domingo, 15 de diciembre de 2013

JUANA I DE CASTILLA, LA REINA PROPIETARIA QUE NUNCA REINÓ ( I I )

Actuación de la Reina ante el cadáver de su marido. 

En su modo de actuar está las incontrovertibles muestras que evidencian su demencia, resultando inverosímil que haya historiadores que nieguen su enfermedad mental. 

Los servidores flamencos del  Archiduque procedieron a su embalsamamiento, mas autor hay que dice que se efectuó mal, que no dejaba de exhalar mal olor. A decir del susodicho historiador alemán:
... el corazón lo mandaron a Flandes en un estuche de oro. Felipe, según su última voluntad, deseaba descansar en el panteón real de Granada. Pero Juana no se acomodó a ello. Tan sólo permitió que depositaran transitoriamente el ataúd en la Cartuja de Miraflores, cerca de Burgos. Allí iba cada tres o cuatro días, mandaba abrir el féretro y examinaba si el cadáver tenía todo en buen orden, si no lo habían robado, cambiado o profanado.
Al surgir una epidemia se fue doña Juana de Burgos a Torquemada, llevándose el ataúd. En balde fue que el gobierno tratara de disuadirla, así como que el arzobispo de Burgos le manifestase que las leyes del Reino lo prohibían, realizó su voluntad. En el Epistolario de Anglería podemos leer. 
Así, pues, desenterró al marido el 20 de diciembre. Lo vimos colocado, dentro de una caja de plomo, recubierta con otra de madera, todos los embajadores presentes, a los cuales, una vez abierta la caja, nos llamó para que reconociésemos el cuerpo...
Y he aquí cómo expone el macabro viaje por Castilla la Vieja: de Burgos a Torquemada, de Torquemada a Hornillos, de Hornillos a Tórtoles, de Tórtoles a Arcos y de Arcos a Todesillas:
En un carruaje tirado por cuatro caballos traídos de Frisia hacemos su transporte. Damos escolta al féretro, recubierto con regio ornato de seda y oro. Nos detuvimos en Torquemada... En el templo parroquial guardan el cadáver soldados armados, como si los enemigos hubieran de dar el asalto a las murallas. Severísimamente se prohibe la entrada a toda mujer. La queman los mismos celos que la atormentaban cuando vivía su marido.
En Torquemada dio a luz el 14 de enero de 1507 a Catalina, es decir, a los veinticinco días de este peregrimar sin sentido. Refiere también Anglería, asistente en tales jornadas,que en camino a Hornillos: :
Cuando supo que era fémina la comunidad, inmediatamente dio órdenes para que trasladasen el féretro de allí y, a campo descubierto, a cielo raso, mandó que sacasen el cadáver durante la noche, a la débil luz de las hachas, que apenas si dejaban arder la violencia del viento. Unos artesanos venidos abrieron la caja de madera y la de plomo. Después de contemplar el cadáver del marido, llamando a los nobles como testigos, mando de nuevo cerrarlo y que a hombros lo trasladasen a Hornillos   
Este deambular de la Reina por la mencionada zona castellana lo plasmó el aragonés Francisco Pradilla Ortiz (1848-1921), pintor de Historia. Pintó de esta época La Rendición de Granada, Bautizo del Príncipe Juan, Juana la Loca, recluida en Tordesillas. 
                                              
Doña Juana la Loca, ante el féretro de su esposo 
Triste situación de Castilla, hambre, peste, anarquía.  

Se encargó al arzobispo Cisneros el gobierno hasta que el rey Fernando viniera; Juana se inhibía de sus obligaciones como reina, vivía entregada al culto del cadáver de su marido. Cisneros le envió emisarios rogándole volviera pronto, pero, queriendo hacerse desear, no lo efectuó hasta julio de 1507. El reino se encontraba en el caos; dice literalmente Alfredo Opisso, en su "Historia de España y de las repúblicas latino-americanas":

Los partidos se hacían cruda guerra. Si el pueblo obedecá a los regentes -Cisneros, el condestable, Nájera- en cambio, cada noble tiraba por su lado y no reconocía más autoridad que la suya. El duque de Medinasidonia se atrevía a poner sitio a Gibraltar, suponiendo que era suyo; el conde de Lemos, queriendo restaurar el antiguo feudalismo, se apoderaba de Ponferrada. / Además, contaban también con partidarios para ocupar el trono de Castilla, el rey de Portugal y el rey de Navarra, contra todas cuyas facciones tenía que luchar enérgicamente Cisneros. 
El mismo historiador nos habla sucinta y exactamente de la nueva presencia del rey Fernado en Castilla:
La presencia de D. Fernando el Católico en Castilla reavivó el celo de sus partidarios e hizo reflexionar mejor a algunos de sus contrarios. Salieron a su encuentro su hijo bastardo don Alfonso, el arzobispo de Zaragoza, los duque de Medinaceli y de Alburquerque, el condestable de Castilla, el marqués de Villena (su hasta entonces irreconciliable enemigo), Ureña, Cisneros, prelados, nobles y señores que veían en el rey D. Fernando el nuevo amo, ahora sin competidor. / "¡Oh Castilla, exclama Pedro Mártir de Anglería, furibundo fernandista, por fin has encontrado la luz que habías perdido!"   
Se encontraba en Nápoles cuando murió su detestable yerno, cuyo reino le había conquistado en 1504 Gonzalo Fernández de Córdoba en larga lucha contra Francia. En Tórtoles se entrevisto con Juana, deseó llevarla a Burgos, mas ella se negó por haber muerto allí su marido. Cuando se separaron quedó, en Arcos, acompañada de su madastra, que a tal fin se había trasladado desde Valencia. Y según Luís Suárez, en su obra "Los Reyes Católicos", a este respecto hay un dato significativo: fue Germana de Foix quien, con mayor frecuencia y muestras de afecto, acudirá a visitar y consolar a la triste loca. También que Juana siempre tuvo palabras de amor y confianza para su padre. A lo que algún otro autor añade que, dado lo fecunda que ha sido, le formula su madastra  posible asesoramiento sobre este particular. Tanto el padre como la madastra se fueron alejando de ella, Juana se encontraría cada vez más sola. 
  
Al hacerse cargo de la regencia reunió Fernando cortes en Burgos para ser jurado como regente hasta ser mayor de edad su nieto Carlos. Para deshacerse de su hija le insta a que acepte matrimoniar con el monarca inglés, el cual la pretenda; Ludwig Pfandl lo ve así:   

Un nuevo proyecto de casamiento le pareció a Fernando que ofrecía la deseada posibilidad de alejar del país a la mujer y reina tan digna de compasión. Enrique VII de Inglaterra estaba dispuesto a casarse con ella. Aseguró que no le importaba el estado mental de Juana. Había demostrado que era fecunda y prolífica, y eso era lo princpal. Le convenía callar que su idea dominante era la pacífica anexión de España a la dinastía inglesa.
Obviamente no cabe pensar otra cosa al serle indiferente su demencia y ser madre de seis hijos; cierto que él tampoco era personalmente una buena proporción para ella. Tenía cincuenta años, mala salud y, por ande, mal aspecto; padecía además de halitosis. Pero sigamos la opinión del referido autor:
Fernando, cuya hija menor, Catalina, era ya viuda de un hijo de Enrique VII y esposa del hijo siguiente de éste, el futuro Enrique VIII, nada tuvo que oponer contra la ética de estos principios ingleses, y aprobó el plan. 
Catalina terció a favor de su suegro. Pero lo fundamental para este enlace matrimonial es que Juana acceda a que se dé sepultura a Felipe el Hermoso, y para ello Fernando el Católico solicita de Julio II un breve instando a Juana a ello. Todo es inútil, ni enterramiento ni boda. Ésta se hizo imposible, pues Enrique VII muere de una tisis galopante el 21 de abril de 1509. 
Cuando el rey Fernando vio definitivamente frustado el proyecto de casamiento de Juana con Enrique VII, por haber fallecido éste, tomó una resolución violenta : intenó a Juana en el castillo de Tordesillas, no lejos de Valladolid. (L. Pfandl).
La forma de efectuarlo la detalla, por ejemplo, el P. Enrique Florez de Setien ya citado: 
Para esto, después de haberla tratado unos días con amor, entró en su cuarto tres horas antes de amanecer, para que el día no la sirviese de disculpa (pues no quería caminar sino de noche), y logró sacarla después de anochecido, conviniendo en ello la reina, como también ponerse vestidos correspondientes a su real dignidad. Llevaron consigo el cuerpo del rey don Felipe, que la reina no quiso apartar de sí, y le colocaron en Santa Clara, de Tordesillas, pasando allí la reina en el palacio, desde donde podía ver el túmulo del marido, y no se movió de allí en todo el resto de su vida, que pasó de cuarenta y siete años. 

Segundo matrimonio de Fernando el Católico.

Se le ha reprochado duramente, en su tiempo y a lo largo de la Historia, que contrajera segundas nupcias, con lo que ponía en peligro, de tener descendencia, la pérdida de la Corona de Aragón; ahora bien, se ha de tener en cuenta que a esta realización se vio impelido para contrarrestar que Felipe, por su hostilidad a él, se alió a Francia. El rey Fernando lo dio al traste -Tratado de Blois- concertando su matrimonio con Germana de Foix, sobrina de Luís XII. Necesitan de una dispensa al ser la novia sobrina nieta de su futuro esposo. Germana tiene 17 años y Fernando 54. Se casan en Dueñas (Palencia) el 19 de octubre de 1505. Fue ella reina consorte de Aragón desde su boda hasta la muerte de su esposo, acaecida en Madridalejos (Cáceres) el 23 de enero de 1516. 
                                                                               

Durante la década de su matrimonio están aferrados a tener un hijo, éste nace en Valladolid el 3 de mayo de 1509, pero muere a la pocas horas. No vuelve a quedar embarazada, pese, repito, al empeño de ambos en ello, tanto es así que los últimos problemas de salud que padeció Fernando provienen de las pócimas que le administraban para potenciar su apetito sexual. Afrodisiaco importante in illo tempore era, aparte de los garbanzos, los polvos de cantárida.   

Fernando en su testamento nombró como heredero a su nieto Carlos; su idea primigenia era nombrar a Fernando, pero sus consejeros de confianza, principalmente Galindez Carvajal, que habla al respecto como testigo que fue, le disuadieron. Dejó a Cisneros para gobernar el reino hasta la llegada de Carlos. Manda varias instrucciones y recompensas; entre ellas, asigna a Germana una renta anual de 30.000 ducados. 

En carta a su nieto le recomenda que no abandone a su viuda, pues no le queda, después de Dios, otro remedio sino sólo vos... Germana se trasladó a Castilla. Al llegar Carlos I a España, tiene 17 años de edad y su abuelastra 29, surge pronto entre ellos atracción sexual que dio origen al nacimiento de su hija Isabel, Isabel de Castilla. El rey desde el primer momento empezó a cortejarla. Según Manuel Fernández Álvarez, en su biografía de Carlos V, y aludiendo a Laurent Vidal, se trató de:
Unas relaciones amorosas que se dejan entrever por el relato del cronista. Así el palacio del Rey y la casona donde vivía doña Germana en Valadolid estaban fronteros, pero eso no bastaría a Carlos V, quien ordenaría que se alzase un puente de madera.
... para que el Rey y su hermana pudieran ir en seco y más cubiertamente a ver a la dicha Reina...
Unas visitas que eran correspondidas, pues también Germana de Foix aprovecharía la oportunidad que le deparaba el puente, escapando al comentario de las gentes:
... y también la dicha Reina iría por él al palacio del Rey...
Profundiza más dicho biógrafo en estas relaciones amorosas citando la tesis doctoral de Regina Pinilla Pérez de Tudela versando sobre Germana de Foix y las pruebas documentales que en Simancas encontró sobre la hija de Carlos V con su abuelastra.  

En vías de contraer matrimonio con su prima hermana la princesa Isabel de Portugal -ya queda dicho que es hija de su tía María- puso el emperador fin a su incesto. Concertó el matrimonio de la ex reina con el marqués de Brandeburgo y la nombró virreina y lugarteniente general de Valencia y al marido capitán general del reino. No tuvieron hijos. Al quedar viuda, la casa nuevamente con Fernando de Aragón, duque de Calabria, quien al quedarse viudo (1538) se casó en 1541 con Mencía de Mendoza, viuda de Enrique de Nasau. Tampoco tienen descendecia. Muere el duque en 1550 y deja sus bienes al Monasterio de San Miguel de los Reyes, con su buena biblioteca, en el que es enterrado junto a su primera esposa Germana de Foix.  

Reclusión de la Reina en Tordesillas.

Juana la Loca recluida en Tordesillas - Francico. Pradilla
Con ella no sólo se llevó a su marido en el féretro, también a la infantita Catalina, su hija póstuma, que la acompañó hasta que a la edad de dieciocho años dejó aquella cárcel, el 2 de enero de 1525, para casarse con el rey Juan de Portugal. Ya antes se proyectó llevarsela, como de la compañía de su madre había raptado Fernando a su nieto y homónimo, y muy pronto lo olvidó Juana. Raptada fue llevada a Valladolid donde su hermana Leonor -allí a la sazón estaban Carlos y ella- la recibía con toda alegría. Cuando la reina advirtió que le habían robado a su hija los lamnentos y lloros fueron por demás lastimeros. Enterado el co-rey, y según expone el susodicho mejor biógrafo de la reina que no reinó:
Carlos meditó acerca de lo que debía hacer y encontro un remedio conveniente a las dos partes. Envió la infantita a Tordesillas, acompañada de una corte pequeña, pero distinguida, de damas y doncellas y, además, la severa amonestación de que debía ocupar otros aposentos, divertirse, pasear a caballo y otras cosas por el estilo, adecuadas a su calidad y provechosas para la salud. Juana se dió por satisfecha y el asunto quedó resuelto.felizmente. 
  Pero ocho años después:
El 2 de enero de 1525 -en palabras de Pfandl- la infanta Catalina, que ya tenía dieciocho años, dejó la cárcel de su juventud para casarse con el rey Juan de Portugal.
De esta partida de la infanta para contraer matrimonio con Juan III de Portugal, del dolor que suposo para su madre, da el biógrafo el siguiente detalle:
Desde el umbral de sus aposentos miraba atentamente la madre aquella comitiva, que se alejaba con suma lentitud, y, con la mirada como fascinada en la misma dirección, no se alejó de la ventana durante un día y una noche. Lo que la niña le quitó la hirió de manera más grave que la reclusión de tantos años.
Desgarrador, tanto más considerando que aún le quedaban treinta años más de cautiverio en Tordesillas. 

Fue Juana I reina de Castilla y León  desde el 26 de noviembre de 1504 hasta su muerte. Reina de Aragón desde el 23 de enero de 1516, sendos fallecimientos de sus primogenitores, aunque nominalmente, que en modo alguno en realidad, los auténticos gobernantes fueron, sucesivamente, su esposo Felipe, su padre Fernado II de Aragón y su hijo Carlos I (emperador Carlos V) 

Sepultura de los últimos Tratamaras y primer Habsburgo. 

Gran ironía del destino es que se hallen juntos los ataúdes de los Reyes Católicos y el yerno, persona non grata para ellos. 

Ataúdes de los Reyes Católicos, de Juana I de Castilla y Aragón, Felipe el Hermoso, rey consorte, y del prínpe niño  Miguel de la Paz y Portugal  
Fue decición de los Reyes Católicos, en septiembre de 1504, ser enterrados en Granada, y crean la Capilla Real, construida ente 1505 y 1517
Primeramente mandamos que en la iglesia catedral de la ciudad de Granada se haga una honrada capilla en la cual sean, cuando la voluntad de Nuestro Señor quiere, nuestros cuerpos sepultados. Dicha capilla se ha de llamar de los Reyes bajo la advocación de San Juan Bautista y San Juan Evangelista.
Y, por ende, queremos que los huesos nuestros estén allí para siempre, donde también han de estar sepultados los de la dicha serenísima señora para,  juntamente, loen y bendigan su santo nombre.
Ya vemos por la cronología que tanto la reina como el rey murieron antes de ser acabada, por lo que tras su muerte fueron enterrados en el monasterio de San Francisco de la Alhambra. Seguidamente a ser terminada fueron traslados. Felipe el Hermoso, que dejó expuesta su voluntad de ser enterrado en Granada, estuvo en la iglesia del Real Monasterio de Santa Clara hasta 1525 en que fueron trasladados sus restos, permanecieron, pues, éstos en Torresillas dieciséis años. El cadáver de Juana I es también depositado en la iglesia de este convento hasta su traslado en 1574; estuvo en él, por tanto, diecinueve años. En los casi tres años y medio que la sobrevivió su primogénito, si bien abdicó seis meses después, lapso en los que fue rey único. No solamente reinó con ella sino que quería que lo efectuase el sucesor, y así en su testamento consigna esta cláusula: 
Mando al Serenísimo Príncipe mi hijo, que en cuanto viviere la Serenísima y muy alta y muy poderosa Reina mi Señora madre reine juntamente con ella, según y por la orden que yo le he hecho y hago al presente, y por aquella misma manera.
El año 1555 sería crucial, da un viraje de ángulo llano, por así decirlo, la Historia de España. El susodicho hispanista alemán, el mejor biógrafo de Juana I y su entorno, supera el límite de la biografiada, expone:  
El año 1555 fue decisivo; no solamente trajo la muerte de la desventurada, sino también la primera de las grande abdicaciones de Carlos V y la exaltación del joven Felipe II al trono. Ahora está ya tomada la carga del Imperio de España; ahora lo resucita un rey que solamente vive para su país y su pueblo; ahora, en fin, no solamente se ha extinguido el pseudorreinado de la doliente Juana, sino que también ha pasado para siempre su tiempo. Felipe II empeza su obra desde el punto mismo en que la dejaron las frias manos de Isabel.
Habían desaparecido los Trastamaras; como considera la historiadora Vicenta Márquez de la Plata, en su ensayo biográfico titulado El trágico destino de los hijos de los Reyes Católicos, y es la tesis que mantiene, la extinción de la estirpe cambió el rumbo de la historia de España. 
 
Las dos Juanas entre los siglos XV y XVI. 

Tuvo Castilla dos reinas en cierto modo, que no de un modo cierto, y ambas eran primas: Juana la Beltraneja y Juana la Loca. La primera, aunque le fue usurpado el trono, se firmó siempre: "Yo, la Reina". La segunda tuvo el título de tal desde 1504 hasta su muerte, medio siglo, y fue un reinado tan largo como especial al ser reina sin ejercicio. Cuando hereda la Corona de Castilla tiene veintiséis años; Juana la Beltraneja cuarenta y dos cuando empezó, ilusoriamente, a compartir el trono castellano con ella. Y con la usurpadora venía compartiéndolo los dieciséis años de edad. La hija de los Reyes Católicos sobrevivió a su prima veinticinco años. Triste era la vida de ambas reinas sui generis, cada una en su aspecto de reina, y ambas, como ya he dicho, tienen respectivos apelativos denigrantes. Con todo, la vida de Juana Trastamara Avis fue menos patética, y pudo ver que sus usurpadores fueron en los hijos castigados por la Providencia.  

De su patología mental.

Las crisis nerviosa que Felipe motivaba en su esposa al negarse ésta a ser constantemente engañada, dada la promiscuidad de él, sirvieron para que se propagara que tenía brotes de locura. ¡Qué manera de confundir la honestidad y la dignidad con la demencia! Las anécdotas que se dieron en la tierra de él no justifican per se, ni mucho menos, que Juana no estuviera en su sano jucio, tal como la agresión a la dama con que encontró la traicionaba su marido o el hecho de que su hijo Carlos naciera en un retrete. Ni su padre ni su hijo Carlos se interesaron en tratar de curar o mejorar su mente enferma, lejos de ello exacerbaron su demencia el primero encerrándola, y el segundo continuando teniéndola encerrada, buscaron todos su aislamiento. Pfandl lo pinta así: 
... se había rodeado el castillo de Tordesillas como con un seto de espìno. A nadie le era permitido llegar hasta la reclusa; ninguna persona del pueblo sabía qué era de ella. Solamente se había hecho saber que estaba impedida por enfermedad para el ejercicio del gobierno. Pero corrían rumores, esparcido celosamente por pescadores a río revuelto, de que ella aun en pleno uso de su entendimiento, tenía que ser víctima de un inaudito enredo dinástico. 
Es cierto que fue víctima de un enredo dinástico; no lo es que estuviera en pleno uso de sus facultades mentales. La Psiquiatría no ha dejado de ocuparse de la locura de doña Juana; por ejemplo, Vallejo-Nágera, en Locos egregios dedica un capítulo a Doña Juana de Castilla y Aragón que (1479-1555), figura histórica y leyenda que, desde su encierro de cuarenta y siete años en Tordesillas, han quedado entremezcladas en las mentes y los libros. De generación en generación se transmite la memoria de esta mujer desgraciada a quien el destino pareció brindarle todo, para todo arrebatárselo a la vez, y precisamente por manos de quienes más quería. Ya en vida tuvo defensores que pretendían que la locura era invención de quienes le usurpaban el trono: marido, padre e hijo. Algunos historiadores recientes han resucitado esta interpretación de un drama personal que desvió el curso de la Historia. Abre así, y en negritas, al frente del capítulo con este epígrafe definitorio de su vida. 

Dictamina que "el desequilibrio emocional y psíquico se atribuye siempre -en ella- al amor y sus tribulaciones". De ello brotó en 1885 el drama "Locura de amor", de Manuel Tamayo y Baus, que a decir de algunos historiadores se ajusta a la verdad histórica -otra cosa como vamos viendo es la clínica-, del que entresacamos esta hermosa frase que la enamorada reina, persiguiendo al infiel esposo, le dice ante el reproche de él por sentirse de ella vigilado: ¿Mofa de la gente el amor que te tengo? ¡Oh!, sí; natural es que una mujer ame a un galán, pero no que ame años y años a su marido. El amor ilegítimo, el amor adúltero, ese no es amor; es rareza, desatino, locura. 

El diagnóstico que da es el de ezquizofrenia con sitiofobias, o huelgas de hambre, de asearse, vestirse, dormir. Expone literalmente:
De "locura de amor y celos" hablan incluso quienes discuten que haya padecido una auténtica perturbación mental, y sólo admiten un estado pasional anómalo, enraizado psicodinámicamente en los celos. 
Se autopregunta: "¿Es esto cierto? Clarifica:
La psicosis de doña Juana adopta como tema preferente, durante algunos de su episodios, el amor y los celos, lo cual no significa enfermarse de amor ni de la frustación de no verse correspondida. El contenido de delirio de los enfermos mentales no guarda siempre relación de causa-efecto con la psicosis. La enfermedad consiste en la tendecia a producir delirios; que el paciente escoja el de grandeza, persecución, amor o mesianismo, ya es secundario, y la misma persona puede pasar durante distintas etapas de la enfermedad por contenidos delirantes dversos. Esto es lo que ocurre con doña Juana, pero suele pasarse por alto, porque desluce la grata leyenda de "la loca de amor".
Algún que otro psiquiatra anterior a Juan Antonio Vallejo-Nágera apuntó también que fue una esquizofrénica. Psiquiatria aparte, parece como si existiera un tácito acuerdo en seguir la línea poética, puesto que posible si es, aunque no fuera el caso de ella, enloquecer por amor.    
Descendencia de la primera reina de España con su marido Felipe el Hermoso.

Se ha hablado de que los seguidos embarazos, unido a los justificados celos, coadyuvaron a su desequilibrio mental, pues en nueve años de matrimonio tuvieron seos hijos. Felipe deseaba estar con otras pero también con su mujer. 

Leonor nació en Flandes en 1498; Carlos nació en Gante en 1500; Isabel, en 1501; Fernando, en España, Alcalá de Henares, el 10 de marzo de 1503; María en 1505, y Catalina -ya lo dijimos- en Torquemada el 14 de enero de 1507. Apuntaré la trayectoria de cada uno.

Doña Leonor fue reina de Portugal (1518-1521) al casarse con Manuel I de Portugal y, posteriormente, de Francia (1530-1547), efectuándolo con Francisco I. Al quedarse viuda por segunda vez, vino a residir en España. De Carlos vengo hablando. Isabel matrimonió con el rey de Dinamarca (1515-1523) Christián II, y tuvieron dos hijas: Dorotea, que casó con con el conde palatino Federico, y Cristina que lo efectuó con Francisco Mª Sforza, duque de Milán, y como no tuvieron hijos fue incorporado este Estado a la corona de España. Triste fue la vida de doña Isabel al tener que ver a su marido despojado del reino y en prisión; murió en Flandes a la edad de veintisés años. Don Fernando se caso con madama Ana y por ello, o por ella, fue rey de Hungria y Bohemia; después emperador de Alemania por renuncia de su hermano Carlos V. Doña María contrajo matrimonio con Luís, rey de Hungria (1505) y , no tuvieron sucesión ni volvió a casarse. Calos V le hizo gobernadora de los Países Bajos (1531-1555); fundó la ciudad de Mariemburg -traducción de María-, viniéndose con el emperador y con su hermana mayor. De Catalina ya hablé en su lugar por ser la que más acompañó a su madre. 

Justificación necesaria.

Como al tratar específicamente de Carlos I de España y V de Alemania he de contactar de modo inexorable con sus padres y abuelos maternos, volveré a dar pinceladas sobre el reinado de la reina nominal, oficial, pero sin ejercicio, Juana I de Castilla, que llegó a reina de España. Entonces matizaré lo que aquí pueda encontrarse en falta. 

No hay comentarios:

Publicar un comentario