, véase el texto de la Constitución. En fin, temas son que he dejado  clarificados. Dicho lo cual, me deja estupefacto leer en ‘Final de partida’ que ‘… a pesar de sus errores finales, se impone el criterio de que Juan Carlos I fue el segundo mejor borbón después de Carlos III'. Va a ser que no.

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