No hay en España demasiados datos sobre esta reina, incluso Fernán Pérez de Guzmán (1376-1460), escritor ecuánime en sus biografías pues no oculta los méritos de sus enemigos, en sus "Generaciones y semblanzas" hace un ligero esquema de ella, siendo de extrañar la nula simpatía que le inspira. Escribe:
Fue alta de cuerpo y muy gruesa, blanca y colorada y rubia. En el talle y meneo del cuerpo tanto parecía hombre como mujer. Fue muy honesta y guardadora de su persona y fama, liberal y magnífica, pero muy sometida a privados y muy regida de ellos, lo cual, por la mayor parte, es vicio común de los reyes. No era bien regida en su persona; tuvo una grande dolencia de perlesía, de la cual no quedó bien suelta de la legua ni libre de cuerpo.
Las restantes informaciones que aporta son de su filiación o procedencia, a excepción de apuntar que murió en Valladolid a la edad de 50 años en 1418. Las notas positivas que nos presenta este coetáneo son, pues, honestidad y generosidad, desprendimiento. Lo fue con el clero en primer lugar, debido a su profunda fe. Interviniera más o menos esta circunstancia, mucho dice a su favor el pudor que sentía en una época de verdadero laxismo, de moral relajada. Se interesó bastante más por la religión que por la política, aunque en ésta actuó con cinrcunspección.
En 1392 funda el convento de dominicas de Mayorga. En 1394 hace grande donación a Santo Domingo el Real, de Toledo, del que es priora doña Teresa de Ayala y su hija María, de la que es padre su abuelo materno. En 1396 adquiere una huerta en Segovia que acto seguido entrega al convento de dominicos de Santa Cruz. Se suceden las fundaciones, monasterio de los Jerónimos de Toledo (1396), Valparaiso (Córdoba) en 1405, la cartuja de Santa María de las Cuevas, en 1400. (Más adelante me ocuparé de su magna creación de la iglesia de Santa María la Real de Nieva y el pueblo).
El capítulo a ella correspondiente en la obra del P. Enrique Florez de Setien, "Memorias de la reinas católicas de España" es iniciado de esta forma:
Doña Catalina de Alencastre - mujer del rey don Enrique III (Reina desde el 1390, casada en 1388). Antes de reinar don Enrique III, hijo del rey don Juan, le casó su padre con doña Catalina, hija del duque de Alencastre, y de doña Constanza, su mujer, hija del rey don Pedro de Castilla y de la reina doña María de Padilla, lo cuales duque, por derecho de sucesión del rey don Pedro, pretendían los reinos de Castilla y de León y se intitulaban reyes. Las pretensiones de un solio ocupado por otro poseedor obligaron al duque de Alencastre a unirse con los enemigos del rey don Juan, que eran a la sazón los portugueses.
En efecto, era duramente perseguido por éstos tras derrotarle en la batalla de Aljubarrota en la que Juan I defendía los derechos al trono de su segunda esposa Beatriz, hija de don Fernando, rey de Portugal, y de doña Leonor Tellez de Meneses. Perdió este reino, de su mujer, y mantuvo el de Castilla hasta su muerte por pactar la boda de su hijo Enrique con la hija de Juan de Gante, ante lo cual éste rompió el pacto con los portugueses. Murió Juan I a consecuencia de una caída de caballo en una competición en Alcalá de Henares el 9 de octubre de 1390, como refiere también Florez de Setien añadiendo: La reina tuvo la funesta noticia hallándose en Madrid, y al punto fue a Alcalá, dejando en Madrid al príncipe don Enrique y al infante don Fernando. Asistió al lado del cuerpo del rey su marido en la capilla del palacio arzobispal de Alcalá, hasta que le pasaron a la de los reyes nuevos de Toledo, donde yace.
La reina se retiro al monasterio de Sancti Spiritus, de Toro (Zamora) pero sin profesar y con una pequeña corte. Construyó un ala en él. Enrique se portó siempre muy bien con su madrasta -pero no a la manera de Carlos V con la suya, Germana de Foix-, que otrora fue su prometida. Murió doña Beatriz en 1340. Se encuentran sus restos en un sepulcro-mausoleo de alabastro en dicho monasterio-museo, el cual describe Margarita Ruiz Maldonado en su artículo "El sepulcro de doña Beatriz de Portugal en Sancti Spiritus de Toro", Rev. Goya 1993.
La nieta de Pedro I de Castilla y el nieto de Enrique II de Trastamara contrajeron matrimonio en 1388 en Palencia, catedral de San Antolín, en cuya boda recibe el título de Príncipe de Asturias, ostentando hasta entonces el heredero de la corona el de Infante Mayor. En 1390 Juan I pensó abdicar para que reinasen Enrique y Catalina, pero el Consejo Real le disuadió. Como queda dicho, ese mismo año fallece. Los Príncipes de Asturias pasan a reinar el 2 de agosto de 1393; él tiene 13 años de edad, ella 19. El citado autor de las Memorias lo explica de la siguiente forma:
Tuvo el matrimonio dos hijas y un hijo: María, nacida en Segovia (1401), otra que lleva el nombre de su madre. ¡Al fin el apetecido varón! Pero el padre le disfrutó muy poco, dejando este reino y pasando al de la inmortalidad en el año siguiente, sábado 25 de diciembre de 1406, por decirlo en expresión del susodicho Florez Setien. Los proyectos matrimoniales de sus hijos la contrariaron enormemente. En la biografía -novelada- que de ella publicó en 2008 María Teresa Álvarez, titulada "Catalina de Lancaster - Primera Prrincesa de Asturias", escribe sobre este particular:
Tutoría de su madre y de su tío
Murió en Toledo Enrique III; la reina se hallaba en Segovia. Seguidamente en esta ciudad se proclamó rey al príncipe, y su tío envió con el canciller el testamento para que se leyera ante la general presencia. Como refiere Florez:
Don Fernando se ocupó de la guerra con Granada, que se reinició en la primavera de aquel año, en el que la escuedra de Castilla, que creara don Pedro I de Castilla, derrotó al mando del almirante Alfonso Enriquez, a la sarracena en Gibraltar. Hubo una tregua, y reanudada la guerra en 1410 venció en la batalla de la Yeguas y tras largo sitio de Antequera es conquistada por él, por lo que en lo sucesivo será llamado Fernando el de Antequera.
Al regreso de esta expedición se encontró que el Parlamento de Caspe acude a él para que ocupara el trono de Aragón, había fallecido ab intestato y sin sucesión D. Martín el Humano. No hace al cometido del tema tratar del Compromiso de Caspe, mas sí consignaré unas líneas de un antiguo texto -el de Alfredo Opisso- sobre el triste efecto que produjo su cese por pasar a ser Fernando I de Aragón.
El reinado de Juan II fue fundamentalmente el de su presunta pareja: Álvaro de Luna, así como será el de su primogénito Enrique IV, la de éste: Beltrán de la Cueva. ¿Hizo Catalina de Lancaster la vista gorda de la sodomía existente entre su hijo y el paje, la cual perduraría siempre? No puede deducirse de la simpatía que sintió por él de por vida, pudo ser por saberlo o por ignorarlo. Fernán Pérez de Guzmám, en sus "Generaciones y semblanzas", expone que siendo el rey mozo y de buena complexión, y teniendo a su mujer moza y hermosa, si el Canciller se lo contradijese, no iría a dormir a la cámara de ella, ni de otras mujeres, aunque naturalmente era lo bastante inclinado a ellas. También podemos leer en esta obra que el rey de noche ni de día quería estar sin don Álvaro de Luna, y lo aventajaba sobre los otros, y no quería que otro alguno lo vistiese ni tratase. De Isabel, muy bella y años menos que él si estuvo muy enamorado
Runidas las Cortes en Madrid el 7 de marzo de 1419, contando Juan 14 años, es proclamado mayor de edad, empezando el lío político que suscitaron sus primos los infantes de Aragón tan poderosos, tan belicosos, hasta que se eclipsó su estrella en la batalla de Olmedo. Desde otros ángulos he de tratar de estos años que Catalina de Lancaster no alcanzó a ver, y, por otra parte, como a ella me delimito hoy, retomaré el curso de su vida en otro artículo, es decir referiré cuanto por imperativo de espacio omito hoy, así como de aquel marco histórico.
La reina se retiro al monasterio de Sancti Spiritus, de Toro (Zamora) pero sin profesar y con una pequeña corte. Construyó un ala en él. Enrique se portó siempre muy bien con su madrasta -pero no a la manera de Carlos V con la suya, Germana de Foix-, que otrora fue su prometida. Murió doña Beatriz en 1340. Se encuentran sus restos en un sepulcro-mausoleo de alabastro en dicho monasterio-museo, el cual describe Margarita Ruiz Maldonado en su artículo "El sepulcro de doña Beatriz de Portugal en Sancti Spiritus de Toro", Rev. Goya 1993.
La nieta de Pedro I de Castilla y el nieto de Enrique II de Trastamara contrajeron matrimonio en 1388 en Palencia, catedral de San Antolín, en cuya boda recibe el título de Príncipe de Asturias, ostentando hasta entonces el heredero de la corona el de Infante Mayor. En 1390 Juan I pensó abdicar para que reinasen Enrique y Catalina, pero el Consejo Real le disuadió. Como queda dicho, ese mismo año fallece. Los Príncipes de Asturias pasan a reinar el 2 de agosto de 1393; él tiene 13 años de edad, ella 19. El citado autor de las Memorias lo explica de la siguiente forma:
Llegando el rey a la edad de catorce años, empezó a gobernar por sí en agosto de 1393, quitando a los tutores en el convento de las Huelgas de Burgos, el poder que tenían para el gobierno. Juntó luego Cortes en Madrid por diciembre del mismo año, y, cumplidos ya los catorce años, celebró las bodas con la reina doña Catalina, su mujer, que desde aquí es ya reina con ejercicio, por tener el cetro en la mano su marido y vivir ambos juntos.El desbarajuste del reino era mayúsculo. En el viejo texto de "Historia de España", de Moreno, se refiere al respecto:
Su primer acto fue revocar las mercedes otorgadas por sus tutores; pues eran tantas, que los bienes del real patrimonio habían desaparecido y el monarca vivía en gran estrechez. / Cuéntase a este propósito que un día en Burgos, al regresar de caza el rey, pidió la comida y le dijeron que no había nada ni quien se lo fiase; pero que en cambio aquella misma noche se celebraba en casa del arzobispo de Toledo un gran festín al que asistían todos los nobles que habían usurpado las rentas de la corona. Enrique III empeñó su gabán para comprar algún alimento, y después, disfrazado de sirviente, presenció la fiesta gastronómica de que le habían hablado. Al día siguiente citó a su cámara a todos los comensales del arzobispo, y, dirigiéndose a éste, le preguntó cuántos reyes había alcanzado en Castilla. "Tres, contestó el prelado."--"Pues yo, con ser más mozo, repuso don Enrique, he conocido más de veinte, y desde hoy no ha de haber más que yo". Haciendo entonces salir a su guardia y al verdugo, amenazó a los nobles con quitarles la vida, si no le devolvían las rentas de la corona.Su política fue belicosa, en lo que necesario fue, e inteligente, cuyo comentario procrastino a un artículo a él dedicado, que este corresponde de lleno a su esposa.
Tuvo el matrimonio dos hijas y un hijo: María, nacida en Segovia (1401), otra que lleva el nombre de su madre. ¡Al fin el apetecido varón! Pero el padre le disfrutó muy poco, dejando este reino y pasando al de la inmortalidad en el año siguiente, sábado 25 de diciembre de 1406, por decirlo en expresión del susodicho Florez Setien. Los proyectos matrimoniales de sus hijos la contrariaron enormemente. En la biografía -novelada- que de ella publicó en 2008 María Teresa Álvarez, titulada "Catalina de Lancaster - Primera Prrincesa de Asturias", escribe sobre este particular:
Catalina deseaba para sus hijos matrimonios ventajosos pensando siempre en el interés del reino No deseaba bajo ningún concepto que ninguno de ellos matrimoniara con alguno de sus primos, los poderosos infantes de Aragón, miembros de la familia de su marido, los odiados, para ella, Trastámara. / Es verdad que Catalina se casó con un Tratámara, pero su matrimonio era otra cosa. No existía posible comparación. Lo había hecho para recuperar el trono que pertenecía a su familia. Porque sus hijos, aunque no llevaran su apellido, sí tenían su sangre y la de las dinastías de Borgoña y Plantagenet a las que ella pertenecía. / Aceptó y asumió el matrimonio de su primogénita María con su primo Alfonso porque era un compromiso adquirido por su marido el rey y porque su hija así lo deseaba./ Ambos lo hicieron con quien su madre no deseaba, con dos de sus primos. El rey Juan con María de Aragón, la infanta Catalina con el infante Enrique.De haber vivido más hubiera vista que no era infundada su animadversión a los Trastámara, esos mangoneantes en Castilla, infantes de Aragón. La primogénita al fin se casó con su primo Alfonso sucesor de su padre Fernando I, pero Catalina de Castilla..., infortunio. Asimismo cuán desafortunado fue también el primer matrimonio de Juan II. Consigna María Teresa Álvarez que:
Sus sueños no se frustaron porque su hijo, el rey Juan, al quedarse viudo, se casó con una joven y hermosa princesa portuguesa, Isabel de Avis, nieta de la hermanastra de Catalina, Felipa de Lancaster.No mejoró Juan II su calidad de rey con su segundo matrimonio, siempre estuvo en manos de don Álvaro de Luna del cual tras su victoria en Olmedo, más lleno de honores y más envidiado, se inició su decadencia poderosamente apoyada por la reina, pese a que para tal, fue propuesta por él. Mal pagaban los reyes moralmente el servicio prestado por el condestable de Castilla, porque en bienes materiales y honores si que siempre con él fue generoso Juan II. Por su citada victoria en la proximidad de dicha localidad vallisoletana recuperó el maestrazgo de Santiago. Con cobarde inhibición del rey y satisfación de la reina, el condestable muere en el cadalso 3 de julio de 1453, en Valladolid. Tenía 63 años de edad. El rey invadido de remordimiento muere en la misma ciudad y mes al año siguiente a lo 49 de su edad.
Tutoría de su madre y de su tío
Murió en Toledo Enrique III; la reina se hallaba en Segovia. Seguidamente en esta ciudad se proclamó rey al príncipe, y su tío envió con el canciller el testamento para que se leyera ante la general presencia. Como refiere Florez:
En sábado 1 de enero de 1407, leído el testamento en presencia de las Cortes fue aceptada y jurada la tutoría por la reina y por el infante don Fernando, empezando el gobierno por la provisión de continuar la guerra con los moros.Ambos, pues, ejercen la tutoría del rey y la gobernación del reino; éste fue repartido entre ellos. La corregente gobernó Castilla la Vieja y León, y don Fernando, Castilla la Nueva, Extremadura, Murcia y Andalucía. De la guarda y educación de don Juan II se ocuparían don Diego López de Stúñiga y don Juan Velasco, con el obispo de Cartagena.
Don Fernando se ocupó de la guerra con Granada, que se reinició en la primavera de aquel año, en el que la escuedra de Castilla, que creara don Pedro I de Castilla, derrotó al mando del almirante Alfonso Enriquez, a la sarracena en Gibraltar. Hubo una tregua, y reanudada la guerra en 1410 venció en la batalla de la Yeguas y tras largo sitio de Antequera es conquistada por él, por lo que en lo sucesivo será llamado Fernando el de Antequera.
Al regreso de esta expedición se encontró que el Parlamento de Caspe acude a él para que ocupara el trono de Aragón, había fallecido ab intestato y sin sucesión D. Martín el Humano. No hace al cometido del tema tratar del Compromiso de Caspe, mas sí consignaré unas líneas de un antiguo texto -el de Alfredo Opisso- sobre el triste efecto que produjo su cese por pasar a ser Fernando I de Aragón.
Grande fue el sentimiento, rayano en consternación, que produjo en Castilla la partida del infante corregente, gracias a cuya energía se había podido mantener el orden y era tanto más dolorosa aquella ausencia en cuanto el rey adolescente no daba muestras de señalarse gran cosa. Aunque se hallaba en edad de poder haber aprendido algo para ejercer el oficio a que estaba destinado, sus guardianes y mentores no se habían preocupado por educarle ni instruirle. "Se le dejaba triscar y correr con sus pajes, dice un autor, creyendo que con ello y hacer versos bastaba para superar a su padre".Ya tenía a su lado como paje a Álvaro de Luna al que además de tenerle gran afición, le cayó bien a su madre y le nombró su maestresala. Continuó don Fernando siendo un freno para los nobles de Castilla, siempre vigilante en defensa de su sobrino, pero fallece en 1416, a los cuatro años de ocupar el trono. Los nobles y ricos hombres, por su ambición y soberbia, se lanzaron a su libertinaje, mas la sombra de gobierno de la reina, que algo contrarrestaba, desaparece también, muere repentinamente doña Catalina dos años después. Murió acompañada de sus hijos, del infante don Enrique, de don Alfonso Enríquez, que ya hemos dicho es el almirante mayor de Castilla, del arzobispo de Toledo don Sancho de Rojas, etcétera. No podía faltar, obviamente, don Álvaro de Luna.
El reinado de Juan II fue fundamentalmente el de su presunta pareja: Álvaro de Luna, así como será el de su primogénito Enrique IV, la de éste: Beltrán de la Cueva. ¿Hizo Catalina de Lancaster la vista gorda de la sodomía existente entre su hijo y el paje, la cual perduraría siempre? No puede deducirse de la simpatía que sintió por él de por vida, pudo ser por saberlo o por ignorarlo. Fernán Pérez de Guzmám, en sus "Generaciones y semblanzas", expone que siendo el rey mozo y de buena complexión, y teniendo a su mujer moza y hermosa, si el Canciller se lo contradijese, no iría a dormir a la cámara de ella, ni de otras mujeres, aunque naturalmente era lo bastante inclinado a ellas. También podemos leer en esta obra que el rey de noche ni de día quería estar sin don Álvaro de Luna, y lo aventajaba sobre los otros, y no quería que otro alguno lo vistiese ni tratase. De Isabel, muy bella y años menos que él si estuvo muy enamorado
Runidas las Cortes en Madrid el 7 de marzo de 1419, contando Juan 14 años, es proclamado mayor de edad, empezando el lío político que suscitaron sus primos los infantes de Aragón tan poderosos, tan belicosos, hasta que se eclipsó su estrella en la batalla de Olmedo. Desde otros ángulos he de tratar de estos años que Catalina de Lancaster no alcanzó a ver, y, por otra parte, como a ella me delimito hoy, retomaré el curso de su vida en otro artículo, es decir referiré cuanto por imperativo de espacio omito hoy, así como de aquel marco histórico.
Se lo recomiendo porque lo estoy leyendo ahora mismo y dice que no se ha escrito mucho sobre Catalina de Láncaster. El mismo título escrito por María Teresa Álvarez a quien Suarez señala como una escritora en profundidad de la época. A mí me está fascinando. Me doctoré con Doña Juana de Castilla: de Toledo a Tordesillas y los Láncaster me fascinaron porque la consanguinidad la trabajamos desde las 8 generaciones ascendentes y los Láncaster están, por supuesto. Yo, ahora cojo de su blog la documentación. De paso, sin ninguna intención publicitaria, pues me ha encantado encontrar otra persona que habla de Catalina de Láncaster, solo lo había leído en la Historia de España de Menéndez Pidal. Ha sido un placer por tanto. Me envió mi tío paterno desde Huelva al decirle que la guerra de las dos rosas me encantaría profundizar en cada uno de los personajes ingleses. Lo que sí le digo es que salió editado por la Fundación Universitaria Española el libro más ampliado que la tesis de Doña Juna de Castilla y desde él tengo las 8 generaciones en Sábana y en la forma que todos lo hacen. Como es interesante se lo digo, mire le pongo mi blog y así usted es libre de hacer lo que considere mejo, ahora sí, me encantaría poder estar en su blog y usted en el mío puesto que en ambos la Historia es la protagonista. Es difícil encontrar seriedad y entrando en grupos históricos me di cuenta de que la Historia es como una medalla que se colocan para defender ideologías. Yo, la verdad en mi tesis hice el juicio crítico y después contemporicé con todos, sino hubiera sido imposible hacer la tesis con seriedad. Soy clínica y comprendí que los clínicos no saben historia y los historiadores no saben clínica. Y se necesita ser clínico-historiador; para poder hacer un diagnóstico actual Psicobiosocial, si no, no tiene sentido, haríamos obritas. Un saludo y le envío mi blog, ya me dirá si desea que pudiéramos unir desde conocimientos a información más externa. Un saludo afectuoso Maruxa Oñate Español Doctora en Psicología Clínica Nº de Colegiada M-1407 http://artecienciamaltrato.blogspot.com.es/ otro saludo Maruxa
ResponderEliminar