domingo, 10 de marzo de 2019

Algo de lo que dice sobre la reina Blanca de Navarra y su entorno un gran medievalista especializado en los reinos de Navarra y Aragón

De cuantos historiadores han tratado acerca de la época del rey Carlos III de Navarra puede hacerse especial mención de José María Lacarra y Miguel (1907-1987), natural de Tafalla y fallecido en Zaragoza en cuya Universidad impartió clases de Historia Medieval durante más de cuarenta años. Estaba especializado en la historia de Aragón y de Navarra. Es, además de otras obras, autor de  'Historia del reino de Aragón y de Navarra '. De ella vamos a ver su visión sobre Blanca I de Navarra, la cual se desliza en el capítulo XV, titulado: 'Doña Blanca de Navarra y el príncipe Carlos de Viana (1425-1461)'. Paremos mientes en primer lugar en el punto segundo del epígrafe: 'Muerte de la reina (1441)' que expone: 
Doña Blanca que había acompañado a su hija en las bodas con el príncipe de Asturias, ya no regresó a Navarra. De Valladolid fue en peregrinación a Guadalupe. Su salud se resintió. Coincidía con uno de los momentos más agudos de la lucha por el poder en Castilla, entre la liga de nobles, a la que apoyaba el rey de Navarra, y don Álvaro de Luna. En marzo de 1441 hizo alguna gestión para evitar el rompimiento, pero sin éxito. 
Evidentemente los infantes de Aragón tan afincados en Castilla y, por otra parte, no leales a Juan II de Castilla como lo había sido Fernando el de Antequera, luego, tras el Compromiso  de Caspe, Fernando I de Aragón, querían usurparle sus derechos. 
Dos meses después fallecía la reina en Santa María de Nieva. Su marido no pareció enterarse. Metido de lleno en la lucha castellana, la liga de nobles logrará capturar al rey en Medina del Campo (28 de junio), y  en adelante, durante dos años y medio, don Juan de Navarra dispondría como amo y señor del gobierno de Castilla. 
No tardaría ésta en pasarle cara factura, quitándoles sus ilegales pretensiones, el control de Castilla por parte de los infantes de Aragón,  y para siempre, en la batalla de Olmedo (19 de mayo de 1445), mas el que más perdió fue el infante Enrique, que perdió la vida. Herido y de huida murió en Calatayud 
En su testamento de 17 de febrero de 1439 disponía doña Blanca su enterramiento en Santa María Ujuié; pero enterrada en Santa María de Nieva, nadie cuidó de señalar especialmente su sepultura ni de trasladar sus restos a Ujué; pero enterrada en Santa María de Nieva, nadie cuidó de señalar especialmente su sepultura ni de trasladar sus restos a Ujué. Años más tarde, su hija Leonor dispuso que se trasladasen a Nuestra Señora de la Misericordia de Tafalla, pero tampoco se llevó a efecto.
El subrayado es mío y con él quiero destacar que su sepultura fue una más de los enterramientos -notorio que se enterraba en las iglesias, que no existían los cementerios-, y de aquí la falta de su localización con el paso del tiempo. De su supuesto traslado por parte de su hija nada tiene de sorpresivo, ni condenable, no se efectuara habida cuenta de lo efímero de su reinado, dos semanas. Si es censurable en el esposo, que, cual era visible, se casó con doña Blanca, ya viuda  de treinta y cinco años, por ser la heredera del reino de Navarra, cuyo nombramiento ya había obtenido de su padre, muerta su hermana. Así ocurrió que, como dice nuestro autor literalmente, 'no solo no entraba en el ánimo de don Juan el abandonar su título real, sino que no habían pasado seis meses de la muerte de doña Blanca, cuando ya planeaba un nuevo matrimonio. Habían tenido cuatro hijos. Veamos cómo Lacarra lo expone 
Don Juan y doña Blanca tuvieron un hijo, Carlos, nacido en 1421, que ostentaría el título de Príncipe de Viana, creado para él por su abuelo Carlos III, y tres hijas: Juana, que solo vivió tres años (1422-1425), [...], Blanca, nacida en 1424, y Leonor, que nació en 1426. 
De la narración que hace de los matrimonios y vida de todos ellos, nos interesa, con relación a la tesis de este artículo, el referente a la hija homónima de la reina titular de Navarra, madre e hija de que tanto hemos hablado. 
La boda de Blanca y Enrique de Castilla concretada en 1436, se retrasó hasta 1440, también por la temprana edad de los contrayentes. Ésta tuvo lugar en Valladolid, en el momento oportuno, es decir, cuando el rey de Navarra, tras un nuevo destierro de don Álvaro de Luna, disponía del poder en Castilla. Pero, como dicen los cronistas de la época, <la  boda se hizo quedando la princesa tal cual nació, de que todos hubieron gran enojo>. 
En  cuanto a la determinación de don Juan de privar de la Corona a su hijo -algo infamante en que en gran parte tuvo la culpa sin querer la reina su  madre- hace un minucioso estudio. 
La muerte de la reina doña Blanca debería haber abierto la sucesión al trono, de acuerdo con la leyes del país. Pero a don Juan resultaba muy duro renunciar al título real que venía ostentando desde hacía diecisiete años, para resignarse a la humilde condición de heredero de Aragón. En una entrevista que tuvo con su hijo en Santo Domingo de la Calzada (nov. 1441), vio que podía dilatar la solución definitiva de la herencia, y le otorgó nombramiento de Lugarteniente general del reino. Carlos aun protestando de que el nombramiento <parecía ir en perjuicio del derecho de propiedad que tenía al reino> ,se dejaría llamar Lugarteniente general <por respeto a la persona del rey su padre, y no porque le reconociera derecho alguno sobre el reino>. 
Según algún historiador -no moderno-, al dejar la reina por heredero a su hijo, lo hace rogándole que no ocupe el trono hasta la muerte de su padre, otros indican que pidiéndole beneplácito. Esta cláusula testamentaria viene en  el fondo a ser lo mismo. Estipulaba a su segunda hija como sucesora de su hermano, si éste moría antes de tener descendencia. Así fue y este además testó a favor de ella, pero que si quieres. Lo impidió el padre con las armas y la última hija, Leonor, con un veneno. Cuan lejos se hallaba la reina Blanca de pensar lo que podía ocurrir tras su muerte, si bien podía ver el despego de su marido por ella.   

Gobernaba en cierto modo el Príncipe porque el rey de Navarra se encontraba ausente y desatendiendo "su" reino. Pero además contrajo matrimonio sin informar de ello a su hijo. Si siempre había sentido odio por él, una vez casado se encargó su nueva esposa de incrementarlo. Don Carlos había hecho la paz con los castellanos -tratado de Puente la Reina- y su padre y su  madrastra lo tomaron de pretesto para romper con él. Don Juan envía a Navarra a su esposa para gobernar conjuntamente con el príncipe de Viana. Esta determinación y la altivez que ella empleaba indignó a los navarros, dividiéndose en dos partidos: Agramonteses y Beamonteses, defensores los primeros de don Juan, y adictos los segundos a don Carlos. 

El atropello, tropelía, de la violación de las leyes implicaba un gran peligro, del cual, noblemente y con todo respeto, advirtió a su padre, mas el rey no le hizo caso, no rectificó su conducta, entonces los beamonteses le instigaron a emplear la fuerza, y estalló la guerra civil. No viene a cuento de nuestro tema presentar cuan adversa fue la suerte para el príncipe, lo que explica en profundidad, paso a paso de la contienda, el citado catedrático en su texto de Historia. 'La Historia -dice otro viejo texto- le ha dado a Juan I el título de Grande, que sería bien merecido, si la muerte de sus dos hijos, don Carlos y doña Blanca, no arrojara sobre su memoria una mancha sangrienta'. 

Los catalanes quisieron que don Carlos fuera declarado heredero del trono, pero el monarca detentador trata de justificar su conducta dando por supuesto que su hijo pretende en secreto contraer matrimonio con la infanta Isabel de Castilla e igualmente le imputa otras acusaciones para dar con él en prisión. Los catalanes quieren que que don Carlos sea declarado heredero del reino, pero el monarca detentador trata de justificar su negativa conducta dando por supuesto que su hijo pretende casarse con la infanta Isabel de Castilla, e igualmente le imputa otras acusaciones para dar con él nada menos que en prisión. 

Ya en la marcha de la guerra civil, esa detención provoca el levantamiento de Cataluña, seguido de la guerra civil catalana. La reina Juana Enriquez, en nombre de su marido, firmó el 21 de junio de 1461 en Villafranca de Penedés con los delegados de la Diputación catalana la concordia así llamada, por cuya capitulación, y en palabras de Carme Batlle 'Juan II tuvo que claudicar, primero liberando a su hijo, y después en la negociación de un cambio político en Cataluña, porque se había identificado la liberación (de Carlos de Viana) con la defensa de las leyes de la tierra. Este era el punto clave'. Tres días después se celebró en la catedral de Barcelona su proclamación como Lugarteniente de General de Cataluña, pero dos meses después muere en Barcelona. 

En visión de otro gran medievalista, Julio Valdeón Baruque, en 'La dinastía de los Trastámara', vamos que:  
Antes de accede al trono aragonés, había intervenido tanto en la corona de Castilla como en el Reino de Navarra. El historiador Ángel Camellas dijo de Juan II que "su patria emocional da Castilla". Cuando su padre Fernando accedió, tras el compromiso de Caspe, al þrono aragonés, el infante Juan, que era Conde de Peñafiel, pasó a ser uno de los lideres del bando aragonés en tierras de Castilla. (...) La derrota sufrida en Olmedo supuso que el infante Juan prácticamente abandonará Castilla. 
Apunta los datos cronológicos de que se casó en 1419, siendo a partir de 1425 rey consorte de dicho Reino, y desde 1441, fecha del obito de Blanca, rey efectivo.

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