lunes, 1 de abril de 2019

El dictador Francisco Franco como católico y como monárquico

El gran problema en España es que aún se encuentra dividida en dos partes, ideológicamente hablando. Los vencedores, incluida la Iglesia, no han hecho nada por acabar con esta división entre ellos y los vencidos. Ello representa uno de los fracasos más lamentables de un régimen, el franquismo, que se dice cristiano y que protegió la Iglesia Católica grandemente, así como ésta aupaba la dictadura del general Franco tan católico y tan asesino. En todo caso manchó su victoria, regalada por Hitler, con el revanchismo que practicó durante su dictadura, treinta y seis años firmando sentencias de muerte. Las que firmó en la antesala de la muerte las llevó a cabo incluso contradiciendo al Papa. ¿Pero donde estaba el catolicismo de Franco? Miret Magdalena escribió lo siguiente.

Cabanillas y Mola habían tenido fama de ser masones. Y Queipo de Llano y Aranda eran bastante poco clericales. Mola en concreto tenía fama en Pamplona de “no ir a misa”, y el 5 de junio de 1936 trazó un os planes para la nueva España en los que figuraba ‘la separación de la Iglesia y el Estado, la libertad de cultos y el respeto para todas las religiones’.

¿Y qué dice respecto de Franco? Pues expone esto que le deja tirado.

Es conocida la expresión que utilizaba en África con sus legionarios diciéndoles: que no quería que se acostumbrasen ni al vino ni a las mujeres ni a la misa.

Este militar que batió el récord de quebrantar el quinto Mandamiento de la Ley de Dios era mimado por el clero al extremo de brindarle la entrada a los templos bajo palio cuando por algún acto oficial religioso acudía a ellos.
Podía matar en la guerra, en combate, que es la práctica, el ejercicio –matar y destruir- de la profesión militar como la del médico es curar y la del arquitecto construir, pero en tiempo de paz maltrató a los vencidos con terrible inhumanidad en los campos de concentración e igualmente en su larga dictadura –reiteramos- no cesó de firmar penas de muerte.

Fue, incuestionablemente, un católico de oropel como, asimismo cual monárquico, todo fue apariencia cuando le convino. Gastó mucho oropel cuando en España dominaba una situación caótica de hambruna lanzándose a construir el Valla de los Caídos. Veamos lo que sobre este particular escribe Fernando Díaz-Plaja, ap. ‘Los siete pecados capitales’.

Después de la guerra civil, cuando la mitad de los españoles no tenían donde albergarse, se inició la basílica del Valle de los Caídos, horadando la montaña en un esfuerzo de hombres, dinero y material que hubiera bastado para poner techo sobre la cabeza de muchos españoles desahuciados por la fortuna.

Señala que franco era como un español más carcomido por el orgullo, y hace al modesto español que termine aceptando y enorgullecerse de tal insensatez. Y añade:

Y si el Estado hacía esto, la industria privada tampoco se quedaba atrás. Cuando las casas de Madrid dejaban mucho que desear, se erigió en la Plaza de España el que durante años fue el rascacielos más alto de Europa, y con las calles llenas de baches, el Ayuntamiento se lanzó a soñar en el parque zoológico más bello de Europa.

No se olvida del Monasterio de El Escorial. Éste fue del orgullo español tan dado a la presunción aun con lo ajeno.

Los campesinos de la España de Felipe II, medio muertos de hambre, se extasiaban ante El Escorial, y yo he visto a muchos enemigos de Franco comentar, orgullosos, la basílica del Valle de los caídos.

Recuerdo hic et nunc, aquí y ahora, esta opinión, ya consignada en mi artículo de años atrás hablando de la decadencia de España.

…al trepar al Guadarrama, tumba de hielo en que Felipe II se escondió en vida, cerrando el libro de la epopeya española, había yo meditado largamente… El Guadarrama, o sea, el Monasterio de El Escorial, cuya triste mole descubrí a lo lejos, es una losa fúnebre colocada sobre nuestra pasada gloria. No parece sino que el gran Misántropo presintió la ruina del imperio de Carlos V y levantó un podrás mortuorio en conmemoración de la grandeza de España. En adelante los Carlos de Austria se llamaría Carlos II, los Felipes, Felipe IV.

Si Felipe II fue un entusiasta, tremendo por su fanatismo religioso de la Inquisición, aquella frase del ‘haz de leña’, llevada a la escena en drama de cinco actos y en verso por Gaspar Núñez de Arce, donde refleja el encarcelamiento del príncipe don Carlos el, al dictador Franco solo le faltó reinstalar la Santa Inquisición, si no para quemar supuestos herejes en religión, si para efectuarlo con republicanos, gente de extrema izquierda, y con masones.

Si la religión de Franco es acomodadiza, ¿qué se puede decir de él como monárquico? Se dejó estimar por Alfonso XIII, que como monarca fue tan belicoso como negociante. Valle-Inclán asegura que ‘los españoles han echado al último Borbón, Alfonso XIII, no por rey, sino por ladrón’. Su vida de “negociante” nos la explica muy bien Vicente Blasco Ibáñez en su obra ‘Por España y contra el Rey’, de gran impacto en su día. Los espectaculares negocios que fueron y los que pretendía abordar. Escribe al respecto.

El actual rey de España no aceptará seguramente una revisión de sus cuentas particulares por un tribunal internacional compuesto de personajes de notoria imparcialidad. Tendrá que explicar muchos ingresos extraordinarios, y así como yo presento a los editores que me pagan por mí trabajo él se vería obligado a hacer mención de Pedraza, de Maquetar, de la Transmediterránea y otros consocios que no llegaron a “cuajar” por culpa de la resistencia de de su gobiernos, pero habían preparado negocios terribles para la nación.

Por otra parte le reprocha su manía por lo militar, lo bélico, como si el tuviera que ascender en lo castrense, y con rapidez siendo africanista.
La España de la actual guerra de Marruecos que considera patriótica una lucha sin objeto, a razón de cinco mil millones de pesetas por día y veinte mil españoles muertos en tres años.

Ya antes había consignado.

Hay algo mucho peor que el estado de atraso de la España presente, que los negocios de Alfonso XIII, que la derrota preparada por la imbecilidad presuntuosa de Annual , que el repliegue catastrófico de Primo de Rivera hacia la costa, y esto, verdaderamente horrible, habría sido el hecho inaudito de que nuestro país viviese como vive actualmente, sin que nadie protestase, sin que un solo español alzara su voz desde el extranjero en nombre de la patria encadenada y sometida al silencio.

Amistad de Alfonso XIII con Francisco Franco.

Como no podía ser por menos, siendo militar y africanista, existió “amistad” entre ambos, una amista que, obviamente, ha de escribirse entre comillas. No obstante haber sido el rey su padrino de boda, aunque no con personación pues fue representado por el general Losada.

En el golpe de Estado dado por el Ejército, que motivó una guerra civil, la exiliada familia real donó con largueza ayuda a los sublevados y por lo que se refiere a Alfonso XIII siguió con sumo interés los avances del bando nacional y frecuentemente felicitaba por escrito al ya generalísimo. Deseoso estaba de que acabada la guerra con la victoria de la parte del Ejército sublevado para volver a ocupar el trono. ‘Ilusiones del pobre señor’, como en la zarzuela de Chueca, ‘Agua, azucarillos y aguardiente’. La guerra acabó pero Alfonso de Borbón de Habsburgo-Lorena no volvió.

La simpatía de Franco a este destronado monarca se transformó en lo contrario, animadversión, y así, para que desistiera de su pretensión, le escribió una hiriente carta notificándole que no iba a volver a reinar y los errores de su reinado. Él y su familia, pues notorio es que al colocarse un rey se coloca ésta, quedaron desolados. El ex-monarca sobrevivió a la guerra poco tiempo, pues murió el 28 de febrero de 1941, sin que el dictador español le rindiera gran homenaje, ni mucho menos, ya que se llegó a dificultar el desplazamiento a Roma de españoles monárquicos que quisieron asistir a su entierro. Así procedió Franco con Alfonso XIII.

Las faltas y vicios de este detestado rey no las vio Franco hasta acabada la guerra. La verdad, pues, fundamental es que tras verse Jefe del Estado no estaba dispuesto a dejar el puesto, ni rey ni roque. Ya se lo pronosticó Cabanellas a Kindelán. El dictador se rebeló contra la voluntad de sus generales monárquicos que querían diera paso a la monarquía en don Juan de Borbón y Battenberg, Príncipe de Asturias.


La titánica lucha del dictador Franco contra la implantación de la monarquía mientras él viviera.

¿Para qué otro amo de España estando yo?, debió pensar. Y lo consiguió contra personas de infinitamente más valía que él, empezando por su más destacado contrincante, el citado general Kindelán al que trajo por la calle de la amargura, pese a beberle en gran parte el poder militar y civil pero dejándole claro que solamente durante la guerra. (Aquí viene la falsificación que del documento hizo su hermano Nicolás Franco). Mal le fue también a Varela, Aranda y otros laureados héroes de la guerra, los nubló, disminuyó su estimación y esplendor. Duro fue especialmente con el general Heli Rolando de Tella y Campos, enemigo personal desde los tiempos de juventud, y no dejó de tomar parte en la conspiración monárquica. Se atrevió a decirle a Franco que él ‘no había hecho la guerra para que se perpetuara en el sillón, sino para restaurar la monarquía’. Franco que al acabar la guerra le había destituido de gobernador militar de Burgos, le apartó del Ejército, por cuya injusticia perdió el juicio.

Contra el férreo dictador nada pudieron las reuniones conspirativas del coronel Ansaldo; las cartas de presión firmadas por varios de sus tenientes generales encabezadas por Varela; el <Manifiesto de los diecisiete> firmado por los generales Ponte y Galarza. Franco siguió en el poder, y Galarza y Ponte fueron destituidos. No de forma unitaria, en el elemento militar y en civil, se deseaba la restauración de la monarquía, mas sí en número que crecía en progresión geométrica, que Franco dejara de gobernar. Era en concepto de Kindelán un hombre de <habilidades limitadas>, mediocridad en que le tenían José Antonio Primo de Rivera y su amigo y compañero Ramón Serrano Súñer tras una entrevista con él, que éste preparó, para que le conociera el jefe de la Falange. Su mérito radicaba en el valor para la guerra; ésta y África le hizo, y en la de España, y gracias al Eje, primero, y, posteriormente, ya derrotado éste, el temor de EE. UU. al comunismo, encontró un encumbramiento que en su modesto origen no pudo ni soñar. Lo de hablarse de los Franco, de la fortuna de los Franco. Tal familia hubiera existido naturalmente, pero con la fortuna que nació Franco, irrelevante, siendo además persona que a decir de Juan Balansó nos gobernó treinta y seis años sin tener el bachiller.

Hoy a los 80 años del final -supuesto más que real- de la Guerra Civil, recordemos la visión, el punto de vista, que sobre ella tuvo nuestro filósofo de la generación del 98, Miguel de Unamuno.

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