jueves, 8 de noviembre de 2012

La historia tiene sus fallos: faltas, deficiencias, errores

La Historia no es una ciencia exacta, caben distintos puntos de vista de sus figuras y sus hechos u obras. Si nos referimos a la Historia propiamente dicha lo podemos comprobar manejando distintos textos, distintas crónicas –cuando hay más de un cronista-, distintos autores en suma, contando entre éstos biógrafos y novelistas. La historia novelada es buena, siempre que, cual un Manuel Fernández y González, no la adultere básicamente. El estudio a fondo de la Historia no se hace solamente a base de manuales; todos los documentos son pocos, y toda documentación a adquirir. Ya se trate de escribirla como divulgador, ya se haga como investigador. Por otra parte, no deja de contar en su interpretación la personalidad del intérprete, porque no podemos escribirla siendo totalmente objetivos. Otra cosa es tergiversar los datos conocidos e inventar a nuestro gusto, a nuestro capricho los no conocidos. Pero además la Historia tiene sus enigmas en todas las épocas; en nuestros días señala José María Zavala, en su biografía “La infanta republicana – Eulalia de Borbón, la oveja negra de la dinastía”, escribe en la Introducción:

Personajes que, como Eulalia, ofrecen sombras, a veces incluso más atractivas que las luces; sobre todo, si reparamos en las trágicas muertes de la mayoría de ellos, ocultas durante demasiados años tras un interesado manto de silencio.


Hace referencia a la muerte del infante Jaime de Borbón, y en cuanto al hermano del rey Juan Carlos dice:

Algo parecido ocurrió con la desaparición no menos trágica del infante don Alfonso, a consecuencia del disparo accidental salido de la pistola que manejaba entonces (Estoril, 29 de marzo de 1956) su hermano Juan Carlos, rey de España, quien, a sus dieciocho años, disfrutaba de un permiso militar en la Academia General de Zaragoza.

Tanto más enigmática resulta la de su primo paterno.

Y qué decir de la muerte del primo carnal de estos, Alfonso de Borbón Dampierre, acaecida mientras descendía por una pista de esquí en la estación invernal de Beaver Creek, en Colorado (Estados Unidos), en enero de 1989. Nadie se explica aún hoy que el duque de Cádiz, consumado esquiador, no alcanzase a ver, con la magnífica visibilidad de aquella mañana, el grueso cable de acero que debía sujetar al día siguiente la pancarta de meta en los campeonatos mundiales de esquí alpino; cable que acabó con su vida, igual que hubiera hecho, dos siglos antes, una implacable guillotina en Francia.

Muchos errores de la Historia se refieren a la endogamia no habiéndose distinguido nunca los reyes por su fidelidad conyugal, mas hoy día la Ciencia permite resolver incógnitas de esta índole. Bien lo sabe el rey al no arriesgase a permitir que se practique la prueba de ADN al infante Francisco de Paula, hijo de María Luisa de Parma y cuya paternidad por su parecido se atribuyó a Manuel Godoy; en realidad la misma reina declaró a su confesor, fray Juan de Alcaráz que ninguno de sus hijos lo era de su marido. Este infante que podemos ver en el Museo del Prado, la Familia de Carlos IV, de su pintor de cámara, Goya, es el padre de Francisco de Asís Borbón y Borbón que contrajo matrimonio con su prima Isabel II, repitiéndose la historia de hijos no biológicos del cónyuge. Sabido es que un día espetó Isabel a su hijo Alfonso: Lo que hay en ti de Borbón sólo me lo debes a mí. Así fueron la abuela y la nieta, ésta dejó en tal aspecto memoria amarga a lo donjuán –doña-Juana- que mantuvieron la bisnieta infanta Eulalia, hija menor de Isabel II, el hijo de ésta, Luís Fernando, rey de los maricas, dado a las drogas, quien saliendo tarifando con su primo Alfonso XIII, al retirarle el título de infante le dijo:

Me retiras lo único que no puedes quitarme, pues nuestros títulos son inherentes a nuestra persona.
He nacido y moriré infante de España, como tú has nacido y morirás rey de España, mucho tiempo después de que tus súbditos te hayan dado la patada en el culo que mereces.
Vendrían también a dejar “alto” el pabellón la vida amorosa de Alfonso XII y de su hijo póstumo.

Necedad de rechazar la Ciencia.

Inteligente no admitir que se practique la prueba de ADN a un ascendiente relativamente próximo para comprobar si hay o no una paternidad debida o a cualquier otro fin de su aplicación que no convenga. Sólo ha sido posible verificarla en reyes o en príncipes de la Edad Moderna y de la Edad Media. Si a cada hijo de Isabel de Borbón y Borbón-Dos Sicilias supuestamente de distinto padre –ellos mismos tenían idea del suyo correspondiente- se hubiera aplicado el ADN hubiera sido el acabose, la confirmación inequívoca. Sería un gran golpe a la dinastía. Pero, por el contrario, es una memez palmaria –insisto, y nunca se repetirá lo bastante- que no se admita el resultado por la misma arrojado. Porque doy por seguro que en Santa María la Real de Nieva (Segovia) se han enterado, antes o después, de que a consecuencia del ADNmt quedó prueba fehaciente de que los restos que en el pueblo se exhiben en el altar mayor de la iglesia no son de Blanca I de Navarra.

Entonces, en tal caso, es visible arbitrariedad, indecente acto voluntario y caprichoso, ir contra la Ciencia. E increíblemente así viene ocurriendo desde principios de septiembre de 2008. Pase que pocos días después no se hubiera enterado Felipe Molinero Rodríguez y publicara en El Adelantado de Segovia y también en Internet del Norte de Castilla su artículo titulado “Los restos de Blanca de Navarra descansan en la iglesia parroquial”. En éste consigné varios comentarios; uno de éstos dice:¿Están o no los restos de Blanca I de Navarra donde Falleció? En la Historia hay varias cábalas a favor y otras en contra, a ciencia cierta nada se sabe. Pero ha quedado demostrado por la Ciencia, mediante prueba de ADNmt que los restos que contiene el sepulcro no son de ella. ¿Hasta cuándo se va a sostener la tremenda impostura? Se descubrió el 8 de septiembre de 2008. Un tal Rodríguez Quiles puso uno muy razonable que ha desaparecido, en el que, recuerdo, entre otras cosas decía que cuando el ADN sentencia los chovinismos deben quedar al margen.

Lo que ocurre es inaudito, en sus dos acepciones: “Nunca oído” y “Monstruoso, extremadamente vituperable” (DAE). Deja al municipio y a sus representantes en muy mal lugar, y como oriundo del pueblo, por vía paterna, me duele sobremanera. ¡Qué imagen se está dando! Al remitir al alcalde mi artículo anterior sobre esta arbitrariedad ya crónica, larga, habitual, le pedía que tratara a favor del pueblo de que se quite la placa del sepulcro ubicado en el presbiterio de la iglesia. Hay una paremia que dice: A palabras necias, oídos sordos, y si así lo ha pensado lo lamentaría por él. Coincido con Mariona Ibars i Puga, profesora de Historia Medieval en la UAB que lideró el “Proyecto Poblet”, estudio de los restos de los reyes de la Corona de Aragón, no todos en este monasterio enterrados, autora de la mejor biografía que se ha escrito del Príncipe de Viana; coincido con ella, digo, en que lo menos que se debía hacer en Santa María es quitar el letrero con datos falsos del sepulcro.

Probables restos de Inés de Ayala.

El Adelantado.com en junio de 2003 conocía, da noticia, que la historiadora y directora del “Proyecto Poblet” atribuye los restos de Blanca de Navarra a Inés de Ayala, dama de la corte de Catalina de Lancaster. Así me lo expuso dicha líder del equipo de investigación en unos e-mails que nos cruzamos en 2008, poco antes de emitirse en resultado de la prueba científica, sobre el evento e historia circundante. Me indicó –así viene en El Adelantado, número aludido- que el mismo archivo de Santa María establece que la reina Navarra fue trasladada a Pamplona, donde realmente se encuentran sus restos.

Esto ya es otra cuestión. Interesante al respecto es el folleto titulado “Los restos de la reina Blanca de Navarra y sus funerales en Pamplona”, de la catedrática de Historia Medieval en la Universidad Pública de Navarra, que me fue enviado y cuyo texto puede leerse también en Internet. Da base esta faceta del tema a otro artículo que pudiera llevar por título: Dónde están los restos de Blanca I de Navarra, ¿en Santa María la Real de Nieva o en Pamplona? Lo incontrovertible es que el sepulcro de referencia no guarda los restos de dicha reina.

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