El italiano se fue sin tal equipaje y además tuvo la nobleza de abdicar al verse como persona non grata por un sector de españoles. Léase al respecto la novela del Padre Coloma,titulada "Pequeñeces" ¡Esa puñetera Currita de Albornoz! ¡Esos aristócratas soberbios mimados , parásitos y viciosos!... No con un matrimonio tan sencillo y demócrata como eran aquellos reyes nada protocolarios. Con ellos la clasista aristocracia española no podía llevarse bien, y se confabularon contra Amadeo de Saboya y su esposa María Vitoria. La nueva reina, lejos de beneficiarse económicamente de la corona, hace caridad con sus propias rentas, según podemos ver en la biografía "Amadeo I, el rey efímero" , del conde Romanones. Cuando el marques de Dragonetti le advertía que se estaban acabando los fondos a causa de las constantes sumas que la reina repartía -no había solicitud de la gente humilde que no fuese atendida- ella le contestaba imperturbable: "Telegrafía a mi administrador en Turín y que envíe más dinero".
De su sencillez -rara avis, y más en los reyes- puede darnos idea el siguiente proceder de estos monarcas,que incluso chocaba con el pueblo debido al concepto reverencial que de la monarquía tenía. Amadeo se levanta al amanecer, hace gimnasia, se lanza a chapotear en las heladas aguas del Manzanares, viaja en tranvia,y acude a desayunar al Café Suizo. María Vitoria visita conventos, asilos y hospitales sin previo aviso, acompañada tan solo de una dama de honor, y si penetra a rezar en una iglesia toma ella misma un reclinatorio y se coloca entre el público. La mayor parte de las habitaciones del alcázar permanecen cerradas.Cuando Isabel II, en París, supo que los Saboyas y sus hijos ocupaban en el Palacio de Oriente un total de siete habitaciones, dicen que exclamó: maravillada: "¡Pobres jóvenes! ¡No van a moverse!". (Juan Balansó) [Con reyes como éstos, tan demócratas y altruistas, que "realmente" quieren servir, no servirse, casi se podría ser monárquico] .
Vida sentimental de Amadeo de Saboya.
Vino solo, su mujer se había quedado por el momento en Turín con los dos hijos que tenía el matrimonio -en Madrid nacería un tercero- y, aunque estaba muy enamorado de su esposa, se enamoró apenas llegar a Madrid, aprovechando la ausencia de ella,de una belleza madrileña con la que entabló una importante relación, al extremo de que cuando tres meses después llegó su esposa la obligó a pasar por la plaza de consentidora. Se trata de una hija del ya suicidado Mariano José de Larra, Adela de Larra Vertoret, la cual tenía un pasado turbio, aunque no fuera lo que se llama una cocotte. Era más de diez años mayor que quien sería su amante regio. constante en lo que cabe en un veleidoso que era oficial y notorio. Salvo el placer sexual que encontraba en Adela, la convirtió en un paño de lágrimas, y ella le soportaba pero el asunto fue declinando por parte de ambos, él se encapricho de una cantante de ópera, y ella retomaba sus costumbres libertinas
Su esposa era, y él lo recocía, de superiores cualidades, talento virtudes, mas ello no impidió en modo alguno que dejase de rendir a otras damas homenaje por sus encantos físicos. María Victoria confió a su prometido al conocerse que le atraía la Economía, el Derecho Internacional, y el Állgebra. Leía y escribía en latín y griego, hablaba correctamente francés e inglés. Amadeo se quedó mudo, él era no más que un militar, poco inclinado a las ciencias y menos a las letras.
María Victoria Del Pozo había nacido en París (1847) y Amadeo, príncipe de Saboya,en Turín (1845), se casaron en la capilla del Santo Sudario de la catedral de Turín el 10 de mayo de 1867. Tuvieron tres hijos: Manuel Filiberto, duque de Apulia; Victo Manuel, conde de Turín, de cuyo segundo parto estaba convaleciente cuando recibieron a la comisión de diputados que se había trasladado a notificarles su elección como reyes de España. El tercer hijo, Luís Amadeo, duque de los Abruzos, nació en Madrid el 29 de enero de 1873. Dos semanas después hubieron de abandonar Madrid y la reina tuve que ser llevada en silla de manos hasta el coche que les conduciría a la estación -eran las seis de la mañana- . Se dirigieron a Portugal yen Lisboa tomaron un barco que les llevó a Italia.
En Madrid -nota bene- tuvo Amadeo I otro hijo de sus relaciones con una condesa que, a decir de un autor, si en la calle se manifestaba alfonsina, en la cama era amadeista. Ya lo he dicho, ¡aquella plebe de la aristocracia!... Al de Saboya le perdían las aventuras galantes, era tan mujeriego como su padre, (Víctor Manuel II). De esta especie hay verdadera superabundancia en los reyes
Conseguida bajo la Casa de Saboya la unificación de Italia (víctor Manuel II) no gozaba de simpatías de las dinastías de Europa: los Habsburgos no perdonaban la expulsión de sus archiduques de los tronos de Módena y Toscana , ni los Borbones el exilio de su dinastía en las Dos Sicilias y Parma. Ante esta situación de hostilidad, Víctor Manuel II, el primer rey de Italia, tuvo que casar a su heredero, Humberto, con una prima hernana, Margarita de Saboya, a una de sus hijas con el rey "ilegítimo" de Portugal y a la otra con un Bonaparte. La elección, pues, de esposa para su segundo hijo, Amadeo, duque de Acosta, se le presentaba dificilísima, mas aquí se le presentó la suerte de cara con el flechazo entre una patriota italiana y Amadeo. Entorcar con la única heredera -había muerto la otra hija- de los príncipes de la Cisterna -él había fallecido en 1864- le llenaba de satisfacción al rey por los caudales de dicha familia, y en su contento concedió el rango de alteza su futura nuera, haciéndole extensivo a la consuegra. Gran coyunda matrimonial la primera de Amadeo de Saboya, uniéndose, como ya queda indicad, las dotes morales y espirituales de María Victoria del Pozo de la Cisterna.
A los tres años de la abdicación y vuelta a Italia, murió María Vitoria, que, pese a la animadversión hacia ellos, dejó un buen recuerdo en España. Falleció en San Remo con la amargura que le había dejado cuanto había sufrido como reina, y mimada por la tuberculosis a los veintinueve años. Amadeo un año después contrajo matrimonio con Leticía Bonaparte, veinticuatro años más joven que él, de cuya unión conyugal tuvo un hijo, Humberto, conde de Salemi.
Se atribuye al sufrimiento del reinado en España la enfermedad y muerte de María Victoria; en él dejó honda amargura y desengaño de la política. Su segundo matrimonio sólo dura dos años, muriendo a los 44 años de edad. No tardó, pues, en seguir a su excepcional esposa. Y menos mal que de España salieron vivos, pues no faltaron los atentados.