No estamos solamente rodeados de políticos y financieros -y hay tantos políticos financieros, y tantos financieros políticos- corruptos del dinero, los llamados chorizos, estamos circundados de corruptos de toda índole. En cuanto a políticos podemos leer que en España hay señalados unos 300 pero hay bastantes más. Alcanzando tal número, se entiende que los hay a toda escala, del más alto al más modesto. Pero no se delimita la corrupción al robo de los políticos, banqueros -excepciones aparte- y cuantos en él incurren. Yo remito en este tema, entre otra bibliografía, a "El Rincón del Vago", al artículo "Corrupción", que enfoca ésta en sus diversas facetas. Transcribo las siguientes líneas.
Frecuentemente escuchamos hablar de corrupción y la gran mayoría de las personas piensan que es algo que ocurre solamente en los políticos, ya que constantemente escuchamos noticias de este tipo en la televisión, casos que llamamos de "trascendencia". Pero si analizamos con más detención el concepto de corrupción, nos podemos dar cuenta que la corrupción está presente en nuestro diario vivir. [...] Como podemos apreciar la corrupción no es tan lejano de nuestro diario vivir, es algo que nosotros mismos utilizamos para conseguir nuestros fines y metas aunque dañemos a las otras personas sin importarnos.
Al hablar en torno a la definición de corrupción -en el artículo se hace este epígrafe- podemos leer:
Corrupción desde el punto de vista ético no es otra cosa que la práctica de saltarse reglas éticas generalmente aceptadas en una sociedad. Aquellas normas que cada grupo humano adopta y consagra, porque las considera indispensables para estimular su acción colectiva, para sobrevivir, para desarrollarse y civilizar su conciencia. / Como actos de corrupción pueden ser considerados los engaños, las injusticias, los abusos de cualquier índole. También se considera corrupción el escándalo y las condiciones sociales que no contribuyen al bien común.
Se habla ahora de la necesidad de una cultura política de transparencia como medio para salir de la crisis; ahora bien, mientras las personas sigan carentes de valores morales, dignidad, honestidad, mientras se esté enclavados en la mentira, la hipocresía... ¡qué política y qué sociedad! Divulgada está la máxima moral del duque de La Rochefoucauld: La hipocresía es un homenaje que el vicio rinde a la virtud. Nauseabundo vicio que a tal extremo llega. Es algo tan propenso al vómito como que Aznar, Zapatero, Rajoy hayan indultado a múltiples condenados por los Tribunales de Justicias. Políticos que indultan a otros políticos. El que en este reino de Juan Carlos I se dé, y para más inri en elevado número, esta injusticia moral, me hace recordar este proverbio de Antonio Machado: La envidia de la virtud / hizo a Caín. / ¡Gloria a Caín! Hoy el vicio / es lo que se envidia más. Vivimos en una sociedad cainita, el odio la preside.
Por medrar no vacilamos en hacer daño a nuestro prójimo, el político en desgobernar en vez de gobernar. En corrupción de la política Grecia y España figuran a la cabeza de Europa. Casualidad, la reina consorte de España es griega; el rey Juan Carlos, nacido italiano, su esposo, es el rey. Se ha repetido hasta la saciedad que el poder corrompe. No se puede pensar de otro modo frente a la realidad de reyes que fueron pobres y llegan a amasar una fortuna de primera línea, cuentan entre las grandes del mundo. Y conste que reinar no es hacer negocios. Pensarán que algunos de ellos y sus familiares cuando se quedaron en el paro lo pasaron económicamente muy mal, recordemos, por ejemplo, cuán eficazmente María Cristina de Habsburgo-Lorena, "Doña Virtudes", ayudó a su familia al derrumbarse en la primera Guerra Mundial el Imperio Austro-Húngaro. Lo efectuó de manera muy importante con la emperatriz Zita de Austria, viuda, con siete hijos y arruinada económicamente; la acogió e instaló en España ocupándose del bienestar de todos ellos. Visitó a sus hermanos en Suiza, a todos llevó consuelo.
Si los Borbón-Grecia perdieran la Corona -por ahora su padre- es evidente que continuarían viviendo a cuerpo de rey en el exilio, sólo añorarían la parafernalia que conlleva ser reyes, príncipes, infantes, el poder que tienen y la servidumbre -nunca faltan cortesanos de espíritu- que se les rinde. Ninguna corona -Eulalia de Borbón, la infanta republicana, dijo- se ciñe lo suficiente como para no caerse. Muy poco ajutada, apretada, la tiene la actual familia real española, aparte de que ya no se viven tiempos de monarquías, están en desaparición. Hay políticos también que convierten la política en trompolín para enriquecerse con la mayor avaricia, hagan el destrozo que hagan, convencidos de que para la ley contra ladrones son intocables por su alta clase política. Los medianos y pequeños piensan que para los políticos la sangre no llega al río, por así decirlo, que no han de temer el artículo 14 de la Constitución en cuanto a igualdad de la ley. En esto no se equivocan. ¿Dónde está la rectitud moral?
Ésta es la que inexorablemente se requiere para todo, incluida la política. Como dice el autor de "Ese juego de adultos llamado política", todo de cuanto censurable existe en la política, no es sino la imagen agrandada y deforme de cuanto de censurable existe en el hombre. La verdad que a muchos no corrompe el poder, van a él corrompidos y a ser corruptores, empecemos con que ascendieron a él mediante la mentira. A lo que parece, ésta para tantos y tantos políticos no es una inmoralidad, y, no obstante, algunos alardean de fe. Sí, a pesar de ser tales individuos personas de mala fe, es decir de malicia, mentira, engaño. Los corruptos del tipo que sean no dejan de derivar hacia el trinque. Para doña Sofía de Grecia su yerno no es persona de mentira, de engaño, lo rechazó diciendo: Urdangarín es bueno, bueno, buenísimo; es de lamentar que no haya captado que se sirvió de la mentira, el engaño, y efectuándolo con etiqueta de su realeza.
Quizá ahora si le cae el sexto delito se aperciba su suegra reina de que su hija se casó con un mentiroso embaucador que no se prevalía de la inexperiencia o candidez de la persona a engañar -engañó a sujetos más expertos que él-, sino de ser yerno del rey. Ello también le vale a su esposa, la infanta Cristina, copropietaria con él y ayudante en su actividad delictiva, a sostener que... vivía, más que con él, en las Batuecas, en Babia, y que lo haya tenido en cuenta la Justicia. Decía -ya falleció- un amigo mío secretario judicial, con la experiencia que le aportaba el ejercicio de su profesión, que por regla general, todo individuo cuanto más alto, más sinvergüenza, y en mi opinión se explica, ya lo he dicho, por creerse más fuerte en la sociedad. En la de nuestros días falta grandemente el civismo, la educación, el sentido humanitario.
Todo ciudadano ha de detestar, máxime si es político -éste desde el jefe del Estado al último alcalde de pequeña localidad- la mentira, el engaño, y yo vengo con resultado estéril solicitando al actual representante del municipio al que tengo alguna vinculación que no se continúe con la mentira del sepulcro de Blanca I de Navarra. Lo pertinente es que debiera inmutar o variar lo que le indico y pruebo, que además es notorio aun cuando el aludido pueblo lleve más de cuatro años haciéndose el ignorante de que una prueba de ADNmt ha detectado que los restos no son de dicha reina, descubierto lo que no era patente, lo que fue equivocada afirmación. Ya en mi artículo anterior, tratando tal tema, he expuesto su inadecuada respuesta, su salida por los cerros de Úbeda, contestación incongruente, fuera de propósito, pues alude a que en este tiempo de crisis le interesan los vivos y no los muertos. Lo que debe interesarle con vivos y con muertos es luchar contra la mentira, y evitar seguir con la del sepulcro, evitar la continuidad de ésta se encuentra en sus manos y económicamente a su alcance, pues no implica gasto.
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