lunes, 8 de diciembre de 2025

El rey emérito no muestra agresividad en sus Memorias, sino leve censura y gran dolor. - Primera parte -


Contradictorio rey emérito.

Ya lo es en sumo grado en gran parte de lo que expone en sus Memorias, que, naturalmente, le han escrito, él no está capacitado, ni mucho menos, para escribirlas, pero en ellas se vierte cuanto él ha dictado. Quien hizo gala un día de haber leído en su vida solamente un libro, ¿qué puede escribir? Es de suponer que de escribir... ¡nada! Los discursos se lo escribieron e incluso le escribirían las cartas, a excepción de su correspondencia particular.  Franco un día, cayendo alguna del entonces Príncipe de España le indicó que había de cuidar su ortografía. Es de suponer que en esto, como en tantas otras cosas, no le ha hecho el más mínimo caso. 

Es de extraña en este libro en primer lugar que hable de manera elogiosa de la que él hizo reina consorte -como tal mujer con más cuernos que un ciervo, general destino de las reinas consortes españolas, y aun no consortes, pues Isabel I de Castilla no dejó de llevarlos-, que exponga lo enamora que estuvo de ella, lo que acabó en llegar a agredirla. Véanos cómo describe su enamoramiento o motivo del mismo: 

Sofía era una mujer alegre y culta, de mi edad, hija y nieta de rey, educada en un internado de Salem, cerca del lago e Constanza, Llevaba una vida muy activa; estudiaba arqueología con su hermana Irene, ayudaba en un  hospital pediátrico, y navegaba con su hermano Constantino. Nos alojábamos en el mismo hotel, el  Chad, durante los festejos, y como nuestros padres no estaban allí, podíamos salir  informalmente al cine o a bailar. Era muy simpática y abierta. Enseguida me atrajo su actitud sencilla, dulce y jovial, nada snob ni estirada. Y bailaba muy bien. Me impresionó la delicadeza de sus rasgos, la elegancia de su porte y la dulzura de su sonrisa.

La familia de Sofi, así enseguida la llamó, no dejó de caerle bien: 

Federica tenía un carácter fuerte y autoritario. Había que saber  pararle cara y ponerla en su sitio. Le gustaba mandar y a veces he tenido que ponerle límites. <En mi casa mando yo. En Grecia, tú haz lo que quieras>, debía repetirle cuando empezaba a querer controlar la vida familiar. Por ejemplo, era vegetariana, como Sofi, e intentó impedir que mis hijos comieran carne. Era una mujer dinámica, original, muy volcada en sus obligaciones y muy aficionada a las matemáticas y la espiritualidad india, que estudiaría a conciencia en el exilio, después de1967. El rey Pablo, más discreto, era muy culto y espiritual. No hace Juan Carlos de Borbón y Borbón la menor alusión a la homosexualidad de su suegro, que fue harto conocida  urbi et orbe. 

En la segunda parte de este artículo continuaré poniendo de relieve la doblez, falsedad, hipocresía, que despliega el hoy rey emérito en sus Memorias -de muy deficiente memoria-- en lo que expone de su nuera Letizia, de su hijo, hoy Felipe VI, y de sus nietas la princesa Leonor y la infanta Sofía.

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