martes, 20 de marzo de 2012

Carta abierta a Iñaki Urdangarín

Ciudadano Urdangarín:

Voy a presentarte tu conducta y lo ganado con la misma. La cuenta material la está haciendo el juez y Hacienda; yo la formularé de tus ganancias morales. En este aspecto son nulas desde el principio que empezaron a aflorar tus hazañas económicas e incluso lo fue la presunción de inocencia. Sabido es que la regula el artículo 24,2 de la Constitución y que el DAE la define, en lo que afecta al Derecho, como “la que se aplica a toda persona, aun acusada en un proceso penal, mientras no se produzca sentencia firme condenatoria”. Sería increíble límite de ingenuidad concederte posible inocencia cuando no es que decían de ti cuanto se exponía, sino que aparecían pruebas día por día. Y, como sabes, no cesan.

Hay un refrán castellano que dice: No la hagas y no la temas, es decir, sólo el que es reo en su conciencia de maldad o villanía debe temer, fundadamente, la justicia. Que no te consideres reo por carecer de conciencia, parece ser; lo que está claro es que la hiciste sin el menor temor como deja evidente el hecho de que no tomaste ninguna medida precautoria de tus fechorías, y así has facilitado la investigación policial cuando ésta surgió. Alguien dijo otrora que la ley no castiga a los ladrones sino cuando roban mal. Y el escritor y diplomático italiano Carlo Dossi manifiesta: ¿Por qué, oh insensatos, hacer granujadas fuera de la ley? ¡Hay tanto sitio para hacerlas dentro! Todos sabemos que hay logreros, prestamistas usureros, proveedores sin conciencia, jugadores de ventaja, y otras picarescas que no caen bajo la ley, que ésta siempre tiene que ir descubriendo su picardía. Sabes muy bien, Iñaki, que has caído de plano por no haberte preocupado lo más mínimo de dejar pruebas por doquier, tu imprudencia ha sido enorme, porque tenías absoluta confianza en que eras intocable ante la ley por ser yerno del rey.


Si tienes alguna idea del texto de la Constitución sabes que, a excepción de tu suegro, los españoles –te transcribo este artículo 14 de “Igualdad ante la ley”- son iguales ante la ley, sin que pueda prevalecer discriminación alguna por razón de nacimiento, raza, sexo, religión, opinión o cualquier otra condición o circunstancia personal o social. Lo ignorases o no, procediste haciendo lo que te dio la real gana, porque para eso –pensaste- eres quien eres. Craso error, suele trae disgusto hacer lo que nos da la real gana, querer o hacer algo con razón o sin ella, obrar meramente ad libitum, a nuestra voluntad, sin analizar previamente si es actuación razonable y honesta. No te importó en absoluto el dar unos pasos sumamente arriesgados. Tu suegro es tabú judicialmente, y pensaste ego quoque, yo también, toda la Familia Real. Pues no; ya has visto que no puedes cometer actos punitivos. Ha ocurrido que no consideraste fueras descubierto, y sí, que de serlo, no saldrías a la palestra “por ser vos quien sois”. Se ha descubierto, como es notorio, de modo adyacente: en el caso Jaume Matas, su presidencia en las Baleares, de auténtica corrupción.

A esta altura que copado estás por el titular del Juzgado de Instrucción, nº 3, de Palma no se explica la ciudadanía que todavía formes parte de la Familia Real; tu suegro quiso eliminarte de ella tan pronto salió a la luz el Caso Babel. Lo anunció un día para al siguiente indicar que no era posible por cuanto existe el decreto del 27 de enero de 1981 sobre el Registro Civil de la Familia Real. Es indubitable que ha de modificarse mediante otro, dada la necesidad existente de tu exclusión de la familia de tu mujer ante la funesta realidad que ha supuesto, que está suponiendo, el haberse producido el escándalo. Dice Enrique Heine que todo delito que no se convierte en escándalo no existe para la sociedad, pero tú has dado la nota a más no poder. Por ello la sociedad, en toda su escala, ha dictado tu sentencia, para la misma ya estás condenado, empezando por la Casa Real que ha emitido que tu conducta no es ejemplar. Benevolente contigo ha sido, mas ha dicho lo suficiente. La trayectoria moral de Jaume Matas y tantos otros, como la de tu ex socio Diego Torres, es por demás reprobable; ahora bien, la tuya no tiene nombre, al estar casado con la infanta Cristina, por tu circunstancia, como digo, de ser de la Familia Real. El Rey debió controlarte, o controlaros al matrimonio, en todo momento, y cuando al fin tomó la determinación de enviaros a EE.UU. se dice que, como rey, fue muy otra la que debió adoptar. Tampoco pensaría lo que iba a sobrevenir. Cuando a Pilar Urbano, que no es precisamente antimonárquica, se le ha preguntado cómo afecta a la corona el caso Urdangarín, ha contestado que es una mancha para la Familia Real. Otra cosa puede ser la sentencia que decida el juez, pero la actuación Urdangarín puede considerarse delictiva y eso afecta muchísimo a todos sus miembros.

Realmente, en sentido de realeza y de realidad, no se trata, como no falta quien pide, de que tu suegro te imponga una sanción –ello se halla fuera de momento-, sino de que no figures –nunca se repetirá lo bastante- en la familia. Ni con mayúscula ni con minúscula. El que sea con minúscula de vuestro matrimonio depende, y al llegar a este punto tengo que decirte que es ininteligible que tu esposa por el daño que has hecho a su padre y a su hermano –el primero como rey, y el segundo como aspirante a sucesor- no te haya dado pasaporte, opte por continuar a tu lado –en todos los órdenes-, implicando esto ya el apenas poderlo efectuar con su familia. También te antepone a la monarquía, siendo impepinable que a la misma le debéis todo desde tu suegro a ti. Si no te casas con la infanta Cristina no hubieras podido realizar lo realizado, siendo –reitero- totalmente condenable que hayas empleado tan mal el braguetazo que diste. Las infantas se casaron inadecuadamente y el resultado a la vista está. En cuanto a vosotros queda mucho por ver. Lee a Juan Balansó: la opinión que de vuestro enlace matrimonial tiene, así como algún otro historiador, es muy negativa. ¿Qué diría hoy si viviera?

En la situación que has puesto a tu mujer y a su familia, que es decir a la monarquía, debes pensar que dentro de lo que es natural, lógico y de justicia ha de venir un futuro negativo y que éste lo será para ti especialmente. Debiste creerte que eres yerno de un rey absolutista, ignoraste, o afectaste ignorar, que vivimos en una monarquía constitucional, que el rey reina pero no gobierna, que, en definitiva, ya la monarquía sólo puede existir en un país –pues como escribe el citado Balansó- si las familias que aún poseen el privilegio de reinar son –o aparentan ser- modélicas para justificar su existencia. Si desde el principio no te ató corto tu suegro, es lástima también que nunca lo hicieran los sucesivos Gobiernos –ni el PP ni el PSOE-, respecto a lo cual en un artículo reciente –y esto ya lo he expuesto en otra parte- se pregunta su autor: ¿Cómo es posible que los Gobiernos no fueran conscientes de lo que estaba ocurriendo? Si no tuvieron noticia de las andanzas de Urdangarín, malo, porque era su obligación estar al corriente de los hechos […], el verificar el correcto funcionamiento de la Monarquía. Calló el Gobierno y a la Prensa se le hacía callar, a pesar de que también le corresponde papel de control.

Esto último lo tengo comentado y a ti no es necesaria la menor aclaración al respecto, todos erais refractarios a la información salvo en actos oficiales y en lo que implicara lucimiento. Así te sentó tan mal y te enfrentaste cuando salió a relucir lo que te era imputado por la Fiscalía Anticorrupción y el juez; muy enojado echaste la culpa a los informadores. No, Iñaki, no, el culpable has sido tú con tu indebida conducta, la prensa cumplió con su cometido de informar. La citada Pilar Urbano, que escribe sobre la familia de tu cónyuge, ha manifestado en una entrevista: Es un derecho constitucional. Los pueblos necesitamos conocer la historia, no sólo para no repetirla, sino simplemente para conocerla, porque tenemos derecho a conocer, a saber, y porque la desinformación es la peor de las dictaduras. Tu reacción contra la prensa fue despropósito, incongruencia, disparate, lo que se llama salida de pie de banco.

Son conscientes el juez y el fiscal, y se es en España y en el extranjero, de que en tu declaración mentiste como un bellaco. Ya tu llegada al Juzgado fue peripatética, dirigiste a los periodistas, en sus aledaños concentrados, unas palabras de saludo –llevabas medio aprendida la lección-, exponiendo que acudías para “aclarar la verdad de los hechos” y en defensa de tu honor. Sí, ¡nada menos! ¿Recuerdas cómo “aclaraste” la verdad? No se ha cumplido un mes, pero acaso no lo recuerdes dada tu mala memoria. Contestaste al juez sin salir de “no lo sé”, “no lo recuerdo”, y procurando echar la culpa de cuanto podías a Diego Torres. Te vino bien que éste se negara a declarar en su día. Pero será a partir del 22 de mayo cuando se verá con bastante claridad cómo te va a ir en la causa penal, si, como parece, Diego Torres no está dispuesto a cargar con el muerto, por muy yerno del rey que seas, pues ya sabes que ha solicitado al juez que quiere declarar. También tendrás conocimiento de que el juez ha dictado un auto, tras oír testigos, poniendo de relieve que siempre estuviste detrás del entramado societario. Muy mal se te presentó el invierno pero esta primavera te va a ser peor y no digamos este verano en el que quizás tengas que volver a Palma aun cuando esta vez no será para vacacionar en Marivent y en este palacio del Estado hacer negocios, sino para acudir nuevamente al Juzgado.

En cuanto a tu despido de Telefónica, donde te colocó tu suegro y están deseando que él les solicite te den de baja –pero no lo hace- ¿qué pasa? En Diario de Mallorca leo este titular: “La Zarzuela espera que Telefónica le resuelva el “caso Urdangarín”. Bueno, a falta de no encontrarse con valor y con fuerza moral tu suegro, Telefónica lo que tiene que hacer es despedirte en base a su código de conducta de no tener un ejecutivo manchado. Y estoy de acuerdo con el articulista al escribir: A partir de ahí, “a ver cómo reacciona su familia”, a traducir por “la infanta Cristina deberá elegir entre su esposo en horas bajas o su familia Real de toda la vida. Ya veremos, Urdangarín, cuando, yendo al paro, dejes de cobrar más de un millón de euros anuales. Y que, como sabe tu esposa, ya no volverías a tener “jornal de yerno de rey”, como ella le tiene de hija. A tu ex Familia Real deberás siempre haber acabado ciencias empresariales, hacia los treinta años de edad tras casarte, tu “brillantez” en ESADE y el haber vivido como seudo infante y seudo noble no arruinado.

Pero no el título nobiliario de duque, porque tú como tu ex cuñado, Jaime Marichalar, nunca fuisteis duques. Te lo llaman, ya por ignorancia, ya por amabilidad. Es de suponer que el rey hizo duquesas a sus hijas, que ya eran infantas, título superior, para ensalzar socialmente a sus respectivos maridos, pero no fue debidamente informado de ambos ducados: Según el decreto del ministerio de justicia sobre “Régimen de títulos, tratamientos y honores de la Familia Real y de los Regentes”, que el 6 de noviembre de 1987 firmó tu suegro, tales títulos tienen carácter graciable, personal y vitalicio. Tu cuñada Elena es titulada duquesa de Lugo en 1995; tu mujer como duquesa de Palma, en 1997. Tu suegro, en fin, no se acordaba de lo que había firmado. Por otra parte, el Código Civil vigente no reconoce derecho nobiliario al consorte, hombre o mujer, en los títulos de nobleza convencionales acogidos a la legislación nobiliaria común. Puedes informarte, sin ir más lejos, en Internet.

Ya ves que no he empleado contra ti injuria alguna, ni siquiera un epíteto, que te he tratado con humanidad, aunque al decirte las cuatro verdades, por delicadeza con que lo he efectuado, te haya amargado. Piensa, considera, que si, cuando llegue, la sentencia del juez es tan dura como la que la sociedad ha dictado ya, ni aquél ni ésta han actuado mal, sino tú. Y, obviamente, tanto peor si no devuelves el dinero, a lo que es de esperar tienda el juez en cuanto esté a su alcance. Sería reírte de la sociedad y, probablemente, exclamarías la paremia que reza: La vergüenza pasa y el dinero se queda en casa. En cualquier momento, visto el sesgo que había tomado tu situación, tus… “negocios” descubiertos, pudiste tratar de componer tu honor, no el día que fuiste a declarar al Juzgado de Palma. En ningún momento has querido dejar en mejor lugar la monarquía.

Arrepiéntete, ya sé que el arrepentimiento no cabe en ti, pero te despido así.

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