miércoles, 9 de enero de 2019

LA MONARQUÍA DE LA CORRUPCIÓN

Monárquico es quien asume
e interioriza su inferioridad.
Enrique de Diego,
‘La monarquía inútil’.

Ser monárquico a esta altura de la civilización es algo que no cabe generalmente más que en individuos de poco intelecto y menos cultura –es mi opinión y respeto la ajena-. Digo generalmente, teniendo en cuenta que en algunas personas no es así, hay incluso gente culta e inteligente que se siente atraída por la monarquía, lo que solo puede entenderse por razón de ‘intereses creados’, cuya circunstancia que viene siempre a hacer inteligible lo abstruso por absurdo. Quien obtenga, o entienda obtener, un beneficio económico o del tipo que fuere con la existencia de la mencionada arcaica y obsoleta institución, es lógico y natural que sea monárquico, tal en primer lugar la aristocracia, clase que también vino en declive de privilegios, pues ya no se tienen por el mero hecho, ello quedó bastante atrás. De todos modos ya es echarle valor, y no quiero señalar a nadie, tratar de echar un tupido velo –callarlo, omitirlo, darlo al olvido- a los hechos de Juan Carlos I. Fuera de alguna persona particular, así lo hizo el bipartito que durante tantos años vino gobernando.

Pero llegaron a ser de tamaña magnitud que callarlo ya no fue posible, por mordaza que el gobierno de Rajoy pretendiera imponer. Murió en el intento como por la corrupción cayó en picado a pesar del gran poder que inicialmente le concedió la ciudadanía tras aquellas elecciones en las que, como compulsivo mentiroso, prometió y prometió para, luego, no cumplir nada de lo prometido, y gobernar con mentira y corrupción. Rajoy hubo de oír en el Congreso de los Diputados que pasará la Historia como ‘el presidente de la corrupción’. En su gobierno fue el safari a Botsuana del Rey con Corina, y las consecuencias del mismo vino a romper totalmente la censura protectora de la monarquía, secundándolo después el caer el dilecto suegro real, Iñaki Urdangarín, en las garras de la Justicia en delitos seguidos de oficio. Por si este escándalo era pequeño, hubo de sentarse en el banquillo su esposa, hecho único en la Historia de España. Pero si Cristina de Borbón y Grecia únicamente fue condenada al pago de una multa, merced a la trama para salvar a la infanta, la cual ha sido destapada por Pilar Urbano, la sociedad disiente en su fuero interno de la Sentencia, incluido el juez instructor. También el fiscal Horrac y la Fiscalía en cuanto a la rebaja de condena hecha a Urdangarín.

Cuando aún era muy arriesgado emitir un juicio adverso al monarca o a cualquier miembro de la Familia Real, el historiador Juan Balansó, especializado en las actuales dinastías europeas, muerto prematuramente en junio de 2003 a la edad de 61 años, escribió que ‘el reinado de don Juan Carlos pasaría a la Historia como el reinado de la corrupción’. ¿Qué diría de vivir hoy a sus 76 años? No alcanzó a conocer lo que Zarzuela llamó ‘cese temporal de convivencia de los duques de Lugo’, lo que era una auténtica separación para desembocar en el consabido divorcio. Tampoco la sorprendente boda del Príncipe de Asturias, coyunda en todo opuesta a lo que marcan los cánones de la monarquía –no solo, por supuesto, quebrantados en España-, asimismo el safari que conllevó la petición de perdón del Rey a los españoles. Ya no digamos del Caso Nóos; ambos eventos llevaron al apuntalamiento de la Monarquía abdicando Juan Carlos I en su hijo el 19 de junio de 2014.

Hoy Felipe VI, tras poco más de cuatro años de reinado se encuentra involucrado en un resurgir de supuestos chanchullos cometidos por el autor de sus días, que desgarran la monarquía, los cuales acaban de ser revelados por la ex colaboradora del ex rey. Estas manifestaciones de verdades secretas, ocultas, son tremendas, es decir, ‘terribles, digno de ser temido’, y así está resultando en cuanto componen la familia en general, no ya la Familia Real, aunque afecten no oír ni ver y callen como muertos. Por añadidura, esto ocurre cuando el yerno del anterior monarca y cuñado del actual se halla recién encarcelado, o sea, ha pasado a ser un desdichado presidiario. Confió éste en que el blindaje de su suegro ante los Tribunales de Justicia se extendía hasta el último pariente; entonces, en tal caso, ¿por qué no hacer también él negocios? Todos ricos y ‘tutti contenti’’, todos contentos.

Se equivocó Urdangarín en lo de ser intocable; se equivocó el rey en que no dejaría de ser monarca antes de morir. Actualmente don Juan Carlos de Borbón y Borbón al no reinar ya, es solamente aforado como la inmensa mayoría de la ciudadanía, así hemos podido leer la nefasta noticia para la monarquía de que la Audiencia Nacional decidirá sobre una supuesta crítica al Rey emérito. ‘Deberá decidir antes de fin de año si abre investigación sobre las grabaciones encontradas hace meses al comisario Villarejo. Con Corina puede ocurrir –en principio valga el derecho de inocencia- que se descubran chanchullos del Campechano; ella expone que la eligió como testaferro. Mal aire toma el binomio colaborador Corina-Juan Carlos, esta puede ser una segunda caída con Corina al fondo.


Lo que va de ayer a hoy

Hoy Corina Ardesen acusa al rey emérito de delito, aclarando, a la vez, que ‘no distingue entre lo legal y lo ilegal’’. Ella –insisto- es el temor de cuantos comen de la Monarquía. Jaime Peñafiel siempre azotando a la Casa Real escribió:

Hoy la propia Corina, quien en sus conversaciones con Villarejo y Vilallonga, lo deja bien claro. “El Rey pensaba que se iba a morir de ese cáncer y pidió que me quedara con él para ayudarle a reparar sus problemas de salud”.
Por eso el periodista vuelve al pasado tan de actualidad ahora: De justicia es reconocer la verdad. En este caso no porque la diga Corina, sino porque en su día Pilar Eyre lo contó.

Quiero decir lo que va en cuanto a Corina, ya que doña Sofía continúa en su bochorno, -‘desazón o sofocamiento por algo que ofende, molesta y avergüenza’. (RAE)- matrimonial, amargura que hoy incrementa el desbaratamiento familiar. Una familia mal avenida como cualquier otra entre cuyos miembros existe animadversión.

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