Así se ha enunciado
en alguna parte, es decir, interrogativamente. Ello implica duda, y en verdad
que existe una tremenda incredulidad en la casi totalidad de la ciudadanía, por
no generalizar, pues no se creyó nunca que a Urdangarín se le impusiera una
fianza adecuada a sus gravísimas imputaciones; mejor dicho, delitos probados.
Por supuesto que la Fiscalía
no ha fijado un 8,2 millones a ojo de buen cubero, sino con toda documentación,
y no puede haberla más abundante, por lo que no cabe que el fiscal haya errado
en aproximadamente un cincuenta por ciento. ¿Cómo se explica que se hable de
que la fianza pueda quedar reducida a 5
ó 6 millones? ¿Se le llevará la contraria al fiscal Pedro Horrach? Es algo
(terrible) que se está temiendo. Ya antes se hablo de 10 millones. Estamos,
pues, en las Rebajas. Muchas especulaciones se están llevando a cabo en este
evento esperado, y dilatado por no dejar de aparecer constantemente sus
trinques, ¡tantos y tan diversos han sido!
Ha surgido ahora el
preguntarse si podrá afrontar el pago de
la fianza. Tanto más fácil le será si se lo rebajan al dúo de… “negociantes”, y
de los 2,5 millones correspondientes al duque ha de abonar la mitad su cónyuge.
Se pregunta Federico Jiménez Losantos, los colaboradores de su programa, y es
pregunta que en general se impone: ¿Cómo
es posible que hagan ahora a la infanta responsable civil para que pague la
mitad de la fianza de Urdanga cuando resulta que no es ni testigo, no ya
imputada en ese caso? Se auto contesta de esta manera que a todos nos
resulta evidente: Pues porque quieren
buscar un dinero un dinero presentable para pagar la mitad de la mitad, de la
mitad en lo que se va a quedar la fianza de los Urdanga. […] Veo que el mensaje
del rey de “aquí todos somos iguales ante la ley ha quedado en Bosuana con el
elefante. No es de extrañar la soterrada defensa del monarca, habida cuenta
de haber visto que concedió al matrimonio su chalé de Baqueira Beret para que
pasaran en él los fines de semana mitigando su miedo.
El pastel que
tenemos a la vista era de esperar, máxime ante el pacto de salvar a la infanta.
Y para colmo requetepacto de que al no pagar se proceda al embargo de las cuentas
de Noos. Veremos en que queda la fianza cuantitativamente; si para afrontarla
–la que fuere- ha de hipotecar, pues que hipoteque. Hipotecaría unos bienes,
cuya legitimidad de su propiedad se ha discutido y nadie ya creerá en ella.
Ello, salven lo que salven. La sociedad entera es consciente de que si el
excelentísimo Urdangarín, caco por excelencia –también pudiera decirse que “por
pelotas”, pues hay que ver los “pelotazos” que ha dado- no es excepción “real”,
como es su esposa al haber sido apartada de la acción común y matrimonial –más
como copropietaria que como esposa- no tiene otro futuro que la cárcel para
largo tiempo, dejar en ella lo que le queda de juventud. Entonces, en tal caso,
si que la justicia sería igual para todos; de lo contrario mentira al canto, no
se cumple el artículo 14 de igualdad ante la ley proclamado por la Constitución -¡tantos
son los que se incumplen, y se van incumpliendo progresivamente!-, así como
queda cual una filfa el dicho que en un tiempo solía emitirse: “palabra de rey”.
Los reyes mienten como cualquier otra persona.
Nadie cree que el
despreciable, y ya por la sociedad despreciado para siempre, marido de la
infanta Cristina vaya a la cárcel, si no estuviera con ella casado ha tiempo
que habría ingresado en ella. Y evidentemente su esposa y copropietaria hubiera
seguida la misma suerte de la del consocio Diego Torres. Está también claro que
a este matrimonio, compañero de… viaje, le vino antaño muy bien la compañía de
los Sres. Urgandarín-Borbón y que hogaño también les favorece, si bien no se
llegó a salvar a la mujer de Torres. Para realizarlo más fácilmente a la de
Urgandarín trató el rey de producir la ruptura matrimonial; no es ciertamente
un defensor del matrimonio, maldito lo que le respeta, según prueba dada a los
hijos desde su infancia, pero fracasó. Es incontrovertible la buena suerte del
deportista de balonmano, primero porque no ha perdido la esposa, madre de sus
hijos, y segundo por lo que esta circunstancia de continuar perteneciendo a la
familia real le cubre las espaldas. El rey, en el mejor de los casos, no vigiló
al yerno, como reclama su condición de tal, y al percatarse de su “trabajo” no
actuó denunciándole. Si para colmo ahora le salva…
Pero la herida, la
ofensa, el agravio, queda, ya la monarquía no levantaré cabeza; poco arraigada
está en España pero tras lo de Iñaki, detestable al principio y, si cabe, más
al final, constituye derrota para la Casa
Real. Este quebranto de la Justicia, esta
desigualdad “por ser vos quien sois”, antes o después pasará factura. Ocurre
además en una época hiperestésica para la ciudadanía en que se halla víctima de
una nefanda política con gran parte de corrupción que la sociedad estamos
pagando, para que no se pierda la costumbre, de “pagar justos por pecadores”. Y
hay quien encima tiene que pagar lo que le robaron, lo que es algo tan abstruso
como repugnante. Mientras el rey está haciendo ímprobos esfuerzos físicos, dada
su avanzada edad y estado de salud, lo que conjuntamente le tiene muy
disminuido, para salvar la
Corona, vendría a incurrir en un error más si el tremendo
“Caso Urdangarín” le transforma en aguas de borraja.
Urgandarín y fallos
reales, fallos reales y Urdangarín –“tanto monta, monta tanto”- han hecho que
la monarquía española haya caído de cráneo en quienes todavía la institución
monárquica tenía alguna estima, algunos nostálgicos, no digamos donde en modo
alguno es concebida, tildándola de obsoleta, patentemente lo es. Justificado
está –repito, y nunca se repetirá lo bastante- que la monarquía sea refutada de
plano, nada más extemporáneo, tanto que cae en lo peripatético o ridículo. Por
añadidura la mala prensa, mala fama, por los medios informativos –incluido el
libro- divulgado, que tiene en España y en el extranjero la familia real
española. El escándalo de haber sido imputado un miembro de ésta por delito de
malversación, prevaricación, fraude a la Administración y
falsificación documental –puede decirse que ha sido en el trinque lo que se
decía del caballo de Atila que “donde pisaba no nacía hierba”- rompió el tácito
silencio impuesto. La nota dada por el matrimonio Urdangarín-Borbón ha sido la
espoleta que ha hecho explotar el polvorín.
La conducta de Urdangarín
y la infanta Cristina, aunque ésta haya sido “realmente” marginada en la misma,
y, como ya queda dicho, en una época de la Historia calamitosa, ha provocado la ira de los
ciudadanos que observando la autorización que les concede el artículo 20 de la Carta Magna, que parecía no
había hecho entrega el cartero, empezaron a hacer uso de la libertad de
expresión. Ya no fue el callarse, el cubrirse toda la familia con la impunidad
de que goza el monarca, y el impedir publicaciones sobre la institución
monárquica y/o sus miembros, ya sanguíneos, ya políticos, y se habló y se habla
sobre Urdangarín, la infanta y todos ellos. Si la base, el sustentáculo, de la
monarquía constitucional radica en la ejemplaridad de conducta y en cumplir los
cánones de la institución, no se ha observado, incontrovertiblemente, lo uno ni
lo otro. En cuanto a las infantas y el príncipe, ¿cómo han matrimoniado, por
ejemplo? Mal ellas, y con verdadera estupefacción del pueblo él al efectuarlo
con una señora divorciada y en largo noviazgo con su compañero David Tejera,
que, dicho sea de paso, acaba de ganar el premio Ateneo de Sevilla con su
novelas “Seis peces azules”.
Reyes y príncipes
quieren saltarse sus normas a la torera, y en España ha sido de extraordinaria
manera -¡una divorciada en el seno de la familia real y, por otra parte el
escándalo, también único, de un imputado por trinque!-, resultando finalmente
intolerable. Ya evoqué en otro artículo sobre el desencajonamiento en la
actualidad de la monarquía, tanto como institución como por la conducta que sus
componentes siguen, estas líneas de Antonio Gala que deja la cosa en su punto,
y con lo que pongo fin a mi escrito:
Las monarquías son una cosa esencialmente antigua; imposible de modernizar y se desmoronan apenas se toca. Ya nadie cree en los derechos divinos y esas graciosas zarandajas. Véase lo que pasa en Gran Bretaña y en algunos lugares. Si las familias reales, además de sus altos y estáticos privilegios, quieren tener los de los pequeños burgueses (amores, celos, cuernos, divorcios, suicidios falsos y otros modestos aditamentos de la vida) por mal camino van. Porque si todos fuésemos iguales, salta a la vista que todos seríamos iguales para todo. Por eso, lo mejor es que se queden en su Olimpo, sin que lo escuchemos respirar.
Sí, es que hay que
ver cómo han empezado a respirar, a oler, ¡cuán lejos de la democracia!
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