lunes, 24 de febrero de 2020

Más sobre la tan criticada, reprobada, política de España.

                                               
Los derechos humanos en España
El confuso, mezclado, régimen político español.  


¿Es España una democracia? No, es una monarquía. Nuestro dramaturgo, novelista, poeta y articulista Antonio Gala  lo aclara así: 
Democracia, en el idioma que todos tenemos obligación de saber según el número 1 del artículo 3 de la Constitución, es la doctrina política favorable a la intervención o predominio del pueblo en el Gobierno. Es decir, un régimen defensor de la soberanía popular; siendo el pueblo en este caso, no la gente común y humilde, sino el total conjunto de las personas de un país.
Abriendo dicho texto leemos su inicio en cuanto que 'la soberanía reside en el pueblo'. Artículo 1.
1. España se constituye en un Estado social y democrático de Derecho, que propugna como valores superiores de su ordenamiento jurídico la libertad, la justicia, la igualdad y el pluralismo político. 2./ La soberanía nacional reside en el pueblo español, del que emana los poderes del Estado./ 3. La forma política del Estado español es la Monarquía parlamentaria.
 Dedica bastantes líneas nuestro citado autor a tratar sobre la democracia, dejando claro que en España brilla por su ausencia  Señala:
Democracia no es que la opinión pública pueda ser expresada, sino que sea atendida.
Huelga, sobra, decir, es archisabido, que el sentir o estimación de la generalidad de las  personas acerca de determinado asunto político-administrativo, no cuenta, no se le concede, confiere u otorga la más mínima  consideración. Ya nuestro autor alude a esta circunstancia:
La democracia no consiste en arrogarse el poder, sino en compartirlo. Su ejercicio ha de estar delicadamente atento a la intención de quienes lo otorgaron. [...] En una verdadera democracia son los gobernados quienes hacen a los gobernantes a su imagen y semejanza. Por su elección, y sobre todo, por sus exigencias. Si no, aunque conserve el nombre, será otra forma de gobierno mucho más peligrosa.
La forma de gobierno que es ya lo hemos dicho, y con la Carta Magna en la mano: 

Monarquía. 

Para el pueblo español, acostumbrado a la
obediencia ciega la Religión y a la Monarquía, 
un título nobiliario, una sotana o un uniforme
son la única referencia posible en momentos
de crisis.
                    Arturo Pérez Reverte - 

Ya que estamos siguiendo el criterio de Antonio Gala, véamos cómo presenta la verdad de los componente de esta institución.
Las monarquías son una cosa esencialmente antiguas, imposibles de modernizar y se desmoronan apenas las tocas. Ya nadie cree en los derechos divinos y esas graciosas zarandajas.
Aquel supuesto origen divino: 'A Deo rex, a rege lex', de Dios, el rey, del rey la ley, cuyo principio de la monarquía absoluta continúan hasta cierto punto arrogándose los reyes no absolutos, pues, como expone el político estadounidense Thomas Jefferson, 'no hay un rey que, teniendo fuerza suficiente, no esté siempre dispuesto a convertirse en absoluto'. Pero sigamos con el concepto que viene manifestando Gala.  
Véase lo que pasa en Gran Bretaña y en algunos lugares. Si las familias reales, además de sus altos y estáticos privilegios, quieren tener los de los pequeños burgueses (amores, celos, cuernos, divorcios, suicidios falsos y otros modestos aditamentos de la vida) por mal camino van. Porque, si todos fuésemos iguales, salta a la vista que todos seríamos iguales para todo. Por eso, lo mejor es que se queden en su Olimpo, sin que los escuchemos respirar.
Pero están ahí, y si no respiran general gran amor, que digamos, se imponen a los políticos, y ya como más mayor contrasentido hacia la democracia, éstos, a su vez, la hacen transigir, consentir, resignarse,  con ella a al pueblo.

Desde la desaparición de la monarquía absoluta, el rey reina pero no gobierna. Entonces, no puede actuar contra los políticos, éstos para marchar más a sus anchas le dejan en tierra de nadie, y, en definitiva, rey y políticos hicieron de su capa un sayo. Tutti contenti, todos contentos, menos el pueblo. Esto hay que subrayarlo, que es consciente de que es quien paga las consecuencias de los desmanes políticos, lo que en expresión coloquial se dice 'pagar el pato'. El Gobierno -los dieciocho gobiernos- cometió el exceso, el desorden, la tropelía pro domo sua, 'en pro de la propia causa'  obviando el bien del país. ¿Dónde está la democracia? 

En una monarquía, por constitucional que sea, no puede estar, pero tampoco la vemos en la nueva casta política que viene gobernado desde la muerte del dictador. Ésta deja evidente este aserto de León Tolstoy: 'El gobierno es una asociación de hombres que ejercen violencia sobre todos los demás'. Lo ratifica en otra parte exponiendo: 'Los gobiernos necesitan ejércitos que los protejan contra súbditos esclavizados y oprimidos'. Quien dice el ejército, dice la policía, la cual utiliza el gobierno cuando el pueblo se echa a la calle en protesta de mala política, del daño que causa a determinado sector su torpeza, negligencia o abuso. Con ley o sin ley por parte del gobierno. Sabida es la afirmación del filósofo alemán Max Stimer: `'El Estado llama ley a su propia violencia y crimen a la del individuo'. 

Aunque el rey tiene limitadas sus funciones políticas, continúa vigente lo que el poeta trágico griego Sófocles expuso: 'Los reyes son felices en muchas cosas, pero principalmente en esto: pueden decir y hacer lo que les plazca'. Para que no dejara de ser así y aún en plenos siglos XX y XXI a Juan Carlos I se le sitúa por encima de la ley. El artículo 56. 3 de la Constitución dice: 
La persona del Rey es inviolable y no está sujeta a responsabilidad. Sus actos estarán siempre refrendados en la forma establecida en el artículo 64, careciendo de validez sin dicho refrendo, salvo lo dispuesto en en el artículo 65. 2. 
De tal refrendo apunta el 64. 
1. Loa actos del Rey serán refrendados por el presidente del gobierno y, en su caso, por los ministros competentes. La propuesta y el nombramiento del Presidente del Gobierno, y la disolución prevista en el artículo 99, serán refrendados por el presidente del Congreso.
2. De los actos del Rey serán responsables las personas que los refrenden. 
El siguiente punto de este artículo hace referencia al salario del monarca para él y su familia, omitiendo cantidad. Y el 4 y último a su potestad de nombrar y relevar a los empleados civiles y militares de su Casa. 

Incuestionablemente, la monarquía solo es útil para la Familia Real 
  
Abundando en la inutilidad de la monarquía escribió Mario Conde, en 'De aquí se sale', estas líneas:
Si ante situaciones de agravio personal o institucional derivadas de un abuso cierto, claro y terminante del poder político, motivado con finalidad espurias, la Monarquía permanece impasible, utilizando el argumento de que no puede hacer nada, si en esos casos límites carece de poder efectivo, es lógico que muchos se pregunten para qué queremos una institución que en tales situaciones cuando más se la necesita, se considere vana
¡Quién lo sabe! Es absurdo a esta altura cronológica la existencia de la monarquía y en centros neurálgicos de civilización. Nada menos que el archiduque Rodolfo de Habsburgo-Lorena, hijo de Francisco José I de Austria y de Isabel de Baviera (Sissi), heredero de Austria-Hungría Bohemia, dijo algo digno de destacarse por lo que tiene de auténtico, cierto y verdadero, y es: La realeza no es más que una enorme ruina que se derrumbará a la primera tempestad. 

Dos bellas de la realeza: reina Letizia y princesa Mette Mari. 


 Antaño como hogaño la realeza tiene sus cánones, y ahora se los están saltando a la torera, o sea, soslayan obligaciones, como ya hemos visto lamenta Antonio Gala. Y otros autores que  de sacar a la palestra sería plúmbeo, pesado, aburrido. 

Gobierno.

Es, indubitadamente, un mal necesario; aceptable por su misión de imponer orden y administración. Schopenhauer ve el Estado como un bozal y al hombre como una bestia salvaje:
El Estado no es más que un bozal cuyo objeto es volver inofensivo a esa bestia carnicera, el hombre, y hacer de suerte que tenga el aspecto de un herbívoro. [...] El hombre es en el fondo una bestia feroz No le conocemos más que domado, preso en ese estado que se llama civilización; así retrocedemos en espanto ante las explosiones accidentales de su naturaleza. Que los cerrojos y las cadenas del orden legal caigan como sea, que la anarquía estalle, y se verá entonces lo que es el hombre. 
Para él estamos 'entre dos extremos, dos polos, dos males opuestos: el despotismo y la anarquía', viendo preferible admitir 'una ligera posibilidad de despotismo`. Los gobiernos, ya lo hemos dejado ver, no dejan de ser déspotas. 
¿Queréis planes utópicos? La única solución de problema político y social (el subrayado es mío) sería el despotismo de los sabios y de los justos, de una aristocracia pura y verdadera, lograda mediante la generación por la unión de los hombres de sentimientos más generosos con las mujeres más inteligentes y agudas. Esta proposición es mí utopía y mí república de Platón. 
Ahí es nada. El problema político y social ha existido, existe y existirá siempre. Utopía es también esta aserción del filósofo español José Luís López Aranguren: 'Al sentido trágico de la vida se le pondrá punto final tan pronto la economía esté completamente desarrollada, las necesidades del consumo satisfechas y las tensiones de la existencia trivializadas. 

Ha de mirar el gobierno primordialmente al bien de TODA la sociedad, evitando el incremento del desnivel social, esa queja que el pueblo suele exteriorizar así: 'Los ricos son cada vez más ricos, y los pobres -incluida aquí la clase media- cada vez más pobres'. Los políticos pobres, dicho sea de paso, son los que se enriquecen grandemente de la noche a la mañana. Ya en el siglo XVIII José Cadalso señala la obsesión del político por el dinero. Y no eran todos, ni mucho menos, dándose el caso de que algún político se arruinó por la política. ¿Qué diría hoy?  

Ahora que vemos tantos partidos políticos y lucha entre ellos hemos de experimentar, y así por parte de la inmensa mayoría del pueblo, gran repugnancia, porque 'la política es, sobre todo, un servicio a los administrados mucho más que al propio partido'. Y esto no lo digo, sino el susodicho Antonio Gala. También el citado ex banquero famoso pone el dedo en la llega al escribir: 
'... hay que entender que el Parlamento existe porque la sociedad civil quiere, y no al revés.La clase política no son dueños sino administradores. La soberanía reside en la sociedad, no en los partidos ni en los políticos. Parece que tenemos que estar pidiendo permiso para hacer lo que es nuestro... 
Asimismo hace diana al significar cómo nos hallamos aterrorizados:
Las víctimas del terror no solo son los que caen en manos de asesinos de organizaciones terroristas. Existe, sin la menor duda, una suerte de terror de Estado y su más sutil exponente reside en instrumentalizar el Derecho, la Ley y la Justicia al servicio de sus intereses.  
A la vista tenemos que la Justicia la sitúan a su voluntad; la sociedad está pidiéndoles en todas las Elecciones Generales la separación del Poder Judicial  del Poder Ejecutivo, y los partidos lo prometen, mas el elegido nunca lo cumple. ¿Se limitarán un día los políticos a atender a sus administrados? ¿Surgirá el estadista? Gran  diferencia entre uno y otro, la cual el teólogo y escritor estadounidense James Freeman Clarke ve así: 'Un político piensa en las nuevas elecciones; un estadista, en la próxima generación'. Si piensa en la inmediata generación es que atiende la actual.

Ahora está abierta la expectativa de alguna mejoría de la caótica administración política que con tanto desgobierno, tantas incorrecciones de todo tipo, empezando por incumplimiento de los derechos humanos, se inicie que el súbdito deje de ser el SUFRIDOR -súbdito no dejará de serlo en tanto haya monarquía, aunque los políticos le denominen ciudadano- de una situación negativa creada por el egoísmo y/o impericia de los gobernantes  No hay que hacer oposición a cátedra, que digamos, para ser un político medio e incluso de primera línea. Hay demasiados sujetos vulgares en la política; y peor aún que tanto éstos como el que no lo es se halle invadido de egoísmo, de sentimientos innobles. 'Yo aspiro a una política que  no combata más que a un solo enemigo: el egoísmo, y no escuche más que a un oráculo: el corazón', afirma Antonio Gala, a quien tanto he recurrido como testigo del  desencanto político; él es buen conocedor de la Historia y de la Vida.     

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