domingo, 4 de noviembre de 2012

De cómo el infundio del sepulcro de Blanca I de Navarra fue el mío en cuanto a asiduo colaborador del periódico local "El adelantado de Segovia"

Al infundio, definido por el DAE como “mentira, patraña o noticia falsa, generalmente tendenciosa”, de que los restos mortales de la primera suegra de Enrique IV de Castilla son los que se hallan en el sepulcro erigido en el presbiterio de la iglesia del pueblo de Santa María la Real de Nieva (Segovia) ya he dado en Internet el correspondiente mentís. Diré ahora algo del tejemaneje habido al respecto y de la derivara que tuvo en mí cual individuo a eliminar en aras a tales manejos tan llenos de mentira con anclaje en la vanidad.


Vanitas vanitatum et omnia vanitas, vanidad de vanidades y todo es vanidad, palabras de Salomón, llamado el Eclesiastés –lo que significa predicador de la divina sabiduría-, hijo de David, rey de Jerusalén. Vanidad es vacuidad, y tal sujeto vanidoso incurre fácilmente en el ridículo; en él se cayó de plano, enteramente, clara y manifiestamente, con los restos encontrados en la iglesia a finales de octubre de 1994 con motivo de unas obras que realizaba el constructor Carlos Santos Moreno, el cual puso en conocimiento del párroco de entonces, José María Martínez Nieto, y éste los recogió. El 31 de dicho mes y año, o sea, a renglón seguido dio una conferencia en el pueblo la autóctona Carmen Muñoz García, que luego editó, folleto que consta de 23 páginas y tiene por título: “Referencias históricas sobre la sepultura de la Reina Blanca de Navarra en Santa María de Nieva y su relación con los restos halladas recientemente en la Capilla Mayor de la Iglesia”.Fue la manifestación pública que se hizo del hallazgo. A partir de entonces fue todo un montaje disparatado. No puede ser más contrario a la razón si consideramos que a la metedura de pata ha seguido una contumacia demencial.

Gratuitamente se dieron por auténticos de Blanca I de Navarra. Fue un echarlo a suerte, pero ésta resultó adversa. Se predicó hasta la saciedad una certidumbre inventada; sería por este aserto del filósofo Julián Marías: la mentira reiteradamente repetida y no contrastada termina por ser verdad. Que yo sepa, no se ha publicado en El Adelantado de Segovia el error en que cayeron los que sustentaron contra viento y marea, con absoluta falta de circunspección, que tales restos mortales corresponden a la citada reina. Y ello a pesar de desde el 10 de septiembre de 2008 quedó probado que no es así. Necedad fue afirmarlo sin el debido fundamento, pero aún es peor lo que está ocurriendo desde entonces: no apearse del error. Y me atengo al aserto de Cicerón, en las Filípicas: Errar es cosa propia de cualquier hombre, pero perseverar en el error sólo es privativo de los necios.

Inicié mi colaboración en el periódico en 1990, estando in illo tempore llevando la dirección el foráneo Fernando Ganuza Laita y estando como subdirector quien durante muchos años fue director, el segoviano Pablo Martín Cantalejo. Al Sr. Ganuza Laita le sucedió Carlos Herranz Cano, editor del rotativo, el cual tras ser jubilado en su profesión decidió ocupar el puesto de él. Por supuesto que Fernando, que fue siempre muy atento conmigo, se fue a su tierra con gran disgusto por lo que consideró una arbitrariedad, tanto más no siendo el Sr. Herranz profesional del periodismo, sólo propietario del rotativo por herencia de su ancestro Rufino Blanco Cano, el fundador como semanario. Con el editor-director continué colaborando hasta que me fui a vivir a Madrid unos seis años. Desde él, por razones que no hacen al caso, no me era factible continuar entregando con regularidad mi colaboración, por lo que quedó amistosamente suspendida. Al regresar me encontré que había pasado a director Jesús Martín Calle, quien me dijo conocía mi trayectoria y podía disponer de insertar mi firma en el periódico. Elogio a mi trayectoria hecho por correo electrónico. Continué publicando en él, pero…

La publicación había cambiado mucho en todos sus aspectos. Me ceñiré al que me incumbe, lo que afecta al hacer del director, tan distante en calidad, y pese a contar con una mayor paginación, al anterior director y que el editor mientras hizo de director trató de mantener. Me expuso que le interesaban temas de Historia relacionada con Segovia o su provincia y pues le constaba lo experto que soy en la materia le enviase artículos con tal tema, aparte de que éstos son los que puede publicar en seguida. Se entiende que en cualquier periódico local tienen preferente cabida los escritos hablando de la provincia, pero, entre otras cosas, no entendía yo que no publicara en su día artículos de coyuntura, procurando, como es obvio y como había hecho siempre, atenerme a temas de actualidad. Llegó a ocurrir que difería más de la cuenta incluso los artículos de tema de histórico, y si le manifestaba sorpresa a su conducta conmigo tenía disculpas pobres, cual la mucha propaganda que tenía que insertar, pero si colocaba dos o tres pequeños e insustanciales de firmas que aparecían y desaparecían.

En fin, por aquel entonces escribí poco contra sus exigencias tendentes a aburrirme aun cuando yo no me callaba y le exponía lo absurdo de sus pretensiones, todo ello como puede verse si pongo los correos electrónicos sobre la mesa. Me percaté, así lo entendiera el menos entendedor, de su voluntad non sancta y que, por otra parte rayaba en la incorrección. Impepinable que algo y alguien se escondía detrás de tanta ignorancia e impertinencia –no le importaba desbarrar e incurrir en fallos de educación- como el paso del tiempo vendría a presentar, que, como dice nuestro Premio Nobel Camilo José Cela, nadie, impunemente, puede fingir porque el tiempo es ácido que corroe lo no auténtico para mostrar, a quien quiera mirarlo, el indeleble grabado de lo verdadero. Lo verdadero quedó al descubierto juntamente con el infundio de que los restos del sepulcro corresponden a la citada reina.

Cuerpo del delito.
Venía procrastinando la publicación de mi artículo Blanca I de Navarra y su época y al manifestarle mi extrañeza y disconformidad me contestó que había que esperar, porque tenía la última palabra Poblet. Le repliqué, ya venía yo muy quemado, que, contra su obligación profesional, no había leído mi artículo, que en él mi tesis no era la de sostener que sus restos sean los que contiene el sepulcro que se exhibe en la iglesia; por consiguiente se halla al margen del resultado del análisis que de un día a otro se espera. Quería yo que se publicara en septiembre, por los días de la fiesta del pueblo, y en tal mes lo efectuó, PERO a últimos. En este PERO mayúsculo está comprendida su incoherente e inverecunda manera de proceder: Antecedió a mi escrito el de Felipe Molinero, publicado el domingo 14 de septiembre, incoherente, disparatado e insolente, titulado “Los restos de Blanca de Navarra descansan en la iglesia de Santa María”. Ninguno de los tres, siendo el más irresponsable Jesús, se había enterado o, lo que es igualmente vituperable, quiso darse por enterado, de que casi una semana antes había sido emitido el resultado de la prueba de ADNmt, la cual daba por falso que la osamenta en cuestión correspondiese a la citada reina.

Mi comunicación la dejó en el vacío, en vano esperé –ya, por supuesto, sin remitirle original alguno- ver aparecer mi artículo sobre Blanca I de Navarra, una vez le había expuesto que no contenía alusión alguna a sus restos, y suponiendo le leería y lo comprobaría. Mas he aquí el trabucazo que me dio y que por lo inesperado, ya dicho, me sobrecogió y aturdió, porque yo podía esperar del director sui generis que no publicara en septiembre o nunca mi referido articulo, ya estaba a la vista nuestra ruptura; ahora bien, lo que no esperaba por lo que tiene de indecoroso en cualquier amante de la Historia, por ética personal y demás –tanto más, por otra parte, habiendo aludido a Poblet-, es que el 14 apareciera en el periódico el referido artículo de Felipe Molinero. Independientemente del caso con mi artículo, no debió aparecer nunca el titulado “Los restos de Blanca de Navarra descansan en la iglesia de Santa María”. ¡Ya es echarle valor y desaprensión el trío defensor de los restos como pertenecientes a la susodicha reina! Sobre todo el autor por permitir su publicación cuando ya estaba oficialmente desmentido.

El entonces alcalde del pueblo, Eusebio García González, tampoco dio su brazo a torcer; lejos de ello, continuó emitiendo en Internet juicios a favor de su –su de Felipe Molinero Rodríguez, por él nombrado cronista de la villa, Jesús Martínez Calle, él mismo- aventurada tesis que tomó pábulo, como ya queda dicho, en sobra de vanidad y falta de inteligencia. El caso de negarse a acatar lo científicamente demostrado, ¿en qué toma pábulo o fuerza para mantenerse en sus trece el alcalde, el cronista de la villa y el director de El Adelantado de Segovia? Es algo que deja estupefacto al más ignorante. Por si esta hazaña del triunvirato a la defensa de la imposición de la autenticidad de los restos en cuestión fuese poco disparate, se redondeó insertando el “artículo de la ignorancia”, así sin duda podría denominarse, en Internet, concretamente en nortecastilla.es, con fecha 13.sep.2008, o sea, un día antes que en el periódico de papel –bueno, en tal cronología se verificó la publicación-. En notecastilla.es había aparecido, precisamente, la noticia, dada por EFE, tres días antes, de que Los restos de Santa María de Nieva no pertenecen a Blanca de Navarra.

Al menos por este conducto pudieron enterarse; pero es que el equipo que llevó la investigación científica propaló el resultado de la misma en numerosos medios informativos de España, además de que no se trataba para cualquier persona medianamente culta de divulgar algo oculto. Era notorio que desde hacía diez años se estaba realizando un estudio de identificación de los restos del Príncipe de Viana por investigadores de la Universidad Autónoma de Barcelona y de la Universidad de Granada. Contra ellos se halla irremediablemente el mencionado triunvirato; bueno, veré si es sin remedio, enmienda, corrección, ya que estoy decidido a que se repare el inconveniente, el error que existe, o que de mala fe se pretende siga en pie: engañar a quien se pueda. Nunca habrá calidad, si puede haber cantidad pues tiene la Historia menos adeptos que, por ejemplo, el fútbol. Y más metiéndonos en la Edad Media.

Me sorprendió superlativamente –superlativamente por los años pasados, no más- la escueta respuesta que recibí del alcalde santamarteño al enviarle de cara a las fiestas locales de 2012 mi artículo titulado “Sepulcro con restos falsos o no correspondiéndose con la inscripción del mismo”, y con el envío este mensaje: “Buenas tardes: Una cosa es sentir cariño hacia nuestra patria chica, y otra aferrarse a sostener una mentira ubicada en el presbiterio de la iglesia parroquial. / Deseo pase felices fiestas locales”. Aparte de que no correspondió a mi felicitación, ocurrió que, como vulgarmente se dice, no se mojó, no tomó parte, lo que de facto tampoco ha hecho desde que fue elegido alcalde en las Elecciones municipales de 2011. Por toda contestación me dijo: “Resulta interesante leer sobre ello. Gracias por el enlace”. Ha de admitir el sr. Pérez Esteban que lo interesante de documentarse radica, consiste, en aceptar la verdad y en luchar por ella. No tiene, por supuesto, porqué adherirse al trío para formar un cuarteto de paladines de la mentira. Puesto que le resulta interesante leer sobre esta cuestión, ya veré qué opina de mi escrito aparecido en la red el 19 de septiembre: “El infundio del sepulcro de Blanca I de Navarra - Desde hace cuatro años es absurdo sostener el infundio del sepulcro”.

Fue a últimos de septiembre de 2008 publicado al fin mi articulo “Blanca I de Navarra y su época”, pero notificándome el sujeto de referencia, tan dado al amiguismo, que lo hacía porque ya estaba preparado para publicar. Algo tan insustancial como otras salidas de él que en su día hube de rechazarle de plano mostrándole su divagar adrede para sus fines. Ha quedado evidente cómo vino maltratándome moralmente con la finalidad ya expuesta y que sigue vigente. Para más claridad de su indigno proceder se negó a publicarme un artículo poniendo de relieve la metedura de pata en que incurrieron, la verdad y lo honrado, e incluso lo cuerdo, de respetarla. En vergonzosa defensa de esta mentira ¡cuántas vino echándome para generar nuestra ruptura!, la inmensa mayoría un salir por peteras. Ni que decir tiene que en tal tesitura salieron a relucir otras lindezas; en fin, cada uno es –Miguel de Cervantes dixit- como Dios le hizo y aún peor muchas veces. Procedió con la altanería de quien sabe que tiene la sartén por el mango; lo que decidió e hizo no pudo ser más injusto. No lo siento por mí, lo lamento de modo primordial por lo muy amigo que soy de la verdad, detesto la mentira, y no digamos quererla llevar al plano de la Historia.

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