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Juan Carlos I, paradigma de reyes ladrones y adúlteros.
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Viendo algo de la relación existente entre los vicios de los reyes -especialmente el adulterio- y la historia,
Sería el cuento de nunca acabar enumerar lo monarcas adúlteros -casi siempre ellos, bastantes veces ellas- que pueblan la historia. en todos los países En España , los Austros y los Borbones fueron de.gran catolicismo "a la carta",que no se puede decir acendrado. Acendrar es depurar, purificar, limpiar, dejar sin mancha, ni defecto.(DAE) Y nada tan impuro sucio, manchado, defectuoso, como el matrimonio en la realeza. En nuestros país empieza a serlo por la endogamia.
Carecen los reyes de verdadero amor a Dios, y no digamos al prójimo, Es patente su soberbia y dicha falta es tanto más condenable en ellos siendo su prójimo sus súbditos. Han dado sobradas muestras de que éstos sólo cuentan para ellos para utilizarlos ab libitum sin dejar de contar ello el uso y disfrute de su esposa si ésta les apetece. Y antaño era así no solo para el monarca, también para un oficial de él-¡ay de la clases más bajas!-. Un villano había de sufrir toda clase de... "cargas" , pero el alcalde de Zalamea no lo entiende así y ahorca a un capitán que tras violar a s hija se niega a casarse con ella. Ante Felipe II exclamará El labrador Pedro Crespo: "Al rey la hacienda y la vida / se ha de dar , pero el honor/es patrimonio del alma / y el alma sólo es de Dios".
Pero los reyes seguirán disponiendo de vidas, haciendas y de las mujeres -esposas o familiares- de sus súbditos. Tal circunstancia no puede ser más vituperable, puesto que se halla abiertamente en pugna con los dos últimos mandamientos del Decálogo cristiano, que prohíben desear la mujer de nuestro prójimo y sus bienes -la esposa es un bien muy apreciado- Si incurrir en todo ello es ser católico. Lo reyes fueron, y son, palpablemente, unos acérrimos practicantes de los siete Pecados Capitales, amén de quebrantar, también de modo visible, el Decálogo que Dios nos entrego en el Monte Sinaí, efectuándolo en aras a su imperio o mando,soberbia, prepotencia, que a cometer crímenes de toda índole les llevó.
El adulterio operó decisivamente en la historia de España en la Edad Media.
El adulterio de los reyes no solamente originó lo que crea tan irregular proceder contra el matrimonio -católico o no católico- : disgustos y problemas, familiares tan llenos de secuelas, sino que en algunos casos dió un viraje ala historia. Por ejemplo, ésta hubiera sido distinta sin el caso e Alfonso XI. Este rey casó con María de Portugal a pesar de que como consigna el P. Enrique Florez de Setien los que los partidarios del rey no querían el desposorio dada la mucha cercanía de consanguinidad que había entre los dos como primos hermanos por parte de padre y de madre como muestra la genealogía de las dos Casas Reales de Castilla y Portugal.
Alfonso XI tuvo por "amiga" a la bellísima sevillana Leonor de Guzmán, que en fermosura -dice la Crónica- era la más apuesta mujer que avía en el reyno. Nació hacia 1310, fue señora de Medina Sidonia y favorita del rey a lo largo de veinte años, teniendo de él cinco hijos: Pedro, el cual murió en Guadalajara herido de un halcón a la edad de ocho años, llevándole a enterrar a Toledo. Sancho, Enrique, Fabrique y Fernando. De Sancho dice Enrique Florez que fue conde de Alburquerque y otros lugares". [los reyes repartían las localidades entre sus hijos, legítimos y bastardos]. No murió a manos de su hermano por haberse retirado a Aragón. Casó con doña Beatriz, infanta de Portugal,hija del rey Pedro I de Portugal coetáneo de Pedro I de Castilla y de doña Inés de Castro -sí, la de "Reinar después de morir"-. Murió en Burgos en marzo de 1374 , dejando embarazada a su mujer de una hija, llamada doña Leonor Urraca, que fue reina de Aragón, mujer de don Fernando I.
Mientras tanto Alfonso XI tuvo con su esposa dos hijos: Fernando y Pedro. El primero nació en Valladolid en1332 y quedó en Toro mientras el rey fue a la guerra de Gibraltar . Murió el infante al año siguiente. Nació Pedro en Burgos el 30 de agosto de 1334. El rey vivió siempre alejado de su esposa y al lado de su amante.. Por esta conducta estalló la guerra con Portugal, dado lo disgustado que por la misma se hallaba su suegro, pero la contienda no pudo seguir adelante porque un peligro común hizo necesaria la unión de los dos reyes: la pretendida invasión de los benimerines acaudillada por Habel-Hasán, rey de Fez, que se hizo dueño de la plaza de Gibraltar. Lo cierto es que -según Florez, y en ello están de acuerdo todos los autores- que la reina doña María padeció los desaires dela amiga del rey, y que coma ésta era el imán del cariño del soberano,miraban a su norte cuantos deseaban acertar en el rumbo de los negocios.
Esta conducta matrimonial del monarca generó a su muerte una guerra fratricida al ocupar el trono su hijo legítimo don Pedro, contando la edad de dieciséis años. Dió a su madre las villas que pertenecían a la Guzmán, entre ellas la de Medina Sidonia, a la vez que procedió a encerrarla en una prisión, que, errante de una en otra, murió asesinada en Talavera por orden de la reina madre. No obstante doña María no era fundamentalmente sanguinaria, pues, refiriéndose el P. Florez a la comentada boda de don Pedro de Castilla con la infanta doña Blanca escribe:
"Esta princesa experimentó poco amor y mucho desvío en el rey, que se hallaba muy casado con otra, y procurando los señores del reino estrechar en vínculos del rey con doña Blanca tomaron unas providencias de que resultaron perpetuas inquietudes, regando el rey con sangre humana muchos pueblos, y llegando la reina madre a la infeliz tragedia de ver quitar a sus pies la vida de de los señores que salieron con ella del alcázar de Toro, cuya sangre vertida en su presencia la hizo caer desmayada, y, viéndose cercada de angustias y muertes por todos lados, procuró librar su vida, pidiendo licencia al rey para retirarse a Portugal, como lo hizo en el año 13562,
La dinastía de los Trastámara se inicia con Enrique II el Fratricida -también llamado el de las Mercedes por las muchas que hubo de hacer para mantenerse en el trono tras matar a su hermano de padre-. De este crimen ya he hablado específicamente en otro articulo de este blog. Diré hic et nunc, aquí y ahora, que Juan I, hijo de fratricida y de su esposa Juana Manuel de Villena, hubo de casar en segundas nupcias con la infanta Beatriz, hija de Fernando I de Portugal, en pro de la paz, ya que contra él se disponían el duque de Lancaster a la guerra unido a Portugal. Este matrimonio encerraba la condición de que si el rey lusitano moría sin hijos varones pasaría la corona a doña Beatriz. Murió Fernando I sin hijos varones y, por ende, se verificó la proclamación de su hija como reina de Portugal, mas lo portugueses repugnándoles unirse a Castilla, nombraron rey al Maestre de Avis [la orden de Avis se había formado en Portugal a mediados del siglo XII y tomó este nombre de la ciudad de Avis, que Alfonso I dió a los caballeros de dicha Orden]. El hijo de Enrique II trató de invadir Portugal y salió a su encuentro el Maestre y se libró la batalla junto a la villa de Aljubarrota, obteniendo el ejército portugués, pese a su inferioridad numérica, una gran victoria. Adiós el derecho de doña Beatriz, llamada, por otra parte, a ser una viuda ejemplar cuando su marido murió el 9 de octubre de 1390 en Alcalá de Henares a causa de una caída de caballo, en competición ecuestre, retirándose al Monasterio de Sancti Spiritus, de Toro, donde está sepultada en magnífico sepulcro.
El desastre de Aljubarrota le aprovechó el duque de Lancaster para renovar la lógica y natural pretensión al trono de la línea legítima. Él estaba casado con Constanza, hija de Pedro I y de María de Padilla, y eran padres de Catalina, nieta, pues, del Cruel o Justiciero Pedro I de Castilla. Ayudado por el rey de Portugal, el citado Juan I -coincidencia como homónimos, en el ordinal y época en los dos países de la península Ibérica- entró el duque en Galicia, apoderándose de varias localidades, y el rey castellano desató el lazo que entre ellos había y logró la paz, que ni él ni su regicida padre habían conseguido plenamente desde el crimen , concertando el matrimonio de su primogénito; Enrique, con Catalina de Lancaster. Como quiera que en Inglaterra el primogénito ostentaba el título de Príncipe de Gales (existente desde el enlace de don Eduardo -hijo de Enrique III- con la infanta Leonor -hija de San Fernando) a partir del anunciado matrimonio tomaron el título de Príncipes de Asturias, quedando ya fijado para los herederos de la corona de España. Fundidas ambas ramas, la legítima y la bastarda, con estas capitulaciones, dió el rey don Juan a su nuera, doña Catalina, la ciudad de Soria y las localidades de Atienza, Almazán, Deza y Molina. A la duquesa Constanza le donó Guadalajara, que entonces no era ciudad, Medina y Olmedo por los días de su vida. Los duques renunciarían al reino de Castilla favor del rey don Juan y de su hijo don Enrique.
A la imprevista muerte de su padre, éste cuenta la edad de doce años -Catalina tiene cuatro más que él-, surgiendo una minoridad funesta -lo fueron todas en nuestra historia- hubo continuas agitaciones : entre ellas la que promovió en Sevilla contra los judíos el arcediano de Écija, que se extendió a otras ciudades de Andalucía y Castilla, produciendo matanzas de hebreos durante mucho tiempo , a pesar de las prohibiciones del Papa. En opinión del cronista López de Ayala, todo fue codicia de robar más que devoción. Estos tumultos populares contra los hebreos se hicieron extensivos a la corona de Aragón, don San Vicente Ferrer predicó mucho para convertirlos, aunque sin gran resultado . Conforme explica nuestro ya mencionado memorialista de las Reinas Católicas de España, que fuerza es citarle en ciertas precisiones. Llegado el rey a la edad de catorce años, empezó a gobernar por sí. Agoste de 1393. Eliminados quedaron de su función los tutores en el convento de las Huelgas de Burgos Juntó luego Cortes en Madrid por diciembre del mismo año. Cumplidos ya los catorce años, celebro la boda con la reina doña Catalina, su mujer, que, desde aquí, es ya reina con ejercicio, por tener ya el cetro en la mano su marido y vivir ambos juntos.