viernes, 21 de diciembre de 2018

La dinastía Trastámara

Dinastía reinante en Castilla (1369 a 1504),
En Aragón (de 1412 a 1516) y en Nápoles
(de 1458 a 1501). Globalmente, el reinado
de los Trastámara en Castilla se caracterizó
por el refuerzo de la autoridad monárquica.



Isabel la Católica y Juana la Loca también eran Trastámara.

De la batalla de Nájera al fratricidio en Montiel (Ciudad Real).


En la guerra fraticida contra el monarca Pedro I de Castilla y su hermano bastardo Enrique de Trastámara, de 1366 a 1369, derrotó el primero al segundo en la batalla de Nájera, 3 de abril de 1667, ayudado por el Príncipe Negro. Según el historiador Fernando Castillo Cáceres, su ejército constituía ‘una fuerza de tremenda efectividad y gran calidad en hombres y armamento y representaba la mejor lo mejor de Occidente en términos bélicos’. En esta  batalla fue muerto Garcilaso de la Vega y hecho prisionero Sancho, hermano de Enrique de Trastámara. Mal le hubiera ido al Trastámara si el rey hubiera podido continuar con la alianza inglesa, pero no le fue posible pagar a Eduardo de Woodstock, hijo de Eduardo III de Inglaterra, llamado el Príncipe Negro, lo que le había prometido, que era, aparte de gran suma de dinero, el señorío de Vizcaya. Ante esta actitud, varios de sus adictos le abandonaron, pasándose, además, al bando del Trastámara, tal el cronista Pedro López de Ayala.

Del crimen de Montiel al matrimonio de la nieta del asesinado con el nieto del asesino: Catalina de Lancaster y Enrique III.

Casado en segundas nupcias con Beatriz de Portugal el hijo y sucesor de Enrique II,  y llegado el momento de reclamar el trono de este país, perteneciente a su esposa, se desembocó en la tremenda derrota de Aljubarrota, 14 de agosto de 1385, infligida por los portugueses aliados con los ingleses, en la que Juan I hubo de salvarse a uña de caballo que le donó Pedro González de Mendoza, señor de Hita y Buitrago. Obviamente le cambió la  muerte por su vida. A esta batalla asistió también el cronista López de Ayala, que quedó prisionero. En conmemoración de la victoria y como voto de Juan I de Portugal se construyó en el pueblo de Batalha el Monasterio de Santa María de la Victoria.                                          
 
Debilitada bélicamente Castilla, Juan de Gante, duque de Lancaster, hijo de Eduardo III de Inglaterra, casado en segundas nupcias con Constanza de Castilla, hija de Pedro I y de María de Padilla, se alió con el monarca portugués para invadir Castilla, ideando el rey castellano como tabla de salvación de la dinastía el matrimonio de su hijo Enrique III con la hija de Juan de Gante y de su segunda esposa, la ya mencionada Constanza., es decir con Catalina, creándose el Principado de Asturias mediante el Tratado de Bayona (1388) que se celebró en la catedral de Palencia.  Ello implicó la ruptura de alanza entre el inglés y el portugués, que era lo que pretendió Juan I. Unió, por lo tanto, a su hijo nieto por vía paterna del asesino Trastámara con la nieta del asesinado.  

Murió Juan I de Castilla el 9 de octubre de 1390 a la edad de 32 años en Alcalá de Henares, de una caída de caballo. ‘La reina –refiere el P. Florez en su ‘Memoria de las Reinas Católicas de España’- tuvo la funesta noticia hallándose en Madrid, y al pronto fue a Alcalá, dejando en Madrid al príncipe don Enrique y al infante don Fernando. Asistió al lado del cuerpo del rey su marido en la capilla del palacio arzobispal de Alcalá, hasta que pasaron a la de los reyes nuevos de Toledo, donde yace. Estuvo casado con Leonor de Aragón (1358-1382) y con Beatriz de Portugal (1383), de la que no tuvo descendencia. Se refiere un hijo, o dos, muertos en la infancia. La citada obra del P. Florez adolece en cuanto a esta reina de falta de información de su vida de reina viuda; otra errónea y de  desconocimiento de su final. Ya he hablado de este caso y, pienso, volver a tratarle. Aparte de estas lagunas, si hace mención de que el hijastro cumplió fielmente con las disposiciones testamentarias de su padre respecto a lo bien protegida que dejó a Isabel de Portugal, que tras perder la sucesión a su trono, perdió precipitadamente la corona de Castilla. No en balde había estado prometida a él, pero al quedar viudo su padre la tomó por esposa.

Primeros Príncipes de Asturias.

Se casaron también en la catedral de Palencia, en octubre de 1388; tuvieron tres hijos: María de Castilla, que fue reina consorte de Aragón al contraer matrimonio con Alfonso V el Magnánimo; Catalina de Castilla, que contrajo matrimonio con su primo hermano Enrique de Trastámara, hijo de Fernando de Antequera y de su esposa Leonor de Alburquerque; Juan II, que igualmente matrimonió con otra prima hermana suya, hija también del primer Trastámara de Aragón: Fernando I, la infanta de Aragón, María, y fueron padres de Enrique IV, Catalina de Castilla y Leonor de Castilla. En su segundo matrimonio con Isabel de Portugal tuvo a Isabel de Castilla, llamada a ser gran reina, aunque usurpando a su sobrina la corona manu militari, y a Alfonso, el de la ‘farsa de Ávila’.

Pese a ser Enrique III una persona valetudinaria, y no por la edad pues murió a la de 27 años, recibiendo por ello el apelativo de ‘el Doliente’, en su reinado sometió a los nobles, que en riqueza y mando se aferraban a presentar competencia con la realeza. Tanto más desde el primer Trastámara que para continuar en el trono que conquistó con su crimen hubo de conceder a la nobleza y grandes señores beneficios sin cuento, y de aquí a recibir junto al apelativo de el Fraticida, el de la Mercedes. Su minoría de edad fue desdichada para Castilla, por lo que fue necesario declarar su mayoría a la de los 14 años.

Sometió a la nobleza, restableciendo la autoridad de la monarquía. Aunque en la índole de este artículo no afecta entrar en pormenores de su reinado, digamos que fue bueno, y no dejaré de consignar que cuando en 1393 Juan de Avis, sin que mediara declaración de guerra, tomó Badajoz, dispuso que la Armada al mando de Diego Hurtado de Mendoza hostigara las costas de Portugal. Se produjo el incendió de Viseo (La Coruña) y la toma de Miranda de Duero por las tropas castellanas, viéndose obligado el portugués a solicitar la paz. Se devolvieron la plazas que uno y otro habían conquistado.

El pusilánime Juan II.

La autoridad de la Corona decaería nuevamente ante otra minoridad, ya que a su muerte cuenta Juan II de Castilla, nacido en Toro en 1404, tan solo dos años de edad. No fue tan mala como la  de este monarca como la de su padre al dejar éste como regente, aparte de su esposa, a su hermano Fernando el cual se comportó tan bien con su sobrino como, andando el tiempo, lo harían de mal sus hijos, los célebres infantes de Aragón, y aun, como ya queda visto, se casaran entre primos. Ello tampoco sería óbice para sus guerras civiles. Si la guerra civil es entre ciudadanos de un mismo país, a veces familiares, era en este caso entre la familia Trastámara. A Juan II le aciberaron la vida los infantes de Aragón, Juan y Enrique; éste lo pago con la muerte al ser derrotados en la batalla de Olmedo (19 de marzo de 1445)); herido en un brazo se le gangrenó la herida y murió en Calatayud en junio de 1445. La muerte de sus hermanas, Leonor, la reina viuda de Portugal, y María, la esposa del monarca castellano, ya había ocurrido. La de la reina consorte de Castilla fue un mes antes de esta batalla que suprimió el constante inmiscuirse de tales infantes en asuntos de este reino.

El reinado de este monarca hubiera sido desastroso de no haber tenido a su vera desde la niñez a Álvaro de Luna, lo que placía a Catalina de Lancaster, no así los proyectados matrimonios de sus hijos, que ella, fallecida en 1418, no llegó a ver. Él mismo reconoció  que no valía para gobernar al decir en su lecho muerte ‘Naciera yo hijo de un labrador y fuera fraile del Abrojo, que no rey de Castilla’. Su minoría había sido bastante ante tranquila, pero su reinado fue turbulento, estando la nobleza en pugna contra don Álvaro de Luna, quien, imperfecciones aparte, era servidor fiel del rey. Le recompensó con riquezas, mas finalmente decretando su muerte El médico e historiador Gregorio Marañón, y algún otro historiador, apuntan relaciones sexuales entre Juan II y don Álvaro. Sin embargo, llegó a iniciase un despego por parte del rey por decisiva influencia de su segunda esposa, Isabel de Portugal, de la que estaba muy enamorado. El 3 de junio de 1453 fue decapitado el Condestable en la Plaza Mayor de Valladolid, y el 22 de junio de 1454 falleció en la misma ciudad. Isabel tras siete años de reina consorte se refugió con sus hijos en Arévalo, enfermando mentalmente y en su declarada demencia gritaba por las noches: ¡Don Álvaro! ¡Don Álvaro!

Enrique IV, la mayor víctima de la nobleza.

Es por antonomasia el rey de Segovia, ciudad en la que fue, y continúa siéndolo, muy querido. Le dio su padre esta ciudad donde le instaló con casa y oficiales, y ello a la edad de 14 años. A la de 30 pasa a reinar e inicia su reinado imponiendo indulgencia, concediendo la libertad a quienes su padre tenía presos, perdonando a los desterrados y restituyéndoles sus villas, lugares, rentas y oficios que tenían –era inminentemente un hombre bueno, y en ello se hallan de acuerdo todos los que han escrito de él, mas en la segunda parte de su reinado, y siendo siempre muy querido por el pueblo llano, surgió la rebeldía de la nobleza descontenta, y ésta tomando como bandera la idea de sus hermanastros –muerto Alfonso la siguió Isabel- tocante a  usurpar la corona a su hija, la infanta heredera Juana de Trastámara Avis le trajeron en jaque hasta su muerte producida supuestamente por su hermanastra. Y al fin se produjo la guerra e inicuamente el paso de la corona a Isabel y Fernando. Trastámara de Castilla –ella- con Trastámara, de Aragón – Navarra –él-. Como dice el historiador segoviano Manuel González Herrero, ‘se consumó el golpe de Estado, el alzamiento isabelino. La usurpación de la Corona de Castilla’.

“Recompensa” de los Reyes Católicos a la aristocracia.

Muy clara y de modo conciso lo expone la ‘Historia de España’, de Moreno:

Con el propio fin de abatir el predominio de la aristocracia, tan insolentada en los anteriores reinados, prohibieron las Cortes de Toledo que los nobles levantasen nuevos castillos, y acordaron la anulación de sus exorbitantes privilegios, mercedes y gracias otorgadas en los últimos tiempos, y la devolución a la corona de los bienes usurpados. Por último, recibió el golpe de gracia la nobleza con la incorporación de a la corona de los Maestrazgos de las Ordenes militares, concedida por el Para. [Alejandro VI] ; con lo cual dejaron de ser un peligro para la monarquía, aquellos institutos, que habiendo degenerado de su fin propio, eran en manos de los nobles milicias turbulentas                

Fernando el Católico no acabará con la dinastía Trastámara, cuyo final fue su hija Juana la Loca –su abuela materna fue ‘la loca de Arévalo y ella ‘la loca de Tordesillas,  reclusiones de una y otra-, pero puso fin al reino de Navarra. 

El autor se justifica. 

Está claro que no he hecho, ni pretendido, otra cosa que sobrevolar a vista de pájaro, es decir, de un modo muy general y somero, sobre los Trastámara castellanos. Ya de algunos de ellos traté específica y ampliamente.

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