miércoles, 23 de enero de 2019

En torno a Dios y la Iglesia Católica

                                                                        

Todos tenemos la evidencia de que 'sea cual sea nuestra psicología, la creencia de un ser superior que rige los destinos humanos aparece en todas las culturas, una seguridad que se basa en la experiencia de la inferioridad física del hombre sujeto a enfermedades, accidentes, quiebras de fortunas; con la muerte al final del camino'. Es precisamente -¿quién puede dudarlo?- nuestro indefectible lugar lugar de arribada forzosa.  Es la muerte lo básico de la religión; se es, cual Unamuno, un obseso de la muerte, ¿quién no lleva en  su mente esta idea fija que tanto nos condiciona? 'La muerte -Schopenhauer dixit- es el genio inspirador, la gran masageta de nuestra filosofía... Sin  ella, difícilmente se habría filosofado'. Él lo hace a través del prisma del pesimismo, es enemigo personal de Jehová bajo la idea de que ha creado un Mundo triste y, no obstante, se jacta de su obra como de una cosa bella y buena. Ello le irrita y exaspera. Ante esta vida no cabe dejar de ver las imperfecciones, la maldad del Mundo y de la humanidad.. En nuestros día no ha dejado  de afirmarlo el Premio Nobel Camilo José Cela: 'La vida es triste; tremendamente triste, y la humanidad, cruel'. No se puede descartar a clérigos católicos; por ejemplo, Fray Luís de Granada. He aquí unos renglones de su 'Guía de Pecadores'. 
Sube tú ahora, hermano, a este mismo monte y extiende un poco los ojos por las plazas, por los palacios, por las audiencias y por las oficinas del mundo, y verás ahí tantas maneras de pecados, tantas mentiras, tantas calumnias, tantos engaños, tantos perjurios, tantos robos, tantas envidias, tantas lisonjas, tanta vanidad y, sobre todo, tanto olvido de Dios. [...] Verás maltratados inocentes, perdonados los culpados, menospreciados los buenos, honrados y sublimados los malos; verás los pobres y humildes abatidos, y poder más en todos los negocios el favor que la virtud. Verás vendidas las leyes, despreciada la verdad, perdida la vergüenza.
Otra figura de la Iglesia Católica que ha echado pestes de la naturaleza y del hombre es el jesuita Baltasar Gracián, que en su obra principal 'El Criticón', Crisi quinta consigna asertos como estos: 
ninguno quisiera entrar en tan engañoso mundo, y que pocos aceptaran la vida después si tuvieran estas noticias antes. Porque ¿quién, sabiéndolo, quisiera meter el pie en un reino mentido y cárcel verdadera a padecer tan muchas como varias penalidades?: en el cuerpo, hambre, sed frío, calor, cansancio, desnudez, dolores, enfermedades; y en el ánimo, engaños, persecuciones, envidias, desprecios, deshonras, ahogos, tristezas, temores, iras, desesperaciones; y salir al cabo condenado a miserable muerte, con pérdida de todas las cosas, casa, hacienda, bienes, dignidades, amigos, parientes, hermanos, padres y la misma vida cuando más amada. 
En cuanto al ser humano lo que predomina es el inhumano, cruel -ya dice el citado filósofo de Dantzig que 'la humanidad se divide en seres atormentados y en diablos atormentadores- y lo expone de esta forma en Crisi cuarta, El despeñadero de la vida.
... solo el hombre tiene juntas todas las armas ofensivas que se hallan repartidas entre las fieras, y así él ofende más que todas. Y, porque lo entiendas, advierte que entre los leones y los tigres no había más que un peligro, que era perder esta vida material y perecedera, pero entre los hombres los hay muchos más y mayores: perder la honra, la paz, la hacienda, el contento, la felicidad, la conciencia y aun el alma.
En su comparación entre la fiereza de los animales irracionales y el animal racional u hombre, termina proclamando que el hombre es más fiera que las fieras, y de su fiereza aprendieron ellas. ¿Pesimismo de los autores pesimistas? No puede concebirse tal; concedo todo acierto a José Saramago  cuando asegura: 'No es que sea pesimista, es que el mundo es pésimo'. Para este Premio Nobel de Portugal es también la muerte lo que nos lleva a pensar en Dios, y así lo manifiesta: 'Sinceramente, creo que la muerte es la inventora de Dios. Si fuéramos inmortales no tendríamos ningún motivo de inventar un Dios. Para qué. Nunca le conoceríamos'. Que existe Dios es evidente, y también es visible que los hombres son de una maldad inaudita. Y ello en el siglo, o mundo de la vida civil, o en el claustro o vida religiosa.   
                                                                            
 
La vida religiosa no constituye garantía absoluta de bondad. 

No se crea, forma o compone, ni en el clero regular o conventual, ni en el secular o diocesano. En los conventos, como exponía recientemente a una monja de clausura, tristemente también hay desagradecimiento e injusticia. En la Edad Media hubo cosas peores. Dentro del Arte, eso sí, de construir catedrales y monasterios. Aunque el referente fuera la religión, ¡cuanta basura moral! A tenor de la material, de la higiene del cuerpo; la del alma no andaba mucho mejor. Todo religión, peste y hambruna. Se puede unir lujuria y guerra. Continúe en su fe, recomendé a esta hermana, 'la fe, por mucho en contra que se diga de ella, es un antídoto al dolor de la vida y de la muerte'. Creo con Valle Inclán que 'nosotros divinizamos la muerte. No es más que un instante la vida, la única verdad es la muerte... Y de las muertes, yo prefiero la muerte cristiana'. ('Luces de bohemia). 
 
En cuanto a la injusticia del desagradecimiento hace el Príncipe de los Ingenios varias consideraciones en el Quijote, he aquí tres de ellas: 'Siempre los malos son desagradecidos'. Sé agradecido, que la ingratitud es hija de la soberbia y uno de los mayores pecados que se sabe'. 'De gente bien nacida es agradecer los beneficios que reciben, y uno de los pecados que más a Dios ofende es la ingratitud'. Ésta -insisto- se encuentra también en el clero, tanto en el diocesano, o curas, como en frailes y monjas.

Si con religión, que hace creer en un Más Allá, nos aterra la muerte, porque nunca podemos desterrar la duda, ya sabemos cómo se mueve en ella nuestro gran pensador Unamuno, qué decir del miedo que sin ella se ha de sentir frente a la Nada, que es la alternativa al Más Allá, es decir, la no existencia de éste. Me resulta difícil creer a Saramago en su criterio sobre la muerte denote tanta indiferencia: 'La muerte -dice- es un proceso natural, casi inconsciente. Entraré en la nada y me disolveré en ella'. Viene a exponer lo mismo el susodicho Schopenhauer: 'Después de tu muerte, serás lo que eras antes de tu nacimiento'. 

La clerecía por el hecho de creer en los Novísimos no esta, en términos generales, constituida por mejores personas que las que componen el mundo laico, en aquélla y en éste las hay buenas, regulares y malas. Hay buenas personas no creyendo en Dios, y de ello se jacta el mencionado novelista, poeta y dramaturgo de nuestro país vecino. Incuestionablemente resulta preferible ser bueno sin creer en Dios que ser malo creyendo en Él. ¿Dónde está la bondad de los Inquisidores Generales y de todo clérigo que intervenía en aquel TRIBUNAL -Criminal- DE LA INQUISICIÓN? Recordemos lo que Fray Luís de León hubo de sufrir,que Arias Montano tuvo que ir a Roma para su defensa, así como Santa Teresa de Jesús y su amigo San Juan de la Cruz y San José de Calasanz fueron perseguidos como herejes alumbrados.   No olvidemos que era obra de la Monarquía y de la Iglesia Católica; se inició con los últimos Trastámara y siguió con los Habsburgo y los Borbón; concretamente, fue fundada por los Reyes Católicos en 1478 y no fue abolida hasta 1834 por la Reina Gobernadora, minoría de edad de Isabel II.  Terrible religión y política, aunada, política religiosa, que tantos crímenes perpetró no solo contra las personas, también contra la ciencia y la cultura, ello lo tengo tratado ex profeso, con sus instrumentos de tortura, mas la sevicia llegaba más lejos, como anota Fernando Díaz-Plaja, ap. 'El español y la Iglesia Católica. 
Lo peor de la Inquisición no era, como se cree comúnmente, la tortura, método policíaco que se aplicaba incluso a un ladronzuelo, o el fuego, también normal como tipo de ejecución. Lo más grave del sistema inquisitorial era que por vez primera, se quería vigilar y castigar el pensamiento y el sentir humano invadiendo lo más íntimo y sagrado que el hombre tiene. la conciencia'.
(En nuestros días, político hubo que quiso imponer la mordaza) ; la necedad y maldad pervivirá per secula seculorum. Insisto en que vamos a dejarnos de prejuicios, en los curas, frailes y monjas los hay de lo más variopinto, como ocurre en esta viña del Señor que es la humanidad. Yo los he conocido buenos y educados, malos y maleducados, humildes y soberbios. Y si la soberbia está mal en el seglar, no digamos en el hombre o mujer de la Iglesia. Para San Juan de la Cruz, 'el alma que está enamorada de Dios es un alma gentil, humilde y paciente'. ¿Influye el nivel de la civilización? Plus minusve, más o menos, pero he aquí la opinión de Voltaire: 'La civilización no suprime la barbarie, la perfecciona'. La barbaridad continúa por doquier., y barbaridad es 'dicho o hecho necio o temerario. / Acción o acto exagerado o excesivo'. (DAE). 

Es absurdo pensar que el juez es la justicia, e igualmente lo es creer que los clérigos son los predilectos de Dios. Sobre este particular nos aclara el novelista francés Alfonso Karr: 'Intencionadamente o no, se confunden siempre los jueces con la justicia y los curas con Dios. Así se acostumbran los hombres a desconfiar de la justicia y de Dios'. No podemos creer en un Dios que sea imperfecto, y tampoco que haya cosa humana que sea perfecta. 

¿Fue la Iglesia Católica fundada por Jesucristo? 

Pepe Rodríguez, en su obra 'Mentiras fundamentales de la Iglesia Católica', dedica la parte III  -capítulo 8- a clarificar este título: Jesús jamás instituyó -ni quiso hacerlo- ninguna nueva religión o iglesia, ni cristiana ni, menos aún, católica. Y en el capítulo 9 explica que Jesús prohibió explícitamente el clero profesional... pero la iglesia católica hizo del sacerdote un asalariado <diferente al resto de los hombres y especialmente elegido por Dios. Obviamente no voy a entrar en detalles
Se requiere una desvergüenza formidable para mantener durante veintinueve siglos que el sacerdocio había sido instituido por Cristo  -con el paso intermedio dado en el siglo XVI  de considerarlo un <arreglo inspirado por Dios> --  y, finalmente, sin sonrojo ninguno,, reconocer que no fue más que una mera cuestión administrativa que devino costumbre; una confusión de engaño que, obviamente, pocos han llegado a conocer al margen de los teólogos, ya que la iglesia católica, ante la masa de fieles ha seguido arropando a su clero con el sello de la divinidad. 
Viene a reforzar esta tesis Juan José Benítez López, tan dado a la ufología y a la religión, váyase a su saga Caballo de Troya. Él ha ahondado, ha escudriñado en lo recóndito de la vida de Jesús de Nazaret, poniendo también de relieve lo manipulado que está por la Iglesia. Pero veamos cómo acaba este capítulo citado. Para el autor: 
En el centro de la Iglesia, contrariamente a lo que marcan los Evangelios sigue sin estar la figura de Jesús, ya que el puesto central permanece usurpado por el clero. (papa, obispos y sacerdotes, cada uno en su respectivo ámbito de reinado eclesial).
Y concluye el capítulo. 
La peor cruz de Jesús no fue la de su ejecución por los romanos, ni mucho menos; sin duda le resultaría mucho más trágica y dolorosa la cruz de un clero que tiene la desfachatez de presentarse como continuador de su obra y mediador suyo ante la humanidad.
También podemos parar mientes otra día en lo que la Iglesia Católica tiene de machista, mientras Jesús predicó la igualdad entre el hombre y la mujer.
           

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